Cinco de abril

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«(Inserta mi risa escandalosa aquí) <— ¿Qué onda con eso?

Como sea, eres tan hosca como creí que serías, pero, dime, ¿cómo esperas que conteste a tus preguntas si tú no respondes a ninguna de las mías? Ya te dije que mi nombre es secreto pero hemos hablado antes. Pista: En el baño tal vez, al frente quizás, delante de ellos puede ser, usa un... Olvídalo, no sé hacer adivinanzas. Quise decir que un día te presté mi borrador en clases.

Te llamo de esas maneras porque, para mí, eso eres. Me fascina tu forma de reír tan ruidosa y poco sonora. Realmente no te importa que te escuchen.

Posdata: Olías a naranja ayer. Amo la naranja.

Posdata dos: Me gustas, luminiscencia.»

Apenas terminé de escribir mi nota, alcé la cabeza y me topé con Angélica jugando vóleibol con otras muchachas. Corría, saltaba, se lanzaba al suelo, gritaba, reía, se emocionaba... ¿Qué puede ser mejor que contemplar la vida en su más pura esencia? Ella era aquella luciérnaga en la oscuridad de un pantano que no podía ser alcanzada.

Al llegar la hora de volver a clases, pasó cerca de mí, notó que la observaba y me miró. Me estremecí ligeramente pero procuré no inmutarme y le sostuve el contacto visual por unos segundos, ¿qué era lo que veía en mis ojos que no le permitía quitarme la mirada de encima?

De pronto, un costal de papas cayó a mi lado. Angélica tuvo que marcharse.

—¡Te he extrañado! —Me abrazó de la cintura recostando su cabeza en mi hombro.

—Ah... Y yo, Vanessa. —Me puse de pie y ella me imitó.

—Allí vienen Gracia y Scarlet —susurró—. Besa mi mejilla.

De mala gana, obedecí y casi de inmediato, las oí quejándose.

—¡Jake! —exclamaron al unísono.

—¿Cómo están? —Sonreí fingiendo pena y, al parecer, ambas cayeron a mis pies—. Lindo lazo, Scar.

Ella se ruborizó risueña y tomó el listón que se había puesto al final de su trenza.

—Solo hice caso a tus consejos, Jake. —Rió.

—¡Sí y te queda de maravilla! Lamento dejarlas, pero llevo algo de prisa. —Me solté del agarre de Vanessa y me alejé arriesgándome a que me regañara luego—. Veámonos pronto, señoritas.

Agité el flequillo que caía sobre mi frente y dos de ellas parecieron colapsar. Esas son las ventajas de tener una profunda mirada verdosa... o quizá de poseer un reluciente cabello oscuro y lacio. Como fuese, supongo que mis palabras colaboraban.

Al dejarlas, Vanessa comenzó a hablarles bastante animada. Ah, Vanessa. Algún día me cansaría de fingir que ella me agradaba para ayudar a relacionarla con los dueños de los nombres más pronunciados en toda la institución. Tenía suerte de que yo era un alma bondadosa.

***

Al salir de clases, vi a lo lejos a Angel en una tienda probando unos pastelillos. Renegaba con sus amigas, quienes habían comprado agua embotellada. Oh, Angel de cabello negro... También me gustabas porque no te importaban las dietas. Perfección pura.

Cierta conocidaWhere stories live. Discover now