Treinta de abril

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«¡Eres un cobarde, Darcy! Te llenas la boca de excusas solo porque no quieres estar conmigo. Solo te burlas de mí. Aunque juraras amarme, eres lo suficientemente idiota como para no luchar por mí. No quiero a alguien como tú a mi lado.
Las personas como tú solo enamoran y luego lastiman, juzgan sin conocer, critican sin dar la cara y hieren a los que son diferentes.
No te quiero conmigo. Déjame en paz.»

¡Pero qué había hecho, mierda!
La mano me temblaba y quería arrojar el papel a la basura pero no podía porque ella lo había escrito. No me era posible concebir que ella me deseaba lejos o muerto. ¡O lejos y muerto! No, no. Eso no había dicho. Debía calmarme... ¡Pero mi corazón estaba tan acelerado y quebrado!

Decidí escribir una nota lo más breve y concisa posible. La dejé al final del día pegada con cinta en su casillero. Llegaría a sus manos al día siguiente.
Debía apurarme en ir a casa, tenía una fiesta en una mansión alquilada por la noche.

***

El lugar era bastante amplio, como cinco canchas deportivas juntas; la música, estridente; la comida, llamativa; los invitados, elegantes y ruidosos; el entretenimiento de la adivina y el elefante en el centro, interesantes. ¿Mi apariencia? Perfecta.

Admito humilde que solo cinco chicas y tres amigos míos me rodeaban durante la velada mientras que casi la mitad de los presentes le prestaba atención a... ¿Ya lo adivinaron?
Angélica era una pésima bailarina, pero vaya que sabía disfrutar de la música, sobre todo de 'El rock de la prisión.'

Ella bailaba en medio de una circunferencia de chicos y chicas que la observaban divertidos. No la miraban por lo bien que lo hacía sino por lo graciosa. Y ella lo disfrutaba, yo también reía.

Sin embargo, la diversión desapareció minutos después cuando la canción terminó y la anfitriona se le acercó furiosa. Quién sabe qué dirían, solo sé que discutían cada vez más alteradas mientras yo bebía licor. Una bofetada llevó a un tirón de cabellos, un arañazo llevó a un puñetazo, pronto se hallaban golpeándose en el suelo atrayendo la atención.

¡Angélica era tan atrevida y desbordante! Nadie podía ganarle en ninguna riña, siempre vencía pero... algo salió mal esa noche...

***

«¡Sí, lo admito! ¡Mis razones son estúpidas, infantiles y clichés! Pero, ¿qué esperabas de mí? Tengo diecisiete años, soy inseguro, me muevo por impulsos, no tomo las mejores decisiones la mayor parte del tiempo, me importa lo que los demás piensen de mí, me gusta cuidar de mi físico, que las chicas me hagan caso y hago lo posible porque mi padre no me mate mientras viva bajo su techo.
¡Sí, soy un idiota! ¡Pero solo soy un adolescente! Las razones siempre son simples, no lo que hacemos. Y si hay algo complejo y profundo que yo hago, es quererte como nunca antes había querido, me creas o no... Pero cobarde... Nunca me llames cobarde.
Posdata: Yo sí te quiero conmigo, rebeldía.»

Cierta conocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora