¿Cómo (no) conseguir un ligue...

By R1Aguirre

832K 106K 27.8K

🏆 GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2020 ¿Puede un artículo poner de cabeza la vida de su escritor? Roger Santa... More

Sinopsis
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Epílogo

Parte 31

18.3K 2.6K 765
By R1Aguirre


Ni siquiera sé cómo resumir todos los acontecimientos que me acompañaron estos tres últimos días de mi vida.

Tal vez debería iniciar con el hecho de que he tenido una vida sexual más activa en las últimas setenta y dos horas que en los últimos dos años de mi existencia. Tal vez estoy exagerando, pero es así como se siente en realidad. Yo nunca he sido del tipo de hombre sexual, podía pasar meses sin ningún tipo de contacto físico, había leído que el sexo era importante entre las parejas, pero Sara y yo nunca tuvimos esa chispa, ni siquiera al inicio de nuestra relación, pero yo estaba bien con eso y ella también, en algún momento, lo estuvo. Cuando descubrí que se acostaba con otro tipo pensé que entonces el problema era yo, llegué a pensar que la falta de intimidad entre ella y mi persona se debía a mí, pero entonces conocí a Kate y me hizo replantearme todas esas cosas que yo pensaba sobre mí mismo.

Es que Kate es... tan diferente... tan divertida, tan perspicaz, tan coqueta, sensual, provocadora... todo lo contrario a mí, todo lo contrario a cualquier mujer que haya conocido en realidad, es que somos como agua y aceite pero eso es lo que más me atrae a ella. Kate es... Kate, en todos los aspectos y no creo llegar a conocer otra mujer así nunca, de hecho jamás me imaginé conocer a alguien como ella y me siento bien, con todos sus sarcasmos, sus ironías, su coqueteo, su forma de reclamar mi atención, esa manera de caminar suya, de mirarme, de reírse, me gusta todo de ella en realidad y no le cambiaría nada, ni siquiera la forma ni la situación que nos conocimos, después de todo, Kate fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Y se lo había dicho el lunes, después de quedarnos un rato dentro del servicio sanitario esperando que las dos mujeres presentes finalmente se largaran, por supuesto que no le dije que ella fue lo mejor que me pudo haber pasado, eso me lo guardaré para el futuro, lo que le mencioné fue que definitivamente no había conocido a una mujer como ella nunca y entonces me contestó:

—¿Y eso es algo bueno o malo? —Estábamos susurrando dentro de aquel pequeño espacio. Escuchamos la puerta abrirse y nos percatamos que nos quedábamos solos de nuevo.

—No hay cosa mala en ti, Kate. Así que sí, es un cumplido. —Kate me sonrió y entonces sacó un pintalabios rojo del pequeño bolso que colgaba de su hombro, retocó su maquillaje y después pegó sus labios a mi mejilla. Sé lo que estaba haciendo y cuando protesté solamente soltó una carcajada y me dijo:

—Es la marca, que todas las sedientas allá afuera sepan que eres mío. —Vale, por supuesto que sé que se estaba burlando, pero entonces le dije que yo también tenía que tener una marca específicamente para ella, me dijo que no le importaba en lo absoluto, que incluso podría tatuarse mi nombre, que no le importaría recordarme el resto de su vida porque eso significaba que se acordaría del buen sexo en unos baños públicos. Entonces le pedí que mejor no lo hiciera.

Cuando finalmente escuchamos el silencio del lugar —ni tanto, porque la música electrónica resonaba entre las cuatro paredes— Kate se asomó primero, cuando me aseguró que no quedaba nadie salí del pequeño espacio y me planté frente al espejo, la vi ir hacia la puerta y dejé caer un poco de agua entre mis manos para limpiar sus labios pintados en mi mejilla. Entonces ella regresó y me dijo que estaba lleno de personas allá afuera, me alarmé, porque eso significaba que tendría que quedarme ahí encerrado más tiempo.

—¿Estás diciendo que vamos a estar aquí el resto de la noche? —La idea no me gustaba nada. En los momentos de lucidez es que te das cuenta que aquello que hiciste totalmente apasionado fue una mala idea, al menos el lugar fue una mala idea porque el resto fue lo más glorioso que alguna vez yo haya podido hacer.

—Al menos que... —Señaló algo a mis espaldas y yo miré en dirección a lo que ella estaba viendo. Era una ventana, una pequeña ventana que tampoco estaba muy alta. Supe de inmediato qué quería decirme y me pareció una terrible idea, la otra opción era encerrarnos en el sanitario entonces mejor opté por la ventana.

—Vale, búscame del otro lado, sal de aquí por la puerta como si...

—¿Y perderme esta experiencia? —me interrumpió—. Olvídalo.

Entonces, me pidió que tomara su bolso y se quitó los zapatos de tacón. Cuando se los acomodó en la mano, me dijo—: Estoy lista, vamos.

Hay cosas que me fascinan de Kate, dejando a un lado su aspecto físico, su personalidad es lo que más me atrae de esta mujer.

Yo fui primero, aunque no quería hacerlo porque mi educación fue de siempre cederles el paso a las damas primero, también me vi en la obligación de intentarlo antes para saber dónde caeríamos al otro lado. Además, Kate tenía razón, si alguien entraba a este sitio al menos ella podría salir por la puerta, si me pillaban a mí, sería obligado a dejar el lugar con un guardaespaldas acompañándome hasta el parqueo. Lo que sería totalmente vergonzoso.

Pero algo salió mal, como todas las cosas que hago y me resbalé cayendo de golpe sobre unas enormes bolsas de basura que preferí no saber qué guardaban dentro. Al menos era esto y no grava como el resto del terreno. Tal vez debí detenerme a analizar como bajaría antes, pero la adrenalina hizo que me lanzara sin pensarlo, ese impulso me había provocado un posible esguince en el tobillo al que en ese momento le resté importancia cuando vi a Kate buscando la forma de bajar y le ayudé para evitar que se llenara de mugre pero de igual manera los dos terminamos rodando por el suelo. Entre carcajadas, bolsas de basura y hojarasca seca.

Definitivamente, mi vida dejó de ser monótona con Kate.

—¿Estás bien? —Me preguntó, todavía nos estábamos riendo. La observé ponerse de pie, sacudirse la falda del vestido y me extendió su mano para ayudarme a levantarme. Mi tobillo reclamó mi atención y un quejido se me salió de repente cuando intenté apoyarlo.

—Creo que no lo estoy, pero voy a fingir que sí. —Kate me invitó a sentarme en una de las bancas cerca del parking y me quitó el zapato, ahí mismo, sin importarle que hubieran personas cerca de nosotros. Me inspeccionó el tobillo y palpó con sus dedos, presionó un sitio que me hizo jadear.

—Solo necesitas un poco de hielo y analgésicos, vas a estar bien.

—¡Diablos! Deseara haberme fracturado para evitar asistir a la sesión fotográfica de Paco Rabanne. —Kate fingió indignación, llevándose la mano al pecho dramáticamente haciéndome soltar una risita. Me puse de pie y tomé su rostro, besé sus labios con ternura, con cariño, me correspondió de la manera más dulce y fue en ese momento que comenzó a caer un aguacero, tan así que sentí como de inmediato se me pegaba la ropa al cuerpo y se me empapaba el cabello.

Tuvimos que correr y atravesar todo el parking debajo de la lluvia, aunque a esas alturas ya estábamos mojados de la cabeza a los pies, me quité la chaqueta de cuero para ponérsela a ella sobre los hombros. Le pregunté si volveríamos allá adentro y después de mirarnos el uno al otro, concluimos que no. Ya no estábamos presentables y, además, hacía un frío tan tremendo que me provocaba querer encerrarme en una habitación con Kate. Como si estábamos sincronizados, ella me dijo las mismas palabras que yo me había imaginado en mi cabeza: «Preferiría encerrarme en una habitación contigo», entonces me guiñó un ojo, se acomodó el cabello mojado y comenzó a caminar en dirección a su auto de esa manera tan sexy y provocativa que hace a propósito.

—¿Te veo en mi apartamento? —Me preguntó, cuando abrió la puerta de su coche—. El que llegue de último, preparará el desayuno mañana.

—No es una competencia muy legal, ya estás en tu auto.

—Entonces apresúrate. —Se encerró en su vehículo, arrancó y pasó junto a mí, bajó la ventana y me dijo—: Buuu... perdedor.

Y se fue. Me quedé sonriendo sin voltear a verla y entonces tuve que apresurarme y correr hasta mi coche que, cabe destacar, estaba al otro lado del parqueo.

Está demás decir que no logré alcanzarla.

Al día siguiente tuve que hacer el desayuno, al parecer la apuesta iba en serio. Aunque Kate estuvo conmigo y pasamos un rato excelente en la cocina inventando una receta de panecillos. Yo me la sabía a mi manera, ella a la suya, mezclamos las dos recetas para llegar a un punto medio en la discusión y ¡bam! Fue un fiasco, terminamos desayunando en el restaurante italiano cerca del apartamento de Kate y por su cara de felicidad sospecho que alteró la receta a propósito para que acabáramos en este sitio. Kate me cambia el humor, me pone feliz y me hace sentir extremadamente bien, tanto así que ni siquiera me percataba del tiempo cuando estaba con ella e incluso se me había olvidado que debía presentarme al estudio de Paco Rabanne ese mismo martes a las diez de la mañana.

Logré llegar a tiempo, o eso creí porque los ascensores estaban abarrotados, habían personas por doquier, gente corriendo de un lado a otro, extasiados, estresados, aburridos y todo lo que se ve en un detrás de cámaras. Alcancé el piso que ellos me avisaron unos seis minutos tarde y aunque me había inventado una excusa realmente convincente a nadie pareció importarle que llegara tarde. De inmediato, una mujer con el cabello naranja, me tomó del brazo y me guio a un camerino.

Como en todos los comerciales, ese no era la excepción, había una cantidad insospechable de modelos femeninas y cuando me dieron un guion me di cuenta que aquello era un video que consistía en caminar a lo largo de un pasillo, llegar a un vestíbulo que está en la última puerta, tomar un envase de perfume que posteriormente pulverizaría en mi cuello. Ahí estarían las modelos, las chicas se desmayarían con mi presencia. Genial. Así de ridículo iba a verme en televisión nacional.

Agradecí cuando la estilista me dejó verme al espejo, porque me di cuenta que había hecho un trabajo estupendo y no parecía ni de cerca al Roger Santana de todos los días, así que nadie, absolutamente nadie, podría conocerme. O eso fue lo que esperé yo en realidad, así que el miércoles a medio día, mientras estaba en el Starbucks de la esquina entré en pánico cuando escuché a una chica murmurarle a otra:

—Él es... ese es Roger Santana... —Casi escupí el líquido oscuro de regreso. Habían pasado horas nada más no era posible que ya estuviera el comercial en marcha. Un tanto cohibido me fui de regreso al edificio de la revista y me puse el gorro de la chaqueta en mi cabeza cuando la mayoría de mujeres del piso se me quedaron viendo. Cuando llegué a mi cubículo, se lo comenté a Simon, a quién por supuesto le valió una mierda y tiempo después me di cuenta del motivo y aquello no tenía que ver nada con Paco Rabanne, todo era culpa de él mismo: Simon.

Había posteado una fotografía mía en sus redes sociales.

Ni siquiera yo subía fotos semi desnudo en mi perfil y Simon se había encargado de postear una en el suyo, con la descripción: Mujeres dejen sus mejores comentarios. Estaba yo con una toalla alrededor de la cintura, frente al espejo de cuerpo completo que está en el cuarto de Kate, acababa de tomar una ducha y quise fotografiarme porque ya se comenzaban a notar los avances de las malditas rutinas que Simon me obligaba a hacer en el gym. Cometí el error de mostrársela y después no me percaté en qué momento robó mi foto para mostrarla en todos sus perfiles.

Me enteré demasiado tarde y eso me encabronó bastante. Ya había más de doscientos comentarios, la imagen se había compartido más de mil veces y la gente comenzaba a preguntar mi perfil de Instagram.

Maldito Simon.

Pero esa fotografía había pasado a segundo plano ayer por la mañana.

Era jueves y aunque yo no iría a trabajar hasta las ocho, me había despertado temprano porque Kate tendría que estar en el hospital mucho antes. Me había ofrecido a preparar café cuando ella estaba tomando una ducha, se le hacía tarde así que de paso le había preparado el desayuno.

—Roger, ¿qué estás haciendo? —Me preguntó, cuando llegó a la cocina con una bata ajustada por la cintura, se secaba el cabello con una toalla y se detuvo cuando me vio en la cocina poniendo un plato sobre el desayunador.

—Tu desayuno. —Entonces se quedó callada, me miró poner unos huevos revueltos sobre su plato y después me dijo:

—Roger, no era necesario.

—Tú misma me has dicho que a veces no tienes tiempo para desayunar siquiera. No te preocupes, yo no tengo ningún problema. —Me acerqué y le di un beso en la frente. Soy consciente que no soy el mejor cocinero del mundo pero al menos las cosas me quedan en el punto de cocción indicado.

Kate se cruzó de brazos, me sonrió entonces y se me quedó mirando un buen rato mientras iba y venía por el pequeño espacio de la cocina. Me detuve y divertido le pregunté:

—¿Qué?

—Nada —respondió, subiendo sus manos al aire pero sin cambiar aquel gesto simpático de su rostro. Se acercó y me dio un beso en la punta de la nariz provocándome una risa. Después comenzó a dejar sus labios por toda mi cara haciéndome soltar una carcajada—. Gracias. —Más besos—. Muchas gracias. —Más besos—. Eres el mejor.

Me dejó libre cuando le recordé la hora y se perdió de nuevo tras la puerta de su habitación. Me serví café y me fui directo a la mesa de la sala que está frente a la tv donde descansaba mi teléfono celular. Me di cuenta en ese momento que Simon no había eliminado la fotografía de sus redes sociales y dispuesto a darle una reprimenda, comencé a teclear un texto nada amable que le dejaría en su Whatsapp.

Fue en ese momento que sucedió lo que jamás hubiera pensado, algo inimaginable, incomprensible, inentendible, algo que nunca me hubiese imaginado vivir siquiera... no ahora... no de esa forma, no en esta situación. La puerta de entrada se abrió y di un respingo provocando que el líquido de mi taza se me derramara por el brazo.

Una mujer se había detenido frente a mí con los ojos bien abiertos por la impresión, supe de inmediato de quién se trataba, la había visto en fotografías, la tenía de amiga en redes sociales, además su parecido con la doctora era tan increíble que era imposible no imaginármelo, la persona que tenía frente a mí era la madre de Kate.

Si no hubiese sabido que ella era la única mujer entre sus hermanos, hubiese pensado que era una hermana suya en realidad. La señora Rinaldi es una mujer alta, esbelta, con el cabello negro muy al estilo Kris Jenner y los ojos verdes enigmáticos como los de Kate. No parecía una mujer en sus sesenta, en realidad. Se llevó las manos al pecho en sorpresa y a mí se me cayó el teléfono de las manos.

No fue el hecho de encontrármela ahí sin previo aviso que me causó tanta impresión, tal vez me hubiese podido recomponer al primer segundo si no es porque yo estaba ahí de pie frente a ella... en ropa interior.

No sabía si esconderme en un hueco detrás del sofá o salir corriendo en búsqueda de mis prendas de vestir que en ese momento ni siquiera sabía dónde estaban. Entonces lo primero que hice fue tomar un cojín y ponérmelo justo ahí... al frente... para ya saben... esconder mi «bestia». La madre de Kate bajó su vista por mi torso desnudo, miró el cojín, después mis piernas y llegó hasta los dedos de mis pies. Volvió a recorrerme de regreso hasta llegar a mis ojos y esbozó una sonrisa.

No sé qué gesto debí tener en ese momento, pero ni siquiera podía sentir mi corazón latir.

—Tú debes ser Roger. —Me habló. Maldita sea, yo no sabía qué hacer en ese momento. Esta señora era algo así como mi suegra tal vez... y ahí estaba yo... semi desnudo conociéndola por primera vez usando solo una prenda de vestir—. Pero qué gusto conocerte.

Me aclaré la garganta, dejé la taza de café sobre la mesa y todavía sosteniendo el cojín firme le estreché mi otra mano a ella. De manera cortés, ignorando que estaba casi desnudo, le dije:

—El gusto es mío, señora Rinaldi. —Ella entonces me dio su mano y me dijo:

—Oh no, llámame Virginia. —Le sonreí, a pesar de que lo único que quería era ir a cavar mi tumba y dejarme caer ahí adentro. Me rodeó y llamó a Kate, entonces después se volvió a mí y me dijo—: Y no te preocupes, que ya he visto muchos de esos antes. —Me señaló ahí, exactamente en dirección al cojín y yo llevé mi vista con incertidumbre aunque sabía a qué se refería, entonces le agregó—: No me malinterpretes. Soy uróloga.

—¿Mamá? —Escucho a Kate en ese momento, está saliendo de su habitación, al menos ella sí está vestida—. ¿Por qué no me avisaste que vendrías? ¿Cómo entraste? —Antes de terminar de formular la pregunta, su vista va de su madre hacia mí, después baja al cojín y vuelve a poner la vista en mis ojos, me encojo de hombros y ella priensa sus labios para evitar soltar una carcajada—. Veo que ya conociste a Roger.

—Uf y de la mejor manera. —Soltó ella en respuesta, agradecí no tener que ver mi rostro en ese momento porque estoy seguro que era un poema—. Respecto a tus preguntas, tú misma me hablaste de tu llave de repuesto la última vez que estuve aquí. Iba camino a la conferencia, sé que ibas para allá también así que se me ocurrió pasar antes para que fuéramos a desayunar juntas. Estaba de mal humor pero encontrarme a Roger en ropa interior mejoró mi día.

Kate suelta la risotada que estaba reteniendo, yo cierro los ojos esperando que más tarde esto se me olvide. Les digo a las dos que voy a cambiarme... más bien... vestirme y entonces tengo que pasar frente a la atenta mirada de la madre de Kate y en la rapidez termino tropezándome con la mesa, cayendo de bruces, golpeándome la rodilla y de paso me pegué en el dedo chiquito del pie.

Defitivamente supe que habían días malos, pero otros que eran mucho peores.

Cuando regresé a la sala después de ducharme y ponerme ropa, me las encontré en el comedor. Tomé un jugo de la nevera y cuando Kate se puso de pie para atender su teléfono celular, me disculpé con la señora Rinaldi y no supe muy bien qué hacer así que recosté mis caderas sobre la encimera.

—¿Tú preparaste esto? —Me preguntó. Le dije que sí con un asentimiento. Como mencioné, no soy muy bueno en la cocina aunque el gesto de la señora Rinaldi me hizo tranquilizarme. Se llevó otro bocado a la boca y entonces, habló de nuevo—: Está delicioso. Estoy seguro que le vas a agradar a mi esposo cuando te conozca, le encanta la cocina.

—Solo espero que el día que eso suceda sí lleve ropa. —Lo dije en serio, pero la señora Rinaldi soltó una carcajada. Puso sus brazos sobre la mesa y se volvió a mí con un gesto divertido, tan similar al de Kate y entonces, con tono de picardía, añadió:

—No te preocupes, si querías causarme una buena primera impresión sí que lo has hecho. —Se rio de nuevo, aunque me ardía la cara por la vergüenza me las empeñé para reírme un poco de mi desgracia. Necesitaba cambiar de tema así que tomando su vaso vacío le ofrecí más jugo de naranja, a lo que ella contestó—: Gracias, pero creo que necesito una cerveza.

Está demás decir que después ya no pude concentrarme en más nada, incluso había olvidado la fotografía mía que circulaba en redes sociales gracias a Simon. Hasta que hace poco, después de tomar el elevador una chica morena murmurara a la par mía:

—Te miras bien en la fotografía del perfil de Simon. —Entonces, me di cuenta que tenía esa charla pendiente con Simon. Le había pedido desde el primer día que borrara la maldita foto pero no lo había hecho, cuando llego a mi cubículo y me doy cuenta que él ya está ahí con unos audífonos en las orejas lo primero que hago es quitárselos de golpe, gritarle sobre el porqué debió eliminar mi fotografía de sus redes sociales hace mucho tiempo, pero lo único que me contesta es:

—¿Por qué? Esa fotografía tuya es un éxito. —Me dan ganas de quebrarle el cuello con un palillo chino. Simon suelta una carcajada y añade—: Es que tienes que ver los comentarios.

Toma su teléfono y lo pone frente a mis ojos. Comienzo a pasar por cada uno de los comentarios y de inmediato me arrepiento haber iniciado mi lectura: «Quién fuera jugo de limón para escurrirme en ese chile... » «Quisiera ser plato de cereal para que me llenes de leche...» «En el cielo están las estrellas, en las playas las gaviotas y entre mis piernas quiero que reboten tus pel...» prefiero dejar de leer.

—Publicaste esa fotografía sin mi permiso y quiero que la borres, es la última vez que te lo pido por las buenas. —Mi tono es amenazante. Él se continúa riendo y me arrebata el teléfono para volver a concentrarse en la pantalla, no le importan mis palabras en lo absoluto, como siempre. Sin prestarme atención, solo replica:

—Oh mira. Esta es buena... —Se aclara la garganta y continúa—: «Me palpita la pepita ¿Eso podría considerarse un infarto vaginal?» —Suelta otra carcajada y yo solo me llevo las manos al rostro intentando despejarme de la frustración que me está causando. Intento arrebatarle el teléfono, entonces continúa la lectura forcejeando conmigo.

—Simon, borra esa maldita fotografía.

—¡Vamos! Solo es una foto.

—Que tomaste de mi teléfono sin mi permiso. —A este punto, ya ni sé qué tono debe tener mi voz pero Simon ya no pone resistencia y me cede el teléfono celular.

—Oye, tranquilo viejo. —Me doy directo a borrar la imagen sin quitarle la mirada sin nada de amabilidad de encima. No quiero saber dónde más la ha subido y no me creo capaz de preguntárselo, de todas formas se lo digo, que quiero que esa foto desaparezca de todo internet si es posible. Cuando el perfil de Facebook de Simon se actualiza indicándome que ya no hay rastro de mi fotografía, me aparece una foto de Kate: Una selfie con su mejilla recostada sobre el oso de felpa que yo gané para ella este pasado miércoles.

Habíamos ido a una feria en las afueras de la ciudad y había una actividad sobre derribar un sujeto de goma en tres intentos, el premio era el oso más grande entonces observé como cuatro personas, incluso el nuevo ligue de Linda que se llamaba Carlos, pasaban sin éxito y cuando fue mi turno, una sola vez me tomó derribar al tipo.

Todos me miraron expectantes y tuve que decir que era cinturón negro en Jiu Jitsu, mal asunto. Después todos los tipos que acompañaban a las amigas de Kate querían saber más sobre artes marciales que de sus propias chicas, tan así, que pasaron conmigo toda la velada hasta que Kate me salvó y me arrastró con ella hasta el otro lado de la playa.

Como si me leyera la mente, me suena el teléfono celular y es ella, cuando me saco el celular del bolsillo me percato que me ha enviado un video, la computadora me está redirigiendo hacia mi red social y miro la descripción: «¿Te gusta mi outfit?». Reproduzco el video y su imagen frente al espejo de su habitación es la que me aparece en la pantalla, con unos pantalones cortos de color negro, zapatos altos a juego y una blusa sin mangas de color rosa. El cabello liso y perfecto, así que me apresuro a contestarle:

Para: Kate

¿Puedo saber a dónde vas así de guapa?

De inmediato me llega su respuesta, miro la pantalla de mi computadora para ver la fotografía que ella me acaba de etiquetar y me doy cuenta que tengo más solicitudes de amistad, entre ellas está una de Kenan el hermano de Kate y otros dos Rinaldi que asumo, son los otros dos hermanos suyos. Solo espero que su madre no les haya hablado de mí, en especial de la forma que nos conocimos. Los acepto a todos y después desvío la mirada a mi celular para ver el texto que dice:

De: Kate

A verte a ti. Estoy en el parking.

