Killing Eddie

Od marasehm

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Igor se ha quedado encerrado en un lugar de pesadilla con un psicópata que ha jurado amarlo para siempre. Ah... Viac

Preliminares
1. La mala suerte es consanguínea.
2. He visto las alas de un ángel, pero cortan.
3. Inocente de mí.
4. Pídele compasión a un monstruo.
5. Solo tendrás lo que hayas ganado.
6. La sangre es el nuevo lenguaje.
Extracto del diario de Winston.
7. M-I-O.
8. Y si explota, ¿y si yo exploto?
9. La catatonia es una zona segura.
10. Pienso contar hasta que ya no respires.
11. La diferencia entre la vida y la muerte.
12. El sonido del dolor.
Fragmento de una llamada al 911.
14. El riesgo de mirar hacia atrás.
15. Nadie sufre con tanta belleza.
16. Deudas que pagar.
Extracto del diario de Winston.
17. Verdades y mentiras, bien y mal.
18. De cara al abismo.
19. V de venganza.
20. La verdadera locura.
21. Si el fuego nos consume, bailemos.
22. Fuimos etéreos/ojala no vieras lo que hice.
23. La puerta al perdón que nunca se abrió para mí.
24. El peso de la verdad me rompió la espalda.
25. Se acabó, ¿verdad?
Epilogo

13. Nos vemos bajo el agua.

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Od marasehm

Igor.

Sé que en los días que siguieron me moví de manera acompasada con el tiempo, vivir con Eddie comenzaba a volverse una rutina extraña desde la ultima vez que nos habíamos besado, no me di cuenta en qué momento comencé a medir las horas con esa medida; de cuando me ha besado y cuando no.

No me importa si me besa, no me importa que no me bese. No pienso en si aún quiere besarme. No pienso en si yo quiero besarlo.

Me movía de un lado a otro del sanatorio solamente con su permiso, no volví a cruzarme con Maurice, ni a ver Winston. Mi hermano, la razón de todo esto y mi ultima ancla en el mundo real, el mundo en el que se respira aire, el mundo de los labios agrietados por el frio y no por el dolor. Aquel universo parecía haberse desaparecido de mi alcance, ahora todo lo que conocía eran paredes de asfalto, el sonido de una cerca eléctrica, la puerta de una iglesia perversa, la boca de un hombre ensangrentado, y besos llenos de miedo. Tenía miedo de querer más, sin siquiera saber por qué.

Aquella mañana, Eddie me había permitido salir a dar un paseo solamente si yo prometía no acercarme a los doctores, a los guardias, a cualquier recluso. Muchos de ellos empezaron a reconocerme y a decirme pajarito. El apodo me remordía por dentro, como si se tratará de que Eddie había dejado una huella de fuego en mí, visible para todos. En el fondo, creo que no me quejaba, eso, por lo que veía, me brindaba protección en este lugar. No debía olvidar jamás que me encontraba en una prisión.

Estaba seguro, también, de que Eddie había dado una especie de ultimátum a Gordon, quien por alguna razón mantenía al pendiente de mí, me jalaba si estábamos cerca a los patios de la prisión, y de repente me recordaba lo que le había pasado a Gibney.

—No te olvides nunca, pajarito, que la mente de Eddie ahora te pertenece a ti. Por eso estás vivo aún —me susurró un día, de repente mientras estábamos en la lavandería. Yo lograba conseguir un poco de ropa para mí, e incluso para Gordon, que siempre vestía la misma sudadera sucia y ensangrentada.

—No sé de que me estás hablando —respondí.

El meneo la cabeza, sonriente.

—Y no quieres saberlo, saber nunca es bueno —finalizó él. En ese momento no le di ningún peso a sus palabras, y en realidad creo que nunca lo he hecho, sus momentos de lucidez son escasos y duran muy poco como para no dejarlo ser.

Aquella tarde no tenía espíritu para demasiado, así que después de lavar toda la ropa, incluida la de Eddie, que aún estaba manchada con sangre de Gibney, me decido a que lo mejor para mí es darme un baño del cual pueda disfrutar, o bueno, con lo helada que es el agua dudo que alguien pueda siquiera llegar a disfrutarlo, pero me quiero bañar de nuevo en las duchas del ala médica. Al menos allí puedo evitar las miradas, el tumulto.

El enfermero Anderson me miró de arriba abajo con algo parecido a una sonrisa.

—Mira lo que trajo el gato —exclamó, la verdad es que aún no he podido decidir si le caigo bien o no a este sujeto, solo sé que aún me provee medicamentos para el dolor en la pierna y a veces me revisa la herida. Creo que eso es lo más cercano que se puede tener en Ashton Hall a una persona agradable.

—Hola —contesté, forzando una sonrisa.

—Me sorprendes mucho, ¿sabes? —continua él—. La verdad es que no apostaba a que sobrevivieras una semana siquiera con ese perro rabioso.

—Me debes algo de dinero entonces —repliqué.

Él solo sonrío.

—¿Qué sabes de este lugar, Igor? ¿Qué sabes de Eddie? —preguntó.

A ciencia cierta, no sé nada. Duermo en sus brazos, me retuerzo contra el calor de su cuerpo, le odio y le manipulo como me es posible, pero en el fondo no sé nada de él. No quiero saberlo, lo que leí en su expediente me parece más que suficiente.

—Nada.

Anderson sonrío.

—No te creo, Igor. Algo te habrá dicho tu hermano.

La mención de Winston me descolocó. De repente todo se movía a mi alrededor, el corazón me cabalgaba con impaciencia dentro del pecho. Tragué saliva, miré a Anderson por un tiempo y finalmente decidí que no, que no me gustaba, que su mirada burlona solo estaba haciendo divertido todo mi sufrimiento en este infierno.

—¿Qué sabes tú de mi hermano? —pregunté, desesperado.

—Nada, lo mismo que tú.

—Mientes.

—Ten cuidado, yo estoy a cargo aquí.

Y yo tengo a Eddie. Quise responder, pero me detuve la lengua un segundo antes de, eso era completamente mentira...yo jamás he tenido ni tendré algo como él. No por voluntad propia. Así que suspiré rendido, mirando hacia el piso, no me convenía pelearme con el enfermero porque era posible que no me dejara usar las duchas de este piso y eso si sería una verdadera tragedia.

—Solo quiero ver si puedo utilizar las duchas —expresé, rendido.

Anderson sonrío, como si fuera consciente de algo que yo ignoraba, lo cual era muy probable en todos los sentidos.

—Muy bien —dijo simplemente, de una manera demasiado sencilla que me tendría que haber hecho desconfiar de inmediato.

Yo seguí caminando por el pasillo y cerré la puerta detrás de mí antes de quitarme la ropa. La ultima vez que había entrado en este lugar tenía la pierna en carne viva y Eddie se había terminado metiendo aquí como un bandido.

Vestido solamente con mi ropa interior, me metí bajo el agua e ignoré el mundo. Pensé en Winston, en mi vida, en la muerte. En mi muerte. Eddie tenía razón, yo no era del tipo suicida, pero nada me impedía en realidad acabar con todo este suplicio, con sus manos, con su cama. Pero eso significaba también acabar con absolutamente todas las posibilidades de encontrar a mi hermano, o de al menos saber que le había sucedido. Anderson lo sabía, Maurice también, incluso Gordon dentro de su locura tenía alguna idea de lo que le había sucedido, pero yo era tan inocente que me provocaba arcadas.

El agua me lavo el cabello, que empezaba a sentirse áspero y descuidado, además de largo, demasiado largo para mi gusto, este cabello sumado a mi estatura y mi complexión me hacían parecer una niña. Pasé por lo menos media hora metido bajo el agua antes de escuchar el sonido de la puerta al cerrarse. Me sobresalté tanto que casi caigo al piso, pero no me sorprendió encontrarme a Eddie mirándome de arriba abajo con una sonrisa cínica. No me esforcé por taparme o actuar con timidez, simplemente lo miré y le devolví un asentimiento, para que supiera que yo era consciente de que estaba ahí, pero que no me importaba.

Era todo una máscara, al fin de cuentas. Pero era una que me había funcionado últimamente para tenerlo lejos incluso aunque a veces en las noches yo mismo me presionara en su pecho para estar más cerca de él.

Eddie se quedó parado frente a mí sin decir nada, yo me moví lejos del agua para secarme, planeaba vestirme y buscar algunas de las píldoras para dormir que me había robado de las medicaciones de Gordon. Y entonces, él me detuvo. Yo sentí la sangre helada, conocía perfectamente esa clase de miradas.

—Dime algo Igor —expresó él.

Yo miré hacia abajo, ignorándolo, pero me quedé quieto a la espera de que simplemente siquiera hablando.

—¿Qué tan bien la chupas? —expresó, con una sonrisa cínica y una mano en mi espalda.

—De qué estás...—comencé a decir, pero entonces Eddie me tomó la mano y la dirigió a su entrepierna, hizo presión con la mano y yo sentí su pene duro debajo de la tela.

—De esto —respondió simplemente. Yo quise apartar la mano, pero él me sostuvo con fuerza y frunció el ceño—¿Qué? ¿Me vas a decir que nunca habías hecho algo como esto?

—Eddie yo...

—Mmmh, te ves como...no sé, pareces poesía.

De entre todos los adjetivos, Eddie me había llamado poesía. Como si algo en mi cuerpo rimara más que el miedo, como si viera en las gotas de agua una especie de mensaje.

—No entiendo lo que me estás...

—Shhh, solo, ven —me susurró y luego me pegó a él rápidamente—. Quiero probarte un poco.

Sus palabras encendieron una llama en mí, una parte del fuego era enojo, repulsión e incluso un vago calor de miedo, pero lo que ardía con más intensidad era un poco de deseo. ¿Qué deseaba? ¿Por qué su boca se veía tan cerca? ¿Por qué sentía todos sus músculos contra el abdomen? ¿Por qué quería tocarlo...?

Hubiese deseado querer matarlo.

De un momento a otro, Eddie estaba metido en mi cuello, sobando la piel sensible y mojada con sus labios, mientras que me recorría la espalda con una mano y la otra seguía aprisionando la mía contra su entrepierna. Cada vez se ponía más duro y yo tenía menos tiempo para escaparme de esto.

—No me contestaste —replicó.

La verdad es que yo tenía muy poca experiencia con hombres, hasta antes de llegar a Ashton Hall, me había declarado un gay bastante mediocre. El sexo no era algo especialmente placentero para mí, siempre estaba envuelto en dolor e incluso cientos de veces me había preguntado si podía ser asexual, pero estando Eddie tan cerca, con sus brazos grandes, con su pecho enorme, con mi mano en la suya...yo ya no estaba tan seguro. Solo quería correr.

—No sé lo suficiente.

Eddie me sonrío con satisfacción, luego me quitó la mano y llevo ambas hacia mi cara, me sujeto el cabello hacia atrás y se inclinó contra mi boca.

—Ya llegó el momento de que aprendas.

De nuevo aquel tono, aquel hombre, el mismo animal que necesitaba obtener todo a la fuerza, con golpes, cortadas y el filo de un cuchillo. Así que me aparté, me moví rápido hacia atrás en un intento de no tropezarme y lastimarme de nuevo la pantorrilla. Eddie se quedo quieto en su lugar, tenía la ropa un poco mojada también, y se le pegaba al cuerpo de inmediato. El muy imbécil, era tan atractivo, daba tanto miedo, tenía tantos demonios y al mismo tiempo se veía como un ángel.

—¿Qué? ¿no quieres? —preguntó, cruzándose de brazos.

¿Qué pasaría si respondo que no? No nos habíamos acercado mas desde aquella vez en la iglesia, y estaba seguro que Eddie solo se metía en este pequeño juego del gato y el ratón para demostrarme quien era el más poderoso entre nosotros dos, y quizá su forma de moverse y su fuerza lo hicieran tener ventaja, pero yo conocía algunos de sus pliegues, lo había doblegado un par de veces a mi voluntad, y quizá después de todo no era una idea tan mala llegar a tener intimidad con él.

Al menos, no sentiría asco. Pero, ¿Qué sentiría entonces? ¿Qué pasaría si me gustaba? ¿Era eso siquiera posible después de todo lo que había pasado entre nosotros? No sabía, pero si sabía que a través del sexo, tendría una nueva fuente de manipulación, una nueva escalera para treparme a su interior y dañarle desde adentro, quizá Eddie pudiera cortarme la pierna, sacarme los dientes, golpearme, pero mi venganza iba a venir desde adentro. No con violencia, si no con palabras, esas son las que van a matar poco a poco a Eddie. Y yo me quedaré a verlo morir, a devolverle cada gota de sangre, cada pesadilla, cada beso...

Yo no respondí nada, y Eddie me volteo de nuevo y me acercó a él.

—Dime, pajarito, ¿Qué quieres?

Matarte. Besarte.

—No sé... —respondí, porque era la verdad.

Eddie me paso el pulgar por los labios con un cuidado abrumador.

—Yo quiero que me la chupes —dijo, con una sonrisa vulgar y desagradable. Una sonrisa que yo le devolví involuntariamente.

