Killing Eddie

By marasehm

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Igor se ha quedado encerrado en un lugar de pesadilla con un psicópata que ha jurado amarlo para siempre. Ah... More

Preliminares
1. La mala suerte es consanguínea.
2. He visto las alas de un ángel, pero cortan.
3. Inocente de mí.
4. Pídele compasión a un monstruo.
5. Solo tendrás lo que hayas ganado.
Extracto del diario de Winston.
7. M-I-O.
8. Y si explota, ¿y si yo exploto?
9. La catatonia es una zona segura.
10. Pienso contar hasta que ya no respires.
11. La diferencia entre la vida y la muerte.
12. El sonido del dolor.
13. Nos vemos bajo el agua.
Fragmento de una llamada al 911.
14. El riesgo de mirar hacia atrás.
15. Nadie sufre con tanta belleza.
16. Deudas que pagar.
Extracto del diario de Winston.
17. Verdades y mentiras, bien y mal.
18. De cara al abismo.
19. V de venganza.
20. La verdadera locura.
21. Si el fuego nos consume, bailemos.
22. Fuimos etéreos/ojala no vieras lo que hice.
23. La puerta al perdón que nunca se abrió para mí.
24. El peso de la verdad me rompió la espalda.
25. Se acabó, ¿verdad?
Epilogo

6. La sangre es el nuevo lenguaje.

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By marasehm

Eddie.

He descubierto que me gusta verlo sangrar, pero detesto que llore. Quiero que deje de gemir y de llorar, necesito que pare de escupir sangre y de hacerme dudar. No sé que es lo que tiene que me hace querer joderlo de todas las maneras posibles.

Pero quiero que deje de llorar, en este mismo momento. Siento que se va a secar frente a mí y no quiero, no quiero, no quiero.

Lo que quiero es poder herirle sin que llore, lo cual no parece ser demasiado posible. Solo le saqué un molar, pero no deja de quejarse y de botar sangre por la boca. Es débil, delicado y asustadizo.

Vamos, no es para tanto, es solo un diente.

Veo que su pierna sigue sangrando, pero él tiene la culpa de eso. Al final terminé sacándole del confesionario cargado como si fuera una princesa. Espero que nadie me pregunte por qué decidí prolongar su agonía, ya que no sé como responder.

Solo sé que lo tuve ahí, en el suelo, llorando y sangrando y lo único que pude hacer fue sostenerlo. Su herida no es tan grave, pero puede infectarse y se ve tremendamente dolorosa. He tenido que castigarle con ello por estar jugando al mudo. Quizá un rayo de bondad me haya iluminado un poco, pero eso no significa que voy a dejar que este estúpido enano juegue conmigo. Le presioné la herida, incluso aunque ya se le había limpiado y vendado la noche anterior mientras estaba inconsciente, pero me importa una mierda, disfruté oírlo gritar porque se merecía un castigo.

Luego ha intentado joderme con jueguitos de palabras, como si fuera más inteligente que yo y he tenido que volver a castigarlo. Parece que le gusta que le joda, es como si disfrutara con cabrearme.

He considerado la posibilidad de que me está provocando para que le asesine. Pero ya ha perdido esa oportunidad, ya no tiene esa opción, al menos no por ahora.

No cuando he encontrado algo divertido y extraño bajo el confesionario, no cuando sangra con tanta pureza, no voy a dejarlo ir hasta que haya podido ver todo lo que puede ofrecer. Quiero presionarle tan fuerte hasta que se rompa. Quiero descargar en él toda la rabia que llevo dentro.

No sé si merece algo como eso, algo como yo, pero la verdad es que no me importa. A veces en la vida no tenemos lo que nos merecemos y eso hay que aceptarlo, ha caído aquí por alguna maldita razón y yo no soy quién para llevar la contraria.

Sin embargo, tengo las manos frías, como congeladas. Me he quedado plantado en mi sitio cuando en realidad debería estar sacándole el cuarto diente, por lo menos. Y no he podido seguir, no después de que llorará tan fuerte y se retorciera. Anoche su piel era blanca, pálida.

Esta mañana a pesar de la luz todo en su cuerpo es rojo. Tiene las manos resentidas donde la cuerda le ata a la ventana, tiene la cara roja por el golpe que le di, de su boca no deja de salir sangre al igual que de su pierna.

Es algo que generalmente disfruto, pero a él no quiero verlo así. Quisiera que se quedara quieto, o dormido, donde no me hiciera enojar de ninguna manera.

Necesito observarlo, inspeccionarlo a fondo para poder decidir que hacer con él. No le he pedido su opinión al cuchillo ni tampoco a Jesucristo.

Me parece que esta mañana llueve, estamos en el sótano. En la vivienda que me permite tener Branch por buen comportamiento, según él. Pero yo sé lo que realmente piensa, sé porque me permite tener este lugar, aunque él no lo diga.

Aquí adentro, el calor de la sangre no permite que tengamos frio. Me acerco un paso a él mientras me mira con horror y con algo que se me hace más conocido y gratificante; me mira con respeto.

Eso era lo que quería de él, por eso he tenido que enseñarle como respetarme mientras le permito estar vivo en mi espacio.

Me pertenece a mí, me pertenece a mí y tiene que respetarme.

No sé para que lo quiero, pero lo quiero. Lo he estado esperando incluso sin saberlo.

Alzo el alicate, mientras él me observa desde abajo mareado y casi al borde de la inconsciencia, se ha ganado que le saque los dientes por sobre las uñas así que yo tengo que cumplir. Soy un hombre de palabra. Soy un soldado.

Pero cuando le observo con detenimiento para decidir con que diente continuar, él sigue llorando. No sé cuanto más puede llorar, pero maldición, quiero y necesito que deje de hacerlo porque me jode muchísimo la cabeza.

¿Qué clase de maleficio carga en las lágrimas?

Titubeo, mientras él se permite respirar fuertemente. No puedo evitar acercarme un poco más, él se aleja por instinto y ese gesto me gusta. No sé porque, pero me genera satisfacción colocar mi voluntad por sobre la suya, me genera fascinación verlo seguir luchando, aunque sabe que solo será lo que yo desee hacer de él. Por eso me gusta cuando se resiste, porque lo hace genuinamente, tiene un espíritu rebelde que quiero domesticar, incluso aunque sea un poco.

Sé que he tomado una decisión, sé que he lanzado la moneda y que él se ha ganado su castigo, pero quiero que deje de llorar. Y si le saco los dientes, entonces nunca podré verlo sonreír y eso me jode un poco.

Maldición, ¿Qué infiernos estoy pensando? ¿Desde cuando yo quiero ver a un marica sonreír? Siempre me han generado repulsión y desagrado.

Pero él no. Él no es como los demás.

No es como los otros que se esconden en las habitaciones para protegerse unos a los otros. Los he visto llegar, y hacerse de algún prisionero que les salve la vida, luego se mueren y yo sonrío.

Pero él no es así. No esta rogando por su vida ni esta llorando para que le proteja. ¿Quiero que lo haga? No, no es eso lo que quiero. Si se me acercara con esas intenciones le estrangularía por ofenderme así. No soy homosexual, ni siquiera me ha interesado consumar esas facetas en el tiempo que llevo encerrado aquí con puros tíos, no recuerdo cuantos años son, pero son suficientes para saber que no me interesa.

Y sin embargo él, él y sus estúpidas lágrimas.

Quiero preguntarle como se llama, pero él aún tiene la boca llena de sangre y no quiero que manche su nombre desde el principio. Tal vez puedo averiguarlo afuera, de todos modos, necesito escabullirme hasta la enfermería después de las cinco para sacar unos cuantos analgésicos y otras cosas que me son imperiosas para curar las heridas que se ha buscado por insolente. Debería arrodillarse por lo amable que puedo llegar a ser.

Lo veo boquear y escupir en un ciclo repetido. Suelto el alicate de nuevo en el archivero, adentro solo tengo un cuchillo de repuesto, unas afeitadoras que le he sacado a algunos idiotas y la ropa de algunos de los difuntos que entraron aquí justo como él. Alguna me sirve, alguna simplemente me gustaba y ya está, me la quede. La tela me ha funcionado como venda para las heridas del niño.

Antes de poder hacer cualquier otra cosa, escucho pasos en el techo. Son varios, la madera cruje un poco por lo que asumo que se trata de al menos dos hombres. Son enfermeros, o los estúpidos guardias de Branch. Agarro el cuchillo y me acerco al pequeño en un movimiento rápido, le paso la hoja por la garganta y él me mira aterrado. Yo le sonrío.

