Veintisiete de abril

160 24 3
                                    

«No soy la persona que crees que soy. Por favor, no me escribas más. No necesito un admirador secreto, necesito a alguien que esté a mi lado diciéndome con su voz lo que tú me escribes sobre el papel. ¿Por qué no te me acercas, Darcy?»

Suspiré al terminar de leer su nota por primera vez. Su letra era más tensa, más oscura y desordenada. ¿Por qué había hecho eso? Su letra era tan perfecta, al igual que su ortografía... ¿Qué le pasaba a la señorita Aniston? ¿Por qué decía que no era lo que aparentaba? ¡Jamás en mi vida había conocido a alguien más transparente y sincera que ella! Cualquiera podía darse cuenta de ello con solo mirar sus preciosos ojos caoba. No hacía falta más.

Hice lo posible por idear una respuesta que la dejara satisfecha. Tal vez me tomaría todo el día.

***

—¡Charlotte! —exclamé con fuerza a la morena sentada frente a mí.

Ella me observó confundida.

—Ah... ¿Qué pasa?

Sonreí alzando una ceja y quité una de mis manos de mi espalda, descubriendo un ramo de narcisos de tamaño regular.

—Vi estas flores esta mañana y son tan bellas que no pude evitar comprarlas. —Me encogí de hombros—. Pero no puedo conservarlas y creo que como igualan tu delicadeza... Me harías feliz de aceptarlas.

Ella se mostró boquiabierta, miró al ramo y a mí, incrédula. Al final, las tomó en sus cuidadas manos.

—Oh... ¡Jake! —Todos nos observaban. Ellas, celosas y ellos, asintiendo para aprobar mi conducta—. ¿No se pondrá celosa Vanessa? —Sonrió ampliamente.

—¿Por qué debería? Es un pequeño detalle.

—¡Son bellísimas! ¡Ah! —gritó con una voz aguda y sus amigas se le acercaron para cuchichear y sonreírme coquetas.

Yo les devolví el gesto y al volver a mi asiento, desvié los ojos buscándola. Angel se hallaba a tres carpetas de mí fingiendo no haberme oído ni observado. Coloqué una mano en mi bolsillo y tomé la imagen de una pareja que había recortado de una revista más temprano. Al pasar por su lado, saqué mi mano del bolsillo y dejé caer la fotografía sobre su carpeta, al propósito. No me detuve hasta llegar a mi asiento. Esperaba que comprendiera lo que quería decirle.

***

«Para todos en la escuela, cierta rubia de claros ojos es mi novia. No la aprecio lo suficiente como para concederle ese título pero se trata de un favor a una amiga de mi infancia. Por favor, no me malinterpretes. Alguien como yo... debe guardar cierta imagen y sería extraño para todos los demás que no ande con una chica así. Además, mi padre me mataría si tuviera una novia en estas fechas. Se acercan los campeonatos.

Posdata: Te quiero, mi libertad. Perdóname.»

No era bueno dando explicaciones, ni mucho menos hallando razones pero quise engañarme creyendo que lo que hacía bastaba para que ella me comprendiera. Después de todo, no estaba mintiendo. Quería que supiera que no podía vivir sin ella. Pero, ¿cómo conseguirlo?

Cierta conocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora