﹀
— ¿Hola? — Dirías contra el teléfono, ni siquiera molestándote en tomarte el tiempo de mirar el nombre de la persona que llamaba cuando ya te estarías colocando el dispositivo entre tu oreja y hombro, una cesta de la colada entre tus manos mientras subirías las escaleras.
— Hey, t/n. — La voz de Ashton sonaría desde la otra línea, haciendo que tu ceño se frunciese con confusión.
— Oh hey, Ash. ¿Qué pasa? — Preguntarías mientras entrarías en tu cuarto compartido con Calum, dejando la cesta sobre la cama y colocando el teléfono en manos libres sobre tu mesita de noche.
Serían casi las nueve de la noche y te habrías tomado el día para limpiar la casa mientras Calum estaría en el estudio con Ashton y los demás chicos. Es por esto que no entenderías el por qué era Ashton quien te estaría llamando.
— Uh, es Cal. — Ashton comenzaría, tu corazón cayendo al suelo al oír su tono de preocupación.
— ¿Qué ha pasado? ¿Está bien? — Preguntarías con algo de pánico, la ansiedad comenzando a apoderarse de ti.
— Está bien, t/n. Cal está bien. Bueno por la mayor parte. — Sus palabras no ayudarían a calmarte pero aun así callarías y dejarías que continuase hablando. — Solo quería llamarte y avisarte de que puede que no esté de muy buen humor cuando llegue a casa. Al principio dijo que no se encontraba muy bien y que su cabeza dolía pero lo ignoró. Después cuando estaba grabando nos dimos cuenta de que su voz sonaba algo ronca, probablemente haya pillado un resfriado o algo, así que hemos decidido que lo mejor sería que fuese a casa y descansase. Lo hemos puesto en reposo vocal por unos días, ya que no queremos que se fastidie la voz. Así que no creo que esté muy contento, ya sabes cómo se pone cundo no se encuentra bien y cuando tiene que estar en reposo vocal. — Soltaría un suspiro una vez hubiese acabado de informarte sobre Calum. Un suspiro saldría de tus propios labios al saber que el chico tendría razón. Pasarías una mano por tu rostro, apretando la curva de tu nariz antes de contestar.
— Gracias por decírmelo, Ashton. Te mantendré informada de cómo se encuentre. — Dirías, oyendo la puerta del garaje abrirse. — Acaba de llegar a casa, te hablo luego.
Compartiríais un leve adiós antes de colgar y que guardases tu teléfono en el bolsillo de tu sudadera, suspirando pesadamente antes de bajar las escaleras. Mientras entrarías en el salón Calum aparecería por la puerta que daría al garaje, sus ojos conectándose con los tuyos. Inmediatamente podrías darte cuenta de su estado y de que no estaría muy feliz, ya que su piel se vería pálida, sus labios estarían curvados en una fina línea y su cuerpo se vería tenso.
— Hola, bebé. — Saludarías, viendo como dejaría las llaves sobre la encimera antes de lanzarse a tus brazos. Perderías un poco el equilibrio pero lograrías estabilizarte, envolviéndolo con tus brazos de vuelta. — He oído que no has tenido un muy buen día. — Calum se apartaría al oírte, mirándote con el ceño fruncido y su boca abierta a pesar de que sabría que no podría hablar. — Ashton llamó y me explicó que habías tenido un día duro y que te habían puesto en reposo vocal. — Él asentiría, agradecido por su hermano quien siempre estaría preocupándose por él y asegurándose de mantenerte informada cuando cosas así sucederían. — Siento que hayas tenido un mal día.
Presionarías tus labios sobre su frente, atrayéndolo de nuevo hacia tu cuello mientras él te abrazaría con fuerza. Un profundo suspiro saldría de su boca, apretando los ojos con fuerza al sentir como lágrimas comenzarían a formarse. Odiaría llorar frente a ti, se sentiría débil pero en esos momentos simplemente no podría soportarlo, se sentiría como una mierda y estaría molesto con sus amigos por hacerle esto a pesar de saber que sería la mejor opción. Desearía poder explicarte su horrible día para desahogarse y tal vez recibir algún beso de vuelta, pero sabría que no podría ni siquiera besarte porque se arriesgaría a pasarte el resfriado. No podría hacer nada de lo que querría y eso le frustraría, así que simplemente mantendría la boca cerrada y dejaría que lo consolaras.
El cuerpo de Calum se sacudiría levemente bajo tus brazos, mordiendo su labio inferior con fuerza para tratar de retener los sollozos. — Oh cariño. — Soltarías un suspiro, acunando con una de tus manos su nuca mientras que con la otra acariciarías su espalda. — Suéltalo todo, no pasa nada. — Calum se acurrucaría aún más contra ti, dejando salir un sollozo mientras tú moverías tu mano por su tensa espalda para tratar de calmarlo. — Está bien, amor. — Le asegurarías, tu corazón doliendo al escucharlo llorar entre tus brazos, sus lágrimas mojando la piel de tu cuello y tu camiseta. — Bebé, estás ardiendo. — Dirías al notar el calor irradiar de su cuerpo y tocando su frente con la palma de tu mano. Sus llantos lentamente comenzarían a morir mientras se apartaría para mirarte, sus ojos completamente rojos e hinchados y sus mejillas sonrojadas.
Calum sería una persona que normalmente irradiaría calor, pudiendo caminar por casa sin camiseta en pleno invierno y aun así su piel pudiendo estar completamente cálida. Pero en estos momentos el calor sería bastante anormal y podrías estar segura de que tendría fiebre.
— Venga, vamos a ducharte y a meterte en la cama. Buscaré la medicina mientras tú te duchas. ¿Has comido algo? — Preguntarías con ternura mientras limpiarías sus mejillas con tus pulgares. Calum negaría levemente la cabeza, sus ojos cansados cerrándose por un momento mientras descansaría el peso de su cabeza sobre tus manos. — ¿Tienes hambre? — Volvería a negar, demasiado agotado como para comer y solo queriendo estar en la cama contigo. — Bueno pues ves a darte una ducha para así sentirte algo mejor. Estaré allí en unos minutos, ¿vale? — Cal esta vez asentiría, cerrando sus ojos una vez más al sentir tus labios sobre su frente antes de caminar escaleras arriba.
Mientras Calum se desharía de su ropa tú buscarías algún medicamento que le hiciese sentir mejor, volviendo a subir a vuestro cuarto con unas pastillas, unas gotas para la tos, un paño frío para su fiebre, una caja de pañuelos, vixs vapor up y un termómetro. Una vez lo hubieses colocado todo sobre su mesita de noche, Cal emergería del baño con su pijama.
— Ponte unos calcetines, cielo. — Le dirías, sabiendo que comenzaría a quejarse del frío si no se metiese en la cama con ellos. El chico caminaría casi a rastras hasta el armario, sacando un par de calcetines antes de volver a la cama para colocárselos. Una vez puestos te inclinarías para besar su cabeza, Calum obligándote a sentarte a su lado al tratar de separarte.
Acabarías sobre su regazo, soltando una suave risa mientras él enterraría su cabeza contra tu pecho, sus brazos envolviendo tu cintura con fuerza y sintiendo que podría quedarse dormido en cualquier momento.
— Sé que estás exhausto pero voy a necesitar que levantes la cabeza un momento, bebé. — Le dirías, pasando una mano por su cabello que comenzaría a estar rizado de nuevo y ganándote un gruñido de su parte. — Lo sé, amor. — Suspirarías, continuando con la acción de enrollar mechones de su cabello entre tus dedos. — Solo será un momento. — Le asegurarías, el chico finalmente apartando su rostro de tu pecho para verte agarrar el termómetro. — Lengua arriba. — Dirías, aguantando el aparato antes de introducirlo en su boca. Él cerraría los labios alrededor de este mientras tú acunarías sus mejillas, acariciándolas con tus pulgares. Unos segundos después el termómetro comenzaría a pitar, provocando que Calum abriese su boca de nuevo para que pudieses mirar su temperatura. Un 38,8 ºC se podría leer en la pequeña pantalla, provocando que soltases un suspiro antes de girarte a mirar a Calum.
— Tienes casi 39 °C de fiebre, cielo. — Cal rodaría sus ojos con frustración, soltando un gruñido y recostando su frente contra tu hombro. Tú fruncirías el ceño, rodeándolo entre tus brazos y dejando que su cuerpo se relajase.
Después de unos minutos de silencio el chico se apartaría, sabiendo que aún debería tomarse las pastillas para comenzar a sentirse mejor. Besarías su caliente mejilla antes de entregarle una botella de agua que habrías traído junto con la pastilla. Él la tomaría rápidamente, haciendo una mueca antes de devolverte la botella, la cual volverías a dejar sobre la mesita de noche.
— Voy a ponerte un paño frío, debería bajarte algo la fiebre. — El producto estaría dirigido para niños y tendría una imagen de Mickey Mouse en este, pero nunca fallaría en haceros sentir mejor. Calum soltaría una pequeña risa al recordar la primera vez que hubieses tratado de hacerle utilizar el paño, el chico pensando que estarías loca si creías que te dejaría ponerle algo con la cara de Mickey Mouse.
— No me voy a poner eso. — Te habría dicho la primera vez que hubieses tratado de convencerlo.
— Pero te ayudará a bajar la fiebre, bebé. Además no es como si alguien fuese a verte, solo soy yo así que deja de lloriquear y póntelo. — Calum habría negado con la cabeza en protesta, siendo tan insistente como siempre hasta que finalmente habrías conseguido que te hiciese caso.
Ahora Calum se pondría el paño sin problemas incluso si alguno de los chicos vendría a visitarlo. Sabría que le ayudaría a encontrarse mejor así que dejaría que lo colocases sobre su frente, soltando un suspiro de alegría al notar el frío contra su piel. Sonreirías al besar su nariz antes de apartar sus brazos de alrededor de tu torso.
— ¿Estás congestionado? — Preguntarías a la vez que él apartaría su rostro para toser contra su codo al sentir como picaría su garganta. Trataría de aclarar su garganta apartándose de ti, manteniendo una distancia al no querer que tú también enfermases. — Está bien, Calum. Sigue tosiendo. — Animarías, acariciando su espalda mientras sus tosidos comenzarían a desvanecerse. Volvería a recostarse contra tu hombro, soltando un suspiro algo mareado después de toser tanto. — ¿Estás bien? — Preguntarías, agarrando sus mejillas para hacer que te mirase. Él sacudiría la cabeza con agotamiento, soltando un profundo suspiro. — Déjame ponerte algo de vixs, te ayudará a poder respirar bien. — Otro quejido saldría de su boca, mirándote con ojos suplicantes. Calum odiaría el olor y la sensación que dejaría en su cuerpo, sobre todo cuando su ropa se pegaría a él.
— Te hará sentir mejor y lo sabes. — Le dirías, agarrando el pequeño contenedor azul y quitando el tapón antes de poner un poco en tus manos. — Camiseta fuera. — Calum gruñiría de nuevo, pasando el material por encima de su cabeza y dejándolo a un lado de la cama. Era claro que estaría comenzando a irritarse.
Esparcirías el producto por su pecho, ganándote un puchero de su parte al sentir el olor llegar a sus fosas nasales.
— No me mires así, los dos sabemos que te ayudará y esta vez pondré también un poco alrededor de tu nariz. — Su ceño se frunciría al notar el producto contra su rostro. — De acuerdo ya puedes tumbarte, necesitas descansar.
Saldrías de encima de su regazo y apartarías las sábanas de su lado de la cama, dejando que se acomodase bajo estas una vez se hubiese puesto su camiseta antes de arroparlo. Soltaría un suspiro de satisfacción, dejando que su cabeza de hundirse en la almohada y su cuerpo se relajase.
— Ahora vuelvo. — Dijiste antes de agarrar los productos que habías subido para bajarlos de nuevo. Después de asegurarte de que todas las puertas y ventanas estarían cerradas volverías a la habitación, encontrándote con un Calum teniendo dificultades para mantenerse despierto, sus párpados cayendo de vez en cuando. Sonreirías suavemente al ver la pequeña sonrisa que se formaría en sus labios al notar tu presencia, no queriendo dormirse hasta que no estuvieses a su lado abrazándolo.
Calum parecería un niño pequeño mientras te observaría medio dormido, solo su cabeza saliendo de debajo de las sábanas con sus mejillas sonrojadas y el paño en su frente. Cerrarías la puerta de vuestra habitación antes de dirigirte hacia la cama, Calum dando media vuelta para verte meterte bajo las sábanas.
Apagarías la luz de tu mesita de noche dejando que la habitación cayese en una completa oscuridad, Calum acercándose aún más a ti antes de acurrucar su cabeza sobre tu pecho una vez más. Una de tus manos se movería hasta su cabeza, acariciando su cabello a la vez que rascarías suavemente su cuero cabelludo.
— Duérmete, ángel. — Le susurrarías, presionando un beso sobre su cabeza. Calum se removería un poco bajo tus brazos, un momento después pudiendo sentir sus labios sobre la piel expuesta de tu clavícula. No podrías evitar sonreír al saber que esa sería su manera de decirte lo mucho que te amaba en tales circunstancias, y él tampoco podría evitar hacerlo al oír tus palabras. — Yo también te amo, Cal. — En cuestión de segundos podrías notar su respiración más calmada y pequeños ronquidos saliendo de su boca.