Tunantas

By TomorrowJuana

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Dos mundos diametralmente opuestos. Dos maneras de entender la vida. Dos líderes naturales de bandas rivale... More

Capítulo 1. Periódico puro.
Capítulo 2. Empatía.
Capítulo 3. El bofetón.
Capítulo 4. El dementor.
Capítulo 5. Empate.
Capítulo 6. El callo.
Capítulo 7. Venderle hielo a un esquimal.
Parte sin título 8. Bollito.
Capítulo 9. Friki, devoradora de vaginas y adorable.
Capítulo 10. Cómics.
Capítulo 11. Letrasadas.
Capítulo 12. Nueva habilidad desbloqueada.
Capítulo 13. Esclava de mojitos.
Capítulo 14. La chica incógnita.
Capítulo 15. Quesito Philadelphia.
Capítulo 16. Pecados capitales.
Capítulo 17. Atrevimiento, beso o verdad.
Capítulo 18. Pa' romperla.
Capítulo 19. Un ratito más.
Capítulo 20. La problemática del cuadrante de comidas.
Capítulo 21. Cara de seta.
Parte sin título 22. Mierda de biblioteca.
Capítulo 23. In albis.
Capítulo 24. El punto de inflexión.
Capítulo 25. El limbo Lacunza.
Capítulo 26. Empieza el baile.
Capítulo 27. Los humanos copulan de frente.
Capítulo 28. Pupilitas Oreo.
Capítulo 29. El efecto mariposa de Jumanji.
Capítulo 30. Si fueras mi novia.
Capítulo 31. El test de la Súper Pop.
Capítulo 32. En modo Reche.
Capítulo 33. Ex rubia.
Capítulo 34. Cuadrante o monerías.
Capítulo 35. Puta de huerta.
Capítulo 36. Veinte duchas.
Capítulo 37. El esguince de muñeca de Schrödinger.
Capítulo 38. Valle-Inclán.
Capítulo 39. El espacio, Pitágoras y tú.
Capítulo 40. El buscador de Google.
Capítulo 41. Guadrona.
Capítulo 42. Ordenadas.
Capítulo 43. Diecinueve y veinte.
Capítulo 44. Estoy aquí.
Capítulo 45. Despertares Reche.
Capítulo 46. Supergustar.
Capítulo 47. ¡Oh, la la, la merde!
Capítulo 48. Cosas que le hacen ilusión a Nat.
Capítulo 49. El cotilleo se respeta.
Capítulo 51. Nuestras mujercitas.
Capítulo 52. Alba Wreche. Wao.
Capítulo 53. Europe's living a celebration.
Parte sin título 54. Justicia Reche.
Capítulo 55. Una experiencia mucho más completa.
Capítulo 56. La descompensación de los arbustos.
Capítulo 57. Internet explorer.
Capítulo 58. La lluvia solar.
Capítulo 59. El imperio contra la Capa.
Capítulo 60. Qarmaikel.
Capítulo 61. Conejillo de indias.
Capítulo 62. Casiopea.
Capítulo 63. Tunear las pizzas del Mercadona.
Capítulo 64. Gambita de Dama.
Capítulo 65. El mínimo común múltiplo.
Capítulo 66. Las cuatro leyes de la termofusión.
Capítulo 67. Villachocho Tunante.
Capítulo 68. El baile.

Capítulo 50. Lo dijo con retintín, pero lo dijo.

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By TomorrowJuana

- Oye, Nat -le plantó un brazo contra el abdomen que hizo que ambas se detuvieran a mitad de camino de la sala de ensayo. 

- ¿Qué pasa? 

- Que me has llamado cariño -dijo como si acabara de darse cuenta. 

- No te ha molestado mucho cuando te lo he dicho. ¡Na-A-at! -iba haciendo golpes de voz emulando los que había hecho la rubia hacía unos minutos con cada embiste de los dedos de Natalia. 

- ¡Pero qué cerda eres, Lacunza! -se escandalizó, la santa. 

- ¡No-O-o-o pare-E-e-E-es Ca-A-armaike-E-el! 

- ¡Deja de hacer ruiditos obscenos, que eso llama mucho la atención y te van a oír! -se tiró sobre su cuerpo y le tapó la boca con las manos. 

- Perdón -carraspeó para cortar la risa-. ¿De verdad te ha molestado? Yo... 

- No me ha molestado, y eso me molesta -frunció el ceño. Un nuevo capítulo de Alba Reche no se entiende ni ella y mucho menos la entienden las demás. 

- Explícate, rubia. 

- Eso es un apelativo cariñoso -soltó de golpe, como si eso lo explicara todo. 

- Carmaikel también lo es. 

- Ya, pero cariño lo usa todo el mundo. Pone esta relación nuestra al nivel de... de... de... 

- ¿De una relación monógama corriente y moliente? 

- ¡Sí! -dio un respingo, contenta de que Natalia hubiera dado con la tecla. 

- Y eso no te gusta -afirmó la morena, frunciendo el ceño. 

- No lo sé... Creo que... que con esta relación que estamos iniciando he perdido un poco la perspectiva. ¿Me... me refrescas un poco las premisas de una relación en la que ambas participantes se llaman cariño? 

- Vamos a hacerlo de otra manera más sencilla. ¿Qué le cambiarías a nuestra relación tal y como es? 


Alba se quedó pensativa un momento, mientras esperaban al ascensor. 


- Nada, es una relación muy completa. Me satisfaces a nivel físico y a nivel emocional. Me siento muy a gusto en el postcoito y en los momentos en los que el coito no tiene ningún peso. 

- Vamos, que te gusta pasar tiempo conmigo aunque no sea por sexo. 

- Exactamente. Lo hablé con Ici y... 

- ¡¿Que lo has hablado con Ici?! 

- Sí, pero no te preocupes, no le dije que eras tú -la tranquilizó, como si fuera verdad que nadie se había dado cuenta de su secreto-. Aunque, bueno, el otro día le dije a las claras que se trataba de ti -se mordió el labio por dentro, asustada por si hacía enfadar a Natalia. 

- Y... ¿y qué le pareció? -nadie sabría quién estaba más acojonada de las dos. 

- Le pareció muy bien. Creo que chispea. 

- Pero si hoy hace un día muy soleado para que se ponga a chispear, Albi -aguantó la respiración para no soltar la carcajada que le estaba matando por dentro. 

- ¿Qué? 

- Nada -murmuró, acariciándole la mejilla y saliendo tras ella al hall. 

- El caso es que Icíar apoya esta relación -resumió el lío que le estaba haciendo la morena. 

- ¿Qué relación? 

- La nuestra. 

- ¿Y qué relación tenemos? 

- Eh... Una... de personas... que se supergustan... y practican sexo... y no tienen ganas de copular con otras personas... -fue diciendo, animada por los movimientos de cejas de Natalia. 

- Me quiere sonar que eso tiene un nombre -se hizo la tonta, acariciándose la barbilla. 

- A mí no me suena -negaba la rubia con vehemencia. 

- ¿No? A mí sí... lo tengo en la punta de la lengua... ¿Cómo era?

- Nada, no se me ocurre nada -aceleró el paso para alejarse de ella, fingiendo ligereza pero con el pánico en la mirada. 

- Creo que empieza por NO -alzó la voz, pues la rubia estaba ya a tomar por culo de ella- y acaba en VIAS. 

- ¡No te oigo, Lacunza, uy, qué montón de bandurrias, qué ruido, NANANANANANANA! 

- ¡Batman! 


Iba meada de risa, un poco enternecida, aunque inquieta a la vez, por ese miedo al compromiso de Alba, que se negaba a poner en palabras lo que ya prácticamente estaban haciendo con hechos. De momento, con esa calma que le daba ver que estaban dándose todo lo que ambas querían, sin agobios ni etiquetas, le era suficiente para estar tranquila con respecto al futuro, sin querer pararse mucho a pensar en qué sucedería una vez pasara el impulso del principio, ese ansia y esas ganas, ese deseo estremecedor y ese sentimiento apoteósico. Cuando se habituaran y llegara la deliciosa rutina, que todo el mundo odiaba pero que a Natalia le encantaba, ya vería cómo se comportaba la Reche. Quizá se aburriera de tener siempre lo mismo y prefiriera dejar lo que tenían, o la idea de introducir a otras personas le pareciera necesaria para soportar el tedio que podría suponer una relación estable para ella. 

Ese es un problema, efectivamente, de la Natalia del futuro. Que ella se apañe. 

Entró en la sala de ensayo, donde toda la metatuna estaba ya allí reunida esperando a Noemí. Se aproximó a sus amigas, que cuchicheaban en una esquina de la estancia. 


- Qué pasa, tías -saludó, extendiendo el puño para que lo chocaran. 

- ¿Te has lavado las manos? -preguntó Julia, pegándose a la pared que tenía a sus espaldas, huyendo de ella. 

- Ehm... acabo de salir de la ducha, sí. ¿Por? 

- Los gérmenes son malísimos -le echó un cable Marta ante el silencio desconfiado de Julia-. No sabes la de viruses que se contagian con las manos. 

- Me ha dao un escalofrío -intervino la Mari. 

- Tengo el brazo en alto y me estáis dejando en visto. Vamos, que me tengo que hacer respetar, que soy la jefa -agitó la mano frente a sus caras y las tres negaron. 

- Huélele los dedos -exigió Julia, empujando a Marta por un brazo hacia la morena. 

- ¡No le pienso oler los dedos a Natalia, tía, qué asjco! 

- A mí no me mires -se cruzó de brazos María, negándose en rotundo a hacer eso. 

- ¿Desde cuándo se ha puesto en cuestión mi higiene? -estaba flipando en colores. 

- ¡Por dios! -Marta se colocó delante y le chocó el puño con el suyo-. Ya puedes bajar el brazo. 

- ¿Me vais a contar qué coño os pasa? -las miró con dureza. 

- ¿Y tú? ¿Nos vas a contar tú lo que te pasa? -la Mari, como siempre, directa a la línea de flotación. 

- A... a mí no me pasa nada. 

- Pues a nosotras tampoco -zanjó el tema, y Natalia, que sabía que tenía las de perder, decidió dejarlo pasar. 


Apareció Noemí por allí y todas se fueron a sus posiciones. Esa tarde volvían a competir y estaban dispuestas a poner toda la carne en el asador para quedar en un buen lugar. 



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Se bajaron del escenario entre una ovación cerrada. La tuna de España estaba dando la sorpresa ese año pues, al ser invitadas a la Champions League de la Tuna por primera vez, nadie esperaba siquiera que pasaran a la siguiente fase. Sin embargo, ahí estaban, dejando algo más que un buen sabor de boca y empezando a sonar como posibles finalistas. 


- ¡Madre mía, tenéis a la gente en el bolsillo! -les aplaudía Noemí, reuniéndose con ellas-. ¿Qué narices les habéis dado? 

- ¡Es que con ese solo que ha hecho la Reche, como para no! -dijo la Mari, impresionada. 

- Anda... anda ya -se ruborizó la mencionada, subiéndose las gafas. 

- Yo estaba mirando a la gente -la apoyó Sabela que, al tocar la pandereta, sin espectáculo esta vez, tenía sus sentidos más liberados que sus compañeras-, y cuando te has puesto a cantar... BUAH, un silencio sepulcral, un clima mágico, una emoción vibrante... 

