Capítulo 58. La lluvia solar.

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- ¡Dioooooooooooooooooooooooooooos! -un grito desgarrado y una espalda cayendo contra el colchón. Sudor, un pecho que sube y baja agitado, una sonrisa satisfecha y un beso en el hombro. Estiró la mano para coger su inhalador de la mesita e hizo dos aspiraciones consecutivas. 

- ¿Bien? -preguntó su acompañante, mimándola y cuidándola con el corazón después de haberla amado con las manos. 

- ¿Cómo he podido estar 22 años sin probar esto? -cerró los ojos, abrazó a la del pelo rosa por el cuello y empezó a reír a carcajadas. 

- Entonces, tu primera vez... ¿ha estado bien? 

- ¿Bien, Ici? -la cogió de la cara y la miró a bocajarro, con todo lo que no se puede poner en palabras saliendo a borbotones por sus ojos-. Me has hecho sentir cómoda, deseada, incluso sexi. Me alegro de haber esperado tanto solo porque hayas sido tú mi primera vez. Ha merecido la pena la espera. 

- ¿De verdad? -hizo un puchero y se le aguó la mirada. África podría morir en ese mismo momento de adorabilidad. 

- Te lo prometo, cariño. Ha sido... ¡buah! -se tumbó con los brazos abiertos e Ici se acurrucó en su pecho. 

- Puedo hacértelo otra vez para que encuentres las palabras -le dijo con tono insinuante, empezando a dejar besos húmedos por su cuello. 

- Mmmmm, no... no... sí... uf... No, ahora quiero hacértelo yo -le dio la vuelta en la cama, dejándola debajo, y, cuando fue a atacar su pecho, el teléfono sonó-. ¿Quién llama un sábado a las diez de la mañana? -refunfuñó, inclinándose para coger el móvil-. ¿Natalia? 


Empezó a sonar el teléfono de Ici justo en ese instante. "Sabeloka", ponía en la pantalla. Ambas se miraron con los ceños fruncidos y contestaron a la vez, cada una en un lado de la cama. 


- ¿Sí? -preguntó Afri, poniéndose los pantalones de pijama y la camiseta. 

- Qué pasa, chocho -descolgó Ici. 


Dos minutos después, las dos pipiolas del amor colgaron sus respectivas llamadas y se miraron con una sonrisa nerviosa. 


- ¿Tú qué opinas? -quiso saber la del pelo rosa, levantándose, cogiendo algo de la mesita para ducharse y lanzándole unas bragas limpias a su acompañante. 

- O la mata o se casa, no hay término medio. Menuda valiente está hecha Lacunza, a mí ni se me ocurriría hacer algo así para Alba. 

- Tú que la conoces más, ¿crees que se lo tomará mal? 

- O muy mal o muy bien, y te lo he dicho. A ella eso de las demostraciones públicas de afecto se le hace bola. 

- Bueno, pública pública no es. 

- Icíar, sí es. 

- En realidad no, piénsalo. 

- Bueno... depende de cómo se desarrollen los acontecimientos. 

- Yo quiero estar, pero por otra parte me hago caca de miedo -una risita nerviosa y un beso en la frente de Afri-. Anda, vamos a la ducha que Natalia tiene que estar a punto de sufrir un infarto. 



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*Natalia*

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