Veintidós de mayo

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Había pasado tanto tiempo desde nuestro último encuentro que no creía que lo que sucedió aquella noche lluviosa en que me hallaba estudiando para un examen, fuera real.

Al sonar el timbre, bajé las escaleras de prisa para que mi padre no saliera enfadado de su habitación y en cuanto abrí la puerta, mi corazón se detuvo y no conseguía respirar o hablar. Quise llorar y lanzarme a sus brazos en cuanto vi la figura de Angélica de pie frente a mí.

Y aun cuando lucía más triste, más vacía, más muerta que viva y ni siquiera era la sombra de mi adorada libertad, fui tan feliz de que estuviera allí.

—Déjame pasar —dijo suave.

Asentí, abrí más la puerta e ingresó mojando el suelo que pisaba. No pude evitar contemplarla de pies a cabeza, vestía un impermeable para protegerse del frío y su empapado cabello caía sobre su espalda. Sonreí nostálgico. Tenía tantas ganas de abrazarla.

—Qué gusto verte —solté y se ruborizó sin mirarme.

—Necesito... usar tu computadora.

—Am... —No era lo que esperaba pero me resigné encogiéndome de hombros—. En mi habitación.

Asintió seria y subimos con cuidado por las escaleras hasta mi dormitorio.

Noté su atisbo de sorpresa al ver un impecable cuarto con la cama tendida y la alfombra barrida. Demasiado bueno para ser verdad, ¿cierto? De cualquier modo, regresó a la realidad, se sentó en mi escritorio, encendió el monitor y comenzó a navegar en internet.

No entendía qué estaba sucediendo pero le seguí la corriente y me acerqué a ella.

Casi mi quijada cayó al suelo y mis ojos se desorbitaron en cuanto vi la pantalla. Páginas tituladas "Mi compañera de clase es lesbiana" o parecidos, fotos trucadas de ella en donde ponían su rostro en un desnudo, videos que la grababan siendo fastidiada por otras chicas y hasta golpeada... ¿¡Quién sería capaz de subir ese contenido a internet!?

La observé boquiabierto y ella me dirigió una ojerosa y fría mirada llena de vergüenza y desesperación.

—Jamás he disfrutado de esto -susurró al borde del llanto—. Le agrado a muy pocas personas y es por eso que no podía creer tus palabras... —Mordió sus labios.

—¡Pero qué dices! —exclamé exaltado—. ¡Nunca vi a nadie...!

—¡Es porque vives en tu burbuja de chico popular! —me interrumpió frunciendo el ceño—. ¿¡Qué te importan los problemas de una marginada cuando todos te aman!? ¡Soy una marginada! Todo lo que elogias en mí, los demás lo desprecian.

—Nadie tiene lo que tú tienes, Angélica. ¡Ellos solo están...!

—¡No soy libertad! —Se puso de pie y se aproximó a la puerta—. No tengo esperanza ni luz en mí... Déjame en paz...

—Angel...

—Pero gracias... —Las lágrimas cayeron por sus mejillas al tomar la perilla—. Gracias por hacerme creer que todo tenía sentido por un segundo... durante ese beso... —Acarició sus labios—. Yo también sentí algo ese día... Qué vergüenza. —Me miró y sonrió dulce—. Muchas gracias, Jake.

Y se marchó dejándome allí solo, hecho añicos, hueco e impotente.

Cierta conocidaWhere stories live. Discover now