Capítulo 12 -Un dios del Erghukran-

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Aunque su cuerpo parece pesado y lento, Mukrah es muy rápido. El hombre de piedra se abre paso entre las filas enemigas con los brazos extendidos. Es imparable. El muro de soldados infernales que forma la primera línea se desploma y los seres vendados caen los unos encima de los otros. Mi hermano de guerra ha conseguido abrir una brecha con suma facilidad.

«No tenemos que darle al enemigo tiempo de reaccionar. Debo acabar con los gigantes antes de que masacren a mis compañeros».

Sin detener la marcha, clavo a Dhagul en la cabeza de un soldado infernal que ha intentado levantarse.

—Vagalat, ¿cuál es tu plan? —pregunta Geberdeth.

—Acercarnos un poco más y que Mukrah me lance hacia la cabeza de uno de los gigantes. —Lo ojeo por un segundo y añado—: Lo cubrirás mientras me eleva.

Una sonrisa se le marca en la cara. Sin dejar de mirarme, arroja un hacha que impacta en el cuello de un soldado infernal. Antes de que el cuerpo sin vida de ese ser caiga al suelo, Doscientas Vidas dice:

—¡Estás loco! ¿Volar? —Ríe y saca el arma de la garganta del enemigo—. Tremendamente loco. —Vuelve a reír—. ¿Vas a ir volando hacia uno de esos monstruos? —Hace una pausa, acelera el paso y brama—: ¡El mundo es y siempre será de los locos!

Sonrío y lanzo a Dhagul contra los demonios vendados. Mientras decapito a unos cuantos monstruos dirigiendo el vuelo del arma con el movimiento de los ojos, digo:

—Mukrah, detente en cinco metros e impúlsame hacia el gigante de la derecha.

—Que así sea —contesta, a la vez que coge a una criatura por el cuello y aprieta hasta destrozárselo—. Que el aire sea el camino que te conduzca hacia la gloriosa caída del coloso.

Geberdeth adelanta al hombre de piedra, bloquea los ataques de los demonios, clava el metal de las hachas en los cuerpos de algunos y dice:

—Vagalat, cuando llegue a nuestra altura el resto del grupo, voy a imitarte. Quiero volar hacia el otro engendro para que las hachas puedan beber de su sangre.

Dudo, es demasiado arriesgado, aunque cuanto más rápido acabemos con esos gigantes más posibilidades tendremos de ganar. Hemos podido avanzar mucho entre las filas enemigas gracias a Mukrah, pero cuando los soldados infernales se reagrupen nuestras posibilidades de obtener la victoria se desvanecerán. Aparte, noto cómo se aproximan más de estas criaturas.

—De acuerdo, una vez hayan llegado Hatgra, Artrakrak y el resto, que Mukrah te lance hacia el otro gigante.

—Ansío que llegue ese momento, quiero enterrar las hachas en la carne de ese monstruo —contesta, cubriendo al hombre de piedra que se ha detenido para elevarme.

Dhagul vuelve a mí, aprieto la empuñadura y piso las manos entrelazadas de Mukrah que, con un movimiento fugaz, me lanzan hacia la cabeza del gigante.

«Hermano, eres más fuerte de lo que creía, asciendo mucho más rápido de lo que pensaba».

Aunque la maza del gigante se mueve lateralmente hacia mí, gracias a la velocidad con la que me elevo consigo dejar atrás la trayectoria del arma. Mi cuerpo continúa volando y se alza por encima del monstruo, que gruñe y levanta la cabeza.

Sin que haya comenzado todavía el descenso, dirijo a Dhagul contra el ojo sano de la criatura. Sin embargo, el engendro es rápido y consigue golpear la espada con la maza.

Empiezo a caer, me preparo para aterrizar en la coronilla del gigante, pero me da un manotazo y desvía la trayectoria.

Aunque me cubro la cabeza con los antebrazos y el cráneo no absorbe el golpe, el cuerpo sí lo hace y el dolor me obliga a apretar los dientes.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora