Capítulo 19 -Recuerdos olvidados-

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Escucho el graznido de Laht y siento cerca su presencia.

«¿Laht...?».

Aunque me cuesta, abro los ojos y observo el lugar donde me encuentro. Extrañas plataformas rocosas de oscuras tonalidades flotan en medio de densas capas de nubes. Las que se hallan unos metros por encima de mí tienen un color grisáceo y la que están debajo son negras.

Me incorporo y pregunto:

—¿Dónde estoy?

Aunque oigo con más fuerza a Laht y lo busco con la mirada, lo único que veo son estas estructuras flotantes. Cierro los ojos y me adentro en los recuerdos, quiero saber por qué estoy aquí. Me golpea una sucesión de imágenes que me produce ansiedad. Me acuerdo de la brutal forma en que he sido derrotado, abro lo párpados y suelto un chillido.

—No... —Me toco la cara para comprobar si está destrozada y, al ver que no lo está, pronuncio confundido—: ¿Estoy muerto?

Escucho a alguien toser detrás de mí. Con cierto temor, me giro y contemplo a una anciana que fuma de una larga y fina pipa. Mientras aspira el humo, mantiene el semblante inexpresivo, casi frío.

—Hola. —Tose, golpea con las puntas de los dedos el bastón en el que se apoya y mueve ligeramente la pupila del ojo que tiene casi cerrado—. Te debe de gustar este lugar, ya que hace no mucho que estuviste por aquí. —Empieza a caminar hacia el borde de la plataforma rocosa y suelta un murmuro ininteligible

—¿Por aquí? ¿Dónde estoy? ¿Quién eres?

—¿Otra vez? —Ladea la cabeza, me señala con el bastón e insiste—: ¿Otra vez vamos a pasar por esto?

—No entiendo... —Con la frustración apoderándose de mí, con la angustia presionándome el corazón, me acerco a ella y digo—: No sé dónde estoy y no sé quién eres.

Tose y pronuncia despacio:

—Observa. —A la vez que el humo escapa de la boca, la densa capa de nubes desaparece.

A lo lejos, contemplo una gran cantidad de mundos.

—La Convergencia —susurro.

—Exacto, La Convergencia. —Suelta una risita—. Quizá no seas un caso perdido.

—He estado aquí antes.

—Muchas veces. Demasiadas para mi gusto. —Me mira y sonríe—. Escucha el silencio de tu alma.

—El silencio... —Cierro los ojos y oigo la melodía en la que se expresa mi ser—. Soy uno con el silencio. —Abro los párpados y digo con firmeza—: Soy parte del silencio.

La anciana vuelve a soltar una risita.

—Lo eres, lo eres. —Aspira y el tabaco de la pipa prende con más fuerza—. Eres un hijo del silencio. Pero hazme un favor, la próxima vez que vengas aquí, acuérdate de eso y de quién soy. No es agradable presentarme continuamente. —Sonríe.

Me miro la mano y siento el cálido tacto del aura recubriéndola.

—Silencio...

—Muchacho, espero que cuando recobres la memoria no vuelva a estallar en mil pedazos. —Golpea el suelo con el bastón y el paisaje que nos rodea se descompone.

Las plataformas rocosas desaparecen y dejan paso a un escenario repleto de miles de cristales flotantes. Aunque estos tienen varios tamaños y colores, ninguno es más grande que un puño.

Centro la visión y delante de mí, a unos metros, veo un árbol de cristal que extiende las ramas hacia un firmamento repleto de estrellas rojas. Los lejanos soles titilan y con el brillo parecen querer decir algo.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora