Capítulo 9: Pacto de Genios

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La persona más indeseable del mundo tapaba su perfecto ángulo de visión del mar de Hamdeok, la preciosa playa de arena blanca y aguas cristalinas de tonalidad azul turquesa, y una de las principales atracciones turísticas de la Isla de Jeju. Habían arribado en bus hacía más de una hora, después del agotador viaje en avión de cerca de tres horas, y él había aprovechado la lentitud de sus amigos en desempacar para instalarse en un buen lugar y apreciar la belleza y tranquilidad del océano a esas horas de la noche.

     ¿Ni siquiera en un lugar paradisíaco pretendía dejar de fastidiarlo?

     —¿Qué demonios quieres? Ya tuve suficiente con aguantarte en el avión, ¿no piensas dejarme en paz aunque sea en la playa?

     —El presidente Park quiere que me disculpe contigo.

     —No me sirven tus disculpas, así que lárgate de aquí.

     El niño de cabello rojizo no se movió ni un milímetro; es más, se sentó justo enfrente de él con un gesto desafiante. Donghun gruñó, encolerizado. El viaje recién había comenzado como para tener que hacer bilis tan pronto. Estaba más que decidido a agarrarse a golpes con el karma uno de esos días.

     —¿No me oíste?

     —No quiero crear un mal precedente en la universidad, ¿de acuerdo? —confesó, al fin—. Olvida lo que dije o dime algo peor y estaremos a mano. Además, me lanzaste papeles en la cara; eso cuenta como empate, ¿no crees?

     —Debí suponer que tu reputación es todo lo que te importa —concluyó, ignorando el último comentario.

     —¿Recuerdas el pacto que hicimos? —preguntó, cambiando de tema para ganar el interés del otro.

     —¿El de intentar separar a ese par?

     —Exacto; digamos que no podemos pelear antes de cumplir ese trato.

     Donghun, nuevamente, trasladó la vista al extenso horizonte, sintiendo la brisa marina acariciar su rostro, lo cual consiguió serenarlo un poco para tomar una decisión. Suspiró largamente y volvió a mirar a su enemigo.

     —De acuerdo, te perdono.

     —¡Pero si yo no me he disculpado! —objetó, indignado.

     —Como sea, ¿tienes un plan o no?

     —No, ¿tú tienes uno?

     —Creo que sí —insinuó con una sonrisa ladina—. Estaba pensando en...

     —Oh, espera; ¡es una estrella fugaz!

     Donghun calló ante esa inesperada interrupción y llevó la mirada al cielo. En efecto, una estrella brillante surcaba el cielo nocturno, alumbrando la tibia noche con su luminiscencia. Segundos después, chasqueó la lengua y volvió la vista hacia el niño rico. Este tenía los ojos cerrados y sus labios se movían en lo que supuso que era una petición a dicha estrella. Su expresión serena le recordó a la que le había visto después de su ataque de pánico el día que se habían quedado encerrados en el depósito de la biblioteca.

     —Y luego te ofendes cuando te llamo mocoso.

     —Y tú lo haces cuando te llamo amargado —murmuró sin abrir los ojos—. Y ya cállate que estoy pidiendo un deseo.

     —Apúrate que no tengo tu tiempo, mocoso insensato.

     —Ya, listo; ¿qué decías?

     Donghun rodó los ojos y se puso en pie, al mismo tiempo en que se sacudía la arena del short y la camisa. Se encaminó de regreso al hotel, siendo seguido por su odioso cómplice temporal. En los pocos metros que restaban para llegar cada uno a su habitación, acordaron encontrarse temprano al día siguiente para ultimar los detalles de su maquiavélico plan.

La Némesis del ArcoírisWhere stories live. Discover now