- ¿Por qué te has ido?
No respondí.
Todos me miraban.
- Me llamó mi madre. - Mentí.
- Mentira. - Dijo Calum.
- Venga, di.
- Por que no quería ser un estorbo ni nada de eso.
- Es que no lo eres tonta. - Repetían todos.
Sonreí.
- Nos habíamos preocupado. - Dijo Guille.
- Si claro, sobre todo tu. - Susurré.
- ¿Que?
- ¿Eh? Nada nada. - Dije.
Me acompañaron a casa.
- Mamá ¿Me ayudas?
- Claro hija.
Me senté gracias a ella.
- Ha venido un médico, te ayudará a comenzar a andar.
Vi a los chicos mirando a través de aquel ventanal.
Solté una risa.
- ¿Que pasa?
- Nada mamá nada.
El médico se sentó al lado mío.
- Intenta ponerte de pié.
- Me da miedo.
- No pasa nada, no te caerás. Además, no deberías tener problemas, todo en tus piernas está bien. Solo hay que acostumbrarlas.
Me levanté.
Estuve a punto de caerme pero el médico me sostuvo.
- Cierra los ojos.
Les cerré.
- Piensa en algo por lo que quieras comenzar a andar.
Reí y pensé en las miles de cosas que me perdería si no lo hiciera.
[...]
Después de 3 horas intensas de terapia todo iba bien y ya podía andar aunque aveces mis piernas fallaban.