! Esta historia contiene temas de drogas, el abuso de ellas, violencia familiar y lenguaje homofóbico.
—Ya recogí el anillo, Louis—le informa John sin verlo a la cara.— Estaré afuera si me necesitas—sale con rapidez.
El ojiazul exhala con profundidad. Diciendo que tiene todas las cartas a su favor y no hay absolutamente nada que pueda salir mal.
"Tengo que regresar a NY mañana"
Excepto eso.
Lee el mensaje una y otra vez. Quiere gritar y romper algo porque ahora tiene que llevar a cabo su plan esa noche (los nervios regresan y de repente el collar de la camisa le aprieta).
Sobrevive al resto se la jornada entre manos temblorosas y suspiros nerviosos. Pero al final del día está listo para irse al apartamento que comparte con su omega y la cajita de terciopelo le quema en el saco.
(—Quiero darte algo, Louis—le dice su abuelo en la cama del hospital, con voz débil y cansada.
El alfa se acerca a William y lucha con todas sus fuerzas para no llorar.
—Es un regalo—le muestra un anillo dorado, con garabatos y una piedra roja cuadrada.— Quiero que lo tengas tu—se lo pone en la palma.— Es muy importante para mí, muchacho, mi padre me lo obsequió y ahora te lo doy a ti.
Siente como el corazón se le estruja en el pecho.
—Estoy orgulloso de ti, Louis, por eso te lo estoy dando a ti y no a tu padre—le aprieta la mano con la poca fuerza que tiene.— Eres muy valiente, mi muchacho—dice refiriéndose a las atrocidades que ha visto y vivido, no necesita explicar aquella última frase, Louis entiende exactamente porqué lo dijo.)
Se aparca al edificio y le manda un mensaje al omega para que baje. Un simple "vamos a McDonalds. te espero abajo", pero efectivo. Baja el vidrio del auto y enciende un cigarro para calmarse. Parece ser que ni la nicotina lo ayuda, sus manos aún se sacuden en pequeños espasmos.
Pero en cuanto sus ojos se posan en Harry todo tiene sentido y la caja de terciopelo le vuelve a quemar en el saco. Pero ya no siente miedo y un simple vistazo a los ojos verdes del omega le bastan para tranquilizarse y asegurarle que está por hacer lo correcto.
[...]
—¿Ya me puedo quitar la venda?—medio gritó el omega— ¡Y los audífonos! Alto ¿por qué huele a palomitas? ¿Estamos en el cine?—pregunta
Louis le quita primero los AirPods y observa a Harry fruncir el ceño, mientras escucha los ruidos.
—¿A qué clase de McDonalds...?—no termina de hablar cuando el alfa le quita la venda y se queda mudo al entender en donde estaban
Una feria.
Las luces del carrusel y la música es lo primero que nota, luego los juegos de tiro y un puesto de helados.
—¿Por qué?
—Mañana regresas a trabajar—se encogió de hombros.— Pensé que sería un buen detalle hacer algo romántico antes de que te vayas.
Harry está confundido porque sus últimas han sido cosas normales desde que regresaron de Italia, hacía unos tres meses, como cenas en restaurantes caros, uno que otro concierto y exposiciones de fotografías. O las otras citas que Harry ama: comida china mientras ven comedias románticas. Pero aquella feria le recuerda a su primera cita y aunque sean seis años más grandes, las mariposas siguen ahí y el lugar les recuerda eso.
Entran al lugar e inmediatamente Harry es arrastrado a un puesto de tiro.
—¿Ahora tu vas a ganarme un peluche?—pregunta recordando el dinosaurio
—Así es, bonito—toma una pelota.— ¿Cuánto por ese?—señala un oso
—Todos los bolos—responde el señor de la cabina.
Louis sintió y sacó la punta de la lengua para mayor concentración. Echó el brazo para atrás y haciendo uso de sus días de fútbol americano, dio en el blanco varias veces hasta tirar todos los objetivos. El hombre los felicitó y les extendió el oso blanco.
—Ahora el dinosaurio no estará solo en el fondo de tu closet—dice Harry abrazando el afelpado.
Siguen caminando y se detienen en otro stand de juegos (mini basketball). Louis es malísimo y Harry aún peor, se ríen cuando lo único que les dan de premio es un pedazo de goma de mascar. Juegan a un par de cosas más y Harry logra convencer a Louis de que compren algodón de azúcar azul.
—¡Cómo en nuestra primera cita, Lou!—exclamó el omega mientras comía el dulce
—Harry—le jaló una manga del abrigo.— Harry mira—señaló una caja metálica con una cortina como puerta.— ¡Hay que entrar!
—Alfa—se quejó dejándose arrastrar al objeto— ¿no estamos ya grandes para una cabina de fotos?
—Tu estás viejo—murmuró sentándose dentro y jalando al rizado a su regazo.
—Eres mayor que yo—contesta perplejo por la actitud infantil.
—Soy joven de corazón—dice mientras inserta un billete y en la pantalla brilla un circulo verde.— Ahora, sonríe.
Cuatro disparos con un flash brillante les nublaron un poco la vista. Las fotos se imprimieron en segundos y cuatro imágenes en una tira se revelaron.
—Me siento como en secundaria—se ríe suavemente Harry.— Ya sabes, cuando solo te tomaban de las manos y te daban picos.
—¿Me estás diciendo vainilla?
—¿Qué?
—La próxima vez puedo atarte con mi corbata, si quieres—ofrece serio, pero el sonrojo en las mejillas de Harry le dan a entender que lo está considerando.— Podemos comprar uno de esos columpios.
—Basta.
—O collares, hay collares para estas cosas—se toma la barbilla como si estuviera pensando.— ¡Un butt plug! ¿Cómo te sientes al respecto de los plugs? Caminando por ahí con ese botón den-
—Detente—le tapó la boca.— Por favor deja de hablar.
Harry le pellizco el brazo al ver la sonrisa traviesa en el alfa al salir de la cabina.
—Solo bromeaba, bonito—lo rodeó con los brazos, poniéndose de puntitas (gracias, diferencia de altura).
—Pf.
—A menos que tu quieras—añadió.
—Estamos en público, no hables de eso—se lamió los labios.
—¿Cuándo regresemos a casa?—intentó y su sonrisa creció cuando Harry asintió.— Genial ¿vamos al muelle?
La feria estaba en una especia de puerto, por eso mientras caminaban hasta un pequeño kiosco en el muelle, el mar y las olas chocando entre ellas los rodeaba. Y la brisa que se creaba los abrazaba.
—Mi madre nos traía aquí, a mi y a Lottie, cuando éramos pequeños, mientras papá cerraba algún negocio en ese restaurante—señaló un lugar con grandes ventanas y gente vestida de forma elegante, esperando fuera.— Jugábamos con ella y a veces nos cantaba... pero después regresábamos a Donny y... el cuento terminaba—narró sin emoción en la voz. Harry se concentró en Louis, intentando descifrar algo o encontrar sentimientos de dolor, pero no había nada.— La última vez que la vi fue aquí.
(—Boo, mírame a los ojos—le acunó el rostro y lo obligó a que la enfrentara.
Johannah era hermosa. Con sus labios rellenos, nariz como botón y ojos color avellana que le dolían tanto a Louis. Pero estaba cansada, las líneas en su rostro lo demostraban.
—Vas a recuperarte, eres fuerte, bebé. Si alguien puede salir de esto... eres tú—le dio un beso en la frente.— Y luego estarás con tus abuelos, vas a ganar dinero y tendrás la vida que siempre quise para ti.
Louis tragó con fuerza. Aún podía sentir los temblores en su cuerpo por la abstinencia.
—Encontrarás a una omega... o un omega—agregó— que te ame. Pero tenemos que internarte.
El alfa no dijo ni una palabra, aceptando el contacto físico que su madre le negó por años.)
—Ella quería que me alejara de mi padre y me mantuviera limpio. Quería que tuviera una vida y formara una familia lejos de Mark. Y es lo que planeo hacer—se hincó en una rodilla.
Harry frunció el ceño y el olor a nervios le llegó a Louis, poniéndolo a él mismo un poco inquieto. Sacó la caja de su saco y la puso en su palma.
—¿Te quieres casar conmigo?—abrió la caja, revelando un anillo grueso de oro, con una piedra roja
El omega parpadeó con rapidez y tragó saliva. Tomó la joya y leyó la leyenda que ponía en el interior.
"Tuyo completamente, Louis".
Se puso de rodillas y abrió la boca para contestar, pero las palabras no le salieron. El alfa esperó, pero Harry no podía vocalizar una respuesta.
Así que el omega se abalanzó contra él, provocando que ambos cayeran al suelo. Harry enterró su rostro en el cuello del mayor inhalando la esencia de este.
—Sí quiero—susurró apenas.— Sí quiero—repitió con más fuerza.