Capítulo 14 -Engaño-

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Los tímpanos, mientras camino por el interior del portal, me vibran. Escucho un zumbido, noto que el vello se me eriza y veo todo blanco; muy blanco.

Aunque no entiendo lo que dice, oigo cómo El Caminante me habla desde fuera de este pequeño túnel de energía. Cuando salgo, después de pisar la roca negra tenuemente iluminada por una luna roja, escucho bien las palabras:

—Te esperaré aquí, este camino debes recorrerlo solo. —Mira a su alrededor—. No debo entrometerme más de lo necesario en los asuntos que dictarán el destino de los mortales. —El cuervo se me posa en el hombro—. Él te guiará. —Apunta con el dedo índice a una montaña que no está demasiado lejos y el ave vuela en esa dirección.

Durante unos instantes, miro hacia donde señala, pero cuando voy a preguntarle algo, giro la cabeza y, con desconcierto, contemplo que ya no está ni él ni el portal.

«Es extraño, esta sensación me es familiar. Es como si esto me lo hubiera hecho más de una vez».

Me quedo pensativo y susurro al cabo de unos instantes:

—El Caminante... —Fuerzo la mente intentando recordar la relación que tuve con él, pero lo único que consigo es sentir un leve pinchazo en las sienes—. ¿De qué nos conocemos...? —Desde lo más profundo del inconsciente surge un pensamiento borroso que me estremece—: Abismo... —Trago saliva y repito—: Abismo... ¿Nos conocimos en las puertas de Abismo?

Una repentina intranquilidad se apodera de mí. Alzo la cabeza, observo la inmensa luna roja que parece estar a punto de caer contra este mundo de sombras y grito:

—¡¿Quién soy?! —Me miro las manos temblorosas y susurro—: ¿Qué soy?

Escucho al cuervo graznar, pero no quiero prestarle atención; no puedo.

«Y si soy un monstruo. Y si maté a esa mujer... a mi madre. Mi vida es una mentira y empiezo a cansarme. Estoy harto».

La frustración consigue que los músculos, junto con la piel y el pelo, vibren. El aura carmesí se manifiesta y me quema. Me corroe por dentro y por fuera. Me golpea el cuerpo y el alma.

—¿Qué demonios soy? —Cuando la ira toma el control, las rocas negras que piso se agrietan—. ¡Odio la oscuridad! ¡Odio Abismo! ¡Odio el Erghukran!

Un susurro lejano, cargado de maldad, se acerca y se hace oír con un tono que me hiela el alma:

—Vagalat, juguete roto, no luches contra lo que eres.

—¡¿Qué soy?! —bramo, mientras el poder pulveriza el suelo que me rodea.

—Eres... —el tono sigue transmitiendo oscuridad, pero suena más cerca, con más fuerza—. Eres lo que necesito, debes volver a mí, regresa a tu hogar y acepta tu destino.

Los ojos se mueven de un lado a otro, busco a quien habla. Sin embargo, solo veo la montaña, el paisaje desértico que la rodea e inmensos géiseres de lava en la lejanía.

—Deja de hablar con enigmas y muéstrate. Quiero ver tu sucia cara. —Manifiesto a Dhagul—. Dame el placer de acabar con otra miserable criatura de las tinieblas.

—¿Crees que puedes acabar conmigo sin acabar contigo?

—Puedo destruir a cualquier ser nacido en las sombras.

—Pues entonces ven a buscarme. —Escucho una asquerosa risa alejarse en dirección a la montaña.

Corro, no voy a permitir que este ser escape. Nací y crecí para cazar a monstruos, da igual si soy uno, eso no me impedirá seguir cazando, no descansaré hasta que la espada haya sido bañada con la sangre de los cuerpos de las especies oscuras. Soy un guardián de Abismo y siempre lo seré. Por encima de lo que haya podido hacer en un pasado que no recuerdo, por encima de eso, mi deber es devolver a los seres oscuros al pozo sin fondo del que nunca tuvieron que salir.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora