Capítulo 41: Mentiras sobrias, verdades ebrias.

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N/A: Es un capítulo largo, espero no se aburran. ¡Disfruten!

Leah

—Vas a lastimarte si sigues golpeando así el saco. 

Estuve a punto de resbalar por el ruido repentino que interrumpió mi concentración, la colchoneta caliente bajo mis pies por el contacto y la fricción, y mis puños paralizados a mitad del golpe número doscientos dos. ¿O era doscientos tres? ¿Cuatro?

Joder, por eso odiaba que me interrumpieran.

Bajé los brazos y me erguí, dejando escapar el aire por fin. Mi corazón retumbaba en mis oídos e inspiré, buscando ralentizarlo.

—¿Quién dice que voy a lastimarme?—caminé por el centro de la estancia hasta tomar la toalla y retirar con ella el sudor de mi rostro.

Erik abandonó su posición en el umbral de la puerta y se acercó a paso seguro, con los brazos cruzados sobre el pecho.

—El saco no tiene la culpa.

—¿De qué hablas?—alcé la vista hacia él y fruncí el ceño, sin estar de humor para sus bromas.

—Lo golpeabas como si quisieras matarlo—se mofó.—¿En quién estabas pensando?

Me escrutó con sagacidad y me sentí expuesta, así que desvié la mirada y comencé a doblar la toalla para fijar mi atención en algo más.

Era una pregunta difícil de responder, en realidad.

Desde el fiasco ocurrido en Año Nuevo, había desarrollado cierta rabia hacia un grupo bastante grande de personas, empezando por Abraham, que no se había tocado el corazón para intentar robarnos dinero. Después estaba Agnes, mi querida suegra quien no había perdido el tiempo en soltar una sarta de insultos contra mí y mi familia.

El rencor se alzaba en ese cúmulo de emociones estrepitosas como una bandera roja, rencor hacia Jordan por su forma tan infantil de actuar. Incluso sentía cierta aversión hacia Regina por ser la primera en apoyar a su esposo con presionarnos para ceder.

Y también sentía rabia hacia papá, principalmente hacia él, de todos ellos. Aunque lo que sentía era un entramado de emociones mucho más complejo y difícil de desentrañar, porque más allá de la rabia subyacía un sentimiento de traición y decepción que no sabía cómo manejar.

Estrujé la toalla entre mis manos una última vez antes de responder.

—En nadie, sólo estaba entrenando.

—Has estado entrenando mucho estos días. ¿Te preparas para una batalla cuerpo a cuerpo a cambio de tu libertad o algo?

Solté una risita y negué, mis trenzas balanceándose por el gesto.

—No hay mucho qué hacer en casa además de esto—abrí los brazos para señalar la enorme estancia que hacía las veces de gimnasio en casa.

No era un lugar al que acudiera mucho. Prefería las clases personalizadas con Kristen, mi entrenadora, pero era lo único que podía hacer encerrada en casa como si fuese una criminal cumpliendo una condena de arresto domiciliario.

—Y más si tengo prohibido poner un pie fuera.

Era ridículo en realidad, las medidas tan extremistas que mi padre había tomado para mantenerme alejada de Alexander en tanto se resolvían los otros problemas, como si tuviera miedo de que huyese, o qué sabía yo, que cometiera cualquier estupidez que se le plantara en la mente.

Hoy se cumplían dos semanas desde la fiesta, y desde la última vez que nos vimos.

—¿Tu príncipe no vendrá a rescatarte de casualidad?—volvió a burlarse, sus ojos brillando con audacia.— ¿O debería decir Shrek?

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Where stories live. Discover now