Capítulo 21 -El principio del fin-

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Junto con Bacrurus y los magnatores me reúno con Doscientas Vidas en la arena de La Gladia. El veterano ha empezado a reclutar a algunos soldados del antiguo régimen. Entre ellos se encuentra el primer hombre al que vi cuando desperté en esta ciudad: El Seleccionador.

Observo las cicatrices en los pectorales, me fijo en el semblante rígido y me acerco a él.

—¿Por qué quieres combatir a nuestro lado? —le pregunto sin ocultar el resentimiento por haberme incrustado el hierro al rojo.

Doscientas Vidas va interceder, pero levanto la mano y guarda silencio. El Seleccionador observa la marca que me hizo y dice:

—Te entiendo, yo también guardaría rencor. —Alza la vista y me mira a los ojos—. ¿Crees que disfrutaba marcando? ¿Crees que disfrutaba seleccionando para el Gárdimo y los Ghurakis?

—Si no era así, ¿por qué lo hacías? Podías haber dejado tu puesto y haberte alejado de este lugar.

—Podía... pero era más importante mi labor.

—¿Qué quieres decir?

—No todos amábamos ser siervos de los monstruos de piel púrpura. Algunos deseábamos un cambio y nos preparábamos para ello. —Baja la mirada y guarda silencio durante unos segundos—. Aunque han pasado siglos de dominación, los Ghurakis no han podido exterminar el espíritu de los hombres y mujeres libres. En un principio, los que osaron mantener la resistencia fueron sentenciados a morir en Los Círculos de Sangre. —Alza la vista—. Después de varias masacres, la resistencia, como una fe prohibida, se trasmitió de padres a hijos. La esperanza de un mundo sin Ghurakis permaneció viva en algunos descendientes del antiguo reino y estos la fueron difundiendo generación tras generación. —Me mira fijamente a los ojos—. Algunos nunca nos hemos rendido. —Mueve la mano y un joven sale del grupo que está detrás de él—. Muéstraselo.

El muchacho extiende en la arena un mapa en el que se representa el reino de Lardia: las ciudades, fortificaciones y rutas militares. Lo examino y observo cómo están señalizadas las fuerzas de la resistencia a la que parece pertenecer El Seleccionador.

—¿Cómo pudiste mantener esto oculto a Etháro?

Antes de que el hombre con el pecho cubierto de cicatrices pueda contestar, Bacrurus se adelanta y dice:

—Vagalat, está marcado, tiene la mente blindada. Se puede acceder a ella, pero solo a la superficie. —Me mira—. Yo le creo.

—Y yo —afirma Doscientas Vidas—. Antes de que vinieras, me ha dicho dónde se guardan las armas, me ha señalado los puntos débiles de las murallas y me ha mostrado un plan para defender la ciudad de un asedio. —Hace una pausa—. Lo tenía todo preparado desde hace tiempo.

No puedo negar la realidad, mis aliados confían en sus palabras y yo, aunque una parte de mí no quiera, también voy a hacerlo. Dejo a un lado el rencor, extiendo la mano y le digo cuando me la estrecha:

—Será un placer luchar a tu lado derramando sangre Ghuraki.

—Lo mismo digo. Ahora que por fin hay una oportunidad de liberarnos, no descansaré hasta que muera el último de esos monstruos.

Essh'karish, enfurecida, vocifera:

—¡Malnacido! ¡Traidor!

Bacrurus la mira y dice:

—La ramera está aprisionada en un zarzal gigante. —Suelta una carcajada—. Es magnífico. —Se relame los labios, levanta la mano y Essh'karish siente terror.

—Amigo. —Le toco el brazo—. Debemos esperar antes de acabar con ella. Cuando Haskhas sea derrotado podrás hacer lo que quieras con ese monstruo.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora