Capítulo 33 -Ghoemew-

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—¡¿Cómo te atreves a herirme?! —brama el primer Ghuraki mientras me da una patada y me destroza un riñón.

Aunque apenas puedo mover los músculos de la cara, aun sintiendo un dolor que me nubla un poco los pensamientos y me dificulta la respiración, me río y pregunto:

—¿Estás preparado para morir...?

—Maldito insecto. —Eleva la planta del pie y la lanza contra la cara.

Cuando levanta la suela, tengo el tabique roto, un ojo destrozado y la mandíbula fracturada. Sin embargo, sigo riendo.

El Ghuraki aprieta los puños. Los ojos le brillan con más intensidad que antes, está recuperando el poder con mucha rapidez. Se agacha, posa los nudillos en mi frente y asegura:

—Voy a machacarte el cráneo hasta que solo sea una masa deforme esparcida por la arena. —La risa lo hace rabiar—. Cállate de una vez. —Alza el puño, se dispone a golpear, pero La Gladia empieza a temblar antes de que le dé tiempo de destrozarme la cabeza—. ¿Qué? —se le escapa mientras la piedras azules brillan, vibran y se elevan un metro.

—He cumplido el trato... —pronuncio, ignorando el dolor.

—¿De qué hablas? ¿De qué trato hablas? —pregunta histérico.

Cuando está a punto de aplastarme el cráneo, una mano le sujeta del antebrazo y lo frena. El Ghuraki se gira aterrorizado, comprueba que el dios muerto ha vuelto a la vida y murmura:

—¿Cómo... es... posible? —Los músculos de la cara le tiemblan.

Ghoemew, con una voz gutural, habla en la lengua de los pueblos de La Convergencia:

—Dale las gracias a tu especie.

—¿A mi especie...? No entiendo...

El dios, manifestado con un cuerpo compuesto de energía verdusca, tira del brazo del ser de piel púrpura y lo lanza varios metros por el aire. Escucho las maldiciones que suelta el Ghuraki y también el impacto cuando choca contra la arena.

—He cumplido el trato... —susurro y, aunque me produce dolor mover los labios, sonrío.

Durante unos segundos, Ghoemew me observa con el semblante inexpresivo. Al final, acaba diciendo:

—Álzate, Hijo del Silencio. —Extiende los dedos, eleva el brazo y me envuelve una cálida energía—. Tu guerra no ha hecho más que empezar.

El Primer Ghuraki chilla y corre hacia Ghoemew. El dios, sin girarse, susurra una palabra ininteligible y los músculos del ser de piel púrpura se congelan.

No presto atención a las palabras que escupe nuestro enemigo, muevo las manos, me miro los brazos, me toco la cara y compruebo que estoy sanado.

—Gracias —agradezco mientras me levanto. Ghoemew no contesta, se voltea y camina hacia el Ghuraki. Doy un paso y le pido—: Espera. —El dios se detiene, pero no se gira—. Sana a mis hermanos, ellos también han luchado para liberarte.

A la vez que reemprende la marcha, Ghoemew usa la energía que me sanó para curar a mis amigos; estos no tardan en levantarse.

Después de cerciorarme de que mis compañeros están bien, sigo al dios a cierta distancia, quiero ver de cerca qué hace con El Primer Ghuraki.

—Humano —espeta el que ocupa el cuerpo de Haskhas—, debí matarte cuando tuve la oportunidad.

Ghoemew se pone delante de él, ladea la cabeza, lo observa y asegura:

—Estás débil. Muy débil.

La rabia se manifiesta a través de los ojos de líquido negro del Ghuraki.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora