𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 𝐏𝐋𝐄𝐀𝐒𝐄...

By _nalguitaslocas

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Simplemente dónde Conway acepta ser el papi de los hermanos, a Volkov no le gusta esto. Edades: - Conway: 40... More

uwu.
ᴅ ᴀ ᴅ ᴅ ʏ
ᴀ ᴋ ɪ s s
ʙ ᴀ ᴅ ʀ ᴏ ᴍ ᴀ ɴ ᴄ ᴇ
ᴡ ᴀ ᴛ ᴇ ʀ ᴍ ᴇ ʟ ᴏ ɴ s ᴜ ɢ ᴀ ʀ
ʙ ᴇ ʟ ʟ ᴀ ʏ s ᴇ ɴ s ᴜ ᴀ ʟ
ɪ ғ ᴡ ᴏ ᴜ ʟ ᴅ ᴄ ᴏ ᴜ ʟ ᴅ ᴛ ᴀ ʟ ᴋ
s ᴜ ғ ғ ᴇ ʀ
ʟ ᴜ ʀ ᴋ
ᴛ ᴏ x ɪ ᴄ
ᴇ ᴠ ᴇ ʀ ʏ ʙ ᴏ ᴅ ʏ
ᴀ ɪ ɴ' ᴛ ᴍ ʏ ғ ᴀ ᴜ ʟ ᴛ
ᴛ ʜ ᴇ ʙ ᴀ ᴅ ᴛ ᴏ ᴜ ᴄ ʜ
ɴ ᴀ ᴋ ᴇ ᴅ
ᴘ ᴀ ʀ ᴛ ʏ
s & ᴍ
ᴛ ʜ ᴇ ʜ ᴜ ɴ ᴛ ᴇ ʀ
ʏ ᴏ ᴜ ?
ʙ ʟ ᴏ ᴏ ᴅ // ᴡ ᴀ ᴛ ᴇ ʀ
ᴄ ᴀ ɴ ᴅ ʏ
ʀ ᴀ ᴋ ᴀ ᴛ ᴀ
s ᴇ ɴ ᴘ ᴀ ɪ
ᴛ ᴀ ʟ ᴋ ᴅ ɪ ʀ ᴛ ʏ
ʟ ɪ ᴀ ʀ
ʀ ᴀ s ᴛ ᴀ ʙ ᴀ ʀ ʙ ɪ ᴇ
ʙ ʟ ᴀ ɴ ᴋ s ᴘ ᴀ ᴄ ᴇ
owo.

ᴛ i ᴏ

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By _nalguitaslocas


Tenía a Horacio aseado y vestido en su sala, quién estaba sentado delante de él, que también estaba vestido y limpio, observando con una mirada seria el móvil con la pantalla prendida que estaba en la mesita de centro. En el, aparecía una llamada en curso, en contacto decía Gustabo. No habían ocurrido ni dos horas de su encuentro sexual.

Ambos estaban en unas posturas típicas de ellos. Conway con la espalda recta y el tobillo sobre su rodilla mientras sostenía un cigarrillo con la boca y miraba con atención el dispositivo. Horacio, de piernas abiertas y embarrado en el respaldo del sofá, con la boca escondida en su mano, mirando inexpresivo el celular.

Del aparto, emanaban sonidos que ambos conocían, los habían escuchado gemir tanto a Gustabo como a Volkov, era cierto que eran ellos los que estaban detrás del teléfono. Ninguno de los dos decía nada, solo se limitaban a mirar y a escuchar.

Después de oír como Volkov le pedía a Gustabo que rehiciera su pedido, Conway se inclinó hacia en frente y colgó la llamada, regresando a su respaldo con un aire molesto. Horacio lo notó enseguida.

— Parece que tocará hacer una visita inesperada.

Dijo con el cigarro entre dientes, soltó el humo sin quitarse el tubito. Pasó de mirar su móvil, que aún estaba en la mesa, a mirar a Horacio, quién parecía ni tener palabras.

— ¿No estás molesto?

El menor negó con la cabeza, pero detuvo el gesto de inmediato. Entre ellos tenían un pacto que podían meterse con quién quisieran siempre y cuando no excedieran los límites, lo pensó dos veces. Quizá Gustabo los había pasado. Pareciera ser que hacía falta recordarlos.

— ¿Qué, eh? ¿Qué gilipollez acordaron?

— Nada, nada. Solo que dijimos que podíamos meter con quién quisiéramos, incluso si era la pareja del otro.

Conway asintió, fingiendo que comprendida, alzó las cejas invitándolo a seguir.

— Pero con ciertos límites.

El mayor rio. Era obvio que si establecían condiciones, alguno de los dos terminaría por romperlas, y todo parecía indicar que Gustabo había sido el primero en hacerlo.

Mientras negaba repetidamente con la cabeza, se levantó de su lugar y se dirigió a la puerta, abriéndola y detendiendose para mirar sobre su hombro. Mientras apagaba el cigarro en un mueble que había cerca.

— Mueve el culo, nena. Es para hoy.

Horacio entendió que aquella "visita inesperada" la iba hacer esa misma noche. El reloj marcaba casi las dos de la mañana, el sueño lo había envuelto, pero no había vuelta de hoja.

Se levantó pesadamente y se dirigió dónde el superintendente, el cual ya había salido en dirección el elevador. Esperaron a que se abriera y ingresaron en el con un silencio cómodo, salieron y se dirigieron al mini de Horacio, el cual estaba estacionado justo delante de el inmueble. Subieron.

El menor condujo pensativo de regreso así casa, tratando de no sumirse en sus pensamientos y quedar dormido en el volante.

Conway, por su parte, estaba caliente de rabia. Gustabo, se había atrevido a marcarle mientras era perforado por Volkov, Volkov a quién castigo esa misma mañana por haberse portado mal. ¿En serio?

No tardaron mucho en llegar a la residencia del menor que compartía con el rubio. Antes de bajar, el superintendente miró a los ojos serio a Horacio.

— Quiero que sepas, que lo que voy a hacer es porque estoy cabreado.

— Super...

— Y que si te involucro, te límites a hacerme caso, por favor.

El moreno entendió que pasará lo que pasará, no iba contra él. Él ya había recibido su respectivo castigo, pero tenía que ser un daño colateral por ser cercano a ellos. Asintió comprensivo, Conway le regresó el gesto.

Abrió con delicadeza la puerta del auto, sin embargo, la azotó dejando caer toda la ira en ella, Horacio pegó un brinco y miró el andar rápido y apretado del mayor. Estamos jodidos.

Salió del vehículo en cuanto se percató de que el mayor lo esperaba impaciente en la puerta. Hasta eso, se estaba controlando por no hacer una escena afuera. Horacio trotó en dirección a Conway, le echó una mirada rápida e hizo un gesto, de que, en efecto, estaban todos jodidos.

Entró de golpe cuando Horacio le hubo prestado sus llaves, espantando a los que estaban de rodillas en el sillón poniéndose la ropa, mirándose, irrumpiendo ese juego que se traían.

— ¡Pero bueno! Montando un festín y no invitais.

Sarcástica, molesta, grave. Así se clasificaba la voz de Conway en ese momento, quién rodeaba el sofá para ponerse delante de ellos.

— ¿Qué es? ¿El festival de las gayolas, eh?

Miró desde arriba a los que estaban sentados, ambos ya estaban vestidos, terminadose de abotonar y amarrar alguna prenda. Ninguno de los tres se molestó en preguntar qué pitos estaba pasando. A excepción de Gustabo, qué se había preguntado cómo es que se había dado cuenta.

— Venga, que esto todavía no acaba.

Soltó una pequeña risa al final de la frase y comenzó a quitarse el pantalón, quedándose solo en sus calzoncillos. Se inclinó para hablarse de cerca.

— Pero que ahora el que va a disfrutar soy yo.

Y se hizo un hueco entre ambos, se dejó caer en el sofá y llamó al moreno con un ademan, quién con una mueca de incomodidad de acercó al trío.

Se detuvo delante de ellos y los miró con seriedad, ¿él que pintaba en todo eso?

— Anda, de pie.

Dio una palmada en el muslo de los que tenía a su lado, estos obedecieron de inmediato y se pararon junto a Horacio, el cual fue jalado con delicadeza por el superintendente, y fue sentado sobre el regazo de este. El moreno miró confundido a su superior, este sonrió sin dejar de mirar a los que estaban de pie.

— Gustabo, ven. Aquí.

Señaló el espacio en medio que hacían sus piernas, antes de que se acercara el rubio bajó a Horacio. Gustabo se arrodilló y se puso en el lugar indicado, siendo rodeado por las piernas del mayor. Se bajó el bóxer y liberó un pene que aún no estaba erecto.

— Adelante, es toda tuya.

Gustabo no estaba realmente deseoso, no quería hacerlo, pero era algo que llevaba pensando en un bien tiempo. El menor la tomó entre su mano, levantandola y se la acercó despacio a la boca.

— Horacio, ponme algo de música.

El moreno se levantó de su lugar y fue hasta los altavoces a conectar su móvil. Buscó la primera canción que se me vino a la mente, regresó a su asiento junto al superintendente, quién sonrió al escuchar la letra de la canción.

— Volkov, ¿qué tal si le haces caso a la canción y te empiezas a quitar la ropa?

El mencionado titubeó, pero al ver los ojos con los que le miraba su jefe, empezó a desabrocharse la camisa nuevamente, sin quitar la vista del viejo.

Gustabo daba lengüetazos y succionaba de vez en cuando, bajo la mirada tentativa de Horacio.

Conway miraba complacido a Volkov, quién hacía totalmente el ridículo al ponerse nervioso y entorpeciendo sus movimientos. Los tenía a todos dominados y nadie me iba a decir que no, a no ser que alguien fuera lo suficientemente valiente para hacerlo.

— Ay Gustabin, parece que en el jardín de niño no te enseñaron a lamer piruletas.

Alzó su cadera para dar una embestida a la boca del rubio, quién casi se ahoga con tal. De su garganta se salió un sonido regurgitante. Horacio dirigió la mirada a su mayor, quién sonreía enfermo.

— Apártate. Volkov, aquí.

Empujó a Gustabo y dejó que Volkov se acercara, más no dejo que se arrodillara.

— Ah no, a ti te toca encima.

Jaló al comisario para que se sentará de piernas abiertas sobre él, cayendo directamente en el miembro semi-erecto de Conway, dejando escapar un gemido que el mayor respondió con una bofetada.

— Ni creas que te voy a dejar.

Horacio miraba fascinado el rostro del comisario que empezaba a ser fuertemente penetrado, lo encontraba excitante, glorioso.

— Salta.

Volkov, avergonzado, sin estar excitado y un poco enojado, acató a la orden de Conway. Comenzó a dar pequeños saltitos encima del miembro del mayor, comenzando a calentarlo a niveles increíbles.

Gustabo miraba todo desde el piso, sentado. Posó su vista en Horacio, quién estaba concentrado en el rostro del comisario.

— Gustabo, quitáte el pantalón. Volkov, en cuatro.

El último mencionado, salió rápidamente del superintendente para posicionarse como le había indicado sobre el sillón, ocupando gran parte de este. Horacio miró todo aquello estupefacto.

Conway retomó las embestidas con Volkov, abriéndole el culo para mejor entrada, apretándolo como bola antiestres. Sonrió y se relamió los dientes.

— Gustabin, ya sabes, sin ropa y delante de Volkov.

Organizaba todo aquello como si de un operativo se tratara, y todo le salía igual que uno, excelente. Todos hacían caso sin rechistar, porque sabían a quien se enfrentaban. Gustabo se levantó y se quitó rápidamente su ropa, y se puso de rodillas delante del rojo rostro del comisario. Conway se inclinó hacia enfrente, le susurró al ruso:

— Quiero que le hagas sufrir.

Y regresó con sus violentas estocadas, cada vez más dolorosas para el ruso, quién obedeció y tomó el miembro el rubio con su boca, empezando lamer y succionar.

— Horacio...

El mencionado abrió los ojos y soltó un sonido que indicaba que esperaba respuesta del otro.

— Atrás de Gustabo, anda.

El moreno tragó saliva fuertemente, y se paró lentamente, quitándose sus pantalones y calzones de la misma manera, dirigiéndose atrás de Gustabo con sigilo. No era la primera que pasaba. Conway le guiñó un ojo a Horacio, quién entendió de inmediato a lo que se refería.

El más alto, abrió despacio el culo del rubio, miró hacía abajo, alineó su miembro con el agujero y, atravesando una mano por el pecho de Gustabo, aferrándose a este, entró, dejando escapar un fuerte jadeo.

— Ah, ah, ah. Sin ruidos, tú y Volkov tienen prohibido emitir sonido alguno.

Los dos menores de rodillas mientras uno penetraban al otro, quién recibía a la par una mamada del que estaba siendo penetrado por Conway, el cual admiraba su obra complacido. Aquello confirmaba que era una mente retorcida.

Las embestidas por parte de Conway duraron unos minutos más hasta que se corrió, Horacio duró otro poco más, causando un placer sufrible en Gustabo. Todo estaba en perfecta armonía, y el mayor de todos lo gozaba como no tenían una idea.

Aquel cuadro fue interrumpido por un golpe en la puerta y una voz que parecía ser de la persona que menos esperaban en aquel momento.

Conway y Horacio se miraron, Gustabo se quedó inmóvil y Volkov alzó su cabeza para mirar al resto.

— ¡Gustabo, Horacio, cabrones!

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