- Paradla o sigue hasta mañana -se mofó Natalia, dando un golpe amistoso en la espalda de su amiga-. Reche, deja de hiperventilar, si has puesto la piel de gallina de todo el gallinero, pues se dice y no pasa nada. 

- Si es que... no... no ha sido para tanto -musitó tan bajito, con la cabeza gacha, que por poco no la escuchan. 

- ¡Deja de decir tonterías! -intercedió Ici-. Menudo ASMR para el body, tía. Me he derretido -e hizo como que caía al suelo, pero Alba la sujetó entre risas nerviosas y la volvió a levantar. 

- Créetelo un poquito, Reche -la regañó Noemí con cariño-. Habéis estado todas fantásticas y me siento muy orgullosa de lo que estáis haciendo. No me esperaba este carisma como grupo ni que fuerais a ser de las favoritas del público. Si me lo llegan a decir cuando os junté el primer día en el salón de actos de la universidad... 

- Eso es verdad -asintió Natalia-. Por poco no nos matamos allí ese día. 

- Las... las poetas pensaron que... que Nat me había matado de verdad al... al escucharla reírse -se reía Alba como una ratilla. 

- Nat -murmuró Julia, incrédula, cerrando los ojos y respirando profundo. 

- ¡Es verdad! -se empezó a carcajear Natalia-. Qué bueno fue eso. Pero al final hemos hecho una piña genial, ¿a que sí? -le dio un codazo a la rubia y, cuando se miraron, el resto estuvo a punto de ponerse unas gafas de soldar para soportar el brillo de sus miradas. 

- Sí -sonreía la otra, como una boba. 


Las poetas se observaron entre sí, desconcertadas, haciéndose gestos mutuos para hablar después. 

Las puntuaciones fueron dadas y no es que nuestras tunantas quedaran en la mitad de la tabla como la semana anterior, sino que se encontraron, sin comerlo ni beberlo, en la tercera posición, con las Frozen y las inglesas por delante. Se abrazaron como locas y lloriquearon un poco, sin terminar de creerse la situación que estaban viviendo. 

Cenaron juntas, como el equipo que eran, entre chistes, abrazos de camaradería y bromas internas. 


- ¿Nos tomamos algo para celebrar? -propuso Natalia mientras se iban levantando de sus mesas. 


Las tres jinetes del apocalipsis, aka el cactus llorón, la flor del desmayo y la salamandra alienígena, se miraron como una liebre cuando le das las largas y, en ese lenguaje suyo telepático, urdieron un plan de escapada. 


- No puedo, estoy muy cansada -dijo la Mari, en primer lugar. 

- AAhhhhh -fingió un bostezo Marta, negando con la cabeza. 

- Yo me apunto -dijo Alba, muy contenta, pues todas sus compañeras y algunas de otras tunas la habían felicitado. 

- Yo también -se le unió Afri. 

- No, tú no -la tomó Julia del brazo. 

- ¡Ah! ¡Quita, bicho! -intentó apartarse-. Me apetece una cerveza. 

- Pero suavecita, que luego te pones más tonta... -la arrulló Ici con su voz, poniéndose a su lado y apuntándose a lo que fuera a hacer su chavala. 

- No hay cervezas que valgan -se negó Julia-. Cada mochuelo a su olivo, hombre ya. 

- Pero bueno, ¿puedes dejar que las muchachas hagan lo que quieran? 

- El otro día tú estabas cansada, Lacunza -la señaló la Mari con un dedo acusador-, y nadie te dijo nada. 

- Eso... eso es verdad. Nosotras nos vamos, ¿no, Albi? 

- Albi -murmuró Julia, incrédula, cerrando los ojos y respirando profundo. 

- Sí, yo sí quiero. ¿Afri? -se cogió de su brazo, pero la mirada de la Mari hizo que se achantara y por poco tuviera que sacar su inhalador. 

- Estoy cansada -dijo en tono triste-. Nos vemos mañana. 

- Pues venga, que la noche es joven -chispearon los ojos de Natalia, que estaba deseando hacer algo con su rubia fuera de allí. 


Salieron camino a la puerta y las demás ya ni se sorprendieron al ver que, en lugar de unirse al resto de la metatuna, que estaba dispuesta a celebrar, se despidieron de ellas y se fueron por su lado. 


- A mi habitación -impuso la Mari, encaminándose hacia los ascensores. 

- ¿Dónde se supone que vamos? -preguntó Ici al oído de Afri, entreteniéndose allí más tiempo del necesario. 

- A una reunión de científicas y poetas -llamó con un gesto a Noe y Marilia, que se les unieron en seguida. 

- ¿Y yo puedo ir? 

- ¿Tú qué sabes sobre la relación de Alba y Natalia? -el gesto de la del pelo rosa habló por ella-. Ya veo que tú también estás enterada. 

- ¿De qué exactamente? -no quería traicionar la confianza de su reciente amiga, por lo que prefirió ir sobre seguro. 

- Que se acuestan. 

- ¡Hostia puta! -se llevó las manos a la boca en un gesto demasiado teatral como para que Afri se lo creyera. 

- Lo sabías. Me alegra darme cuenta de lo mal que mientes -se metieron en un ascensor para ir tras las demás, que habían subido en el anterior. 

- Yo no te mentiría jamás, mi pequeño continente -dijo con voz seductora, acercándose a ella. 

- ¿Tú... tú quieres acostarte conmigo? -le preguntó, aprovechando su declaración de sinceridad. 

