Capítulo 22

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NARRA MÓNICA

Aquella primera toma de contacto de Vane con mis padres no pudo ser mejor. Como era de esperar, la adoraron en cuanto comenzó a sonreír y a hablar con ellos de los mil temas de conversación que surgían mientras cenábamos.

-¿Y cómo ha ido todo por América? -preguntó mi padre, tras pedir un par de postres para compartir.

Vane sonrió feliz, porque poquitas cosas le gustaban más que la gente se interesara por su trabajo.

-Todo fenomenal -respondió -ha sido súper enriquecedor, la verdad.

-Pero con ganitas de volver, ¿no? -rió mi madre, mirándonos a la una y a la otra intermitentemente.

Los coloretes de Vanesa enrojecieron a la velocidad de la luz, en paralelo a los míos.

-La verdad es que sí, María -asintió bajando la mirada -de nada sirve que todo vaya bien tan lejos cuando tú quieres estar tan cerca.

Su mano se posó sobre la mía, mientras me miraba de reojo. Noté la sonrisa de mis padres frente a nosotras, al mismo tiempo que me estiraba sobre mi silla y besaba el moflete de mi amor, intentando demostrarle todo lo que estaba sintiendo por ella en aquellos momentos en el pecho.

Un par de horas después, y dando un bonito paseo, fuimos hasta el coche para volver a casa. Dimos una vuelta un poco más larga de la normal, para caminar por el paseo marítimo un ratito y poder enseñarle a Vanesa aquel lugar que tan feliz me hacía.

Su brazo rodeó mis hombros, y el mío hizo lo propio en su cadera, metiendo parte de mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón. La calle estaba desierta y la luna brillaba sobre nosotras.

-¿Ha ido todo bien? -le pregunté en referencia a la cena.

Vane torció su cabeza, desviando su vista del mar y mirándome a mí directamente.

-Ha ido todo perfecto, ¿no crees? -dijo sonriente -¿habré superado la prueba?

Me hizo reír, mientras apretaba todavía más mi cuerpo contra el suyo y inspiraba el fantástico olor que había a mi alrededor: su perfume mezclado con el mar.

-Yo creo que sí, amor -respondí -puedes dormir tranquila esta noche.

-No, cariño -rió ahora ella esta vez -esta noche no voy a dormir.

La miré, medio extrañada y medio riendo.

-Y tú tampoco -añadió.

Al mismo tiempo que decía eso, aceleró su paso, buscando una bajada del paseo a la arena. Cuando la encontró, tiró de mí escalones abajo.

-¿A dónde vas? -reí, viendo cómo se quitaba sus zapatos.

Me subí a su cuerpo por la espalda, besando cada trocito de ella que se encontraba en mi camino.

-A pasear con mi chica por la playa de noche -respondió -¿te descalzas?

Reí, haciéndole caso. Agarramos nuestros zapatos y comenzamos a sentir el fantástico placer de la fría arena bajo nuestros pies, mientras nos abrazábamos de nuevo y disfrutábamos del sonido de las olas rompiendo a nuestro lado en la orilla.

-Siempre quise vivir esto -dije, rompiendo el silencio.

Vane me miró, mientras acercaba sus labios a mi frente y me daba un suave y tierno beso. Me miró, queriendo que le contara más de lo que sentía en aquel momento.

-Nunca me había sentido tan querida -confesé -estar aquí contigo, juntas, después de estar tan a gusto con mis padres... no sé, Vane, te quiero un montón.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now