Irresistible Error. [+18] ✔(P...

By KayurkaRhea

76M 3.6M 13.7M

《C O M P L E T A》 ‹‹Había algo extraño, atrayente y oscuramente fascinante en él›› s. Amor: locura temporal c... More

Irresistible Error
ADVERTENCIA
Capítulo 1: La vie en rose.
Capítulo 2: La calma antes de la tormenta.
Capítulo 3: In vino veritas.
Capítulo 4: Rudo despertar.
Capítulo 5: El placer de recordar.
Capítulo 6: Podría ser rabia.
Capítulo 7: La manzana del Edén.
Capítulo 8: Mejor olvidarlo.
Capítulo 9: Tiempos desesperados, medidas desesperadas.
Capítulo 10: Damisela en apuros.
Capítulo 11: Bona fide.
Capítulo 12: El arte de la diplomacia.
Capítulo 13: Leah, eres un desastre.
Capítulo 14: Tregua.
Capítulo 15: Provocaciones.
Capítulo 16: Tentadoras apuestas.
Capítulo 17: Problemas sobre ruedas.
Capítulo 18: Consumado.
Capítulo 19: Conflictos.
Capítulo 20: Oops, lo hicimos de nuevo.
Capítulo 21: Cartas sobre la mesa.
Capítulo 22: Efímero paraíso.
Capítulo 23: Descubrimientos.
Capítulo 24: Compromiso.
Capítulo 25: El fruto de la discordia.
Capítulo 26: Celos.
Capítulo 27: Perfectamente erróneo.
Capítulo 28: Salto al vacío.
Capítulo 29: Negocios.
Capítulo 30: Juegos sucios.
Capítulo 31: Limbo.
Capítulo 32: Rostros.
Capítulo 33: Izquierda.
Capítulo 34: Bomba de tiempo.
Capítulo 35: ¿Nuevo aliado?
Capítulo 36: El traidor.
Capítulo 37: La indiscreción.
Capítulo 38: Los McCartney.
Capítulo 39: Los Colbourn.
Capítulo 41: Mentiras sobrias, verdades ebrias.
Capítulo 42: El detonante.
Capítulo 43: Emboscada.
Capítulo 44: Revelaciones.
Capítulo 45: La dulce verdad.
Capítulo 46: El error.
Capítulo 47: Guerra fría.
Capítulo 48: Cautiva.
Capítulo 49: Aislada.
Capítulo 50: Puntos ciegos.
Capítulo 51: La lección.
Capítulo 52: Troya.
Capítulo 53: Deudas pagadas.
Capítulo 54: Caída en picada.
Capítulo 55: Cicatrices.
Capítulo 56: Retrouvaille.
Capítulo 57: Muros.
Especial de Halloween
Capítulo 58: Punto de quiebre.
Capítulo 59: Resiliencia.
Capítulo 60: Reparar lo irreparable.
Epílogo
AGRADECIMIENTOS
EXTRA: La elección de Alexander.
EXTRA: Vegas, darling.
EXTRA: Solo para tus ojos.
ESPECIAL 1 MILLÓN: El tres de la suerte.
EXTRA: El regalo de Leah.
EXTRA: El balance de lo imperfecto.
Extra: Marcas de guerra.
ESPECIAL 2 MILLONES: Waking up in Vegas.
ESPECIAL 3 MILLONES: The burning [Parte 1]
ESPECIAL 3 MILLONES: The burning [Parte 2]
ESPECIAL 4 MILLONES: Entonces fuimos 4. [Parte 1]
ESPECIAL 4 MILLONES: Entonces fuimos 4 [Parte 2]
ESPECIAL 5 MILLONES: Ámsterdam [Parte 1]
ESPECIAL 5 MILLONES: Ámsterdam [Parte 2]
ESPECIAL 5 MILLONES: Ámsterdam [Parte 3]
LOS VOTOS DE ALEXANDER
COMUNICADO IMPORTANTE
Especial de San Valentín
Especial: Nuestra izquierda.
Especial: Regresar a Bali
¡IMPORTANTE! Favor de leer.

Capítulo 40: Los Pembroke.

535K 35.2K 86K
By KayurkaRhea

(Maratón 3/3)

Abraham

La tensión en la atmósfera era palpable.

Los ojos de Leo eran tan filosos como dagas, reflejando el inmenso deseo que sentía de clavármelas a la más mínima provocación, aunque no estaba seguro de quién haría el primer movimiento, si él o el hijo de Byron, que parecía querer incinerarme vivo.

Su padre por otro lado, lucía tranquilo y colectado.

Yo los observé como quien evaluaba la rentabilidad de sus inversiones, como quien trataba de decantarse por el número que resultase más redituable.

Era como si todos estuviésemos dentro de un tablero de ajedrez, esperando que el oponente hiciera el primer movimiento para poder atacarlo.

—¿Y bien?—presionó Leo con voz áspera.

Abrí un folder y les tendí una copia del contrato prenupcial a ambos hombres; el hijo de Byron se inclinó cerca de su padre en cuanto éste lo tomó para analizarlo, mientras mi otro invitado casi me arrancó el brazo al momento de arrebatármelo.

Él era muy inteligente, pero también temperamental y volátil, y esperaba que en esa ocasión, su temperamento jugara a mi favor; con el juicio nublado por la cólera, era más sencillo sentirse acorralado sin siquiera buscar la salida.

—Esto es ridículo—ladró ofuscado alzando la cabeza y perforándome con sus afiladas orbes.— Es una penalización absurda, Abraham. Es más de lo que recibirías durante los primeros tres años de su matrimonio y eso si te concedíamos una participación de mayor porcentaje en las utilidades de mi empresa.

—¿Lo es? Me parece lo justo—entrelacé las manos sobre mi estómago, evaluándolo con dureza.— Aunque debería aumentar la penalización por la forma tan reprobable de actuar de tu hija. Quizás debí prever su falta de clase y establecer una cláusula penal por adulterio.

—No t...

—Eso sería una estupidez—intervino el hijo de Byron, sus ojos fijos en los míos.—¿Dónde está el adulterio en esta situación?—cuestionó inclinando su cabeza a un lado levemente, desafiante.

—Alexander—advirtió su padre.

—No sé si conozcas el concepto de adulterio, pero ella está casada conmigo, y hasta donde yo sé, no me engañó a mí, así que, te repito, ¿dónde está el adulterio?—continuó, ignorándolo.

Me sostuvo la mirada sin vacilar por unos segundos más, las palabras muertas en mi lengua mientras trataba de encontrar una buena respuesta para desacreditarlo.

—Además, yo tendría cuidado de lo que saliera de mi boca si fuera tú, después de todo, eres el que está babeando como un perro por unas cuantas monedas nuestras, ¿no es así?

—Cuidado, estás hablándole a mi padre, no a un amigo—advirtió Jordan desde su lugar.

—Nunca dije que fuésemos amigos—respondió con desdén.— Claramente nunca podríamos serlo.

—Basta, es suficiente—reiteró Byron con tono tajante.

—Da igual, no estamos aquí para discutir los valores que tenga o no tenga la chica.

—Los valores que ella posea o no, es cosa mía, así que no te metas—aseveró Leo en tono amenazante.

—Entonces, ¿cuándo harás las cesiones monetarias y accionarias?—pregunté para quitarme de encima al chico.

Movió su pie bajo mi escritorio, como si estuviera sopesando la mejor opción para ganar ventaja en la partida.

—Cuando analice el contrato.

Resoplé por la nariz a modo burlón.

—Lo único que tienes que analizar es la manera en que me transferirás lo que me debes.

—De nuevo—espetó hastiado—, lo que estipulas es ridículo, no te daré un carajo.

—Puede que sea ridículo, pero tu hija debió pensarlo mejor antes de correr detrás de alguien que no le correspondía, o en su defecto, antes de firmar un contrato sin leerlo.

Tensó la mandíbula y me fulminó con la mirada; era evidente que la unión de Leah con el hijo de los Colbourn lo molestaba sobremanera, y yo no pararía de hacerle escocer la herida hasta que accediera impulsado por la cólera.

—¿Por qué estás tan desesperado por conseguir el dinero?—intervino de nuevo el imprudente hijo de Byron.— ¿De qué tienes miedo?

—De que no salden sus deudas, por supuesto—respondí impertérrito, sin inmutarme.

—Lo dudo, no es como si fuésemos a caer en estado de insolvencia de la noche a la mañana—se inclinó en su silla hasta que posó los codos sobre la madera—¿No será algo más? ¿Que el contrato sea nulo, quizás?

Su cara estaba teñida de suspicacia y el arco de su ceja tildado de sagacidad. Era un chico listo, podía notarlo por su forma de conducirse, pero podía no ser lo suficiente.

—¿Por qué sería nulo? Ella lo firmó.

—Lo firmó con posterioridad a nuestro matrimonio.

Mi hijo lanzó un siseo desde su lugar, su rostro contorsionado por la molestia.

Le dediqué una corta mirada antes de centrarme en mi indeseable invitado de nuevo. Estaba resultando ser un dolor más grande en el culo que el mismo Leo, y eso era decir bastante.

—Las cláusulas de pena no son nulas, están unidas a supuestos que nada tienen que ver con su matrimonio. Están ligadas a hipótesis de penalización que establecen cesiones de derechos, acciones y aprovechamiento de utilidades, y se actualizan porque no se llevará a cabo una unión entre mi hijo y la chica McCartney.

Arrugó los labios y por primera vez me sentí satisfecho con haberle cerrado la boca.

—Entiendo que ese es el objetivo del contrato prenupcial, pero lo que exiges por el incumplimiento es lesivo, es demasiado—objetó Leo—¿Cuarenta por ciento de sus utilidades por cinco años? ¿Sabes cuánto dinero es eso?

Tuve que luchar para contener la sonrisa que amenazaba con surcar mis labios. Por supuesto que sabía, el porcentaje estaba ahí por una razón, y yo ya podía percibir la suave textura de los billetes chocando contra mis dedos a la hora de contarlos.

—Claro que lo sé.

—Estás hablando de millones, Abraham.

Bingo. La chica McCartney era mi boleto de la lotería para acrecentar el capital de mi empresa y cotizarla a un precio mayor en la bolsa. Quizás no era tan redituable como una nuera, pero funcionaba bastante bien.

—Y una muy buena suma si también planeas poner las manos sobre nuestro dinero—añadió Byron despegando por fin la vista del contrato.

Mis comisuras se elevaron en el esbozo de una sonrisa de satisfacción. ¿Podía haber resultado mejor el chistecito de la idiota de Leah? Lo dudaba en verdad. Gracias a su estupidez, me había colocado en una posición donde no habría pérdidas, sólo ganancias, y cortesía de las familias más adineradas de este círculo.

Agradecí al cielo por las mujeres, por ser seres tan simples, insulsos y manipulables.

—Supongo que tampoco tienes opción, Byron. El patrimonio de tu hijo se ha mezclado con el de la chica, y gran parte de él pasará a mis manos a través de ella.

Chasqueó la lengua, pensativo. Tampoco estaba feliz con la perspectiva de perder dinero, pero no parecía ni la milésima parte de iracundo que Leo.

—Lo sé, pero en caso de que decidiera pagar por el incumplimiento, nuestras pérdidas no serían tan graves—explicó tranquilamente el hombre, acomodándose los anteojos sobre el puente de la nariz, la luz que se colaba por las ventanas reflejándose en su incipiente barba clara.

—No voy a pagar una mierda a esta rata—espetó Leo, altivo y decidido, perforándome con los ojos.

—Tendrás que hacerlo, o de lo contrario tendré que recurrir a acciones judiciales de ejecución que serían muy vergonzosas para ti y tu empresa.

—No me importa, no recibirás un solo centavo de mi parte, esto es una ridiculez y no seré parte de ella.

—Lo harás si no quieres que los intereses por lo que debes se coman a tu compañía—insistí sereno, con una nota de amenaza escondida detrás.

—¿Cómo puedes exigir algo cuando la base de tu acción es nula? Leah no tenía idea de lo que estaba firmando siquiera, esta mierda que me presentas está viciada, porque ella jamás accedió a firmar esto.

—Lo hizo conscientemente, sabía que estaba firmando un contrato prenupcial, yo no veo vicio de ningún tipo—argumenté sin inmutarme.

—Es el nombre que le pusiste a esto—agitó los hojas, airado—, pero lo que en realidad la hiciste firmar fue un jodido contrato sobre cesiones del que ella no tenía idea.

Me encogí de hombros. Tenía razón, pero probar que ella no estaba consciente de lo que firmaba sería mucho más complicado que acreditar que en efecto, ella sabía a lo que se comprometía, principalmente porque la prueba palpable y fehaciente estaba en mis manos.

—Si sabía lo que firmaba o no, no es el punto. Lo es que debes pagar por los errores de tu hija ahora—me incliné hasta golpear la madera con mi índice—, y entre más pronto lo hagas, mejor.

—No te daré un carajo, ya te lo dije.

—No seas intransigente, Leo. Piensa las cosas con proyección. A la larga te resultará peor no hacerlo.

—No voy a someterme a tus ridículas pretensiones.

—Te recomiendo que lo hagas.

—He dicho que no, y haz lo que quieras al respecto.

Dejó las hojas sobre el escritorio, se recargó en el respaldo y me observó de manera decisiva, sus penetrantes ojos creando cráteres en mi cara.

Mis dientes chocaron invadido como estaba por la exasperación que me provocaba la terquedad y determinación de aquel hombre.

Respiré un par de veces para no perder los estribos y que las emociones no nublaran mi mente. Debía analizar cada factor con racionalidad, y no podría hacerlo si permitía que él continuara calándome hasta los nervios.

—La otra opción, que ya te había mencionado por cierto, si no deseas pagar, es que Leah se case con Jordan al menos un año. Si lo analiz...

—No—me cortaron al unísono Leo y el hijo de Byron, tajantes.

Un incómodo silencio se instaló después de la dura declaración. Leo giró su cabeza para mirar al chico, que permanecía con la vista fija en mí.

Quise reírme, porque me resultaba difícil aceptar que el idiota la quisiera para algo más que un simple revolcón. Era demasiado joven para pensar en algo tan serio y definitivo como un matrimonio, y aún así, ahí estaba, defendiendo su estúpido e insulso idilio pese a las malas probabilidades.

Aunque dudaba que sus intenciones fueran algo bueno. Quizás sí era un hombre muy inteligente, y no quería dejar ir la mina de oro en bruto que representaba la hija de los McCartney. Si jugaba bien sus piezas, podía ser que se convirtiera en el dueño de una fuente inagotable de recursos.

Era lo único bueno que tenía la chica, y lo único que me dolía perder, en verdad.

—Yo no quiero casarme con ella—objetó Jordan crispado.

—Ah, no te preocupes, eso no va pasar—el chico se giró hacia mi hijo y él bufó en respuesta.

—Creo que me merezco algo mejor que una...

—Jordan—lo detuve antes de que una estupidez saliera de su boca. No quería complicar más las cosas.

Leo le lanzó una mirada envenenada desde su lugar, pero se abstuvo de emitir palabra.

—Si no van a considerar lo del matrimonio, entonces lo más sensato es saldar la deuda—expliqué para ambos.

—De nuevo, el contrato es nulo. No hubo voluntad ni conocimiento de su parte—argumentó de nuevo.

—Oh, lo hubo. Ella sabía lo que estaba firmando—repetí también.

—No es verdad.

—¿Cómo puedes probarlo?

—Ella debería estar aquí—acotó interrumpiendo nuestra discusión el chico, altivo y seguro.

—Mi hija no tiene nada qué hacer aquí—lo desacreditó Leo con tono ácido.

—Sí tiene—insistió, cruzándose de brazos.— Al fin de cuentas fue quien lo firmó, ¿no? Si hay alguien a quien le concierne esto, es a ella.

—Alex—intentó detenerlo su padre, pero la lengua del chico era rápida en la misma medida que letal.

—Ya es mayor, debería ser parte de sus propios actos y decisiones.

Mi hijo soltó una risita.

—Esa es sólo una pobre excusa para verla, ¿no es así? Qué lástima que las cosas entre ustedes terminen tan mal.

¿Mal?—se burló, clavándolo con la mirada, una lenta sonrisa de satisfacción surcando sus labios.— No sabes lo bien que terminan las cosas entre nosotros siempre que estamos juntos—declaró con un tono que dejaba muy claro el sentido del comentario.

—Jordan—lo llamé para detenerlo cuando el enojo ensombreció sus facciones.

—Byron, por última vez, controla a tu hijo, o tendré que hacerlo yo—pidió Leo con la mandíbula tensa y sus ojos echando fuego.

—Ya fue suficiente—el aludido dejó las hojas sobre mi escritorio ofuscado.— Dejémonos de tonterías y terminemos con esto. Si no vamos a llegar a ningún acuerdo al respecto, mejor saberlo ahora, tengo mejores cosas que hacer que estar en una pelea de niños.

—Demandaremos la nulidad—me amenazó con tono oscuro mi otro invitado, recuperando la capacidad de hablar luego de las vulgares declaraciones del chico.

—¿No pagarás entonces?

—No.

—Bien, la vía judicial será entonces—mis comisuras se elevaron en una pequeña sonrisa.— Espero que disfrutes perder tu empresa a causa de los intereses.

—Claro, lo que tú digas—se incorporó y acomodó su saco.

—Esperaré tu demanda.

—Por supuesto—sonrió con suficiencia, antes de dedicarle una corta mirada a Byron, que se había puesto de pie a su lado con expresión aburrida.— Colbourn.

Asintió a modo de reconocimiento, y antes de que saliera, lo detuve.

—Salúdame a tu hija de mi parte, por favor.

Resopló mordaz, negó y giró sobre sus talones antes de darnos la espalda y salir por la puerta.

Asumí que Byron se quedaría para continuar charlando sobre dudas o posibles soluciones alternas, pero no. Suspiró y tomó la copia del contrato.

—Qué pérdida de tiempo—dijo arisco y se acomodó de nueva cuenta las gafas antes de alzar la cabeza hacia mí.— Te veré luego, Pembroke.

—Eso espero.

—¿No quieres que salude a Leah de tu parte?—se dirigió su hijo al mío, mofándose.

Jordan lo acribilló con la mirada desde su lugar.

—Jódete.

—Gracias por tus buenos deseos.

Sonrió felizmente antes de salir junto a su padre por la puerta, llevándose la cargada tensión consigo.

¥

—¿Cómo les fue en la reunión? ¿Terminó accediendo?—Aidan cruzó una pierna sobre la otra, su fuerte barbilla posando sobre sus nudillos mientras me miraba expectante.

—No, no accedió. Continuó en su papel, incluso dijo que demandaría.

—Qué pesado.

—Leo no fue nada comparado con el hijo de Byron. Él sí fue un verdadero dolor en el culo—me quejé arrugando la cara ante el recuerdo.— Es un imprudente.

—No sabe ser de otra manera—respondió Jordan con la vista fija al frente, turbado.

Para nadie era un secreto lo mal que mi hijo la estaba pasando a causa de esa chica y yo no podía estar más desconcertado por ello. No era lo que yo le enseñé, esos no fueron los débiles ideales que le inculqué. ¿Cómo podía un ser tan inferior generar un impacto tan grande en él? No lograba entenderlo  y me hacía enfurecer su endeble carácter cada vez que recordaba la situación a la que nos había sometido por su falta de templanza.

Mi hijo mayor enarcó las cejas tras la declaración de su hermano y chasqueó la lengua con reprobación.

—¿Y crees en verdad que demande?

—Leo no es el tipo de persona que hable sólo porque sí. Si lo dijo, es porque planea hacerlo—expliqué tranquilo.

—E imagino que defenderás tu postura de la validez del contrato, ¿no es así?

—Por supuesto. Tu hermano ya dejó ir a una gran fuente de ingresos por su ingenuidad, yo no pienso dejar ir otra—repliqué severo.

Mi hijo negó y le lanzó una mirada desdeñosa a su hermano.

—No le digan a Bill nada de esto, va a enfurecer—pidió con tono cansado.

Asentí, apoyándolo. Era probable que mi hijo mayor ya se hubiese enterado de la ruptura del compromiso entre nuestras familias; dudaba que no supiera nada considerando el gran impacto que tuvo la noticia y lo mucho que estaba siendo explotada por los medios y la prensa como el festín del año.

Todos habíamos apostado el desarrollo de un sinfín de proyectos en la unió con los McCartney, Bill más que todos, y no quería imaginar el montón de problemas y deudas que se le vendrían encima ahora que ya no contábamos con los aprovechamientos de la chica.

Confiamos tanto en la consolidación de ese matrimonio que nunca nos pasó por la cabeza que estuviese ya casada, y con quien menos imaginábamos.

Al menos logramos asegurar una parte del patrimonio con el contrato prenupcial, pero era una miseria en comparación con el poderío empresarial que Leah representaba en sí misma. Teníamos a la reina de nuestro lado, y ahora un estúpido peón se la había comido para quitarla de entre nuestras filas.

—No le diremos nada—concedí.

—Ya debió de haberse enterado, vendrá a casa gritando en unos días—mi hijo menor se rascó la barba incipiente que le crecía sobre el mentón.

—He dicho que no le diremos nada.

—Jordan tiene razón, Abraham. Será mejor que consideren decírselo a Bill para que tome las precauciones necesarias y...

Giré la cabeza para clavar la mirada en mi mujer, cuya presencia no había notado siquiera hasta que abrió la boca para decir una estupidez, como de costumbre.

—¿Quién te permitió hablar? Nadie pidió tu opinión, mujer—espeté con desdén, sintiendo la ofensa por su falta.

Regina me sostuvo la mirada por un segundo, desafiante, antes de bajar la cabeza.

Aidan se removió en su asiento y Jordan suspiró.

—Mamá tiene razón, papá. De ese modo Bill podrá prever...

—Cállate, que no estoy nada contento contigo tampoco—lo señalé con un dedo, reprendiéndolo.— Y no quiero que apoyes más las estúpidas ideas de tu madre, que si alguien tiene la culpa de lo que sucedió, es ella.

Mi esposa lanzó un quejido de indignación, pero la mandé callar con otra dura mirada.

—Mi madre no tiene nada qué ver con lo que pasó.

—Sí tiene—rebatí, airado.— Tenías a la chica en la palma de tu mano y la dejaste ir por esas ideas tontas que tu madre plantó en tu cabeza sobre tratarla bien y demás, cuando lo que requería era una mano dura de tu parte.

Jordan abrió la boca, desconcertado y empezó a formular una palabra que murió en sus labios cuando su hermano se adelantó.

—Es obvio que Leah optó por quien sí la supo controlar.

—Tu hermano tiene razón, ya has hecho suficiente para arruinar esto.

—La chica es una fierecilla, lo noté desde que la trajiste a casa—negó Aidan con reprobación, escrutando a su hermano—. No conocía su lugar, y no cerraba la boca con sus estúpidas opiniones libertinas.

—¿Qué esperas de la hija de un hombre que no controla a su mujer y le permite hacer lo que le plazca? ¡La mira como una igual, por Dios!—me burlé, anonadado.

—Esa no es la manera, hay que entrenarlas—giró el rostro hacia su hermano y tamborileó los dedos sobre el reposabrazos.— Lo único que necesitabas para calmar la impetuosa actitud de Leah eran un par de bofetadas, cortas y contundentes para que comprendiera cuál es su lugar.

—No soy un puto animal, Aidan—respondió Jordan respirando con pesadez.— No voy a maltratar a mi pareja para ganar respeto como lo haces tú con Kim.

Enarcó las cejas, sorprendido.

—Y por esa falta de carácter es precisamente que perdiste a nuestra mayor fuente de ingresos—inclinó su cabeza a un lado, inquisitivo.— O quizás fue porque él sí supo darle algo que tú no. Tal vez él sí supo foll...

Jordan se puso en pie de un salto y llegó hasta mi hijo en dos zancadas, sus brazos rápidos para tomarlo de su saco e incorporarlo. Sus nudillos estaban blancos por lo fuerte que tomaba la tela, hecha puños.

—Hijos, por favor—suplicó Regina con un hilo de voz desde su lugar.

—Repítelo—susurró con voz tensa.

Aidan esbozó una pequeña sonrisa.

—Tal vez todo habría resultado mejor si hubieses permitido que yo me la cogiera en lugar del otro bastardo, tal vez así la habría embarazado y se hubiese quedado en esta familia.

Jordan lo empujó con fuerza, impulsado por la cólera y se acercó con toda la intención de romperle la cara, hasta que lo detuve colocándome en medio de ambos.

—Ya basta.—intervine con tono gélido.— Fue suficiente. Basta de juegos, Jordan.

Me giré hacia Aidan, que mantenía aún la sonrisa traviesa en su rostro.

—Deja de molestar a tu hermano.

—Leah era lo único bueno que habías logrado conseguir, y la perdiste por un idiota que la tiene más grande que tú, ¿qué se siente, hermanito?

—Aidan—advertí perdiendo la paciencia.

—¿Qué vas a hacer de tu vida sin tu red de seguridad, ah? Con lo mediocre que eres...

Jordan volvió a tomar impulso y lo detuve colocando mis manos sobre su pecho.

—Aidan, por favor—insistió Regina a mi espalda.

—No la necesito para ser alguien, ni de ustedes tampoco, que van detrás de la fortuna de otros porque no pueden hacer nada por sí mismos—escupió con desprecio.

—Hemos logrado más que tú con tus moralismos hipócritas.

—¡He dicho que ya basta!—vociferé, mi voz reverberando en la estancia.— Harás lo que te digamos que hagas, ya suficiente has hecho.

—Haré lo que se me dé la gana.

—Claro que no. Te encontraremos un nuevo prospecto. Eres la víctima en esta historia, será fácil emparejarte con alguien nuevo y redituable. Leah era una rebelde, pero tenía dinero. Con un poco de suerte, encontrarás alguien dócil que también represente ganancias.

—No quiero.

Mis dedos hormiguearon a mis costados, ansiosos por asestarle un golpe para disciplinarlo, pero me contuve.

—Harás lo que te digamos que hagas y punto.

—Ya me cansé de ello. Me cansé de seguir tus reglas y de obedecer tus imposiciones. Quiero estar con quien me dé la gana y eso es justo lo que haré—dijo con decisión, alzando la barbilla.

Arrugué la frente por su inesperado acto de rebeldía, pero me mantuve firme en mi postura.

—Adelante, yo no te lo impido, en tanto sea alguien con dinero. No mereces menos.

—Eso es algo que yo decido, no tú.

—Jordan...

Se dio la vuelta antes de que pudiera protestar algo más, abandonando la estancia y dejándome con las palabras en la boca, mi autoridad yaciendo en el suelo, pisoteada.

—Es un insolente.

—Y todo por tu culpa—miré a mi mujer, que pareció empequeñecerse ante mi furia.— Tu única tarea es inculcarles valores, y ni siquiera eso puedes hacer bien.

—Ya se le pasará, es sólo un berrinche.

Aidan negó, disgustado.

—Qué desastre.

Suspiró y se dejó caer en el sillón.

¥

Tres golpes en la puerta terminaron con mi concentración y despegué la vista de la convocatoria de consejo que leía con atención.

Dejé escapar el aire con pesadez y alcé la cabeza.

—Adelante.

Una de las mujeres de servicio asomó la cabeza y arrugué la frene, hastiado. Por su bien, esperaba que tuviera una buena razón para interrumpirme.

—Buen día señor.

—Habla—la corté, sin tiempo para formalismos innecesarios.

Se aclaró la garganta antes de obedecer.

—Agnes Colbourn desea verlo, señor.

Estreché los ojos, inquisitivo. No recordaba haber tenido contacto con la mujer de Byron, mucho menos concertar una cita en ningún momento. Además, habían pasado sólo tres días desde el fiasco de reunión que había tenido con su esposo y no había dado motivos para volver a vernos.

—Hazla pasar.

Me incorporé y retiré las gafas para recibirla.

Entró a mi estudio con paso seguro, el regio traje sastre ciñéndose a su cuerpo a la perfección y esa fuerte presencia inundando la estancia en cuanto puso un estilizado pie dentro.

Colocó su larga melena rubia sobre un hombro antes de detenerse frente a mi escritorio.

—Abraham—estiró la mano y se la estreché con decisión.

—No esperaba tu visita.

—Me imagino, era la intención.

Ignoré el comentario y le hice una seña para que tomara asiento. Yo imité su acción, observando expectante cada uno de sus movimientos, que eran delicados en la misma medida que calculados.

—¿Y bien? ¿A qué debo esta improvista visita?

—Negocios—mencionó con seguridad, cruzando una pierna sobre la otra y adoptando una pose de suficiencia.

Enarqué las cejas, sorprendido y me incliné sobre la madera.

—Te escucho.

—Quiero proponerte algo que creo que nos beneficiaría a los dos. Si juegas bien tu papel, creo que podría beneficiarte más de lo que te imaginas.

Eso me interesó y fue incentivo suficiente para abrir mis oídos y prestarle atención.

—¿De qué hablas?

—Sé lo que quieres conseguir con el negocio de Leo y todo ese rollo del contrato prenupcial, pero podrías evitarte ese problema y obtener lo que deseas más fácilmente.

Fruncí el ceño sin comprender.

—¿Cómo?

—Nuestras industrias son tan redituables como las de Leo, tener acciones en ellas es tan buen negocio como cualquiera, y podrías tenerlo.

Intenté disimular mi asombro ante su proposición manteniéndome impasible, pero fue difícil lograrlo. Tener algún tipo de incursión en las industrias de los Colbourn representaría un crecimiento exponencial para mis empresas, y era una oportunidad muy buena que no podía dejar escapar.

—¿Me estás ofreciendo acciones en la empresa de tu marido?

—Una empresa que también es mía, y sí, sí lo estoy haciendo—aclaró sobria.

Estreché los ojos. Era una buena oportunidad en sí y estaba dispuesto a aceptar, pero la ambición era sinónimo de grandeza, y yo no quería conformarme con poco.

—¿Por qué debería aceptar tu oferta si puedo conseguir provecho de ambas familias con el contrato prenupcial que le he plantado a la hija de Leo?

Sonrió con satisfacción, una sonrisa felina y maquiavélica, como si ya hubiese previsto mi pregunta.

—Porque recibirás más dinero si optas por mi propuesta—se inclinó hacia adelante, sus profundos ojos fijos en mí.— Eres un hombre inteligente Abraham, con una gran habilidad para oler las buenas oportunidades, y creo que no te equivocarás esta vez.

La miré con recelo.

—¿Cuál es la diferencia?

—Que yo te cederé parte de mis acciones y además tendrás la titularidad de dos de nuestros establecimientos, que están a mi nombre, claro. El dinero generado por ellos llegará a tus manos limpiamente.

Me relamí los labios por reflejo mientras mi cerebro trataba de calcular los ingresos que aquello significaba y mi corazón dio un salto de la emoción.

Era bueno, demasiado bueno para que estuviera a mi alcance con tal facilidad, y estaba seguro que detrás de ese oasis, habría un desierto.

—¿Cuál es la trampa?—dije con suspicacia.

Agnes soltó una risa seca antes de recargarse en el respaldo.

—No hay tal cosa.

—Todo tiene un precio.

—¿No puedo hacer algo sólo por la bondad de mi corazón?—replicó mordaz y resoplé, sin creer un segundo en su treta.

—Estoy esperando que me digas lo que debo darte a cambio.

—Es algo muy sencillo, en realidad—se retiró el cabello rubio del hombro y posó delicadamente las manos sobre su regazo.— Quiero que obligues a Leah a que se divorcie de mi hijo.

Arrugué la frente, perplejo y posé los dedos sobre mi barbilla, sorprendido por su descabellada petición.

—¿Cómo pretendes que haga eso? Yo no tengo nada qué ver con ese matrimonio, no podría forzarla a nada. En todo caso, es algo que te corresponde hacer a ti.

—Oh, pero sí que puedes hacer mucho.

—No comprendo. ¿Cómo?

—Desiste de ejecutar las cláusulas en el contrato prenupcial.

La miré como si se hubiera vuelto loca.

—¿Por qué haría tal cosa?

—Para poder tener todo lo que te propuse y que Leo pueda salir ileso de todo esto—explicó serena.

Con cada palabra que salía de su boca estaba más convencido de que se había vuelto loca.

—¿Y qué ganarías tú con eso?

Suspiró con exasperación.

—Si le propones no ejecutar el documento que tienes contra su empresa a cambio de que presione a su hija para que se divorcie, ganaría mucho, créeme.

—¿Y por qué crees que aceptaría él tal cosa? Puede que espere a que yo desista para que su hija continúe casada.

—No lo hará. Leo ama a su hija, pero también ama su empresa, y no querrá perder a ninguna de las dos, es el trato perfecto para él—dijo con tono analítico.

—¿Y qué pasa si la chica logra convencerlo para que la deje continuar con el matrimonio? Si la ama tanto, imagino que querrá verla feliz.

Siseó disgustada.

—No va a convencerlo, es lo que estoy intentando lograr, que no consiga tenerlo de su lado. Leo no dejaría jamás que su empresa sufriera una pérdida de tal magnitud y se las ingeniaría para protegerla, dejándote a ti sin un peso. En cambio, si lo presionas...

—¿Por qué no presionas tú a tu hijo para que deje a la chica?

Bufó mordaz.

—Alexander es demasiado terco, no puedo luchar contra él.

Mis dedos rozaron mi barbilla mientras calculaba pérdidas y provechos.

—¿Por qué tanta insistencia en que su matrimonio termine? Es una gran oportunidad para ambas familias, yo no la dejaría ir si fuera ustedes.

—No necesitamos el dinero de personas tan vulgares—escupió con desdén.— Tampoco quiero que el idiota de mi marido logre convencer a Leo de lo provechoso que es unir las empresas, porque entonces todo estaría perdido.

No pude evitar mi sorpresa por la forma en que se refería a su esposo.

Agnes era una mujer fuerte con una vibra que transmitía algo oscuro, extraño. Mi hombría se sentiría lastimada si llegaba a admitir que ella me inquietaba, o me intimidaba hasta cierto punto, peo era verdad.

Era otra mujer más que se había salido del carril por falta de una mano fuerte que la pusiera en su lugar, y ahora tomaba decisiones a espaldas de su marido, algo que yo jamás permitiría, o toleraría.

—De nuevo, ¿qué ganas tú con eso? Leo no está feliz con el matrimonio, encontrará la manera de nulificar el acta. De ese modo tú no tendrías que sacrificar nada.

Arrugó los labios antes de responder.

—Es una opción, lo sé, pero es insegura. Te lo acabo de explicar. Lo que quiero es asegurarme de que la hija de Leo no logre convencerlo de que cambie de opinión, ni que mi esposo pueda hacerlo tampoco. Si le presentas la posibilidad de salvar a su empresa y a su hija, la tomará sin pensarlo dos veces, y así sería algo seguro.

—¿No crees que a Leo le parecerá sospechoso que desista así sin más? ¿Sólo por un acto de bondad de mi corazón?—la imité, burlándome y ella soltó una risita.

—Es lo de menos, invéntate algo, lo que sea. Dile que lo haces porque tu hijo te lo ha pedido, porque no quiere ver sufrir a la chica que una vez quiso, porque tienes miedo de deberle algo si nulifica el contrato, o porque Dios te ha hablado en sueños, qué sé yo—se encogió de hombros—, sólo desiste.

La miré dubitativo, reacio a aceptar.

—¿Cómo sé que me pagarás lo que has prometido luego de conseguir que esos dos se divorcien? Podría quedarme sin un centavo.

Se inclinó hacia adelante, su pesado mirar sobre mí.

—Yo siempre cumplo mis promesas. Sé lo que te digo, no te conviene actuar contra mí, sino junto a mí.

—¿Me estás amenazando?—cuestioné, arisco.

—Te estoy orientando—sonrió con frialdad.— Sólo quiero que optes por la mejor opción.

—No me estás dejando opción.

—Claro que sí. Una es muy buena, la otra...podría tener consecuencias desastrosas.

Estreché los ojos, sintiéndome acorralado. Byron no era un hombre violento, era más racional que pasional, dudaba que la apoyara en esto si representaba tantas pérdidas, así que no tenía ningún arma contra mí.

—No tengo miedo de tu marido, o sus alcances.

—¿Pero qué hay de mí? ¿Qué hay de mis alcances?—sus claros orbes como duros diamantes, reflejando la amenaza, nítida y contundente.

Me removí incómodo en la silla y sentí la boca seca.

¿Cómo era posible que una mujer me intimidara, por Dios?

—¿Crees que me da miedo una mujer?

—Deberías—esbozó una brillante sonrisa maquiavélica que me hizo estremecer.— Soy mucho peor que la mayoría de los hombres que conoces cuando me hacen enojar, así que no te conviene enfurecerme, al contrario, ganarás más si estás de mi lado.

Volví a pasarme la lengua por los labios, nervioso.

No quería aceptarlo, pero se veía tan segura de sí misma que realmente me aterraba lo que pudiera hacer en mi contra, siendo la persona que era y contando con los recursos innumerables que tenía a su alcance.

—Pensaré en ello.

—Excelente—juntó sus manos en un aplauso, sin perder el perturbador gesto.— Pero no lo pienses demasiado, o podría ser tarde.

—Lo que tú digas—la descarté rápidamente.

—Gracias por recibirme—rebuscó algo en su pequeño bolso hasta que encontró una tarjeta que me tendió sobre el escritorio.— Llámame cuando hayas tomado una decisión.

Tomé el papel que me tendía, lo observé un momento y asentí.

Se puso en pie y la seguí de cerca.

—Espero una pronta respuesta.

—Claro.

Sonrió una última vez antes de abandonar el estudio, dejándome con una desagradable sensación en el cuerpo de la que no pude deshacerme.

Miré otra vez la tarjeta en mis manos y comencé a evaluar.

¿Cuál de las dos opciones representaba más ganancias?

¥

¡Hola mi niños!

¿Me extrañaron? Yo a ustedes sí.

Perdón por el retraso, ya saben que un maratón no es mío si no tardo mil años en subir la última parte, es para no perder la costumbre, jeje.

Esto de universidad y cuarentena me está volviendo loca entre tantas cosas y deberes. Aún así, amo escribir y los amo a ustedes por permanecer  y esperar mis descabelladas actualizaciones, así que aquí estoy pese a viento y marea.

En fin, ¿qué les pareció?

Debo admitir que Abraham fue de los personajes más complicados, pero también me ha encantado el experimento.

¿Quién creen que narre el siguiente?

¡Déjenme muchos votos y comentarios, que me hacen súper feliz!

El próximo capítulo irá dedicado al primer comentario.

¡Disfruten!

Con amor,

KayurkaR.

Continue Reading

You'll Also Like

2.3M 191K 46
"En el bosque hay un psicópata suelto, ¿tú te atreverías a convivir con él?" Jade Greco se adentra a un bosque para llevar a cabo un curso de fotogra...
38.6K 1.7K 31
Bastian Bean es el mejor actor pagado del momento y con una carrera solida en el mundo de la música. Tiene todo lo que ha deseado en su vida pero lo...
139K 6.9K 28
Cuando Allison, una decoradora de interiores y Chris, un abogado, se encuentran esa noche en el bar jamás habrían pensado que terminarían unidos de p...
9.5K 267 19
la famosa actriz, modelo, cantante y empresaria Park T/N a regresado a corea des pues de 7 años en los estados unidos , sus fan la reciben con mucho...