- Sí -contestó sin pensar-. Quiero decir, no es que solo te quiera para eso, pero bueno, que sí, que a mí me apetece. No he pensado mucho en el tema, pero vaya, que si se da la situación yo encantada, ¡pero que no tengo prisa ni nada, eh! 

- Vale, vale, tranquila -le sonrió con dulzura y posó las manos en su pecho-. A mí... a mí también... un poco... pues... no es que lo haya pensado mucho, pero... 

- Acaba la frase, por favor te lo pido -suplicó, con las orejas coloradas. 

- Cuando me besas... me da un calor... -le tomó la mano y la colocó en su esternón-, aquí... -la fue bajando, pegándola a su abdomen-, y se extiende... por aquí... -cuando llegó al límite del pantalón Ici tuvo que tragar saliva y boquear en busca de aire. 

- Ay madre, África. Tú... tú a tu tiempo, ¿vale? Sin... sin agobios. ¡Mira, ya hemos llegado a nuestra planta! -exclamó, saliendo de la sauna que se había convertido para ella el ascensor. 


Caminaron a paso ligero hacia la puerta de la Mari, que esperaba su llegada para cerrar tras ella. 


- Ici, no has sido invitada a esta reunión ultra secreta. 

- Tan secreta no será si estoy aquí, vamos, digo yo. 

- Icíar, largo. 

- Venga, vale. Os dejo solas. Veo que es un tema importante -rodó los ojos y sonrió a su morena para volver la vista a la Mari-. Hasta luego, lumbreras. 

- ¿De qué va? 

- No lo sé. ¿Qué se supone que estamos haciendo aquí? -preguntó Afri nada más entrar en el cuarto desastroso que compartían la Mari y Marta. Apartó un pantalón corto que había tirado por ahí y se sentó en el borde de la cama. 

- Tenemos un código rojo como una catedral -retomó la palabra la Mari-. Esta mañana fuimos testigas de un suceso sin precedentes, de un acontecimiento que ha marcado mi vida y la de mis compañeras -pasó los brazos por los hombros de Marta y Julia-, que ha significado un antes y un después en la time line de nuestra vida y la de la tuna de... 

- Mari, no te estamos entendiendo. 

- El mensaje borrado. 

- Ah -rio por lo bajo y se giró para mirar a sus amigas-. Que se han enterado de lo de Alba y Natalia. 

- Ah, ¿eso? Buah, ese es un tema de rabiosa actualidad -se mofó Marilia, relajándose, pues pensaba que iban a hablar de un tema serio de verdad. 

- ¿Lo sabíais? 

- A ver, saberlo con papeles y calígrafo no, pero vamos, que Alba está totalmente desconocida. 

- ¿A qué te refieres? -abrió la boca Marta, acercando su silla a la de las científicas. 

- ¿Estáis ciegas o qué? -se extrañó Noe-. ¿De verdad no os habíais dado cuenta de que estaba pasando algo entre ellas? 

- ¡Pero estamos locos o qué pasa! -gritó la Mari, que no se podía creer su tranquilidad-. ¡Que estamos hablando de la Reche y de Lacunza, por el amor de Lorca, que se puto odian desde primero de carrera! 

- Hombre, a ver, un poco raro es, pero llevan tanto tiempo en ese plan que se me ha olvidado un poco -arrugó la nariz Afri. 

- ¿De cuánto tiempo estamos hablando exactamente? 

- Bueno, el mamoneo en la barbacoa en casa de la Mari fue impactante -reía Marilia ante sus caras de estupor. 

- ¡Eso fue en febrero! -Julia se levantó de su silla, sin creérselo del todo. 

- Y si tiramos un poco más para atrás... -se rascó la barbilla Noe-, yo diría que en navidad, el enfado de Natalia por una broma tonta al salir del salón de actos... 

- Sí, tía, yo creo que ahí ya le hacía tilín -asintió Afri, muy convencida. 

- ¡PERO QUÉ ME ESTÁIS CONTANDO! -la mandíbula de la Mari andaba ya tocando el suelo. 

- Villar, en serio, espabila -chasqueó los dedos Marilia delante de su cara. 

- No me vaciles, Monzón, que no tengo el coño pa farolillos hoy -miró a sus amigas de hito en hito-. Que las frikis se han dado cuenta antes que nosotras... 

- Para que luego digáis que somos lentas -hinchó el pecho Noe, con una sonrisa de oreja a oreja por su pequeña hazaña. 

- ¿Por qué nunca nos dijisteis nada? 

- Ni que fuéramos amigas -rio Afri por lo bajo, pero, ante los rostros compungidos de las poetas, rectificó-. Digo antes, ahora somos mucho, pero en febrero yo solo estaba preocupada de que no volvierais a molestarnos sin verlo venir. 

- Nunca me habéis dado tanto miedo como cuando empezasteis a ser amables con nosotras -asintió Marilia. 

- Pero tías, que somos buena gente, joder -la Mari puso una mueca realmente triste. 

- Tú solo querías el cotilleo, no te hagas ahora la dolida -la pinchó Afri. 

- ¡Es que me parece muy fuerte que hayamos sido las últimas en enterarnos! -bufó-. ¿Cuándo os lo contó Alba? 

- ¿Alba? -las científicas se miraron entre ellas y soltaron una carcajada-. Alba no nos ha dicho nada. Y que no se le ocurra. 

- ¿Por qué? -se interesó Julia, acercándose más a ellas. 

- Tú no sabes las chapas que nos ha dado sobre que el amor romántico es una burda mentira hecha a base de hormonas, como para que ahora vaya a encoñarse ella. La estoy esperando -se frotó las manos Marilia. 

- Un momento, un momento -estiró Julia los brazos para detener sus explicaciones-. ¿Amor romántico? 

- Sí. Es lo que sucede cuando alguien te gusta a nivel afectivo. Pupilas dilat...