—Voy a salir a ver qué quieren los visitantes —digo, mientras él me analiza asustado y tembloroso —Si haces un solo ruido que me delate, les voy a sacar las tripas a ambos. Y cuando te haya terminado de quitar los dientes, voy a hacer que te las tragues ¿Entendido? —finalizo.

Su expresión muestra aún más miedo. He decidido que la palabra miedo no me gusta cuando se trata de describir algo que él siente hacia mí, así que simplemente diré que su mirada está llena de respeto. Sé que puede ser un buen chico, y en realidad deseo que no me obligue a cumplir mi amenaza.

Él solo mueve la cabeza afirmativamente. Me complace, me obedece. Una emoción extraña me pasa por el pecho, así que retiro el cuchillo de su garganta y lo observo en silencio. Me permito pasarle un dedo por el rostro mientras cuento los pasos arriba de mí. Van diecinueve, tengo por lo menos diez segundos antes de que toquen a la puerta del sótano.

Yo tenía razón. Su piel es suave y libre de vellos. Tiene el cabello desordenado y sucio, pero es delicado y lacio. Sus facciones y atributos me asquean, me repugnan porque se parecen demasiado a todo lo que he odiado por mucho tiempo, y sin embargo me veo tentado a tocarle, a ver si mi miedo a ello es real. Pero no pasa nada, cuando le toco la cara no pasa nada y la sensación me hace cosquillas en las huellas de los dedos, quiero seguir, no sé por qué, estoy embobado con sus lágrimas y su estúpida piel delicada.

Quizá lo que tengo que hacer es quitarle ambas, desollarlo por completo y guardarme su piel en alguna parte donde pueda acariciarle sin que sus ojos me perturben de esta manera. Sé dentro de mí que no puedo. Incluso aunque le matara en este instante, conservaría su cuerpo para observarlo, para pasarle los dedos por el rostro y el cabello. Él sigue en silencio todo el tiempo, yo sé que se ha rendido de decir cualquier cosa que yo pueda usar para cabrearme, y es un movimiento inteligente de su parte, por ahora lo prefiero así: callado, obediente, sin nombre.

—Si te quedas en silencio, te doy mi palabra de que no voy a arrancarte nada más, te doy tus analgésicos y te suelto los brazos ¿Trato? —pregunto, escuchando mis propias palabras incrédulamente.

Pero lo he dicho todo en serio. Estoy dispuesto a darle un respiro si se porta bien. Así funciona el mundo, ¿no?, una recompensa por la obediencia y un castigo por el reto.

Me ha retado, le he castigado.

Veremos si se porta lo suficientemente bien.

Veinticinco en mi cabeza y luego el toque de la puerta. Le sonrío al mismo tiempo que me enfundo el cuchillo en la espalda. Le estoy dando un voto de confianza, que no me defraude, que se contenga, que no actúe como un imbécil, que pare de llorar.

Subo las escaleras de madera con rapidez, son diecisiete, quito el seguro de la puerta y me llevo la mano a la espalda, estoy preparado para cualquier movimiento brusco que se le ocurra a estos imbéciles.

Al abrir, Ramsey me mira con curiosidad un momento. Es el jefe de enfermeros, y detrás de él se encuentra otro hombre vestido de guardia. Ambos me miran con sospecha.

—Eddie —murmura el enfermero. Es un poco más bajo que yo, pero de primera mano sé que es fuerte como el demonio y que siempre lleva tranquilizantes encima, y una pistola. Si intentan entrar o llevarse al pequeño, no tendré demasiado tiempo para neutralizarlos.

Abajo reina el silencio, eso me hace sonreír.

—¿Qué sucede? —pregunto tratando de sonar informal.

—Estamos buscando a un paciente —expresa Ramsey, yo me esfuerzo para parecer desinteresado —Es nuevo.

—¿Qué tiene eso que ver conmigo?

—No te hagas el inocente, Gordon dice que lo vio entrar aquí anoche. —continúa diciendo él, yo sonrió de manera inocente —Ya sé cómo terminan todos los que se meten aquí. Branch es condescendiente contigo porque eres el único que coopera en sus terapias, pero tampoco tienes carta blanca, Eddie, y este es importante.

—No tengo nada que ver, aquí no ha entrado nadie.

—Estás mintiendo.

—¿Y qué?

—Maurice quiere al niño de vuelta.

—¿Niño? Vaya, creí que solo admitían enfermos mentales como todos nosotros, pero hasta ahora se limitaban a hombres. Veo que comienzan a expandirse.

