Capítulo 32. En modo Reche.

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Alba observaba el otro lado de la mesa, donde Afri y Marilia intentaban explicarle a las poetas la dinámica de Dragones y Mazmorras. Habían organizado una partida corta para pasar la noche del sábado. Llevaba toda la semana ilusionada con esa quedada, pues unir su juego favorito con las poetas y, para ser más específica, con Natalia, era casi una experiencia religiosa para ella. 

Sin embargo, los acontecimientos vividos la noche anterior y la verdad a plomo que había caído sobre sus hombros de que la jefa de las poetas a lo mejor le gustaba un poco, había tirado por los suelos cualquier tipo de deseo que tuviera por verla. Le había invadido la negación, el puro pavor. No podía ser, a ella no le gustaba la gente, ella vivía con preocupaciones mundanas alejadas del corazón, y quería que siguiera siendo así. 

Y además, para empeorar el panorama, había empezado a tener esas dudas con la popular por excelencia, la piedra angular de toda la maldita vida social de la universidad, su némesis de siempre. Ni siquiera cayó en la cuenta de que esa muchacha ya estaba colada por ella, eso no le importaba, pues lo que no quería era estarlo ella. 

La observaba a lo lejos, deseando que se esfumara de allí, que dejara de alterarle el ritmo cardíaco cada vez que se cruzaban sus miradas, que dejara de sonreír como una estúpida cuando la pillaba con los ojos fijos en ella, que dejara, en definitiva, de escocerle dentro no tenerla más cerca. La estaba odiando como nunca, más que antes, cuando eran enemigas a muerte, porque no era capaz de gestionar el sentimiento diametralmente opuesto que le estaba provocando últimamente. 

Deseó, incluso, no haberla conocido de esa manera, a pesar de ser casa, de ser refugio, de ser paz. Prefería continuar su vida sola, sin importarle a nadie, antes que esa sensación angustiosa de estarse dejando en manos de otra persona que no fuera ella misma. 


- Vamos, rubia, quita esa cara mustia. ¿Quieres un Malibú con piña? -preguntó la morena. 


Alba ni siquiera contestó. Le dedicó una mirada de desprecio y siguió escuchando lo que le estuviera contando Noe. 


- Joder, vaya humitos nos gastamos -intervino Marilia, que se estaba oliendo la tostada-. Ya te dije ayer que la celulosa se digiere fatal. 

- ¿Qué pasó ayer? -se interesó Natalia, pillando al vuelo la información de la científica malota. 

- Hicimos un test para saber si, lo que siento por Joan, es amistad o amor. Al final lo hicimos todas, pero Alba no nos quiso enseñar su resultado y se tragó el papel. 

- Es que sois unas cotillas y... y... y ya os había dicho que salió amistad. No me gusta que me... que me presionen -miró a Natalia cuando dijo esto último, provocando en ella un dolor inesperado, pues jamás le había dicho que se sintiera presionada por ella. 


Se quedó meditabunda la poeta mayor, comprendiendo lo que estaba sucediendo allí. Llevaba ya varios días preguntándole a la rubia que cómo sabía que no le gustaba si no sabía ni lo que era gustar. Habían hecho un test por Marilia y apostaría a que Alba lo había hecho pensando en ella para salir de dudas. El resultado había sido positivo, vamos, lo tenía cristalino, y de ahí esa actitud a la defensiva, distante y desagradable con ella. 

Me quiere alejar porque se ha cagado. Bendito test, aunque ahora me esté jodiendo. 

Natalia podría ser de letras, pero tenía una inteligencia emocional muy por encima de la media. 


- Somos demasiadas -rezongó Afri, agobiada, sacándola de sus pensamientos. 

- ¡Nosotras pasamos! -gritaron Marta e Ici, a quien se acababa de unir Noe, enganchadas a la consola que estaba en la tele. 

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