Capítulo 25: El fruto de la discordia.

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Alexander

Tic. Tac. Tic. Tac.

El sonido del enorme reloj que se asentaba sobre la pared de la sala de juntas estaba exasperándome. Ensordeciéndome.

El tiempo no estaba a mi favor.

Ignoré el ruido del reloj y me centré en Emil, el ejecutivo comercial que llevaba cuarenta minutos balbuceando sobre tácticas de incremento de flujos. La silla de mi padre era la cabeza de la larga y pulcra mesa de cristal dispuesta en la sobria sala de juntas. Había ocho sillas más alrededor, cuatro de cada lado y actualmente ocupadas con hombres seguramente igual de aburridos que yo.

Odiaba esas jodidas reuniones.

Tic. Tac. Tic. Tac.

¿Por qué el tiempo parecía transcurrir más lento cuánto más deseabas abandonar algo?

Hollard tosió por enésima vez y estuve a punto de abandonar la sala para evitar una tragedia—como darle un puñetazo para que cerrara la boca y dejara de una maldita vez de toser.

Estreché los ojos y me centré en el montón de papeleo que tenía delante. Hacía una hora y media que yo ya sabía cómo resolver el puto problema que nos había arrastrado a todos a convocar esta asamblea, pero no había tenido oportunidad de hablar porque los lameculos—perdón, ejecutivos— aquí reunidos, querían sus cinco minutos de protagonismo para demostrarle a los demás quién era más capaz y más digno, quién podría caerme más en gracia.

‹‹Ninguno›› pensé con diversión al tiempo que reprimía una sonrisa burlona. Tal vez habrían tenido alguna posibilidad si no hicieran tan jodidamente larga la reunión.

Yo sabía una mierda sobre leyes aduaneras, o mercadotecnia o concesiones. Lo único que conocía eran números; números, estadísticas y planes comerciales basados en hechos matemáticos.

Tic. Tac.

Jodido reloj. La próxima vez que mi padre me pidiera que lo representara de última hora en una junta, primero mandaría retirar ese artefacto del demonio.

¿Tendría que soportar esta exasperación cada vez que asistiera a una junta?

Probablemente sí.

Papá me había forzado a asistir a sus reuniones desde los diez años. Había gastado la mayor parte de mi infancia observando y aprendiendo todo sobre nuestra empresa. Acudí a todas las asambleas; me senté y escuché pacientemente todas las ideas que venían de los miembros, y desde que tenía una facilidad enorme para los números, había deducido hechos, estadísticas y estrategias de cada una de las otras compañías sin problema.

Como el único heredero, era imprescindible que yo estuviera preparado para ser la cabeza del negocio cuando él decidiera renunciar—u ocurriera algo peor. 

Había visto estas salas un centenar de veces: aquí, en Inglaterra, en China, en Alemania, en España y un montón de países más. Las había contemplado en sus mejores momentos, siendo el recinto de risas y bromas, y también en sus peores, donde los gritos e insultos inundaban la estancia. Había escuchado la voz de personas furiosas que se atrevían a discrepar con mi padre, personas que se atrevían a desafiar su poder.

Suspiré, hastiado.

—...y es por ello que resalto las inconsistencias del plan de negocios, porque la tasa de intereses no presenta las variaciones que la junta monetaria pronosticó para este ciclo fiscal—terminó por fin Emil, el representante de la otra empresa con la que buscábamos firmar un contrato.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Where stories live. Discover now