- Afri, cariño, que sé lo que es -la gaditana se frotó las sienes con los dedos y cerró los ojos, con la cabeza a punto de estallar-. ¿Me estás queriendo decir que Alba témpano de hielo Reche se ha encoñado de... Lacunza? 

- Sí. 

- Mírame a mis ojos -cogió la cara de Afri para ver si encontraba la mentira en ella, pero allí solo había sorpresa-. Mírame a mis ojos África Adalia y dime que Alba cuadrante de polvos Reche se han enchochado de mi Natalia. 

- No me lo ha dicho, pero los síntomas son claros. 

- Mari -se giró a mirarla-, mira lo que dice la friki. 

- Ya la estoy escuchando -no sabía ni qué decir. 


Tanto tiempo llevaban dando por hecho que Natalia era la que sentía algo especial de las dos, que, en ese momento en el que la mejor amiga de Alba Reche les estaba diciendo que era recíproco, eran incapaces de asimilar la noticia. 


- A ver, a veces la mira que... -intentó Marta hacer volver a funcionar los cerebros de sus amigas. 

- Y la persigue a todas partes. 

- Da hasta vergüenza ver cómo se pega a ella en los ensayos. 


Las tres iban hablando, poniendo en palabras los pensamientos fugaces que se les habían pasado por las mentes sin dejar en ellas ni un poso que se asentara e hiciera que su percepción de la relación de las jefas de la tuna cambiara en absoluto. Para ellas siempre se habían llevado mal, pero habían conseguido llegar a un punto de entendimiento en el que no solo se toleraban, sino que parecían llevarse bien. 

Pero en ese momento, en el que las mejores amigas de una y las mejores amigas de la otra estaban poniendo impresiones en común, todos aquellos gestos tiernos y de complicidad les volvieron del mundo de los recuerdos para certificar que lo que las científicas decían podía no ser una locura. 


- Pero a Alba... a Alba nunca le ha gustado nadie -musitó Julia, entre la alegría y la incredulidad-. Ella... ella tiene una reputación. 

- No sé, no hemos hablado con ella, pero estos meses parece que algo ha cambiado en ella. Le interesan las relaciones sentimentales -bajó Afri la voz, como si eso, viniendo de su amiga, fuera una blasfemia. 

- Una noche hicimos una encuesta de la SúperPop para saber si sientes algo por esa "persona especial" -sonrió Marilia haciendo comillas con los dedos, recordando cómo le cubrió las espaldas haciendo creer que lo hacían por saber cómo era su relación con Joan. 

- Pero... 

- No la juzguéis, porque ella no tiene ni idea de lo que es que alguien te guste. Por eso no le hemos dicho que nos lo imaginamos, queremos que ella investigue y se sienta cómoda con la idea antes de agobiarla con preguntas. Supongo que reconocerlo delante de gente le costará trabajo. 

- Eso es verdad -frunció el ceño Julia, que estaba más pensativa de lo habitual-. ¿En serio creéis que le gusta mi amiga? 

- Yo estoy convencida -dijo Afri-. La Alba que yo conozco no hubiera dejado a nadie acercarse tanto como se lo permite a Lacunza, y no solo eso, es que es ella quien la busca la mayoría de las veces. 

- Se ve muy cómoda a la Reche con vuestra amiga -intervino Noe-. Por eso me cae bien. 

- Yo creo que la está ayudando a adentrarse en ese terreno inexplorado. Hablan un montón -asintió Marilia. 

- Es que mi chavala es una chavala diez, ¿os enteráis? -las señaló Julia, una por una, sacando las garras por Natalia-. Y yo le iba a arrancar la melena a la rubia si se le hubiera ocurrido jugar con ella, pero si me decís que la veis interesada de verdad... -se le fue atragantando la voz. 

- Juls... -la Mari la miró con un puchero. 

- Que yo creía que me la iba a hacer polvo -le temblaban los labios a la gaditana. 

- Y yo... 

- Nunca pensé que le fuera a corresponder a nuestra estúpida Romea, Mari... Y ahora no sé qué tengo que hacer... -apretó los dientes para aguantar las lágrimas. 

- Podríamos, no sé, dejar de decirle que se lave las manos cuando sepamos que ha estado con ella -se metió Marta, secándose los ojos. 

- Se la ve tan contenta a la idiota cuando viene de verla... -Julia se tapó la cara con las manos y Afri se fue hacia ella para darle un abrazo. 

- Ey, pero no llores. 

- ¡Es que yo pensaba que la iba a dejar en la mierda, Adalia! Pero si se gustan, pos que se líen, yo qué sé -sorbió mocos como pudo. 

- Es que nuestra chavala también es de diez -Julia se separó de su agarre y la miró con una ceja en alto-. Vale, vale, en cuestiones sentimentales no es de diez, pero está esforzándose. 

- ¿Cómo lo sabes? 

- Porque de vez en cuando hace preguntas sobre qué pensamos de la monogamia y cosas así. 

- Y eso muy de Alba Reche no es -le dio la razón Noe. 

- ¿Tú... tú crees que quiere ser su novia? 

- Ou, ou, vaquera, para el carro -en esta ocasión fue Afri quien se alejó de ella para poder mirarla-. La Reche está planteándose cosas, pero sin agobios. 

- Pues tiene que pedirle la mano, si no, no vamos a bendecir esa relación -se cruzó de brazos la gaditana-. Necesitamos un compromiso real para confiar en ella, que la Reche tiene una famita...

- Oye, si Lacunza confía en ella, tú no tienes nada que decir. Deja que ellas se entiendan. 

- ¡La que más tiene que perder en todo esto es Natalia, y no voy a permitir que una friki le rompa el corazón, que lo tiene muy frágil mi niña! 

