﹀
Te despertaste gritando, tu cuerpo temblando mientras lágrimas saladas caían de tus ojos, tu respiración desigual y elaborada a la vez que tu corazón latía con fuerza contra tu pecho. Tú cabeza iba a mil por hora y te encontrabas sollozando contra tu almohada una vez más.
Tener pesadillas cada noche se había hecho prácticamente una rutina desde que Calum y tú habíais comenzado a ser tan distantes. Tu cuerpo estaba tenso y tus temblorosas manos suplicaban agarrarse a algo, encontrándose nada más que con sabanas y un espacio vacío a tu lado. Sollozaste con más fuerza ante el pensamiento del chico que debía estar tumbado junto a ti, deseando que estuviese ahí para consolarte. Sabías que él podía tranquilizarte, siempre sabía cómo hacerlo después de que tuvieses una pesadilla.
A pesar de lo molesta que estabas con él te encontraste a ti misma levantándote de la cama, encontrándote con el frío aire de tu solitaria habitación. Saliste del cuarto silenciosamente, tus pasos ligeros mientras caminabas por el pasillo hasta llegar a la habitación de invitados, la cual ahora Calum había proclamado como suya. Te paraste justo en frente de la puerta, pensando en si abrirla o no pero finalmente girando del pomo y empujando.
El cuarto estaba ligeramente iluminado por la luz de la luna que se colaba a través de las cortinas, la figura de Calum siendo visible a pesar de la poca iluminación. Un tembloroso suspiro salió por tu boca mientras cerrabas la puerta detrás de ti, caminando con sutileza hasta la cama, viendo como descansaba con sus labios ligeramente separados. No perdiste ni un momento más y te subiste a la cama, notando como Calum se estiraba al sentir como el colchón se movía. Te acurrucaste de inmediato contra su pecho, un ligero gruñido saliendo de sus labios mientras abría un poco sus ojos marrones, observándote con el ceño fruncido.
— t/n, ¿qué estás-
— He tenido una pesadilla. — Murmuraste, interrumpiéndole antes de que pudiese acabar de hablar. — Sé que estás molesto conmigo pero solo necesito que me abraces, por favor. — Suplicaste con desesperación. Calum suspiró con pesadez, bajando su mirada para ver tus mejillas llenas de lágrimas evidentes gracias a la luz de la luna. — Calum, por favor. — Jadeaste, desesperada por estar entre sus brazos. Cal te abrazó inmediatamente, acercando tu cuerpo al suyo y dejando que recostases tu cabeza sobre su pecho. Ahora estaba completamente despierto, su cuerpo doliendo mientras te escuchaba llorar por culpa de aquella maldita pesadilla.
— Shh, está bien. — Susurró con suavidad, llevando una mano a tu espalda para acariciarla. A pesar de todo lo que había pasado hacía unas horas tenía claro que nunca te dejaría pasar por todo esto a solas. Odiaba el pensamiento de verte sufrir sin estar él a tu lado para tratar de ayudarte. — Estoy aquí, concéntrate en mis latidos, bebé. — Murmuró, presionando sus labios contra tu cabeza y llevando una mano hasta esta, presionándola contra su pecho para que pudieses sentir sus latidos. Esto siempre te ayudaba a tranquilizarte cuando te enfrentabas a situaciones como esta, así que se quedó susurrándote palabras reconfortantes hasta que paraste de llorar. — ¿Quieres hablar? — Preguntó, bajando la mirada para ver tu rostro, sus manos aún acariciando tu espalda. Tú soltaste un suspiro, escondiendo tu rostro bajo su barbilla.
— He estado teniendo pesadillas. — Confesaste en un susurro casi inaudible, pero aun así Calum fue capaz de escucharte a la perfección. Su ceño se frunció con confusión y sintió como su corazón comenzaba a sentirse pesado.
— ¿Qué? t/n- ¿Por cuánto tiempo? ¿Por qué no me lo habías dicho? — Preguntó con preocupación, apartándose un poco para poder mirarte. Que él supiera nunca habías tenido una pesadilla que no le hubieses contado y él no hubiese estado ahí para consolarte. Siempre estaba ahí para ti y asegurarse de que estabas bien. Tú te quedaste callada, mordiendo tu labio inferior mientras mirabas el espacio que habías creado Calum entre ambos. — t/n. — Dijo con desesperación, agarrando tu mentón entre sus dedos para forzarte a mirarlo. — Dime. — Demandó con un tono de voz aún suave.
— Durante un tiempo. Desde que empezaste a quedarte más tarde en el estudio, supongo. — Murmuraste, sintiendo como tu vista se volvía a nublar al pensar en todas las noches que habías pasado deseando que Calum estuviese a tu lado. Volviste a bajar la mirada, tratando de apartarte de su agarre, pero lo único que conseguiste fue que acunara tu rostro entre sus manos, obligándote a mirarlo. Podías notar la tristeza en sus ojos, sabiendo que probablemente su mente estaba funcionando a cien por hora en ese momento.
— He estado quedándome hasta tarde durante semanas, t/n. — Soltó un suspiro, ahora dándose cuenta de todo y encajando todas las piezas. — ¿Por qué no me lo dijiste antes?
— Porque nunca estás en casa. — Contestaste, cerrando tus ojos con fuerza. — No he podido hablar contigo durante semanas, Calum. He sido un absoluto desastre y tú no has tenido ni la más remota idea porque nunca estás en esta jodida casa. He estado fatal durante semanas pero nunca te das cuenta por qué no me prestas atención. No he tenido una buena noche en días porque siempre me despierto asustada y sola, esperando que estés junto a mí pero nunca lo estás. Sé que solo crees que estoy siendo una niñata pero imagínate como te sentirías si el amor de tu vida te estuviese ignorando por semanas, imagina tener que soportar todo esto solo, Calum. — Dijiste entre sollozos, haciendo que el corazón del chico se rompiese en mil pedazos ante tu confesión, ahora entendiendo por que te habías quedado despierta y le habías dicho todas aquellas palabras hacia tan solo unas horas.
El sentimiento de culpa se hizo presente en lo más profundo de su pecho, arrepintiéndose de todo lo que te había dicho.
— Bebé, yo- — Susurró, viendo como tu cuerpo temblaba junto a él, tus sollozos llenando el silencio de la habitación. Calum tragó el nudo que se había formado en su garganta, tratando de absorber las lágrimas que se habían comenzado a formar en sus ojos. Se sentía como el mayor idiota del universo. ¿Cómo no podía haberse dado cuenta de que te estaba ignorando, a su propia novia, al amor de su vida? Había puesto todo su tiempo y esfuerzo en el estudio que te había dejado de lado sin siquiera verlo. — Lo siento. — Murmuró, volviendo a envolverte entre sus brazos y apretándote con fuerza. — Dios, lo siento muchísimo, t/n. Lo siento, mi amor. Nunca debería haber dicho todo lo que dije, debería haber hecho tiempo para estar contigo, debería haber llegado a casa e irme contigo a la cama, pero no lo hice. Dios, soy un imbécil. Perdóname, bebé. — Se disculpó, sosteniendo con dolor tu tembloroso cuerpo mientras deseaba poder retirar todas sus palabras.
No era su intención ignorarte, nunca lo haría intencionadamente. Simplemente había estado tan ocupado con el nuevo álbum que ni siquiera se había dado cuenta de que no te había visto en Dios sabe cuanto. Sus brazos no te sostenían desde lo que se sentían como años, no te había besado, ni siquiera te había dicho cuanto te amaba.
— Joder, lo siento. Soy un maldito idiota. Lo siento mucho, mi amor. — Susurró, sintiendo como estaba casi al borde de venirse completamente abajo. Se sentía la peor persona del mundo. El amor de su vida había estado sufriendo por semanas y él no tenía ni idea. Solo quería deshacerse de todo tu dolor, sostenerte entre sus brazos por el resto de su vida y asegurarte que todo estaría bien. Nunca había sido su intención hacer que te sintieses asustada o sola.
Tus manos se aferraban a su camiseta con fuerza, el sentimiento de alivio por fin invadiéndote después de haber soltado todo lo que llevabas aguantando durante semanas. Podías notar lo terrible que se sentía Calum y te tranquilizaba que por fin se hubiese dado cuenta de lo mal que te hacía sentir. El chico continuó disculpándose mientras tú llorabas sobre su pecho, tu respiración comenzando a hacerse más pesada.
— Respira, mi amor. Respira. — Dijo con tranquilidad, indicándote que tomases y soltases respiraciones profundas. Sus manos se hicieron camino hasta llegar a estar bajo tu camiseta, pasando sus dedos por tu tensa espalda para relajarte. — Vamos, inhala por tu nariz y exhala por la boca. — Indicó, haciéndolo contigo. — Eso es, cariño. — Finalmente tu llanto cesó y conseguiste respirar con normalidad, los labios de Calum contra tu cabello mientras murmuraba palabras de aliento. — Lo siento muchísimo, bebé. No iba en serio todo lo que dije antes, solo estaba cansado e irritado. Voy a compensártelo, nunca voy a volver a dejar que algo así suceda. Eres mi prioridad número uno, la música y todo lo demás van después. Siento haberte hecho esto, no era mi intención hacerte pasar por toda esta mierda. — Continuó disculpándose, sus palabras siendo amortiguadas por tu cabello mientras sus ojos estaban cerrados, tratando de contener las lágrimas de culpa y arrepentimiento.
— Para de disculparte. — Dijiste, apartándote un poco para que tus ojos rojos se encontrasen con los tristes suyos. Odiabas que se estuviese torturando a él mismo. Sí, se había comportado como un completo idiota, pero también sabías que llevaba mucho estrés encima y que de verdad no sentía todo lo que había dicho. — Sé que lo sientes y sé que no querías decir todas esas cosas. No quiero que te estés torturando a ti mismo Cal, o si no nunca podremos superarlo. Solo abrázame, por favor. — Suplicaste, solo queriendo estar entre sus brazos y sentirte protegida. Ya le habías perdonado y solo querías superarlo y seguir hacia delante. Calum no dudó ni un segundo en abrazarte, pegándote a su cuerpo y recostando su barbilla contra tu cabeza.
— Te amo, ángel. No te lo he dicho en un tiempo pero lo hago, te amo con todo mi corazón y te prometo que nunca volveré a dejar que pases por esto sola. Nunca te dejaré, ¿vale? — Te susurró, unas cuantas lágrimas deslizándose por sus mejillas mientras se daba cuenta de lo mucho que había extrañado abrazarte y decirte cuanto te amaba. Te apartaste para verlo de nuevo, notando sus lágrimas.
— No llores, cielo. Si tú lloras yo lloro y ya lo he hecho suficiente por hoy. Yo también te amo, Calum. — Dijiste, sintiendo como tu labio inferior temblaba y tus ojos se aguaban una vez más.
— Lo siento, no quiero que llores. Es solo que estoy enojado conmigo mismo. Debería haber estado ahí, debería haberlo notado pero no lo hice. Me siento-
Tus labios se presionaron contra los suyos, el chico derritiéndose de inmediato, sintiendo aquello que tanto había extrañado. Sus manos se movieron hasta tus mejillas, acercándote aún más mientras te acariciaba con sus pulgares. Se separó un momento para observarte, limpiando tus lágrimas y simplemente mirándote por un momento con una sonrisa en sus labios. Se inclinó ligeramente para besar tu frente, sus labios quedándose ahí durante unos segundos.
Al apartarse volviste a subir la mirada, las ojeras bajo tus ojos ahora evidentes para el chico. Suspiró y acarició tus mejillas con sus pulgares, notando como tus ojos se cerraban con cansancio.
— ¿Podemos ir a nuestra cama? — Murmuraste, volviendo a abrir tus ojos para ver a Calum asentir y soltar tu rostro. Te sentaste en la cama, dispuesta a ponerte en pie a pesar del cansancio, pero Cal te detuvo.
— Deja que yo te lleve, amor. — Dijo, poniéndose de pie y agarrándote entre sus brazos con facilidad. Tú ni siquiera protestaste, demasiado agotada como para hacer algo a parte de envolver su cuello con tus brazos y acurrucar tu cabeza contra su cuello. Una vez en el cuarto cerró la puerta antes de dejarte en tu lado de la cama, gateando para llegar hasta su lado y tumbarse.
Una vez acomodado te acercó a él, envolviéndote con sus brazos mientras sentía como tus pestañas hacían cosquillas sobre su piel, cerrando los ojos con dificultad para mantenerte despierta.
—Duérmete, bebé. Estás exhausta. — Te dijo, presionando un beso sobre tu cabeza a la vez que una de sus manos se movía para acariciar tu cabello. — Estaré justo aquí cuando despiertes. Le diré a los chicos que me tomaré unos días de descanso, todos lo necesitamos. Esto de trabajar sin parar se está haciendo ridículo, necesitamos un poco de tiempo fuera del estudio. Me voy a quedar aquí contigo, nada de trabajo, nada de música, solo tú y yo, mi amor. — Te aseguró, a lo que tú simplemente asentiste con una ligera sonrisa, demasiado agotada como para responder con palabras. — Ahora descansa. — Presionó sus labios contra tu frente una vez más antes de que dejases que se cerrasen tus ojos, tu respiración chocando contra su mejilla y haciéndolo sonreír, finalmente permitiéndose dormir él también.