en tiempos de guerra ⁷ ━━ har...

By hhoneyplnet

38.9K 4K 349

⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 7 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. El asesinato de Dumble... More

𝐄𝐍 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐆𝐔𝐄𝐑𝐑𝐀
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒕𝒆𝒏
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒊𝒙
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏

967 121 1
By hhoneyplnet

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝐿𝑉𝐸 )
𝚕𝚊 𝚌𝚒𝚎𝚛𝚟𝚊 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚋𝚘𝚜𝚚𝚞𝚎.

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —interrogó Severus a Alaska, sin prestarle mucha atención. Parecía ocupado con unos papeles y pergaminos.

Se encontraba en su oficina, que estaba ubicada en la torre más alta del castillo y tenía una vista panorámica de los terrenos de la escuela y el Lago Negro. La oficina estaba decorada de manera austera y sombría, distinta a la época en la que Dumbledore la utilizaba. En una esquina, se encontraba una vitrina con objetos mágicos y pociones extrañas, algunas que no lograba reconocerlas a simple vista.

Alaska se encogió de hombros, el simple hecho de estar frente a él parecía molestarle.

—Harry y Ron se han peleado, el ambiente es tenso —le explicó ella sin darle muchos detalles—. Creí que era el momento perfecto para darme un tiempo libre.

—¿Tiempo libre? —inquirió él, levantando una ceja.

—De ellos. Aún aquí tengo una tarea que cumplir, no he venido solo a descansar —dijo, molesta por el tono que el hombre utilizó—. Tengo mucho de que ocuparme.

—¿Cómo qué? —Severus levantó la mirada, inesperadamente interesado por la conversación. Dejó de lado sus pergaminos, dandole toda su atención.

—Cosas, es importante para la misión. —dijo ella sin querer hablar de ello. La mirada de Severus la atravesó, y sabiendo lo que intentaría, cerró su mente como si se tratara de una caja de seguridad.

—¿Ahora escondes secretos de mí?

Ella evitó darle una respuesta, en cambio, prefirió ir directo al grano.

—No he visto a Tim esta mañana —mencionó de forma inocente—. ¿Va todo bien?

—Todo va como lo planeado —respondió Severus, desviando la mirada y volviendo a observar los pergaminos bajo su nariz—. Él está seguro.

—¿Ah sí? —Alaska se removió en su asiento, comenzaba a sentirse incomoda ante la constante mentira—. Sé que ya me dijiste que lo mejor era que no supiera los detalles de su seguridad, pero no puedo evitar preocuparme. Dime dónde está.

—Si te lo digo, puedes ponerlo en peligro.

Ella soltó un bufido de gracia, negaba con su cabeza mientras una parte de su cabeza le decía que lo mejor era no decir nada, esperar y abordar el tema de otra forma. Sin embargo, el resto de sus pensamientos comenzaban a atormentarla, no la dejaban pensar con claridad y pronto perdió la poca paciencia que tenía.

—Entonces, si entiendo bien: que yo sepa su paradero pone en peligro a Tim —las expresiones de la rubia eran exageradas, como si estuviera demostrando todo lo que sentía en ese momento a través de ellas—. Pero que él este deambulando por bosques de todo el país sin ninguna otra protección que su varita es del todo seguro, ¿no? Al menos, eso desde tú perspectiva.

El rostro de Severus no demostró sorpresa, ni nada parecido. Ella odiaba eso. No le gustaba no poder estar al tanto de lo que pasaba por su cabeza. Era como un misterio imposible de resolver por su cuenta, no había nada que ella pudiera hacer para que Severus le hablara. Antes creía que tenía su confianza, pero comenzaba a creer que nunca la tuvo del todo.

—Es lo mejor para él.

—¿Cómo va a ser lo mejor? —exclamó ella, levantándose de un salto, arrastrando la silla con brusquedad—. Mortifagos y carroñeros deambulan por todo el país en busca de nacidos de muggles. Tim no está seguro allá afuera. ¡Tú prometiste que lo ayudarías!

—Y es lo que hice —le aseguró el hombre, sin inmutarse por su subida de tono—. Tim está seguro, Ted Tonks está protegiéndolo. Aceptó poner su vida en riesgo para cuidarlo; por ti.

—No tengo idea de lo que estás hablando —dijo con frustración—. Pero un sólo hombre no será capaz de protegerlo, no de los mortífagos.

—Ted es un mago extraordinario.

—Eso no me interesa. De todos modos, ¿por qué aceptaría la misión de protegerlo? Nunca le agradé —Alaska frunció los labios—. ¿Y por qué estás seguro de que podemos confiar en él?

—Supongo que tu ex-novio a logrado convencerlo de lo contrario —fue el turno de Severus de sonar amargado—. Sabía que Ted escaparía para no ser atrapado por los carroñeros, tenía un buen plan y Archer me ayudó a convencerlo. Fue el intermediario.

—Entiendo, Archer te ayudó. Pero sigo sin entender porque es mejor para Tim estar de bosque en bosque cuando podrías haberlo mandado a un lugar seguro, dónde no pudieran encontrarlo.

—En estos tiempos no existe lugar seguro, Alaska. Tú más que nadie deberías saberlo —Severus la observó con severidad—. Además, Tim no es el tipo de chico que se esconde de los peligros. Si hubiera tenido la opción de escoger, él estaría aquí ahora mismo.

—No estoy feliz contigo, Severus —dijo Alaska finalmente, alejándose hacia la puerta—. No debiste esconderme algo como esto.

La vacaciones de Navidad en Hogwarts fueron más frías que de costumbre. Alaska se encontraba en la sala común de slytherin, donde el crepitar del fuego en la chimenea proporcionaba un atisbo de calidez en medio del crudo clima exterior. Blaise y Draco la acompañaban, eran uno de los pocos que se quedaron en el castillo y estaban disfrutando de un raro momento de tranquilidad. La guerra mágica que asolaba el mundo exterior parecía un millón de millas lejos en ese momento.

Los tres charlaban y reían como en los viejos tiempos, hablando de todo, menos de Voldemort ni nada relacionado con él. Alaska estaba tratando de olvidar las preocupaciones que pesaban sobre sus hombros, y la compañía de dos de sus personas favoritas era lo único que necesitaba en ese momento. Era como si nada hubiera cambiado, a pesar de que lo había hecho.

Algo que no soportaba, eran las nuevas clases en Hogwarts. Eran tediosas y desagradables, especialmente cuando tenía que presenciar cómo los mortífagos abusaban de su poder y maltrataban a los estudiantes. Sin embargo, sabía que tenía que mantener su fachada, incluso si eso significaba tragarse su orgullo y su indignación.

Durante sus momentos de tiempo libre, Alaska se aventuraba por los pasillos del castillo, sus ojos escrutaban cada rincón en busca de cualquier indicio de magia oscura. Utilizaba cada habilidad que poseía y conocía para rastrear la presencia del horrocrux oculto, pero, hasta ahora, nada había dado resultado. Los días pasaban, y su misión parecía estancada.

La Navidad ya había llegado y pasado, y Alaska junto a sus amigos más cercanos decidieron celebrar una fiesta clandestina en la Sala de los Menesteres. En medio de la magia y la alegría de la fiesta, por un breve momento, pudieron dejar de lado las preocupaciones y disfrutar de la compañía de sus amigos, celebraron como si se tratara del final de la guerra.

Fue la primera vez que Alaska vio a Draco y Archer interactuar, de forma real, compartieron una conversación sin gritos ni insultos, descubrieron que tenían más en común de lo que creían. Alaska nunca creyó que los vería juntos, pero no podía estar más feliz. Le gustaba verlos juntos, aunque esperaba que el rubio no alardeara mucho sobre su relación.

Eso le fue difícil, porque el día de la fiesta cumplían dos años juntos (ninguno contaba el tiempo que no estuvieron juntos) y Draco estaba más cariñoso de lo usual. No era algo que molestaba a Alaska, por supuesto, después de todo el tiempo que estuvieron separados era lo que más necesitaba en ese momento, pero no quería incomodar a nadie.

La celebración terminó antes de que el toque de queda diera comienzo, Draco, Blaise y Alaska fueron los últimos en abandonar el lugar. Sus pasos resonaron en los pasillos oscuros mientras se dirigían hacia las mazmorras, donde la fría piedra parecía absorber toda la alegría de la fiesta. Sin embargo, su serenidad se quebró cuando, al doblar una esquina, se encontraron con Snape, quien parecía haber estado esperándolos.

El rostro imperturbable de Snape se enfocó en Alaska mientras se acercaba a ella.

—Señorita Ryddle —dijo con su voz suave—. Acompáñeme a mi oficina, por favor.

Sus ojos oscuros parecían penetrar en el alma de Alaska; no habían vuelto a hablar desde su primera mañana luego de su llegada. Ella asintió, despidiéndose de Draco y Blaise con un gesto silencioso de la mano. No sabía que esperar de la conversación, pero siguió al director, sintiendo la tensión en el aire mientras caminaban por los pasillos desiertos.

Al llegar a la oficina del director, Alaska se detuvo en el umbral. Sus ojos habían captado su mochila de viaje, parecía que todas su cosas habían sido empacadas, ¿acaso Severus iba a obligarla a irse?

Se quedó esperando a que le diera indicaciones sobre lo que debía hacer. La atmósfera era pesada, y el silencio parecía prolongarse, cargado de expectación.

—Quiero que me acompañes a una misión. —el ceño de Alaska se frunció mientras lo seguía con sus ojos, parecía estar buscando algo.

—¿El Señor Tenebroso te dió una misión? —Severus se acercó al retrato de Dumbledore y tiró de uno de los lados. El lienzo se abrió como una puerta, revelando una cavidad oculta, de la que sacó la espada de Gryffindor.

—Creí que estaba guardada en Gringotts, ¿cómo la conseguiste? —preguntó Alaska.

—Lo que envíe a Gringotts era sólo una copia, guarde la real.

—¿Y qué haremos con ella?

No le dio una respuesta. Entonces, mientras se ponia una capa de viaje sobre la túnica, le preguntó al retrato de Dumbledore—: ¿Y piensa seguir sin explicarme por qué es tan importante que le dé la espada a Potter?

—Sí, me temo que sí —dijo el retrato de Dumbledore—. Él sabrá que hacer con ella.

Las cejas de Alaska se alzaron ante la sorpresa. El retrato de Dumbledore sabía que necesitaban la espada para destruir los Horrocruxes y, según parecía, no le había dicho a Severus nada de ello; pero ella sí. Le contó de los Horrocruxes en cuanto Harry se lo contó, entonces ¿él había descubierto para que necesitaban la espada? Ella no estaba segura de eso, y menos si debía decírselo.

Sin decir una palabra más, el hombre levantó su brazo. Alaska tomó su mochila y cuando estuvo preparada, cerró los ojos y enganchó su brazo con el de Severus. Fue instantáneo, la habitual presión en el pecho apareció y sus pies se estamparon contra una superficie que parecía tierra helada cubierta de hojas. Al abrir los ojos, vio que se encontraban en un lugar dónde los árboles estaban cubiertos de nieve y hacia un frío tremendo, pero al menos estaban protegidos del viento.

Todo el lugar, hasta el protegido claro, estaba cubierto de una nieve similar a polvillo. La oscuridad era casi impenetrable.

Bajo la pálida luz de la luna llena, avanzaron silenciosamente por el bosque, en completo silencio mientras se dirigían hacia un lago congelado que yacía en lo profundo del bosque, en un claro. La espada de Gryffindor brillaba en las manos de Severus, mientras la rubia pensaba que haber ido a la Camara de los Secretos había sido inútil después de todo. Si tenían la espada, ya no necesitarían los colmillos de basilisco que había recolectado.

Al llegar al borde del claro, Severus se detuvo y miró hacia atrás, asegurándose de que nadie lo hubiera seguido. Satisfecho de que nadie lo observaba, sacó su varita y con ella hizo levitar la espada sobre su cabeza, guiándola hacia el centro del lago congelado. Con un resplandor plateado, la espada desapareció bajo las aguas heladas.

Alaska lo observaba sin decir una sola palabra. Rápidamente, se ocultaron detrás de un árbol cercano y, concentrando su magia, conjuró su Patronus, una intensa luz plateada apareció frente a ella, oscilando entre los árboles.

Se desplazaba sin hacer ruido, y era como si la luz, por sí sola, avanzara por el lugar. Era una cierva de un blanco plateado, reluciente como la luna y deslumbrante, que avanzaba sin hacer ruido y sin dejar huellas de cascos en la fina capa de nieve.

El ciervo comenzó a moverse en una dirección específica, dejando un rastro de luz plateada en su camino. Esperaron en silencio.

No pasó mucho tiempo antes de que Harry, alertado por el ciervo plateado, emergiera de entre los árboles y comenzara a seguir la luz. Sus pasos resonaban en la quietud de la noche mientras se adentraba en el bosque. Ambos se mantuvieron oculto, observando en silencio.

Finalmente, Harry llegó al lago congelado, y su expresión se iluminó al reconocer la espada de Gryffindor parpadeando bajo el hielo. Con determinación, sacó su varita y comenzó a conjurar hechizos para romper el hielo y recuperar la espada.

—Debes ir con él. —Alaska se volvió para observarlo.

—No pude despedirme de...

—No había tiempo que perder —la interrumpió el hombre—. Yo les dire a tus amigos que has tenido que irte.

Ella asintió una última vez, no estaba contenta con aquello, pero no había nada más que hacer. Severus, dándole un último vistazo, se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad del bosque, volviendo a Hogwarts.

Alaska salió de su escondite, aferrándose a su capa de viaje. Cuando encontró a Harry con la mirada, lo vió desnudo, toda su ropa había desaparecido hasta quedar en ropa interior, descalzo en la nieve.

—Debe estar loco. —murmuró entre dientes.

No podía detenerlo, sabía que conseguir la espada de Gryffindor requería de un acto de valentía, y ella no tomaría su lugar en aquello. Mientras se acercaba con cuidado, observó como colocaba sus pertenencias encima de su ropa, después señaló con la varita al hielo.

Se agrietó con un sonido parecido al de disparar una bala en el silencio. La superficie de la charca se rompió y trozos de hielo oscuro se mecieron sobre  el agua se ondeaba. Se acercó al borde de la charca y colocó la varita en el suelo, todavía encendida. Después, saltó y no volvió a verse.

Intentó acercarse a paso rápido, sin embargo, no era fácil correr por la nieve. Dejó caer su mochila, librándose del peso extra en su espalda, trastabillo pero encontró equilibrio. Pronto llegó a la pequeña y congelada charca con su agrietada superficie negra que brillaba contra la luz que provenía de la varita de Harry, se adelanto cautelosamente y bajo la mirada. El hielo reflejaba su sombra distorsionada, pero en lo profundo, bajo el grueso y brumoso caparazón gris, algo más brillaba. Una gran cruz plateada y pudo vislumbrar a Harry.

La cadena del Horrocrux se había apretado alrededor de su tráquea y el chico pateaba salvajemente, intentando impulsarse de vuelta a la superficie, pero solo consiguió impulsarse contra el lado rocoso de la charca. Agitándose, ahogándose, asió la cadena estranguladora, sus dedos fueron incapaces de soltarla.