- ¡Eso es cosa de ellas, Medina, deja de ser sobreprotectora con ella! 

- ¡Si una amiga tuya estuviera encoñada de Alba Reche, ya veríamos cómo reaccionarías tú! 

- Bueno, ¿y quién dice que a Natalia le gusta Alba? -preguntó Noe. 


Todas se miraron entre sí, divertidas, aligerando la tensión de la conversación, y empezaron a reír escandalosamente. 


- Uf, que me meo -se secó las lágrimas la Mari, esta vez de risa-. Vale, en eso sí que estamos de acuerdo y lo hemos visto todas. Natalia está hasta las trancas. 

- Qué obvia es -se tapó la boca Afri para esconder las carcajadas. 

- ¿Veis? -les hizo ver Julia-. Es un bebé, yo sé que no lo parece, pero es un bebé y... 

- Sí lo parece -dijeron todas las científicas a la vez. 

- Eh... pues eso, que es muy pequeña y me no quiero que termine mal. 

- Ellas hablan un montón, seguro que no tenemos nada de qué preocuparnos -le quitó importancia Marilia. 

- Vosotras desde luego que no. Si esto sale mal, esta se va a buscar a la Miriam esa y a seguir con el cuadrante, tan pichi, pero a Natalia hay que recogerla con pala -refunfuñó Julia, que seguía erre que erre. 

- ¿Os acordáis de cuando se acostó con Miriam y estuvo una semana como alma pena? -comentó Afri, con un cotilleo suculento de verdad. 

- ¿Que mi Natalia estuvo en la mierda por la medio metro? ¡Me va a oír la... la... la muy cerda! -Marta tuvo que sujetar a Julia para que no saliera a buscarla. 

- ¡No! -se impuso Afri por encima de las voces de las demás-. ¡La que estuvo como alma en pena fue Alba, no Natalia! 

- ¿Cómo? -volvió a su sitio y se sentó, con toda su atención puesta en África. 

- Verás... 


Afri les estuvo contando cómo los ánimos de su amiga durante los días posteriores al coito con Miriam fue más ensombrecido que nunca y los dos grupos, sin saber muy bien todos los detalles, pues ninguna sabía de primera mano lo que había ocurrido entre ellas en aquellos días aciagos, fueron contando sus impresiones, sus recuerdos de aquella semana, compartiendo impresiones y calmando un poco a Julia, que parecía entender, gracias a las explicaciones de las científicas, la manera lenta en la que iba la rubia haciéndose a la idea de que Natalia le gustaba para algo más que para echar un polvo. 


- Que, por cierto, follan. Esto lo sabéis, ¿no? 

- ¿Tú crees? -negó Marilia con la cabeza-. Yo creo que aún no han llegado a ese punto. Algún besito, pero poco más. 

- Querida, agárrate a la silla -le pidió la Mari, antes de empezar a contar el salseo salseante. 



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- ¿Qué piensas? -preguntó Natalia, al ver a Alba un poco ensimismada, con su refresco entre las manos. 

- ¿Tú crees que, cuando volvamos a Madrid, vamos a seguir estando igual que ahora? -no levantó los ojos de su bebida, y Natalia supo que la respuesta le preocupaba. 

- Yo creo que estaremos mejor aún. 

- ¿Mejor que en un hotel, sin preocupaciones y con la posibilidad de copular en cada momento porque vivimos en el mismo lugar? 

- Y sin estar rodeadas continuamente por nuestras amigas -abrió los ojos en una mueca de obviedad. 

- Eso es un punto a nuestro favor -sonrió levemente, y Natalia supo que tenía que continuar por ahí. 

- Y haciendo planes súperchulos. Porque sí, Amsterdam es muy bonita, pero yo no conozco una mierda de este sitio. Solo podemos pasear, tomar algo y hacer turismo. ¿Pero en Madrid? Pfff. 

- ¿En Madrid, qué? -su tono, mucho más animado, hizo que la mirara con ternura. Si Alba necesitaba seguridad, ella pensaba dársela. 

- En Madrid podemos hacer mil cosas. Cosas que te gusten a ti, cosas que me gusten a mí, cosas con las chicas. 

- ¿Me pones ejemplos, porfa? 

- Tengo que invitarte a mi casa y cocinar para ti, que menudo mosqueo te pillaste porque Ana fue antes que tú. 

- ¡Hombre, pues claro, ella es tu compañera de clase y yo soy...! -se había metido ella solita en Un jardín. 

- Continúa, por favor -entrelazó los dedos sobre la mesa y se recostó en su silla, relamiéndose los labios. 

- Yo soy tu Carmaikel -dijo, intentando salir del apuro. 

- No vale que uses esa palabra para todo, rubia. Ya no cuela. 

- Me llamas cariño -dijo con los ojos cerrados, como si le costara acostumbrarse a ese apelativo que siempre le había dado repelús-. Y cariño se le llama a gente que te gusta muchísimo, vamos, casi que cuando ya quieres a esa persona. 

- Solo te he llamado cariño una vez, no seas dramática -esquivó esa bala con destreza-. Y, si no te gusta, no te lo llamo más y ya está. 

- No, bueno, quiero decir, que si a ti te gusta pues no pasa nada. 

- ¿A ti te gusta? 

- A mí... -suspiró y removió el flequillo con el impulso del aire-. A mí me gusta todo lo que venga de ti, Nat. 

- Aibá. 


Alba Reche la había dejado sin palabras por primera vez desde que la conocía. ¿Qué coño se le contesta a una persona que te acaba de decir eso? La miró con las pupilas temblorosas y estiró la mano para coger la de la rubia, que estaba más asustada que ella tras lo que acababa de decir. 


- Bueno, que me dices estas cosas tan bonitas y me desconcentro. 

- Yo no sé si son bonitas -murmuró con timidez-, solo sé que son verdad. 

- Ay, Alba... Venga, vámonos que se nos hace tarde -se levantó, dejó que Alba pagara la cuenta y salieron a la calle para volver al hotel. 


Caminaban una junto a la otra, rozándose los brazos y respirando el aire cálido de abril, disfrutando de la ciudad, del río y del silencio apacible de la noche holandesa. Natalia, con la emoción aún burbujeando en su interior tras las palabras de Alba, retomó el tema que habían dejado a medias. 


- En fin, lo que te decía, que quiero invitarte a mi casa, hacer una cena que te vas a cagar por la pata abajo y ver juntas una peli. La que tú quieras. 

- O... o mejor una serie. 

- Albi, ver una serie es un compromiso gordo, ¿eh? Cuidao con lo que deseas, que este es un tema serio y a largo plazo -la avisó, sin una pizca de broma en su tono. 

- Yo... yo estoy dispuesta a ver una serie contigo, Nat -en los ojos de Alba se adivinaba su determinación. 

- Wao, esta es la declaración de intenciones más friki que me han hecho jamás. 

- Te brillan los ojos, eso es que te ha gustado mucho, aunque te metas conmigo -se hizo la chulita por empezar a entender su manera de utilizar el humor para huir de la intensidad-. Podemos ver... Anatomía de Grey. 

- ¡Stop, Alba Reche! ¡Ese es un compromiso que ni yo puedo asumir! 

- JAJAJAJAJAJAJAJA, ¡cobarde! -se partía de risa, la científica. 

- ¡Cobarde no, es que eso es un montón de tiempo! -la miraba la poeta orgullosa de que, cada vez, se le diera mejor aquello de bromear con cosas que no fueran senos y cosenos. 

- ¿No confías en mantener una relación romántica conmigo tanto tiempo? 

- Yo contigo me casaba, fíjate lo que te digo. 

- ¡Qué exagerada! -se desternillaba, la muy pava, sintiéndose capaz de estar teniendo esa conversación sin colapsar. Era refrescante sentirse a gusto en su propia piel-. Pues... pues yo contigo no me casaría, pero aceptaría ir contigo de la mano al teatro. 

- ¿De la mano? -se hizo la impresionada. 

- Sí. No me sudan las manos, para que lo sepas -dijo como si fuera muy importante, y se subió las gafas. 

- ¿Al teatro? ¿A ver algo de Calderón de la Barca? -abrió los ojos a todo lo que daban la morena. 

- ¡Y de los Javis! -asintió ella, emocionada también, abriendo los brazos y las piernas que, con su sudadera gigante, la hacía parecer una estrella de mar, ahí en medio parada. 

- Albi, tía, que soy filóloga. He sentido eso como un hachazo en mi corazón. 

- Oye, no me llames tía, que eso es... como... como de amigas. 

- Y amigas no somos. 

- No, Nat. Somos otra cosa muy diferente. ¿Qué cosa? No lo podemos saber, no viene en internet -Natalia la miró con intención, y Alba, impresionante documento, la supo leer-. Y no me digas que es ser novias, porque hay muchas premisas que no se han dado todavía. 

- ¿Como por ejemplo...? 

- Como la asunción de la relación en sociedad. 

- ¿Lo cualo? 

- Anda, la filóloga -chasqueó la lengua e intentó pasar el brazo por sus hombros en plan paternalista. Quedó una postura un poco cuadro y Natalia tuvo que agacharse un poco-. Es cuando todo el mundo está debidamente notificado de que somos pareja, Nat -le explicó como si fuera tonta. 

- ¿Tenemos que mandar un e-mail solicitando confirmación? -rodó los ojos, acompañando sus pasos medio a rastras-. Albi, cariño, puedes decir simplemente "decírselo a nuestras amigas". 

- Vale, cariño -dijo con retintín, pero lo dijo-, pues decírselo a nuestras amigas y familiares. Y, lo más importante, hay que hacer una pedida de salir. 

- ¿Con anillo? 

- No, eso solo es para casarse. 

- Me estoy dejando la espalda, cariño. Sube -se colocó delante y la rubia, de un saltito, se subió en su espalda. 

- ¿Así mejor, cariño? -dijo con retintín, pero lo dijo. 

- Muchísimo mejor. Así que tienes que pedirme salir... Vale, yo esperaré. 

- ¡No, Nat, me lo tienes que pedir tú! -le intentó hacer ver con grandes aspavientos de sus manos-. Yo haré un desastre, sacaré una lista con un montón de contras y los mismos pros mas uno, y tú pondrás esa cara tuya de "anda, qué bien, jaja" para que no me sienta mal, pero es que se te nota que no está bien. 

- ¿Y cuál es ese "mas uno"? 

- Pues que, a pesar de todo lo que hay en contra de tener una relación estable de pareja, que son un montón de cosas, ya no me imagino una vida en la que tú no estés llevándome a caballito solo para que estemos cerca. 


Natalia se mordió los labios y parpadeó muy rápido para clarificar su mirada, que se había nublado de unas lágrimas repentinas que nadie se esperaba. Hostia puta, la que no sabe. 


- Albi -dejó que se escurriera de su agarre y, una vez supo que había tocado el suelo, se giró a mirarla-, eso es lo más bonito que me han dicho nunca. 

- Nat, no llores -apretó los labios y la miró con los ojos inundados de la impresión de ver a Natalia tan emocionada. 

- Es que te ha salido sin querer, y eso lo hace más bonito todavía -se estaban esforzando ambas en mantener las lágrimas a raya. 

