Capítulo 67. Villachocho Tunante.

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El coche más ruidoso de la maldita m-40 sí era. En él se habían reunido Natalia al volante, Alba de copiloto y Sabela, Afri y Julia en el asiento de atrás. La música estaba a todo volumen, canciones de verbena para contentar a todas las integrantes del vehículo, ya que sus gustos musicales eran tan dispares que habría sido imposible llegar a un acuerdo que no fuera canciones que todas conocían de haberlas bailado con un mini en la mano en cualquier fiesta de pueblo. 


- ¡Ese barco velero cargado de sueños cruzó la bahíaaaaa! -cantaba Sabela, muy metida en el papel de folclórica fumeta. 

- ¡Ole! -la alentaba Natalia con los ojos achinados de la sonrisa, echando una rápida mirada a su copiloto, que levantaba las cejas sorprendida por ese arranque coplero de la filósofa cuando empezó a sonar la canción. 

- ¡Me dejó aquella tarde agitando el pañuelo (pausa dramática), sentada en la orilla! -replicó Julia con una mano en el pecho y con gestos grandilocuentes de melancolía. 

- ¡Vá... vámonos! -Alba, tras una mirada de aliento de Natalia, la jaleó con cara de traviesa. 

- Esa es mi rubia. 


La poeta le guiñó un ojo y estiró la mano para coger la de su novia formal mientras las chicas seguían entonando la segunda estrofa. Se miraron con cariño un segundo, pero ese tierno momento quedó eclipsado por el vozarrón de Afri, que extendía sus brazos abiertos en la parte trasera del coche como la protagonista de Titanic, dándole sentimiento a la canción y moviendo la coleta de lado a lado con movimientos dramáticos de cabeza. 


- ¡OLVIDASTE QUE YO, GAVIOTA DE LUNA, TE ESTABA ESPERANDO! -Natalia abrió los ojos como platos soperos-. ¡Y TE FUISTE MECIENDO EN OLAS DE PLATA CANTANDO Y CANTANDO! 

- ¡TE EMBRUJÓ AQUELLA TAREDE EL OLOR DE AZAHAR! -Alba impostó ese recurso habitual en algunos cantantes y todas rompieron a reír. 

- ¡Ay, que me orino! -Sabela negaba con la cabeza mientras aplaudía y Natalia observó durante un segundo a su chica, que se había puesto roja tras su increíble intervención. 

- Un vestido de lunares te vi'a comprá, ole, ole y ole lo caracole -Julia le apretó los hombros desde atrás a la científica y esta los encogió por las cosquillas. 

- Madre mía, qué poderío. Menos mal que no vamos a volver a competir con la tuna, me niego a volver a ser sometida por las frikis. 

- Menos ladrar, Lacun, que te estás comiendo a la jefa de las científicas. 

- Muy... muy bien hablado, Sab -Alba se giró en su asiento para agradecerle el gesto con una sonrisa de labios apretados. Natalia se limitó a castañear los dientes, como si fuera a darle un bocado a la menor oportunidad. 

- Vale ya de aliaros contra mí, que estamos llegando y cuando me baje igual os pego una paliza a cada una -amenazó la poeta. 

- Es mentira, no nos va a pegar, es una exageración -las calmó Alba, subiéndose las gafas, con su tono de sabionda cuqui habitual.  

- Menos mal, Reche, nos dejas mucho más tranquilas -se rio Julia, que empezaba a cogerle el punto a la científica. 

- ¡EH EH EH EH EH! -Natalia empezó a bailar haciéndolas callar con un gesto de su mano libre para que escucharan tremenda instrumental que daba paso a un temazo de eso que te hacen volver corriendo a la plaza del pueblo abrochándote los pantalones después de mear entre dos coches-. ¡RÁ-FA-GA!

- ¡No vuelvas más, ya no te quiero ver, he sufrido tanto por tu querer...! 

- ¡MENTIROSAAAAAA, MENTIROSA, NO VUELVAS MÁS AQUÍ, NUNCA MÁAAAAS, A MIS BRAZOOOOOS! -vociferaron todas, rojas como pimientos y con la vena del cuello hinchada a más no poder. Guiño

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