Creo por un momento que está bromeando, incrédulo me asomo por la ventana y me doy cuenta que sí está hablando en serio, su auto está ahí y ahora ella está bajándose del mismo. Me pongo de pie evitando llamar la atención de Simon para no pasar por penosos interrogatorios y estoy contestándole el mensaje mientras espero el elevador para poder ir hasta el primer piso.

Cuando escucho que el aparato ha llegado y las puertas del ascensor se abren frente a mí, me encuentro con la última persona que me esperé encontrar en este sitio: Sara. Había evitado llegar a las reuniones para no verme a mí, pero desde el martes pasado, según me comentó Simon, se había presentado dos veces con el sujeto Van Brouwer aunque para suerte mía yo no estuve en ninguna de las dos ocasiones. Ahora solo la está acompañando Alice y aunque no puedo evitar recordar lo que me comentó Linda, saludo a la chica rubia que me ha esbozado una sonrisa.

—Oye Roger. —Me habla, me detengo para ver a la chica y Sara ha mermado su paso cuando escucha mi nombre de parte de su cuñada—. Mi fiesta de cumpleaños es este domingo ¿Te gustaría venir?

Sara se ha girado y nos da un vistazo a los dos. No tengo ni siquiera que pensar esa respuesta, no me gustan las fiestas y no me apetece ir a ninguna en la que Kate no esté presente.

—Me encantaría, pero estoy realmente ocupado. —La chica se sorprende y después de darme un exagerado asentimiento que no supe cómo interpretar, marco el botón del primer piso—. Fue un gusto verte, Alice.

Entro entonces me dice adiós y se va en dirección a Sara quién se había detenido a unos pasos. Antes que las puertas del elevador se cierren Sara se gira hacia mí, la pillo observándome en el momento que levanto la mirada y ella de inmediato se concentra en girar su cabeza para seguir la conversación con la hermana del holandés.

Cuando estoy saliendo del edificio y diviso a la doctora a mitad del parking esbozo una sonrisa cuando sus ojos se topan con los míos. Hace un gesto, algo que no es una sonrisa pero es bastante adorable por la forma que arruga su pequeña nariz en forma de saludo. Pero no es todo, también camina hacia mí y se abalanza con sus brazos extendidos sobre mi persona, no me da tiempo de reaccionar cuando ya está dejando muchos besos sobre mi boca con los labios pintados de rojo carmesí.

Hasta hoy había dejado de reírse por la forma en que yo llegué a conocer a su madre, incluso yo solté alguna que otra carcajada cuando ya me había pasado el shock. Solo espero que la señora Rinaldi lo olvide en algún momento porque por ahora parecía no estar dispuesta, me di cuenta cuando esta mañana comentó una fotografía de Kate con las siguientes palabras: «Puedo apostar que esa es la ropa interior de Roger» agregó una captura de pantalla con zoom donde se lograba visualizar una prenda de color blanco en el fondo de la imagen. Me reí, por supuesto que no era mi ropa interior. Aunque ahora la situación me estaba comenzando a resultar graciosa, no dejaba de ser la cosa más vergonzosa que me haya pasado en la vida.

—¡Kate! —Le riño, cuando siento que ha dejado todo su labial en mi cara. Aunque sonó más a un gesto de diversión que lo que yo intentaba hacer sonar en realidad—. Vamos, tengo que volver a trabajar y no puedo... —hago una seña en sus labios indicándole el color que lleva. Aunque yo sé que de igual manera esa es su intención porque no se detiene y es que tal vez mis risas no ayuden tanto. La rodeo con mis brazos inmovilizándola y ahora tengo que buscar la forma de quitarme toda esta pintura de la cara.

—Pasaba por aquí y pensé que tendrías hambre. —Levanta una bolsa de comida. Es algo que yo hago con ella casi todos los días y de cierto modo me alegra que esté intentando los mismos detalles conmigo aunque yo nunca lo he hecho esperando algo a cambio. Le doy una sonrisa en agradecimiento, entonces le devuelvo el gesto besándole los labios y haciendo un recorrido por toda su cara haciéndola soltar una carcajada.

