Capítulo 15

1.7K 64 11
                                    

NARRA VANESA

El día siguiente a nuestra llegada a Málaga mis padres organizaron una comida con sus tres hijos y las respectivas novias de todos ellos. Hacía bastantes años que no les presentaba a ninguna chica, e inevitablemente eso me generaba unos nervios añadidos; aún así, sabía que Mónica les iba a encantar, por en mero hecho de que era la mujer más educada, preciosa y agradable que había conocido en mucho tiempo.

Efectivamente, así fue. Estuvimos los ocho juntos durante horas; Mónica y mi madre se hicieron íntimas, igual que sucedió con mis cuñadas. Mi padre, por su parte, aunque al principio guardó distancias, en seguida se dio cuenta del precioso corazón de mi chica, y también cayó rendido a sus pies. Cualquiera que la conocía así lo corroboraba.

Hubo un momento dado de la tarde, que Mónica bajó a un supermercado cercano con Lourdes y Esperanza a comprar hielo, que se había terminado en casa. Nos quedamos los cinco solos.

-Mis tres amores con sus tres chicas -dijo mi madre mirándonos -si no lo veo no lo creo.

Antonio, Francis y yo reímos. La verdad es que, aunque en el pasado todos habíamos tenido pareja, nunca habíamos coincidido en el tiempo los tres a la vez, y mucho menos habíamos compartido una comida con nuestra familia de ese calibre.

-Qué bien os hemos educado a los tres -soltó mi padre -son tres mujeres fantásticas.

Asentimos. La verdad es que tenían razón.

-Menudo encanto Mónica, ¿no? -dijo Antonio, dirigiéndose a mí.

Sonreí, bajando la cabeza. Aunque mis hermanos ya habían conocido a Mónica en el pasado, esa fue la primera vez que compartieron tiempo de charlas, y donde realmente supieron de ella.

-Estoy loquita por ella -reí, y todos me siguieron.

-Se te nota, mi amor -dijo mi madre -estáis muy pendientes la una de la otra. Nunca te había visto así con nadie.

Los tres hombres de mi vida concordaron con ella.

-Y ahora cuando te vayas, ¿qué? -mi padre me bajó de la nube en la que estaba, pensando en ella -son muchas semanas y estáis en el mejor momento de la relación.

Mi madre torció la boca, esperando mi respuesta.

-Con paciencia y amor, seguro que podremos hacerlo -me intenté autoconvencer -llevamos mucho tiempo hablándolo y sabemos que no va a ser fácil, pero es lo que hay.

Porque así era. No podíamos hacer nada, sólo dejar el tiempo pasar y rezar porque todo fuera bien y pasara rápido. Mónica me había brindado su total apoyo y confianza, y yo no iba a fallarle. Eso lo tenía claro.

Apenas unos minutos después volvieron Mónica y mis cuñadas. Mi madre fue a abrirles la puerta y entraron no sólo con los hielos, si no con alguna cosa más que habían comprado para tomar con las copas que nos íbamos a preparar.

-Hola -se acercó a mí y rodeó con su brazo mi cuello, dándome un suave beso en los labios -te he comprado una sorpresa.

Los ojitos se me iluminaron y mi chica tiró de mí hasta la cocina, donde habían dejado las bolsas de la compra. Sacó de una de ellas mis bombones preferidos; un día, en una de nuestras primeras citas, nos pusieron uno de ellos con un café. Ese día le había contado que eran mis favoritos y hasta ese mismo momento no habían vuelto a salir en ninguna conversación entre nosotras. Pero se había acordado.

Me abracé a ella, besando su moflete en múltiples ocasiones y con suficiente entusiasmo como para que Mónica riera a carcajadas.

-Me vuelve loca que te acuerdes de estas cositas -le confesé en el oído.

Nadie más que túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora