La Némesis del Arcoíris

By JenChoice

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Cuando tu obsesión por ser el número uno es directamente proporcional a la animadversión apasionada que le ti... More

Capítulo 2: El Genio Incomprendido
Capítulo 3: Dos Genios de Mal Genio
Capítulo 4: No Molestar, Genios Rivalizando
Capítulo 5: Genio en el Paraíso
Capítulo 6: Jaque Mate al Genio
Capítulo 7: Genio Atrapado
Capítulo 8: Más Vale Genio en Mano que Genio Volando
Capítulo 9: Pacto de Genios
Capítulo 10: Genio que no Ve, Genio que no Siente
Capítulo 11: Genio que Ladra no Muerde
Capítulo 12: No hay Genio sin Espinas
Capítulo 13: El Corazón Roto de un Genio Herido
Capítulo 14: La Dulce Voz de un Pequeño Genio
Capítulo 15: El Genio Enamorado
Capítulo 16: La Canción de Amor del Genio
Capítulo 17: Nunca Digas a este Genio no he de Querer

Capítulo 1: El Niño Genio

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By JenChoice

A paso de trote, terminó de recorrer los escasos metros que lo separaban de la acogedora casa contigua que conocía tanto como la suya propia. Se plantó justo enfrente del gran enrejado de metal que incontables veces había atravesado a cualquier hora del día, pero que, a pesar de la confianza, nunca se atrevía a cruzar sin haber sido invitado por uno de los miembros de esa familia. 

     Tocó el timbre una sola vez y, al no recibir respuesta, como solía hacer desde que eran niños, se paró derecho, tomó aire y colocó las manos a ambos lados de la boca simulando un megáfono.

     —¡Kim Byeongkwan!

     Ni bien hubo exclamado el nombre de su mejor amigo, este se asomó por la ventana con una rebanada de pan sostenida entre los dientes y un vaso de leche en la mano. Con la otra, le hizo un gesto que indicaba claramente que esperase un momento, ante lo cual, el otro respondió con un gesto de exasperación.

     —No puede ser posible —susurró para sí mismo negando repetidas veces con la cabeza.

     La puerta finalmente se abrió y un jovencito de cabello grisáceo avanzó hacia él a la vez que inspeccionaba el contenido de su mochila para verificar si no olvidaba nada. Mientras cerraba la reja tras de sí, ya esperaba casi por inercia el habitual regaño de parte de su amigo de la infancia. Tres, dos, uno...

     —¿Quieres que lleguemos tarde a nuestro primer día de clases? ¿Y qué hay con ese cabello? ¿Te pasaste el peine por lo menos una vez?

     A veces se preguntaba si su amigo en verdad era menor que él.

     —No te preocupes, estamos a tiempo aún —respondió ignorando las dos últimas preguntas, mientras se colocaba una de sus casacas preferidas color verde limón—. ¿Te gusta mi outfit?

     Desde siempre la cábala de Byeongkwan había sido vestirse con sus prendas favoritas al pisar un lugar nuevo; en especial, ahora que empezarían una nueva etapa de sus vidas, conocerían a nuevas personas y vivirían aventuras emocionantes. O eso quería pensar.

     —Sí, me gusta tu vestuario —pronunció recalcando bien la última palabra—. Ya te he dicho que hables con propiedad, somos universitarios ahora, ¿entiendes?

     —Entiendo —contestó con voz cansada, más que acostumbrado a la actitud de su amigo.

     Sí, su emoción era tan evidente que no pudo evitar sonreír ligeramente aun después de haberlo regañado. Sería hipócrita de su parte negar que él también se encontraba emocionado porque al fin cumpliría su sueño de ir a la mejor y más prestigiosa universidad del país. Adentrarse en el mundo universitario había sido una de sus más anheladas fantasías desde que tenía uso de razón y descubrió lo que era estudiar.

     Al fin se disponían a avanzar cuando, de repente, un chirrido de llantas violentó el silencio representativo del lujoso barrio. Un deportivo rojizo pasó muy cerca de ellos con un sexagenario tatuado al volante y una chica muy joven como copiloto. Los dos gritaron una serie de barbaridades en los pocos segundos que duró su tránsito por esa calle, dada la velocidad a la que iban, hasta desaparecer en el anonimato.

     —No sé tú, pero eso me asustó, Channie.

     —Ay, por favor, gente de ese tipo siempre va a existir, incluso en nuestro barrio. Somos universitarios ahora, no puedes asustarte por tonterías así. ¿Ya no recuerdas acaso al cuarteto ese que nos hacía bullying a inicios de secundaria?

     —Cómo olvidarlo... —murmuró con voz tenue y suavizando la mirada—. Todo duró dos semanas, ya que le diste uno de tus sermones terroríficos al líder y junto con sus secuaces huyeron despavoridos.

     Ambos rieron ante ese recuerdo agridulce de aquellos días no tan lejanos de su tierna adolescencia. Desde que entraron a la primaria, habían luchado contra los bravucones, por lo que se habían ganado el acertado apodo de Dúo Dinamita. Valgan verdades, era en realidad el menor de los dos el que enfrentaba a los demás estudiantes sin importar su edad o lo intimidantes que se vieran.

     Kang Yuchan aparentaba ser un jovencito común y corriente, dulce como un helado por fuera, pero si te metías en su camino —y en el de sus padres y el de su mejor amigo, Kim Byeongkwan—, debías prepararte para conocer al monstruo que escondía dentro. Era precisamente dicho contraste de su personalidad el que horrorizaba a todos los que habían osado desafiarlo alguna vez en su vida desde la infancia y, al mismo tiempo, la misma razón por la que cautivaba a sus admiradoras y a cada persona que tenía la dicha de conocerlo. Y no, no era necesario usar la fuerza física en ningún momento cuando se contaba con un poder de convencimiento tan persuasivamente aterrador como el que poseía el chiquillo.

     —Por lo que veo, no nos llevará tu papá.

     —No, tenía una junta desde muy temprano, así que me contrató un taxi, ya que nuestro chofer está de vacaciones por unos días —explicó al mismo tiempo en que comprobaba en su iPhone qué tan cerca se encontraba el vehículo—. Dice que pronto tendremos que aprender a usar el autobús porque es necesario en caso de emergencias. Ni idea de cómo se hace eso, por eso me consiguió la última versión del Maps que tiene un radar satelital de última generación. Así será imposible perdernos.

     —Siento que tu papá nos está insinuando que debemos madurar.

     —Yo también siento lo mismo —comentó con una mueca de fastidio—. Mi mamá casi lo mata diciendo que podrían secuestrarnos, pero como ella también va a tener muchas reuniones estos días, tampoco podría llevarnos. Le dije que puedo defenderme solo y defenderte a ti, pero insiste en que un genio como yo no debe caminar desprotegido.

     En el aspecto de los estudios, no había que explayarse demasiado; más bien, todo se resumía en que Yuchan era un cerebro andante. Siempre había sido el mejor de su clase en todos los cursos, incluyendo música y deporte. Era el niño genio bien portado que todo padre estaría feliz y orgulloso de tener. Por si fuera poco y como un plus a todo lo anterior, el chiquillo era lindo. No era muy alto, mas sí esbelto, y sus ojos almendrados color café se iluminaban cuando los rayos del sol lo acompañaban por los pasadizos. Las chicas se volvían locas por él a cada paso que daba, y los chicos lo respetaban y admiraban. Existían muchos envidiosos, pero el aura temible del chico bastaba para que el resto mantuviera su distancia en todo momento.

     No obstante, por supuesto que también existía otro gran motivo solapado para todo este temor hacia el chico.

     La familia Kang era adinerada. Muy adinerada. Su padre era un apuesto y exitoso empresario hotelero que se había forjado un nombre a nivel mundial en dicho rubro, empezando a crear su compañía al poco tiempo de egresar de la universidad. De su madre, se podía resumir todo en una frase: reputada fiscal de IQ 115, y de rostro y figura envidiables. Asimismo, era la única persona en el mundo que podía poner a su hijo a raya sin que este se atreviera siquiera a rechistar. De ella, justamente, había heredado ese carácter tan contrastante que había vuelto loco a su padre, quien había terminado por pedirle matrimonio una docena de veces antes de obtener el ansiado sí. Su padre era la tranquilidad en la tormenta, el intermediario necesario en su familia de tres.

     —No entiendo por qué tendríamos que tomar autobús, tenemos el dinero suficiente como para pagar simplezas como son los taxis.

     —Bueno, mis padres siempre están hablándome sobre el valor del dinero; que no cae del cielo, que no crece en los árboles... Pero en tu caso, no lo entiendo. Podrías comprar la mitad de la ciudad si quisieras.

     —Pues sí, por eso tampoco lo comprendo —se encogió de hombros, confundido.

     La vida de Yuchan había transcurrido entre lujos, viajes y exquisiteces. Nunca había tenido ningún tipo de necesidad económica. El dinero no solo venía del trabajo de sus padres, sino también de cuna, ya que sus abuelos —tanto paternos como maternos— habían amasado una fortuna. Por ello, había pasado su infancia recibiendo lecciones de canto, violín, inglés, equitación, entre otros estudios. La atractiva fiscal se había encargado de inculcarle todas las artes posibles, anticipándose a la etapa escolar, a fin de que siempre fuera el mejor, así como ella. No toleraría jamás un hijo mediocre ni conformista. Finalmente, su severidad había dado frutos y su unigénito había ingresado a la más prestigiosa universidad del país en primer lugar para la carrera de Derecho, al igual que ella. Nadie se sorprendió; en realidad, no había forma en que un genio de su talla pudiera no aprobar ese examen. Los profesores de la escuela habían citado a sus padres para felicitarlos y entregarles todos los documentos necesarios para la inmediata inscripción del joven genio.

     A mediados del año anterior y en vista de que, igual que él, todos los estudiantes del último grado se preparaban para ingresar a las diferentes universidades del país, los profesores debían escribir una carta de recomendación detallando las habilidades y logros generales de cada alumno. Previamente, cada uno de ellos había pasado por una entrevista psicológica del colegio, tan solo como una formalidad necesaria para completar la serie de requisitos para presentar el dossier final a la institución en la hubieran sido aceptados los alumnos.

     Song Jiyun era una joven psicóloga que había sido contratada casi de emergencia, pues el anterior había tenido un accidente casero. Fue precisamente ella quien, tras haber conocido y observado a Yuchan muy de cerca ese último año de secundaria, esa vez pudo conversar largo y tendido con él, una mañana tranquila y soleada de junio. La sesión había tardado exactamente una hora con treinta y tres minutos y, para cualquier persona, todo habría sido muy normal. Porque, por favor, ¿quién no se sentiría orgulloso de entrevistar a un futuro líder de la nación?

     Pero la señorita Song no era cualquier persona. A pesar de su juventud, su capacidad de análisis era extremadamente perspicaz y diligente. Así, ella había sido la única en notar la suprema particularidad del joven genio que nadie jamás notó o, quizá, no se quiso dar el tiempo de notar, al haberse dejado cegar por su deslumbrante personalidad y logros académicos.

     Kang Yuchan era el ser más soberbio que había conocido en su vida.

     Desde su mirada hasta sus comentarios, era sutil, pero ahí estaba. No, no era normal la forma en la que gesticulaba cuando se expresaba acerca de los demás. Ella era totalmente consciente de que debía, por lo menos, dejar una advertencia solapada, una recomendación sutil, pero, al mismo tiempo, estaba segura de que no sería justo manchar el impecable expediente de un alumno estrella. Sería deshonroso que tanto él como su familia sufrieran las consecuencias de su análisis, por lo que decidió no incluir su pequeño descubrimiento. Después de todo, seguramente la vida universitaria le enseñaría lecciones que lo ayudarían a ser mejor persona, ¿no es así?

     Y se convenció a sí misma de que, tal vez, esa omisión suya no podría perjudicar en el futuro a un genio como él. Sin embargo, de lo que sí se arrepintió fue de no decírselo al propio Kang Yuchan. Aquel día resolvió no adjuntar la nota que había escrito, pero sí decidió conservarla para sí misma.

     Estimado Yuchan: Sé que eres una persona muy amada y admirada, pero si no mejoras esa actitud de mirar a todos por encima del hombro, vas a terminar muy lastimado o lastimarás a los demás. Eres un buen chico, pero quizá aún eres muy joven para saber que todos necesitamos de todos en este mundo. Cada uno de nosotros es importante, pero ninguno es indispensable. Un día, sé que encontrarás tu verdadero camino. Mucha suerte, pequeño genio.

     Esperaba, con toda la culpa que guardaba en su corazón, que el joven genio nunca necesitase leerla.

     Byeongkwan se acomodó la mochila a la espalda una vez más y suspiró profundo, logrando sacar a su mejor amigo de sus pensamientos sobre el futuro. Este se acarició el cabello con los dedos como era su altiva costumbre y sonrió de lado como el protagonista de manhwa que simulaba ser. ¿O era acaso el antagonista?

     —Con Kang Yuchan nadie se mete, y eso no cambiará en la universidad.

     —Lo sé.

     Por su parte, Kim Byeongkwan era un jovencito alegre y sensible, aunque un tanto despistado. A pesar de ser un año mayor que Yuchan, demostraba ser más infantil y, por supuesto, mucho más empático. Era su inocencia la que atraía a las personas, además de su bonito rostro y un sedoso cabello gris que cubría parte de su frente, dándole un toque misterioso a sus pequeños ojos felinos, que a veces delineaba con un lápiz naranja, por más que su amigo lo regañase. Los padres de Kwan —como solía llamarle Yuchan cuando estaba de buen humor— eran muy amigos de los Kang e incluso trabajaban para ellos, por lo que siempre bromeaban sobre ser jefe y subordinado en el futuro. Byeongkwan había sido siempre un amante del océano y los cursos de ciencia eran de sus preferidos, por lo que había optado por estudiar Biología, motivado a realizar una especialización en Biología marina en cuanto acabase la carrera.

     —¡Ahí está el taxi, Channie!

     —Sí, sí, ya lo vi, no grites.

     —Hoy empieza una vida nueva para nosotros.

     Los mejores amigos se miraron con aquella eterna complicidad antes de abordar el lujoso auto y, entre bromas y risas, se dejaron llevar hacia su destino para su ansiado primer día de clases.

     Lo que ignoraban en ese instante era que su reinado Dinamita estaba a punto de colisionar con un explosivo aun más letal.

⭐⭐⭐⭐⭐

¡Hola a todas/os! Mi nombre es Jen y les doy la bienvenida a mi primer fanfic de mis amados A.C.E babies. Desde hace mucho tiempo tenía esta historia en mente y al fin me animé a darle vida y compartirla con las/os Choices que aman a A.C.E tanto como yo. Como se habrán dado cuenta, se trata de un universo alterno universitario. Espero que disfruten esta historia tanto como yo lo hago escribiéndola.

¿Qué creen que suceda en el siguiente capítulo? Me encantaría leer sus teorías y opiniones sobre esta primera entrega.

Nos leemos pronto.

⭐Set to be a Heroine! JenChoice⭐

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