—No —respondí, y el gesto lo tomo por sorpresa.

—¿No? —replicó con una sonrisa, mientras me apretaba más fuerte la mandíbula—. ¿Qué te hace creer que tienes elección?

Yo lo miré a los ojos.

—¿Vas a obligarme?

—Voy a enseñarte, que es diferente.

De nuevo intenté apartarme y de nuevo Eddie me tomó con más fuerza, aquel juego era absurdo y abrumador, pero yo no podía detenerme.

—No quiero.

Él me agarró los glúteos con fuerza, sus manos grandes abarcaban toda la extensión de mi cuerpo.

—Eso solo lo hace más interesante.

—¿Qué vas a sacar con que haga algo que no quiero?

Aparto una de sus manos y me agarró el brazo con ella, de manera brusca y contundente.

—No te quedas conmigo para ser un bonito adorno en mi cama, Igor. He tenido mucha paciencia. Te habría follado con fuerza el primer día que te encontré desnudo aquí, temblando y llorando como un niño, pero esa imagen no me prendía tanto como esta. Ahora te levantas y me miras, me retas. Y eso solo hace que me obsesioné más contigo.

—Estás demente...—me atreví a responder.

—Entonces no deberías contradecirme. Agáchate.

Esta vez obedecí, porque ya tenía frio y porque no sentí que tuviera opción, porque estaba helando en estas paredes incluso aunque mi cuerpo estuviera envuelto en llamas.

Me puse de rodillas, en ropa interior, con unas pequeñas gotas de agua aún saliendo del grifo más cercano. Eddie se bajo los pantalones, no traía ropa interior y su erección quedo al aire de inmediato. Dura, grande.

Por un momento me devolví a aquel momento semanas atrás, me habría hecho mucho daño si se hubiera atrevido a poner eso dentro de mí a la fuerza. Eddie se lamió uno de los dedos y luego lo insertó en mi boca rápidamente, haciendo que abriera la mandíbula. Yo cerré los ojos y después de un momento, me dejé hacer, y no solo eso, creo que incluso mi cuerpo empezó a responder.

Escuchaba los quejidos de él, ásperos, roncos y un poco descontrolados.

Luego retiró la mano y puso su miembro casi por completo en mi boca y empezó a moverse mientras gemía. Yo mantuve los ojos cerrados para no mirarlo, para no verle a los ojos y pensar que lo había anhelado de alguna manera, que yo había querido que me mirara con deseo desde hace algún tiempo, por eso cerré los ojos y traté de cortar el paso de la mente, pero eso también me fue imposible.

Tenía los ojos llorosos por la presión de su pene contra mi garganta, y aunque a veces llegaba demasiado hondo con mucha rapidez, yo lograba recuperarme, él quitaba las manos y yo continuaba moviendo los labios de alguna manera por inercia.

Estaba confundido, asustado, nervioso y de alguna manera, acabado por toda esa situación. Y lo peor de todo era que estaba casi engatusado por el sonido de sus gemidos roncos, masculinos y llenos de un deseo extraño que yo provocaba.

Eddie aceleró sus embestidas en mi boca después de un rato y yo supe que estaba a punto de terminar, y aunque jamás me había visto a mi mismo haciendo algo como esto, sé que moví los labios, se que inhale profundo y aguante la presión solo para hacerlo llegar a un punto limite, Eddie creía que aquella era una manera de probar su fuerza en medida de mis deseos, pero en realidad, me estaba entregando todas las armas con aquellos gemidos, escucharlo me hizo sentir poderoso.

Finalmente, entre jadeos y embestidas. Se corrió por completo en mi boca, yo retuve todo el líquido, listo para escupir en cuanto me liberara de su erección, pero Eddie me levantó de un tirón y me puso los dedos de la mano en las mejillas, apretando e inmovilizando la zona.

—Traga —ordenó.

Yo obedecí, mirándole a los ojos. Incluso, bajo sus manos, me atreví a sonreír. Él me devolvió el gesto, complacido, suave incluso. Me acarició el cabello y me atrajo a él en un abrazo extraño. Me pasó su camisa por encima y después de ponerse su saco, me sacó cargado del ala médica. Yo me deje hacer, extrañamente cansado y a la vez satisfecho.

No sabía si lo que había descubierto era una fuente de poder, o si complacer a Eddie se iba a volver una debilidad.

Por ahora, no era más que un arma para mí.

Un arma, un arma.

¿Y si me disparase a mi mismo? 

Pokračovať v čítaní

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