Alaska se había paralizado. Los ojos desesperados de Harry que se aferraban a sus últimos momentos de vida se habían encontrado con los suyos, pero ella no lo veía a él. La desesperación, la agonía que reflejaba la llevaron a un trance, un tipo de memoria dónde se veía a ella misma, rodeaba por las altas llamas de fuego mientras soltaba gritos de auxilio, pero nadie llegaba a salvarla.

Algo la empujó a un lado de la charca, antes de que pudiera incorporarse escuchó algo saltar a la charca y segundos después respiraciones agitadas. Cuando se puso en pie vio a Harry derrumbado bocabajo en la nieve, tosiendo y vomitando, empapado como Ron, que también jadeaba, tosía y se tambaleaba. Tenía la espada de Gryffindor en una mano y el Horrocrux colgando de su cadera en la otra.

—¿Estas... loco? —jadeó Ron,

Nada excepto la sorpresa de oir esa voz podría haber dado a Harry las fuerzas necesarias para levantarse. Temblando violentamente, se puso en pie tambaleante.

—¿Por qué demonios —siguió, sujetando en alto el Horrocrux, que se balanceaba adelante y atrás en la corta cadena en una especie de parodia de hipnosis— no te quitaste esta cosa antes de sumergirte?

Harry no podía responder. Temblando de frío, agarró la pila de ropa que todavía yacía al borde del agua y empezó a ponérsela. Mientras se pasaba jersey tras jersey sobre la cabeza, Alaska observaba a Ron que acababa de tirarse a la charca, salvando la vida de Harry. Algo que ella no había sido capaz de hacer.

Mordía el interior de su boca mientras, en el fondo, sabía bien porque se había quedado paralizada. Tenía miedo, Alaska tenía miedo de enfrentarse a la muerte una vez más. Era algo que no quería hacer: morir sin completar su misión. Dejar de respirar y que Draco siguiera bajo las ordenes de Voldemort, que Ann tuviera que esconderse el resto de su vida... que la muerte de Cedric no hubiera sido vengada. Y, parecía que, Alaska era capaz de dejar morir a cualquiera para cumplir con su cometido.

Eso dejó un amargo sabor en su boca.

—¿Eras t-tú? —dijo Harry al fin, sacando a Alaska de sus pensamientos. Sus dientes castañeteaban y su voz era más débil de lo habitual.

—Bueno, si. —dijo Ron, ligeramente confuso.

—¿Tú lanzaste esa cierva?

—¿Qué? ¡No, por supuesto que no! ¡Yo creía que habías sido tú!

—Mi patronus es un ciervo. —le aclaró.

—Oh, si. Pensé que parecía diferente. Sin cornamenta. —Ron hizo un gesto imitando los cuernos de un ciervo.

La mirada de Harry recayó en Alaska—. Entonces era tu patronus. —concluyó. Ella negó levemente, evitando sus ojos.

—Mi patronus es un lobo, no un ciervo.

Harry se puso la bolsita de Hagrid alrededor del cuello, poniéndose un último jersey, acercándose a recoger la varita, y enfrentándose de nuevo a Ron.

—¿Cómo es que estás aquí?

Aparentemente Ron había esperado que ese punto se tocara más adelante, si es que se tocaba.

—Bueno, yo... ya sabes... he vuelto. Si... —se aclaró la garganta—. Ya sabes. Si todavía me quieren aquí.

Hubo una pausa, en la cual el tema de la partida de Ron pareció alzarse como una pared entre ambos chicos. Ron bajó la mirada a sus manos, pareció momentáneamente sorprendido al ver las cosas que sujetada.

—Oh, si, saqué esto —dijo, bastante innecesariamente, alzando la espada para que ambos la inspeccionaran—. ¿Saltaste por esto... verdad?

—Si —dijo Harry—. Pero no lo entiendo. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo nos encontraste?