- Es que es la verdad, Nat. Yo siempre te digo la verdad. ¿Me subes a caballito otra vez? Es que si te sigo mirando, al final voy a llorar -apenas le salía la voz. 

- No tiene nada de malo llorar, Albi -le colocó un mechón tras la oreja. 

- Pero es que no sé por qué me apetece llorar -dijo en un murmullo medio enfadado, con las lágrimas ya formadas en su párpado inferior. 

- Es llorar de bonito. Como llorar de felicidad, pero mejor. 

- Vale, ¿pero me subes a caballito, porfa? 

- Vamos, rubia. 


Entendió Natalia que Alba no podía lidiar con más de momento, y se lo puso fácil. Alba saltó de nuevo sobre ella e hicieron el resto del camino hablando de tonterías que alejaran de la mente de la científica emociones contradictorias como las que acababa de vivir. ¿Nunca había llorado de bonito, de verdad? Natalia se moría por mostrarle todo lo hermoso que traía en su mochila el amor, y también lo terrible, porque formaba parte de él, aunque esperaba ver esa parte lo menos posible con su friki diminuta. 


- Alba Reche me va a pedir salir, qué fuerte -iba diciendo, una vez dentro de la habitación. 

- ¡Yo no he dicho eso! Seguro que tú lo haces mil veces mejor -susurró, un poco molesta con su propia ineptitud. 

- Nena, hace un rato me has dicho la cosa más preciosa del mundo de las cosas preciosas. Está claro, tienes que ser tú, cariño. 

- Eres una pelota, cariño -dijo con retintín, pero lo dijo-. Nat, seguro que si lo haces tú lloro de bonito, pero en plan un montón, de llorar a mares. 

- ¿Quieres hablar de ello? -preguntó, mientras se iba poniendo el pijama. 

- Sí, porque tengo así un nudo en la garganta -carraspeó como si así fuera a deshacerlo-. Grrrrrrr. 

- Te vas a hacer daño, borrica -rio, poniéndose la camiseta de dormir por la cabeza y metiéndose entre las sábanas. Se apoyó en el cabecero de la cama mientras la rubia terminaba de desvestirse. 

- ¡Cuidado, Carmaikel, que voy! -y saltó en plancha a su lado de la cama haciendo que las gafas se le torcieran, como una cría que estuviera viviendo su primer campamento. Quizá lo era. 

- Estás de la olla, rubia. 

- Mmmmmm, rubia -se arrebujó contra su costado, poniendo la espalda contra su pecho y obligándola a rodearla con sus brazos, con las manos enlazadas con las suyas. Ya se había dado cuenta Natalia de que le encantaba toquetearle los anillos y repasar con los dedos la tinta de su piel-. Este tatuaje del corazón lo tienes desgastadito, Nat. 

- Me lo vas a desgastar tú, guadrona. 

- Se te desgasta el amor de tanto usarlo... -se quedó pensativa la científica-. Es una metáfora muy bonita. 

- Y triste, si lo piensas. 

- Es verdad -un silencio y un crujido del cuello de Alba al girarse de repente a mirarla muy seriamente-. Coge cita en una tienda de tatuajes, Nat. Hay que repasar ese corazón cuanto antes. 

- Vaaaaaaaale. Pero oye, estoy muy orgullosa de lo bien que se te dan las metáforas últimamente -le besó la nuca-. Esta de querer que repase el corazón es increíble. 

- ¿Por qué? 

- Porque significa que no quieres que se nos gaste el amor. El amor o lo que sea. 

- Si fuese amor, y yo lo supiese, diría que es amor, pero todavía no lo sé. ¿Podrás esperar a que lo averigüe? 

- Pues claro, Albi. Con que la idea no haga que vea tu silueta en la puerta porque has salido corriendo, yo me conformo -rieron ambas, un poco impactadas con los avances de la Reche-. ¿Se te ha pasado el nudo de la garganta? 

- Me calma cuando estamos así, libres. 

- ¿Libres?

- Sí, haciendo lo que queremos sin preocuparnos de que nos vean y eso. 

- Podemos ser libres cuando tú te sientas preparada. 

- ¿Hay que pedirse salir primero o hay que hacerlo público? No me sé el orden. 

- Podemos hacerlo como nosotras queramos -ronroneó contra su cuello. 

- Pero, si no me has pedido salir... 

- Me lo vas a pedir tú... 

- COMO DECÍA, por pura curiosidad, ¿eh? -le dejó claro, haciendo que Natalia riera-. Si no me has pedido salir, ¿qué hay que decirle a las personas? ¿Que no somos novias pero algún día a lo mejor me lo pides? 

- Me lo vas a pedir tú... 

- ¡Nat! -le dio un golpe en el brazo. 

- Decimos simplemente que nos estamos conociendo y ya está. 

- Vale. 


Se quedaron unos minutos así, en un silencio lleno de todo lo dicho, pues entre ellas no había dudas ni pensamientos en el tintero. Alba se dejaba arrullar por Natalia, que golpeaba la coletita de la rubia con la nariz y le iba dejando besitos por la piel que el pijama dejaba a la vista. 


- Oye, Nat -se giró en su abrazo y se apoyó en su pecho para mirarla. Antes de arrancarse a hablar, se subió las gafas y frunció los labios. 

- Dime, Albi. 

- El otro día leí un poema y me gustaría que me lo explicaras. 

- Madre mía, qué montón de cosas esta noche, ¿no? 

- Es que... vamos a volver a Madrid, me vas a enseñar tu poema y yo no lo voy a saber entender. 

- Vale. Pásame el móvil, anda, cariño. 

- Toma, cariño


Lo dijo con retintín, pero lo dijo. 

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