—Roger ¡Basta! ¿Sabes cuánto tiempo me tomó maquillarme?

—No es como que lo necesites tampoco. —Continúo besándole la barbilla, después el cuello, da unos pasos hacia atrás entre risas hasta que recuesta las caderas sobre el capó de su auto y continúo besándole todo el rostro, la nariz, los ojos. Me detengo cuando la escucho decir:

—¡Roger! ¡Basta! Harás que me enamore de ti. —Puedo sentir la picardía colada en esas palabras, así que le respondo:

—¿Y hay algún problema con eso? —Estoy sacando un pañuelo de mi bolsillo y comienzo a limpiarle el rostro poco a poco, iniciando por su nariz que se ha manchado del labial de color rojo—. Porque a mí no me importaría enamorarme de ti, Kate.

Entonces, me mira a los ojos y me devuelve una sonrisa, una tierna y bastante dulce que me hace vibrar algo por dentro. Toma el pañuelo entre sus manos y me besa de nuevo, de esa forma suave y delicada que me fascina, los besos de Kate tienen algo realmente especial y adictivo. Se separa de mí y veo que ya no hay ni rastro del labial rojo en su lugar, me río y ella también lo hace conmigo, asumo que yo también debo tener la cara llena de manchas de ese color. Tomo el pañuelo de nuevo, pero ella me lo arrebata otra vez y comienza a limpiarme el rostro.

—¿Nos escapamos un rato? ¡A la mierda Margaret! —exclamo, con tanta seguridad que no pareciera que estoy hablando de mi jefa. Kate suelta una carcajada, mira en dirección a la puerta del edificio y me dice:

—Bien, en todo caso, ¿qué enfermedad quieres que te invente en caso de que tu jefa quiera hacerte un drama?

Kate y yo nos entendemos perfectamente.

Lamentablemente, ella tenía turno hoy, así que cualquier reprimenda o reporte de Margaret por desaparecer dos horas completas, hubiera valido totalmente la pena. Pero últimamente a la jefa dragón todo estaba comenzando a darle igual, así que ni siquiera se percató de mi ausencia y yo no tuve que fingir mi muerte, después de todo dentro de unos días la revista estaría en manos de otra persona y, para suerte mía, ya no tendría que ver a Margaret.

Esta es la primera noche desde el domingo anterior que no dormiría en el apartamento de Kate. Incluso veo los escalones de mi edificio completamente macabros y tenebrosos por la poca luz que llega a este sitio. Si no es porque este lugar es cien por ciento seguro tal vez estuviera entrando en pánico.

Cuando estoy a la mitad de mi camino recibo un Whatsapp de la doctora y me detengo para ver la selfie que me ha enviado, me doy cuenta que tiene el Koala de felpa en su consultorio y esbozo una sonrisa cuando leo:

«Al menos tengo un recuerdo tuyo aquí conmigo»

Llego al último escalón de mi piso y giro para ir hacia mi morada, estoy contestando el mensaje de Kate con los ojos puestos en mi teléfono celular cuando algo me llama la atención, levanto la mirada cuando me percato que hay una persona recostada a mi puerta y cuando ella levanta el rostro me encuentro con el último ser humano que me gustaría ver hoy:

Sara.


Continue Reading

You'll Also Like

46.1K 5.4K 33
Jeremy la miró una vez más y notó como se mordía el labio para no reírse. Era linda, linda de una manera extraña. Sin ganas, siguió a su enfermera y...
3.3K 178 18
Un mito dice que cada cien años se enamora un ángel y un demonio, uno sacrifica su paz y el otro renuncia a su odio, ¿que pasará? cuando dicho demoni...
8.8M 532K 36
La vida de Dominic Armstrong siempre había sido un tormento. Durante su infancia y adolescencia tuvo muy mala relación con su padre, presenciaba la v...
383K 15.1K 28
Estro: Inspiración ardiente del artista o poeta. Todos soñaban con una musa para sus inspiraciones, Shakespeare contaba con una, Jane Austen se inspi...