Capítulo 10

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NARRA MÓNICA

El despertador sonó por primera vez a las siete y media; lo oí perfectamente, pero me negué a moverme. Vanesa me tenía bien aferrada a ella con sus brazos y piernas, y sentía su suave respiración muy cerca de mi oído. Volví a dormirme en apenas segundos, pero el despertador sonó de nuevo.

-No quiero -le dije a Vane cuando noté que ella también se había despertado con el sonoro ruido.

Sentí su sonrisa, mientras se movía sobre el colchón, sin soltar mi cuerpo ni un segundo.

-Yo tampoco -dijo con la voz ronca -me quiero quedar para siempre aquí contigo.

Me hizo sonreír, a pesar del sueño que tenía y de lo enfadada que estaba con el mundo.

Volvimos a cerrar los ojos una vez más, pero el móvil emitió la tercera y última alarma que había programado la noche anterior.

-Va, venga, cariño -me dijo muy dulcemente Vanesa, incorporándose un poco sobre el colchón -no quiero que llegues tarde.

Sus labios viajaron a mis mofletes, despertándome por completo de la manera más apetecible posible.

-Buenos días -me dijo cuando nuestros ojos se encontraron -estás tan guapa como anoche.

Reí flojito, avergonzada por sus piropos. Me agarré a su cuello y la volví a obligar a pegar su cuerpo al mío, mientras le daba el primer beso del día.

-Y tú sabes igual de bien que anoche -dije al separarnos.

Vane me sonrió, y, tras darnos otro par de besos más, nos levantamos de la cama. La observé mientras se ponía rápidamente la misma ropa que llevaba el día anterior y se hacía una coleta en la zona alta de su cabeza; yo, por mi parte, corrí a darme una rapidísima ducha, a vestirme y a maquillarme. Cuando salí del baño no la encontré en el dormitorio, y al ir hasta la cocina, me la encontré con dos tazas de café servidas y unas tostadas casi preparadas.

-Ten -me ofreció la taza humeante -espero que no te importe que haya cotilleado un poquito la cocina.

Sonreí, estirando mi cuerpo y dándole un beso.

-¿Bromeas? -dije -hacía años que no me despertaba de tan buen humor.

Vane rió, mientras sacaba de la tostadora el pan y lo untaba con mantequilla y mermelada de melocotón.

-¿Has dormido bien? -me preguntó.

-Del tirón -confesé -mejor imposible.

Concordó conmigo, y en seguida se sentó a mi lado para, tan rápido como pudimos, terminar el desayuno.

-¿Estás? -me preguntó con las llaves de su coche en la mano, dispuesta a salir por la puerta.

-Estoy -le dije cogiendo mi chaqueta y mi bolso de la entrada, tras lavar mis dientes en el baño.

Bajamos en el ascensor, mientras me aseguraba que el maquillaje que me había hecho a todo correr cumplía con un mínimo de decencia; aunque antes del informativo siempre iba a peluquería y maquillaje, me gustaba estar relativamente arreglada desde que ponía un pie en la redacción, temprano por la mañana.

Durante el trayecto me contó qué planes tenía para aquel sábado, y me ofreció de nuevo recogerme tras el último informativo del día. No quería abusar de ella, pero la idea de reencontrarnos por la
noche me atraía a unos niveles indescriptibles. Vane volvió a insistir, y acabé por aceptar.

-Te espero aquí a las diez -me dijo tras parar el coche en el parking anexo a la redacción -trabaja mucho.

Sonreí, quitándome el cinturón y estirando mi cuerpo sobre el asiento.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now