—Es una larga historia —dijo Ron—. Los he estado buscando durante horas, es un bosque grande, ¿verdad? Y justo estaba pensando en que iba a tener que dormir bajo un árbol y esperar a la mañana cuando vi a la cierva y la seguí.

—¿Y como llegaste tú, Alaska?

Ron se giró hacia ella.

—No sabía que te habías ido.

—Estuve en Hogwarts, me fui luego de que tú... —prefirió no mencionar su pelea—. Bueno, me aparecí en el bosque y, como Ron, llegué hasta aquí por la cierva.

—¿Pero como supiste donde estábamos Hermione y yo?

—Tengo mis métodos. —se limitó a responder.

—¿Y no vieron a nadie más cerca?

—No —dijo Ron— Yo...

—El mago no tiene que estar necesariamente cerca cuando aparece un Patronus, puede hacer mandados o enviar mensajes. —le recordó Alaska.

—Creo que vi algo moverse allí —añadió Ron, mirando a dos árboles que crecían cerca el uno del otro a unos metros de distancia—, pero estaba corriendo hacia la charca en ese momento, porque habías entrado pero no salías, así que no iba a hacer un desvío para... ¡ey!

Harry ya estaba corriendo hacia el lugar que Ron había señalado, ninguno de los dos lo acompañó. En silencio, el pelirrojo se volteó hacia Alaska, ella notó sin siquiera voltearse que quería hacerle una pregunta, pero no se atrevía.

—Tú... ¿estás bien?

—¿Por qué no lo estaría? —cuestionó ella. Ron se mostró nervioso.

—Estabas... paralizada, como si hubieras visto un fantasma.

Alaska se giró hacia él, sin saber que decir al respecto. Sin embargo, Harry volvió con ellos a los pocos segundos.

—¿Hay algo? —preguntó Ron.

—No. —dijo Harry.

—¿Entonces, que hacía la espada en esa charca?

—Quienquiera que lanzara el Patronus debe haberla puesto ahí.

Miraron a la ornamentada espada de plata, su empuñadura de rubíes brillaba un poco a la luz de la varita.

—¿Crees que es la auténtica? —preguntó Ron.

—Hay una forma de averiguarlo, ¿verdad? —dijo Harry.

El Horrocrux todavía se balanceaba en la mano de Ron, sacudiendose ligeramente. Ahora no había tiempo para largas discusiones; era el momento de destruir al guardapelo de una vez y para siempre. Harry miró alrededor, sujetando en alto la varita, y vio el lugar; una roca plana que yacía a la sombra de un sicomoro.

—Vamos —dijo, y abrió el camino, limpiando la nieve de la superficie de la roca, y extendiendo la mano pidiendo el Horrocrux.

Cuando Ron ofreció la espada, sin embargo, Harry sacudió la cabeza.

—No, debes hacerlo tú.

—¿Yo? —dijo Ron, sorprendido—. ¿Por qué?

—Porque tú sacaste la espada de la charca, creo que se supone que debes ser tú.

—Hagamos esto rápido —intervino Alaska, dando unos pasos hacia atrás—. Voy a abrirlo y puede que se resista, estén preparados.

—El pedazo de Ryddle del diario intentó matarme. —recordó entonces Harry.

—Eso es muy alentador

—¡Abre...! —ll silbido apenas había sido audible cuando Ron gritó.

—¡No! ¡No lo abras! ¡Lo digo en serio!

—¿Por qué no? —preguntó Alaska.

—Librémonos de esta maldita cosa, hace meses...

—No puedo, Harry, en serio... hazlo tú.

—Solo tienes que agarrar la espada, sé que se supone que tienes que ser tú quien la utilice. Por favor, librémonos de él, Ron. —El sonido de su nombre pareció actuar como un estimulante.

Ron tragó, después, todavía respirando con dificultad a través de su nariz, volvió hasta la roca.

—Dime cuando. —graznó.

—A la de tres —dijo Alaska, pero no iba a esperar—. ¿Preparado? ¡Ábrete! —se escuchó un siseo y un gruñido y las puertas doradas del guardapelo se abrieron con un pequeño chasquido.

Tras las dos ventanas de cristal de dentro parpadeaban unos ojos vivos, oscuros y hermosos. Antes de que Ron pudiera hacer algo el Horrocrux habló.

He visto tu corazón, y es mío.

—¡No le escuches! —dijo Harry ásperamente—. ¡Golpea!

He visto tus sueños, Ronald Weasley, y he visto tus miedos. Todo lo que deseas es posible, pero todo lo que temes también es posible... Siempre menos amado, por la madre que anhelaba una hija... Menos amado ahora, por la chica que prefiere a tu amigo... El segundo mejor, siempre eternamente a la sombra...

—¡Ron, golpea ya! —gritaba Harry a voz en cuello.

Ron alzó la espada más alto, y cuando lo hizo, los ojos de Ryddle se volvieron escarlata. Saliendo de las dos ventanas del guardapelo, saliendo de los ojos, habían florecido como dos grotescas burbujas, las cabezas de Harry y Hermione, extrañamante distorsionadas. El pelirrojo chilló por la sorpresa y retrocedió mientras las figuras surgían del guardapelo, sus pechos, sus cinturas, sus piernas, hasta que estuvieron de pie en el guardapelo, lado a lado como árboles con una raiz común, balanceándose sobre nosotros.

—¡Ron! —gritó la distorsión de Harry—. ¿Por qué volviste? Estábamos mejor sin tí, más felices sin ti, nos alegraba tu ausencia... Nos reíamos de tu estupidez, de tu cobardía, de tu presunción...

—¡Presunción! —Repitió la distorsión de Hermione—. ¿Quién podría mirarte a ti, quien te miraría nunca, estando junto a Harry Potter? ¿Qué has hecho tú, comparado con el Elegido? ¿Qué eres tú comparado con el Chico que Vivió?

—¡Ron, no escuches lo que dice! —esta vez gritó Alaska—. ¡Clava la espada! ¡No pierdas tiempo!

Tu madre confesó —dijo con desprecio el Harry del guardapelo—, que me habría preferido a mí como hijo, que se habría alegrado de intercambiar...

—¿Quién no le preferiría a él, qué mujer te aceptaría? No eres nada, nada, nada comparado con él. —Soltó con malicia la Hermione y se estiró como una serpiente, entrelazandose alrededor de Harry, envolviéndole en un estrecho abrazo hasta que sus labios de ambos se encontraron.

Sobre el suelo ante ellos, la cara de Ron estaba llena de angustia. Alzó la espada en alto, sus brazos temblaban.

—¡Hazlo, Ron! —Gritó Harry—. ¿Ron...?

La espada centelleó, cayó. Harry se lanzó fuera de su camino, se oyó un chasquido de metal y un largo, interminable grito. Entonces, las versiones mostruosas de Harry y Hermione habían desaparecido. Solo estaba Ron, allí de pie con la espada laxa en la mano, mirado a los restos esparcidos del guardapelo sobre la roca plana.

Continue Reading

You'll Also Like

23.8K 2.7K 21
┊♀️ ━━ ❝ FEMINIST ❞ ━━━' ▌❝ Ninguna mujer tiene ⠀⠀⠀⠀⠀un orgasmo limpiando el suelo de una cocina, imbécil ❞ ❪ Revolución...
519K 53.2K 133
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
34.8K 1.9K 55
Jade Avery, al corriente de casi todo lo que pasa en Beacon Hills y tratando de evitar tener contacto con algunos de la manada de Scott McCall o algú...
219K 17.8K 139
SIA | ❝ No des nada por sentado. Tus recuerdos no son tuyos y tu pasado no se ha quedado atrás. Aquellas voces que escuchas al dormir son algo más q...