—No sé cuanto años tenga, no me importa. Me mandaron a llevarle de nuevo a su habitación o a recoger su cuerpo ¿Cuál de las dos será entonces, Eddie?

Yo sonrío.

—No he matado a nadie últimamente.

—Entonces está vivo.

—¿Quién? —pregunto, Ramsey me asesina con la mirada y yo comienzo a sentir la mano caliente. Si sigue insistiendo en quitármelo le voy a taladrar los huesos con el cuchillo, no se lo va a llevar ahora que se porta bien. Lo dije anoche, entro aquí, así que es mío.

—No juegues conmigo. No entiendo que es lo que Maurice considera tan especial en ti, no eres más que otro demente.

Vale, me esta provocando, esta pidiendo que le muestre un destello. No me gusta cuando me llaman demente, me hace sentir igual que todos y me molesta. Así que voy a enseñarle, solo que no puedo hacerlo en este momento, lo tendré presente por si llego a encontrarlo solo alguna vez.

Yo me limito a soltar una carcajada, puedo imaginarme lo que voy a hacerle. Quizá una marca en la cara, o tal vez le pueda atravesar las bolas con el cuchillo. Eso debe doler, ¿Eso es algo que haría un demente, Ramsey?

—He dicho que no sé nada.

—Vale, me rindo. Mátale si quieres, me importa una mierda, yo tampoco sé quién demonios es, Maurice esta neurótico con que hay que encontrarle, y si se entera de que tú lo retienes aquí seguro se va a enojar.

Yo alzo los hombros restándole importancia.

—Te avisaré si veo a algún niño.

Ramsey tuerce los ojos, disgustado.

—Se llama Igor, Maurice dice que es muy joven, quién sabe. Gordon le dejo escapar por uno de sus estúpidos secretos, da igual, haz lo que quieras, Eddie.

Sonrío con tranquilidad antes de cerrarle la puerta en la cara.

Saco la llave del bolsillo y le pongo el seguro. Afuera, Ramsey resopla exasperado.

Bajo las escalas lentamente y lo encuentro justo donde lo deje, callado y obediente. Se ha portado tan bien que me hace sentir orgulloso.

Se llama Igor. Nunca escuché ese nombre antes, pero tener una manera de llamarlo se siente como si nos estuviéramos acercando, y no sé cuantos años han pasado desde que me acerqué a alguien de ninguna manera.

Él me mira con curiosidad, se ve pálido y desmejorado con cada momento que pasa. Tiene los labios hinchados y levemente enrojecidos por la sangre.

Me desarmo del cuchillo y camino hacia él, lo siento temblar levemente, aunque trata de reprimirlo. Desato el nudo que había formado alrededor de los barrotes, y cuando los brazos caen en sus costados él suspira de alivio.

Me arrodillo frente a él para mirarle directamente a la cara.

—Así que te llamas Igor —digo, con curiosidad. Él solo me dedica un asentimiento, se esta frotando las muñecas, tiene marcada la cuerda y el nudo.

—Escuchaste mi nombre, ¿Verdad? —pregunto. Nuevamente él asiente, en este momento me agrada su silencio, no esta intentando manipularme ni cabrearme más. Ha comprendido que cumplo mis promesas y él me ha enseñado lo inteligente que es. Sé que quiere seguir vivo.

No sé si puedo prometerle eso.

—Muy bien, he cerrado con llave. Si veo que intentas, aunque sea una sola vez salir de aquí, te voy a matar ¿Queda claro? —le digo con naturalidad, mientras observo sus ojos grises.

Esta vez se decide a hablar.

—C-claro. —responde en un balbuceo, pero su mirada esta llena de curiosidad, sé que quiere preguntarme algo, incluso si esta asustado.

—Bien.

—¿Vas a sacarme los...?

Niego con la cabeza.

—Un trato es un trato.

Él asiente.

—Esto es como cualquier otra cosa, no me cabrees y quizá te mantengas completo. No se te olvide quién manda y lo que te va a pasar si me haces enojar, ya está. Es el orden crucial.

Igor traga saliva mientras yo sigo observándole.

—Este lugar...El sanatorio...

Yo me río con verdadera emoción, vaya, es tan obvio que no sabe nada que incluso resulta un poco cruel.

—Esto no es un sanatorio, Igor. —le suelto mientras él me observa horrorizado, yo paso un dedo nuevamente por su barbilla —Esto es una prisión. 

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