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— ¡t/n! — Llamó Calum, entrando en tu aparentemente vacío apartamento, encontrándose con nada más que silencio. Cerró la puerta detrás de él, deshaciéndose de sus zapatos antes de adentrarse en tu búsqueda.
Era San Valentín y Calum sabía que probablemente te encontrabas hecha una bola en tu cama, llorando por culpa de un estúpido chico que había roto tu corazón hacía tan solo unos días. Era un día que se suponía que debía estar lleno de amor y alegría, pero tú estabas tumbada en tu cama, triste y sola. Dirigiste tu mirada hacia la puerta al notar como se abría, encontrándote con un Calum sonriéndote con tristeza antes de volver a enterrar tu cara contra la almohada, un sollozo saliendo de tu boca.
— Oh ángel. — Dijo Calum, el apodo con el que siempre te había llamado deslizándose entre sus labios fácilmente mientras caminaba hacia tu cama. Apartó un poco el edredón, colocándose bajo este y envolviéndote de inmediato entre sus brazos, dejando que recostases tu cabeza sobre su pecho. Tus manos se aferraron al material de su camiseta, enterrando tu rostro contra su cuello mientras llorabas, sus manos moviéndose para acariciar tu espalda.
— L-le odio. — Sollozaste, hipando mientras mantenías una respiración entrecortada, sintiendo como si tu respiración se quedase atascada en tu garganta. El corazón de Calum se rompió al verte así, soltando un suspiro y acercándote aún más a su cuerpo.
— Sé que lo haces, lo sé. Es un inútil, t/n. Nunca se mereció tu amor en primer lugar y tampoco se merece tus lágrimas ahora. Estás bien, hermosa. — Dijo con dulzura, notando como tu cuerpo temblaba contra el suyo y tus sollozos llenaban sus oídos. — Respira t/n, respira. — Animó, inhalando profundamente por su nariz y exhalando por su boca mientras tú tratabas de imitarlo. Tu rostro aún estaba pegado a su cuello, tu respiración chocando contra su piel. — Eso es, dentro y fuera. — Dijo al notar como tu respiración mejoraba, tu llanto cesando finalmente mientras él seguía reconfortándote, relajando tus músculos con su toque. Él siempre había tenido la habilidad de calmarte casi sin esfuerzo, lo único que le tomaba era sostenerte entre sus fuertes brazos y susurrarte al oído que todo iba a estar bien.
Calum odiaba verte tan mal por alguien que él sabía desde el principio que no traería nada más que problemas. Nunca le gustaba cuando salías con chicos nuevos, un extraño sentimiento de celosía se apoderaba de él cada vez que le comunicabas que estabas viéndote con alguien. Odiaba ponerse tan celoso pero no podía evitarlo, no soportaba verte entre los brazos de otro hombre cuando lo único que él quería era tenerte entre los suyos para siempre, justo como estabais ahora.
Nunca lo admitía pero estaba enamorado de ti, su mejor amiga. Estaba enamorado de su mejor amiga y le frustraba demasiado que no lo pudieses ver. Siempre había tenido un crush en ti, desde que os conocisteis cuando erais más jóvenes, pero no se dio cuenta hasta que te rompieron el corazón por primera vez. Le llamaste después de que sucediera y estuviste llorándole durante horas, su corazón rompiéndose en pedazos al verte tan mal frente a él.
Una vez te calmaste te sugirió quedarse toda la noche, queriendo asegurarse de que estabas bien. Ambos acabasteis estando despiertos durante toda la noche, viendo películas y bromeando para tratar de distraerte. Ahí fue cuando Calum se dio cuenta de que estaba enamorado de ti.
Desde aquel entonces le dolía verte pasar por tanto desamor, pero le dolía más solo poder quedarse sentado consolándote, no pudiendo expresar sus emociones por miedo a que le rechazases. Siempre había tenido miedo al rechazo desde la última vez que le habían roto el corazón a él, así que se quedaba sus sentimientos para él mismo y se rehusaba a siquiera intentarlo de nuevo.
Ambos os quedasteis en silencio por un rato, las manos de Calum moviéndose por tu espalda, sintiendo tu columna con la yema de sus dedos mientas tú simplemente te quedabas acurrucada sobre su cuerpo.
— ¿Estás bien? — Preguntó casi en un susurro. Tú soltaste un suspiro, tus ojos abriéndose por primera vez desde que había entrado en tu habitación. Tus pestañas empapadas chocaron contra la piel del cuello de Calum antes de alcanzar a mirarlo con tus ojos rojos y asentir. Cal examinó tu rostro, haciendo un puchero al notar tus ojeras y las marcas que habían dejado tus lágrimas.
Era obvio que no habías dormido, probablemente demasiado consumida por tus emociones como para siquiera pensar en descansar. Calum te conocía y sabía que seguramente te habías pasado los últimos días encerrada en tu cuarto, ni siquiera molestándote en levantarte de la cama. Una de sus manos se movió hasta tu mejilla, su pulgar secando tus lágrimas y tomándose el tiempo para estudiar tu apariencia.
Tu cabello estaba recogido en un moño completamente desordenado, unos cuantos mechones escapándose del coletero. Llevabas puesta una sudadera y unos leggings y tus ojos estaban algo hinchados de tanto llorar, haciendo que tu piel se viese algo más pálida de lo normal.
— ¿Has estado aquí encerrada toda la semana? — Preguntó, su voz llena de preocupación mientras te observaba. Había tratado de llamarte más de una vez pero habías ignorado todas sus llamadas, dejando que fuesen al buzón de voz. Fue esto lo que lo llevó a presentarse en tu apartamento sin avisar para asegurarse de que estabas bien. Tú solo asentiste en respuesta, Calum suspirando profundamente al imaginarte triste y sola encerrada en aquel lugar. — Deberías haberme llamado. Sabes que habría estado aquí de inmediato. — Comentó, obligando a que te sentases sobre su regazo y rodeando tu cintura con sus brazos mientras tú apoyabas tu cabeza contra su hombro.
— Lo sé. — Contestaste, tu voz algo ronca después de no haber hablado durante tanto tiempo. — Quería estar sola.
Calum suspiró de nuevo, apretando su agarre y notando como tu cuerpo se relajaba.
— Sabes que no es bueno para ti estar así sola. No deberías estar aquí encerrada en tu cuarto, no es bueno para tu salud, amor. ¿Te has duchado? Por Dios, ¿has siquiera comido algo? — La voz de Calum rebasaba con preocupación, el chico queriendo asegurarse de que al menos estabas cuidándote y no simplemente ignorando tu propia salud, mucho menos por culpa de un chico que no te merecía.
Después de unos segundos de silencio murmuraste un "no", provocando que el corazón de Cal dejase de funcionar por un momento al oírte.
— t/n, no puedes hacerte esto. Vamos, sabes que no puedes hacerte esto a ti misma, vas a enfermarte si sigues así. Necesitas levantarte y salir de la cama, deja que te lleve a algún sitio. — Te dijo, los nervios comenzando a golpearle al decir las últimas palabras. — Deja que te muestre como deberías ser tratada. Sé mi cita de San Valentín. — Sus nervios crecieron aún más cuando el cuarto se quedó en silencio, dándole un pequeño apretón a tu cintura para llamar tu atención.
— Odias San Valentín. — Murmuraste, una pequeña sonrisa apareciendo en tus labios mientras lo mirabas.
— También odio verte así de mal, así que por favor sal conmigo por hoy. Puedes darte una ducha y luego nos iremos. Estoy pensando en ir a cenar y después podemos hacer lo que tú quieras, me aseguraré de que sea el mejor San Valentín de tu vida, ángel. — Sonrió, presionando un beso sobre tu frente. Tú cerraste los ojos por un momento, disfrutando el sentimiento de sus labios sobre tu piel. — ¿Qué me dices? ¿Serás mi cita de San Valentín?
