Quince de marzo

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Su cabello era negro como la primera noche en que la vi; sus manos, tan maltratadas como las de una antigua cenicienta; sus vivaces ojos caoba resaltaban en la naturalidad de su limpio rostro de niña y su sonrisa relucía entre las demás como un majestuoso cisne en un congestionado estanque de peces.

Aunque... ¿un cisne? ¿De verdad podía comparar a Angélica con un cisne?

Testaruda, hosca, inquieta, atrevida y desobediente: Angélica Aniston. Y a pesar de eso, ella tenía tantos admiradores a sus pies... Oh, mi querida Angel. Solía llamarla de aquella forma sin la tilde como una abreviación a su nombre y un guiño a lo que involucraba ser nombrada como un ser celestial, era como si lo fuera sin serlo. Perfecto para la dueña de mis supiros.

Jake Anderson, el representante de Forrest School en atletismo, todo un atleta con futuro, todo un deportista y gracias a ello, mantenía cierta popularidad entre muchas de las chicas de mi escuela. ¡Y no era para menos! La elegancia y el caballerismo predominaban en mi ser de metro y setenta y ocho centímetros. ¿Pero qué podía hacer cuando la chica que más quería no me prestaba ni la más mínima atención?

Oh, Angélica debía de tener una errónea imagen de mí. Pero después de meditarlo mucho, planeé en cierta fecha que conocería al romántico empedernido que llevaba dentro y lograría conquistarla como a ninguna otra.

***

«Es un placer, señorita Aniston.

Mi nombre es un secreto, pero puedo decirte que hemos hablado un par de veces en el pasado. Como sea, aquí va un poema: La rosas son rosas; las violetas, violetas; las margaritas... ¿amarillas? Se me fue la inspiración... Am... ¡Me gustas! ¿De acuerdo? Eso es lo que importa.

Espero haberte robado aunque sea un atisbo de sonrisa, así tendría mi día completo...

¿Qué tal? Puedo ser romántico, libertad.»

Escrita mi nota, la dejé pegada con un chicle a su casillero y aunque me estaba comiendo las uñas al imaginar su reacción, me dediqué a esperar. Y esperar. Y hubiera seguido esperando de no ser porque Kassandra Bray se me acercó en clase de literatura y me invitó al cine. "Si tanto ansías mi compañía...", recuerdo haberle respondido.

Un consejo: Háganse a los disforzados todo lo que puedan pero sin dejar de ser amables y sonreír galantes. Por lo menos, a mí me funciona.

En el receso, vi a Angélica con una amiga acercándose a los casilleros dando brincos. Tan dulce, tan bella, tan rebelde, tan fresca, tan impredecible, tan peculiar, tan... libre. Ah, mi Angélica.

—¡Eh, Ana! ¡Mira esto! —dijo al ver mi nota y la despegó para comenzar a leerla.

—¿Qué es? —preguntó curiosa su pelirroja amiga y se acercó a leer.

Al terminar, se echó a reír a carcajadas, arrugó el papel y lo lanzó al aire.

—¿¡Pero por qué lo tiras!? —exclamó, sorprendida, Ana. ¡Yo iba a decir lo mismo!

—Es solo otro idiota que se está burlando de mí —contestó desenfadada mientras sacaba libros de su mochila.

"¿Otro idiota?", pensé.

—Jake —llamaron a mi espalda sobresaltándome.

—¿Eh? —Giré sobre mi talón y allí estaba ella radiante como siempre, Vanessa.

—Ya vámonos, cariño. —Y estampó un beso en mis labios.

Cierta conocidaWhere stories live. Discover now