Killing Eddie

By marasehm

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Igor se ha quedado encerrado en un lugar de pesadilla con un psicópata que ha jurado amarlo para siempre. Ah... More

Preliminares
1. La mala suerte es consanguínea.
2. He visto las alas de un ángel, pero cortan.
3. Inocente de mí.
4. Pídele compasión a un monstruo.
5. Solo tendrás lo que hayas ganado.
6. La sangre es el nuevo lenguaje.
Extracto del diario de Winston.
7. M-I-O.
8. Y si explota, ¿y si yo exploto?
10. Pienso contar hasta que ya no respires.
11. La diferencia entre la vida y la muerte.
12. El sonido del dolor.
13. Nos vemos bajo el agua.
Fragmento de una llamada al 911.
14. El riesgo de mirar hacia atrás.
15. Nadie sufre con tanta belleza.
16. Deudas que pagar.
Extracto del diario de Winston.
17. Verdades y mentiras, bien y mal.
18. De cara al abismo.
19. V de venganza.
20. La verdadera locura.
21. Si el fuego nos consume, bailemos.
22. Fuimos etéreos/ojala no vieras lo que hice.
23. La puerta al perdón que nunca se abrió para mí.
24. El peso de la verdad me rompió la espalda.
25. Se acabó, ¿verdad?
Epilogo

9. La catatonia es una zona segura.

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By marasehm

Igor.

En el bloque medico hace un calor tan espantoso que incluso deseo estar de nuevo en el sótano de la iglesia. Sin embargo, no me permito quejarme, aquí adentro estoy prácticamente solo, a excepción de otro paciente, un hombre joven que yace inconsciente en una cama más o menos a 3 metros de mí. He escuchado al enfermero Anderson decir que le han clavado un tenedor en el estomago en una riña "normal".

Me preguntó como el significado de la palabra normalidad puede cambiar tan rápido en el momento en que te acostumbras a vivir en el infierno. Aquí la normalidad trae consigo sangre y muerte, dolor, miseria. Aquí la normalidad es Eddie.

Estoy recostado en la camilla cuando Anderson entra nuevamente, esta pálido y parece cansado. Porta un uniforme de enfermero común y corriente, pero por alguna razón también carga un arma de reglamento, y en el momento en que me quede solo con él, me ha dado un discurso larguísimo sobre cómo está autorizado a volarme los sesos si tan solo se me ocurre hacerle algún daño. Según el orden de los eventos, Ashton Hall es una prisión, probablemente funciona en complicidad con el estado, pero aquí se esta encubriendo algo más.

Anderson se detiene frente a mi cama.

—He conseguido que Edward se quede afuera, estoy cansado de su presencia, además, es atemorizante —murmura, más para sí que para comunicarse conmigo.

Yo simplemente asiento.

—¿Tienes idea del lío tan tremendo en el qué te has metido? —pregunta, yo volteo la mirada sin decir nada más. Recuerdo con claridad las palabras de Maurice, su voz aún hace eco en mi cabeza mientras murmura que Eddie es una bomba de tiempo, y yo sé que tiene toda la razón.

¿Cómo voy a salir de esto?

—Yo no he hecho nada.

Anderson sonríe, pero yo lo traduzco como una mueca irónica.

—Todos dicen lo mismo.

—Estoy diciendo la verdad.

Anderson suspira, en su expresión puedo ver que duda un poco.

—Ya no importa, déjame ver tu pierna —indica. Yo hago caso, me retiro la sabana que traigo encima y el retira los jirones de tela que me envuelven las heridas. La tela me quema con el roce de mi carne completamente viva y maltrecha. En esta iluminación, puedo ver mi herida perfectamente. Tengo un orificio de varios centímetros, el corte esta cubierto de sangre seca, y esta comenzando a llenarse de pus. Anderson estira un poco hacia los lados y yo puedo ver la sombra blanca de mi hueso. Él hace una mueca de impresión.

—Esta herida es bastante seria, ¿lo sabes, ¿verdad? —pregunta, yo asiento, mientras cierro los ojos con fuerza para no llorar. —Tengo que decirte la verdad, es muy posible que nunca puedas caminar de nuevo sin cojear, aquí no tenemos el equipo necesario para atender algo como esto o para hacerte una cirugía, así que yo solo puedo hacer un mínimo, el resto, dependerá de tu cuerpo y de tu suerte.

Sus palabras no me sorprenden. Lo que me sorprende verdaderamente es que yo haya esperado otro resultado para esto. Anderson me realiza una curación más decente y me inyecta una dosis de morfina, también me ha limpiado la boca, y me ha dicho que, si en la mañana puedo caminar, aunque sea levemente, podre pasar a las duchas del bloque médico, lo cual suena como un regalo del cielo.

No he visto a Eddie en un rato y sinceramente no podría estar más feliz. Eventualmente he llegado a un estado de relajación tan fuerte que no hay manera en que no caiga dormido como una especie de muerto.

Cuando me despierto, Eddie esta parado frente a mí. La habitación esta iluminada solo por la luz de la luna y él esta parado ahí como si nada. Tiene el cabello húmedo y lleva una sudadera diferente. A mí me han vestido con una simple bata de hospital. Esta en su estado extraño de catatonia, porque solo se dedica a observarme, sin parpadear. Mueve la cabeza hacia los lados, se rasca un poco el dorso de la mano, parece ansioso, pero permanece inmóvil. La imagen de su rostro bañado por la luz de la luna me genera un espanto desgarrador. No siento dolor en el pie, pero no existe ninguna oportunidad para mí de salir corriendo.

—¿Eddie?

No responde.

—¿Eddie? —llamo nuevamente, pero igual que al principio, no obtengo respuesta, nada parece hacerlo reaccionar. Hasta que, de un momento a otro, pareciera que la vida regresara a sus pupilas, parpadea un poco y me observa de nuevo.

—¿Igor?

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —me atrevo a preguntar.

—El suficiente —responde con voz estoica, inerte, casi. No sé cual de sus estados me genera más terror, observo que han desocupado la camilla de al lado, lo que significa que estamos solos. Su voz interrumpe de nueva cuenta mis pensamientos.

—¿Tienes frío? —pregunta, yo abro los ojos impresionado. Sigo sin saber quién es este individuo que me trae a la enfermería y me pregunta si tengo frío, hace tan solo dos minutos era la misma estatua perversa de dos noches atrás.

Me pregunto que habrá cambiado. Me pregunto como puedo sacar ventaja.

Me pregunto si habrá una posibilidad para mi...

—Un poco, solamente —respondo.

Eddie estira las manos frente a mí, y sus dedos crujen con fuerza. Luego, se quita la sudadera y me la pasa en un movimiento rápido, yo me quedo mirando la prenda con sorpresa.

—Póntela antes de que me arrepienta.

Obedezco, la tela es suave y extrañamente reconfortante, además, esta impregnada con un extraño olor a hombre.

—Gracias.

—Es una especie de disculpa.

—¿Una disculpa? —pregunto asombrado.

—¿Qué? ¿Es tan difícil de creer? —responde, cabreado.

—No...

—Joder, Igor, solo quiero disculparme por lo de tu pie. Estaba cabreado y no medí, no voy a volver a hacerte algo así.

—Está bien... —respondo dudoso.

—Te doy mi palabra.

—Te creo.

Esta vez me he atragantado con mi propia saliva. No tengo palabras para responder a lo que ha dicho, probablemente sepa que miento, pero la verdad es que ninguna disculpa va a cambiar el hecho de que me rompió la pierna con un cuchillo, y que estaba dispuesto a arrancarme todos los dientes solo porque le hice enojar. Ese tipo de cosas no tienen disculpa, pero admito que la palabra ha sonado bien en sus labios.

Yo solo asiento, porque incluso la idea de mentir me sabe amargo.

Eddie me devuelve el gesto, como si se tratara de un saludo militar.

Algo en la complicidad de aquel gesto me resulta enfermizo.

Lo dejo pasar, después de todo, no tengo otra opción.



La noche siguiente es un evento que jamás voy a olvidar. Se supone que tengo que permanecer en la enfermería por lo menos una semana. Creo que mi mente ha empezado a perderse, y ahora me veo a mi mismo como si hiciera parte de todo esto, pero no puedo olvidar por nada del mundo que no soy uno de ellos, que soy inocente, que estoy aquí para encontrar a mi hermano y nada más. Pero tampoco puedo olvidar que es probable que jamás salga vivo de este lugar, que me han acusado falsamente y que nadie creería que soy inocente.

Anderson me dijo que Eddie había regresado a pasar la noche en la iglesia, y yo estoy decidido a observar un poco, quizá pueda encontrar una ventana por la que saltar antes de que termine de enloquecer. Así que me he levantado en la noche, he cojeado hasta la puerta de mi habitación y esta ha cedido lentamente, afuera, veo solo la luz de la luna iluminar un pasillo oscuro, un enfermero pasa corriendo por el frente con un carro lleno de instrumentos. Yo me decido a dar una pequeña vuelta, esta oscuro y sé que no es una buena idea, pero no he podido evitar pensar en que quizá encuentre una salida, o por lo menos un rastro de mi hermano. Algo.

Sin embargo, el bloque medico es grande y esta construido de manera confusa. En ocasiones, escucho gritos provenientes de otras habitaciones, e incluso en una de ellas, he podido identificar el espantoso sonido que hacen las uñas al arañar desesperadamente el concreto. Ese sonido me ha descolocado tanto que incluso tropecé.

No puedo caminar muy rápido, por obvias razones. Pero hago todo lo posible por ojear, pero todo está cerrado a cal y a canto. Encuentro una ventana alta, porque sé que me encuentro en la segunda o tercera planta, y desde allí, puedo observar casi todo el complejo. El sanatorio, la zona de convivencia, el patio, e incluso la diminuta iglesia.

De repente alguien me toca el hombro dos veces. Una mano lánguida y pálida.

Un rostro conocido me devuelve una sonrisa sin dientes. Reconozco al hombre de los secretos ¿Gordon?, quién me observa con detenimiento.

—Saliste, ¡Saliste! —exclama casi gritando, luego me sostiene los hombros intentando comprobar si realmente se trata de mí. Yo permanezco sin decir una sola palabra.

Él me mira con condescendencia.

—¿Aún te asusta la oscuridad? —pregunta.

Yo asiento, pero me siento petrificado y asustado. Quizá debí quedarme en mi habitación.

—Pobrecito —murmura.

—Tengo que irme —digo, retrocediendo lentamente. Él me observa sin decir nada, pero sonríe.

—¿Cuál es el secreto? —pregunta.

Yo no respondo nada. Me quedo mirando al suelo, mientras él me observa con curiosidad, luego habla de nueva cuenta.

—Yo sé donde guardan el tuyo —dice. Yo alzo la mirada, estoy seguro de que mis ojos destellan un interés fijo.

—¿De qué hablas? —pregunto.

Gordon se acerca a mí y susurra en mi oído.

—Donde están los secretos de todos.

—¿Qué...?

Esta vez no responde, me agarra la muñeca y me fuerza a caminar tras él, por alguna extraña razón le sigo sin decir nada, finalmente nos detenemos en la puerta de una habitación un poco lejos del pasillo. Arriba se puede leer "Archivo" Gordon sonríe a mi lado, y por alguna razón yo le devuelvo la sonrisa. Entramos en la habitación, la cual se encuentra desierta. Montones de archivos ordenados pulcramente por colores, letras y carpetas.

Gordon se acerca a mí con una carpeta desgastada y vieja. Es la suya, me la muestra como si contuviera algo interesante. Él me observa sostenerla en las manos, así que la abro y le echó una ojeada.

El historial medico de Gordon, más unos anexos de su abogado, papeles que datan de hace más de 23 años. Todos están amarillentos por la humedad y el paso del tiempo. Al final, una hoja con su foto de joven da un recuento de sus delitos.

El expediente cuenta que Gordon pertenece al sanatorio, y que fue internado por demencia a los 23 años, cuando se obsesiono con un cubo de Rubik defectuoso, se frustro al no poder completarlo y termino haciendo que su hermano menor se lo tragase completo para no verlo, el bebé tenía 2 años, y en su declaración, Gordon afirmo que su hermano se merecía lo que le pasó por no contarle el secreto del cubo de Rubik.

Yo trago saliva. Según el informe, no ha presentado conducta violenta ni ha ocasionado problemas. Sin embargo, su foto esta tachada con una X. Al lado de su nombre, se puede leer la palabra INCOMPATIBLE escrita en letras de color rojo. No hay ninguna observación adicional.

Le devuelvo la carpeta con las manos temblorosas, y él la recibe y se dedica a ojearla él mismo. Aprovecho que se encuentra distraído y me decido a buscar el expediente de mi hermano, si es que existe. Los archivos están ordenados alfabéticamente. Encuentro dos carpetas con el apellido Ellinson. Mi corazón se detiene un momento antes de sacarlas. Miro a mi alrededor, Gordon continúa observando la carpeta con detenimiento.

Mi expediente no tiene foto. Y consta de una sola hoja. Figura mi nombre, mi edad, mi sexo y algunos datos físicos poco relevantes. Se ve que han llenado esto con mentiras, porque todo es falso a excepción de mi nombre. Este archivo dice que sufro de hipertensión, que soy huérfano y que presento un cuadro clínico grave de esquizofrenia con alucinaciones. No se menciona nada de lo que me ha dicho Maurice, mi expediente no me culpa de matar a mis padres, ni mucho menos. Pero con esto es suficiente para encerrarme aquí. Debajo de mi nombre, escrito con la misma letra roja están las palabras DESCONOCIDO. Me preguntó a que se refieren todas esas anotaciones.

Agarró el expediente de Winston después. Este consta de algunas otras páginas, tampoco incluye foto. La primera pagina es la de su contratación, indica que estaba contratado para laborar como enfermero, al final de esta, un sello gigante dice DESPEDIDO.

La segunda hoja es un contrato de confidencialidad. Y la última, no tiene absolutamente nada más que su nombre y unas anotaciones a mano. No es la letra de Winston, pero esta escrita en color rojo. Bajo su nombre, se rezan dos palabras: CONFIRMADO, A1.

¿Qué demonios significa eso?

Nada de esto me indica información sobre el paradero de mi hermano. La decepción se apodera de mí casi de inmediato, y cuando devuelvo los archivos a su lugar, no puedo evitar leer "Bramhall" en una de las etiquetas. La curiosidad me lleva a agarrar el expediente, que contiene varias hojas y echarle un vistazo.

Su información me sorprende de sobremanera.

Las primeras parecen ser anotaciones de un doctor, Eddie ha sido diagnosticado con trastorno antisocial de la personalidad, o sociopatía, acompañado de ataques pronunciados de esquizofrenia y pánico.

Militar graduado con honores, perteneciente a un importante escuadrón de la fuerza aérea. Fue sentenciado a cadena perpetua por el asesinato continuo de 3 personas, todas pertenecientes a una misma familia. Según la historia médica, Eddie estaba "cansado" de no poder sentir nada. Así que decidió a sus 23 años, encerrarse a si mismo en una casa con la familia de sus vecinos. Allí, asesino sistemáticamente a los padres, y a una persona de servicio. Luego forzó a los hijos a que le explicaran detalladamente como se sentían, y según declararon los testigos, comenzó a imitarlos. En su frustración por no poder sentir nada, estuvo a punto de acabar con la vida de los niños antes de que la policía irrumpiera en el lugar.

El relato me eriza el vello de manera espantosa. No puedo dejar de imaginarme la escena, no puedo dejar de pensar que estoy a merced de un hombre que básicamente no puede sentir nada.

Algo más llama mi atención, debajo de su nombre escrito en letras rojas, se lee: S245-COMPATIBLE.

Me preguntó que significaran esos mensajes...De repente, Gordon golpea los barrotes de la ventana con fuerza. Su estruendo me hace soltar los papeles y estos caen regados por el suelo, me dedico a levantarlos cuando este habla nuevamente.

—La iglesia, la iglesia viene hacia acá.

Yo colocó el archivo en su sitio y me acerco a él.

—¿De qué estás...?

Y entonces lo comprendo perfectamente. La luz de la luna ilumina la entrada del bloque médico, y puedo ver la figura de Eddie caminar hacia la entrada tranquilamente. El terror recorre mi espina dorsal, estoy lejos de mi habitación, estoy fuera de mi habitación. Y estoy seguro de que eso podría cabrearlo demasiado.

Pensaría que estoy tratando de escaparme, y ha amenazado antes con asesinarme si siquiera lo intento. Después de leer su expediente, no me queda duda alguna de que eso es completamente posible.

Me agarro al pomo de la puerta con rapidez. Al salir, todo esta oscuro, incluso mas oscuro que antes, y el silencio es sepulcral. Detrás de mí, Gordon se ha quedado abrazando su expediente y se ha metido bajo la mesa, aterrado.

Yo cojeo rápidamente mientras intento encontrar el camino de vuelta a mi habitación, no consigo recordar adecuadamente y la luna parece haberse escondido para hacer mi tarea casi imposible.

Me apoyo de las paredes para no caer, pero estoy tardando demasiado en moverme, la pierna ha decidido dolerme mucho más, y ahora estoy casi seguro de que puedo escuchar las pisadas de las botas de Eddie. Me guio por los estantes, encuentro el puesto de enfermería, pero aún me falta demasiado camino y ahora estoy seguro de que lo escucho más cerca aún. 1...2...3, la cuenta regresiva me quema los tímpanos, el miedo me esta nublando la visión. Intento caminar más rápido, pero no puedo conseguirlo.

Me agarro a las esquinas y sigo caminando. No veo a Eddie, pero casi puedo escucharlo respirar. Finalmente, creo que doy con la puerta de mi habitación, volteo la mirada y veo su silueta doblar en dirección a mí. Solo me queda rogar que no me haya visto.

Cierro la puerta con cuidado y cojeo hasta mi cama, todo este esfuerzo me ha cansado de sobremanera. Me recuesto en la cama, y me paso la sabana frenéticamente por la frente para secar el sudor. Eddie entra en ese mismo momento.

Me observa de manera sospechosa, y estoy seguro de que me ha visto.

Sonríe al verme, pero su sonrisa se me antoja más como una mueca desagradable que como una muestra de amabilidad. Leer su expediente me ha hecho mucho daño.

—¿No duermes? —pregunta.

Yo asiento. Él me toma la barbilla con las manos, me acaricia la mejilla.

—Prefiero cuando respondes, me cabrea que no hables.

—No tengo sueño aún, lo lamento.

—Mañana regresas conmigo.

Abro los ojos sorprendido, no puedo ocultar mi miedo y mi asombro.

—¿Qué? —pregunto.

—¿Acaso te molesta, princesita? ¿Te jode mucho la idea de quedarte conmigo?

Tragó saliva, este hombre se parece más al Eddie que yo conozco.

—No es eso... —respondo, pero él me agarra la mejilla con fuerza.

—¿Entonces qué es? ¿Te gusta esta vista?

—No...yo solo...Es que aún no me siento del todo bien —digo, bajando el tono de voz, y me atrevo a mirarlo directo a los ojos. Eddie frunce el ceño y me devuelve la mirada desde arriba, me sigue apretando un poco la cara, pero parece menos enojado.

—Vale, vale, espero que no se te estén ocurriendo ningún tipo de ideas extrañas.

—Nada de eso —respondo.

—Ha habido un motín, así que en la iglesia todo es ruido. Me voy a quedar aquí contigo —ordena.

—Vale.

Entonces se acerca a la cama y finalmente se acuesta a mi lado. Me observa por un rato largo sin decir nada, hasta que se decide a tomar mis manos entre las suyas, por un momento, considero la posibilidad de que piense rompérmelas por mentiroso, o solo para preguntarme que es lo que siento, pero lo que hace es completamente diferente. Guía mis manos hasta su cabeza, y luego las posa de manera suave en su cabeza. Instintivamente, paso mis manos por su cabello de manera delicada y eso parece complacerlo.

Así permanecemos casi todo el resto de la noche. Eddie se ha quedado dormido gracias al toque de mis manos, y yo, eventualmente, he caído también bajo el abrazo de su cuerpo.

Ya no puedo pensar con claridad.

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