— Por supuesto. — Asentiste, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios mientras te abrazaba con fuerza, dejando un beso sobre tu cabeza.
— Entonces ve a prepararte, yo te espero. — Te separaste de nuevo, dejando que besase tu frente antes de levantarte y entrar en el baño.
...
Saliste de la ducha envolviéndote en una toalla blanca, el algodón absorbiendo las gotas de tu cuerpo mientras te inclinabas para limpiar el vaho que se había formado en el espejo. Tú corazón se hundió al ver tu reflejo, las ojeras bajo tus ojos rojos eran bastante prominentes y resaltaban sobre tu piel más pálida de lo normal. Tragaste el nudo que se había formado en tu garganta y dejaste de mirarte, sabiendo que si seguías haciéndolo acabarías llorando de nuevo.
Tu mirada se dirigió a la pica del baño, dándote cuenta de que te habías olvidado de agarrar ropa limpia. Soltando un suspiro, ajustando la toalla a tu alrededor antes de abrir la puerta y encontrarte con Calum aún sentado en la cama. El chico apartó la mirada de su teléfono al notar tu presencia, sus ojos escaneando tu figura mientras tú ajustabas con aún más fuerza la toalla.
— Yo- uh me olvidé de agarrar algo de ropa limpia. — Dijiste con algo de vergüenza, sintiendo tus mejillas arder. Calum ya te había visto una vez desnuda cuando ambos erais más jóvenes y tontos y decidisteis que bañaros desnudos en un lago era una buena idea, pero eso solo fue la emoción del momento.
Ahora estabas parada casi desnuda frente a él, tu cuerpo siendo cubierto por una simple toalla y no pudiste evitar sentirte algo avergonzada. Calum, por el otro lado, no podía apartar sus ojos de ti. No era su intención parecer maleducado por estar mirándote tan solo tapada por un trozo de tela, pero no podía evitarlo. Estaba anonadado con la forma en que tu cuerpo se movía frente a él, tus pies golpeando suavemente el suelo mientras caminabas para agarrar un vestido del armario, una mano aún sujetando el borde de la toalla.
— I-intentaré ser rápida para que uh... Podamos irnos. — Tartamudeaste, bajando tu mirada a tus pies. Calum te sonrió con dulzura, encontrando tu estado de timidez algo tierno.
— Tomate tu tiempo, ángel. No tenemos prisa. — Te aseguró con sus ojos llenos de adoración.
Le sonreíste de vuelta, asintiendo levemente y murmurando un suave 'vale' antes de desaparecer de la habitación rápidamente. No sabías que te estaba pasando, nunca habías actuado tan tímida frente a Calum pero la forma en la que te estaba mirando te hacía sentir mariposas en el estómago.
De hecho, te asustaba admitirlo pero Calum siempre te había hecho sentir así, sin importar lo que hiciese. Podía simplemente decir tu nombre y un millón de mariposas estarían revoloteando en tu interior. Calum te hacía sentir de una forma que nadie más podía pero sabías que estaba mal que te gustara, él era tu mejor amigo. ¿Cómo demonios te había acabado gustando tu mejor amigo? Te dolía saber que lo que tú sentías por él nunca sería recíproco, era por eso que siempre tratabas de salir con otros chicos, para intentar superar al chico que de verdad querías.
Sacudiendo tu cabeza te deshiciste de esos pensamientos, forzándote a ti misma a alistarte y olvidarte de los sentimientos que se habían apoderado de ti. Rápidamente te vestiste, deslizando el simple vestido sobre tu cuerpo con ganas de por fin poder pasar el resto del día con el chico que te esperaba al otro lado de la puerta. Apagando la luz del baño volviste a entrar en tu cuarto, sonriéndole a tu amigo quien se encontraba observando tu cuerpo una vez más.
— ¿Me veo bien? — Preguntaste, moviendo tus manos para alisar el material de tu ropa. Cal asintió de inmediato, una sonrisa apareciendo en sus labios al verte.
— Estás preciosa, como siempre. — Tus mejillas se sonrojaron una vez más ante sus palabras, mordiendo tu labio con nerviosismo mientras él se levantaba de la cama, caminando hacia donde tú estabas. — ¿Estás lista? — Preguntó, sus manos descansando sobre tu cintura para acercarte un poco más a su cuerpo. Tú dejaste que te envolviese entre sus brazos, apoyando tu cabeza sobre su pecho y soltando un suspiro antes de asentir.
— Sí. — Murmuraste, sintiendo como su corazón palpitaba contra su pecho. — ¿Dónde vamos a ir?
— Había pensado en ir a la playa. Podemos ir a cenar una pizza en aquel restaurante de Ventura y después podemos hacer lo que tú quieras. ¿Qué te parece? — Tú te apartaste un poco para verlo, asintiendo y sonriéndole antes de que agarrara tu mano entre la suya. — Entonces vámonos.
— ¡Calum! ¡Deja las manos en el volante y para de bailar! — Dijiste, soltando una carcajada y moviendo tu brazo para golpearlo levemente, sus manos volviendo al volante con una sonrisa.
— Sé lo que hago, t/n. Deja de matar mis vibras. — Contestó, mirándote descaradamente mientras paraba en un semáforo en rojo. Ambos habíais estado escuchando vuestras canciones favoritas durante todo el camino, una sonrisa permanente situada en tus labios. Calum era capaz de distraerte fácilmente y los viajes en coches con el chico eran de todo menos aburridos.
— Bueno tus bailes y tus vibras nos van a matar y me gustaría poder vivir un poco más. — Murmuraste, haciendo reír a Calum mientras comenzaba a conducir de nuevo.
— Bueno, pues por hoy estás a salvo porque ya hemos llegado. — Te informó, entrando en el pequeño aparcamiento de Tony's pizzería.
— Oh Dios mío, no hemos comido aquí en años, Cal. — Jadeaste, recordando la última vez que habíais comido en ese lugar. Ambos habíais encontrado el restaurante por casualidad un día que fuisteis a la playa, los dos enamorándoos del local por completo.
Sentiste como tu estómago comenzaba a rugir al pensar en la pizza que te estaba esperando allí dentro, tus mejillas ardiendo de nuevo con vergüenza. No habías comido nada en unos días y era ahora cuando te dabas cuenta de cuánto tu cuerpo estaba suplicando por algo de alimento. La sonrisa de Calum desapareció al oír el sonido de tu estómago, su ceño frunciéndose con preocupación.
— Vamos, vayamos a que puedas comer algo, cielo. — Te dijo antes de que ambos salieseis del coche, encontrándoos frente a este y caminando hacia la puerta del local, la mano de Calum situada al final de tu espalda durante todo el camino.
...
— ¿Dónde quieres ir ahora, t/n? El resto de la noche está a tu elección, podemos hacer lo que quieras. — Te dijo Calum, abriendo la puerta del coche para ti antes de entrar en el asiento del piloto. Ambos os abrochasteis los cinturones y la mano de Cal fue a encontrarse con la tuya sobre el control de las marchas. Tú corazón pareció parar durante unos segundos ante su gesto, viendo como su piel brillaba a causa del sol comenzando a esconderse.
— Uh... ¿Podemos solo caminar por la calle principal antes de que se haga de noche? — Sugeriste, no muy segura de que te apetecía hacer durante el resto del día. Calum sonrió ante tu respuesta, asintiendo antes de apartar su mano y encender el motor. Tu ceño se frunció de inmediato ante la pérdida de contacto, extrañando la calidez de su piel.
El camino consistió en solo unos minutos de Calum cantando cualquier canción que estuviese sonando mientras tú simplemente lo admirabas con una gran sonrisa.
— Señorita. — Dijo Calum al abrirte la puerta del coche, una sonrisa en sus labios al verte aceptar su mano extendida.
— Me encanta pasear por aquí. — Suspiraste con felicidad después de estar un rato caminando, vuestras manos rozándose con cada paso que dabais.
— A mí también. — Contestó Calum, el chico dudando por un momento antes de agarrar tu mano y entrelazar vuestros dedos con una pequeña sonrisa. Tú le sonreíste de vuelta, tus mejillas volviendo a arder mientras su pulgar acariciaba el dorso de tu mano. El sol ya había casi desaparecido, provocando que el cielo se llenase de colores rosados y amarillentos. Calum se quedó perdido en tu rostro, adorando como observabas con distracción los tonos del cielo.
— ¿Por qué me miras así? — Preguntaste al sentir su mirada sobre ti, girando tu rostro para ver al chico ligeramente sonrojado. Tu pregunta le tomó un poco desprevenido, su sonrisa volviéndose algo vergonzosa mientras os parabais en una esquina.
— Porque te ves hermosa. — Calum contestó con honestidad, las palabras escapándose de su boca antes de siquiera poder pensarlas. — Siempre te ves tan malditamente hermosa, t/n.
A este punto tu cara parecía un tomate mientras bajabas tu mirada a tus zapatos. Calum rió un poco, dándole un suave apretón a tu mano para ganar tu atención de nuevo. Volviste a levantar la cabeza, siendo sorprendida por sus labios pegándose a los tuyos, tus ojos cerrándose de inmediato ante la sensación. No dudaste en responderle al beso, tus manos moviéndose hasta su pecho mientras las suyas acunaban tu rostro, acercándote aún más a su cuerpo.
Prácticamente te derretiste ante su toque, las mariposas volviendo a aparecer mientras vuestros labios se movían lentamente. Parecía que el mundo se había detenido, el sonido del resto de la calle apagándose mientras solo te centrabas en sentir sus labios contra los tuyos. Calum fue el primero en apartarse, una tímida sonrisa apareciendo en su rostro a la vez que presionaba vuestras frentes juntas. Su cuerpo se tensó de inmediato al darse cuenta de lo que acababa de hacer. Te acababa de besar de la nada, acababa de besar a su mejor amiga.
— Yo... Uh, no debería haber hecho eso, lo siento... — Murmuró, comenzando a apartarse de ti hasta que tú lo obligaste a juntar vuestras bocas de nuevo, tus brazos rodeando su cuello y sus manos volviendo a tus mejillas. — Dios, llevo tanto tiempo queriendo hacer esto. — Comentó Calum contra tus labios.
— Yo también. — Admitiste. Calum se apartó para observarte con sus ojos llenos de entusiasmo, moviendo sus manos hasta tu cintura. — Me gustas, Cal.
Calum juraba que su corazón podría explotar en cualquier momento, el sentimiento de alivio recorriendo su cuerpo mientras tú pronunciabas las palabras que tanto había deseado oír salir de tu boca. Una gran sonrisa apareció en sus labios antes de volver a besarte por tercera vez.
— ¿Serías mi San Valentín? — Murmuró cuando os separasteis. Soltó una pequeña risa al verte fruncir el ceño con confusión, hablando antes de que pudieses hacerlo tú. — Me refiero a que seas mi San Valentín cada año, ángel. Paremos de pretender que estos sentimientos entre nosotros no existen y hagamos esto oficial. ¿Quieres ser mi San Valentín, bebé? — Su voz sonaba dulce y esperanzadora mientras te miraba con ojos de cachorrito, casi suplicándote que dijeses que sí. El nuevo apodo se deslizó entre sus labios sin pensarlo y tú sentiste como tus piernas flaqueaban mientras asentías, ambos sonriendo antes de volver a besaros. — Vamos, vayamos al coche para ir a casa. Se está haciendo tarde. — Comentó, notando como tu cuerpo comenzaba a temblar levemente.
— ¿Puedes quedarte esta noche? — Preguntaste suavemente, dejando que el brazo de Calum pasase por encima de tus hombros mientras caminabais hacia el coche.
— Ya contaba con eso, amor.