Irresistible Error. [+18] ✔(P...

By KayurkaRhea

76M 3.6M 13.7M

《C O M P L E T A》 ‹‹Había algo extraño, atrayente y oscuramente fascinante en él›› s. Amor: locura temporal c... More

Irresistible Error
ADVERTENCIA
Capítulo 1: La vie en rose.
Capítulo 2: La calma antes de la tormenta.
Capítulo 3: In vino veritas.
Capítulo 4: Rudo despertar.
Capítulo 5: El placer de recordar.
Capítulo 6: Podría ser rabia.
Capítulo 7: La manzana del Edén.
Capítulo 8: Mejor olvidarlo.
Capítulo 9: Tiempos desesperados, medidas desesperadas.
Capítulo 10: Damisela en apuros.
Capítulo 11: Bona fide.
Capítulo 12: El arte de la diplomacia.
Capítulo 13: Leah, eres un desastre.
Capítulo 14: Tregua.
Capítulo 15: Provocaciones.
Capítulo 16: Tentadoras apuestas.
Capítulo 17: Problemas sobre ruedas.
Capítulo 18: Consumado.
Capítulo 19: Conflictos.
Capítulo 20: Oops, lo hicimos de nuevo.
Capítulo 21: Cartas sobre la mesa.
Capítulo 22: Efímero paraíso.
Capítulo 23: Descubrimientos.
Capítulo 24: Compromiso.
Capítulo 25: El fruto de la discordia.
Capítulo 27: Perfectamente erróneo.
Capítulo 28: Salto al vacío.
Capítulo 29: Negocios.
Capítulo 30: Juegos sucios.
Capítulo 31: Limbo.
Capítulo 32: Rostros.
Capítulo 33: Izquierda.
Capítulo 34: Bomba de tiempo.
Capítulo 35: ¿Nuevo aliado?
Capítulo 36: El traidor.
Capítulo 37: La indiscreción.
Capítulo 38: Los McCartney.
Capítulo 39: Los Colbourn.
Capítulo 40: Los Pembroke.
Capítulo 41: Mentiras sobrias, verdades ebrias.
Capítulo 42: El detonante.
Capítulo 43: Emboscada.
Capítulo 44: Revelaciones.
Capítulo 45: La dulce verdad.
Capítulo 46: El error.
Capítulo 47: Guerra fría.
Capítulo 48: Cautiva.
Capítulo 49: Aislada.
Capítulo 50: Puntos ciegos.
Capítulo 51: La lección.
Capítulo 52: Troya.
Capítulo 53: Deudas pagadas.
Capítulo 54: Caída en picada.
Capítulo 55: Cicatrices.
Capítulo 56: Retrouvaille.
Capítulo 57: Muros.
Especial de Halloween
Capítulo 58: Punto de quiebre.
Capítulo 59: Resiliencia.
Capítulo 60: Reparar lo irreparable.
Epílogo
AGRADECIMIENTOS
EXTRA: La elección de Alexander.
EXTRA: Vegas, darling.
EXTRA: Solo para tus ojos.
ESPECIAL 1 MILLÓN: El tres de la suerte.
EXTRA: El regalo de Leah.
EXTRA: El balance de lo imperfecto.
Extra: Marcas de guerra.
ESPECIAL 2 MILLONES: Waking up in Vegas.
ESPECIAL 3 MILLONES: The burning [Parte 1]
ESPECIAL 3 MILLONES: The burning [Parte 2]
ESPECIAL 4 MILLONES: Entonces fuimos 4. [Parte 1]
ESPECIAL 4 MILLONES: Entonces fuimos 4 [Parte 2]
ESPECIAL 5 MILLONES: Ámsterdam [Parte 1]
ESPECIAL 5 MILLONES: Ámsterdam [Parte 2]
ESPECIAL 5 MILLONES: Ámsterdam [Parte 3]
LOS VOTOS DE ALEXANDER
COMUNICADO IMPORTANTE
Especial de San Valentín
Especial: Nuestra izquierda.
Especial: Regresar a Bali
¡IMPORTANTE! Favor de leer.

Capítulo 26: Celos.

847K 44.5K 232K
By KayurkaRhea

Leah

No estaba segura de haber escuchado bien.

Tampoco estaba segura de seguir respirando.

Esperé. Un segundo, dos, tres, cinco, sin que nada pasara.

Sin que Alexander dijera que todo aquello era una puta broma.

Mi corazón pesó tanto que no pudo mantenerse en su lugar y cayó hasta el suelo.

—Vaya...eso es...vaya—gesticuló Ethan, buscando recuperarse de la impresión y aligerar la tensión, que podía cortarse con un cuchillo.

—¿Es enserio?—inquirió Sara, con ojos de nutria confundida—¿Cuándo se han comprometido? Porque la última vez vi a Alex muy juntito con...

Percibí el pie de Edith moverse con rapidez para darle un pisotón bajo la mesa y callarla. La cara de Sara se compungió en una mueca de dolor pero al menos evitamos que saliera con alguna de sus imprudencias.

¿Qué era todo aquello? Parecía que jugáramos unas carreras por ver quién de los dos se jodía la vida primero y de la peor manera.

La salamandra con copete soltó una risita estúpida e hizo un gesto de la mano, como si le restara importancia.

—Es solo un título—se encogió de hombros sin perder la sonrisa—, pero me encanta la reacción de todos cuando lo digo, vale oro, tendrían que haberse visto—abrió mucho los ojos y la boca, imitando la expresión de susto de más de alguno.

Todos soltaron una carcajada ante su ridícula perorata, Alex incluido.

—Eso habla muy mal de ti—le dio un golpecito en el hombro a modo de juego.

‹‹Ni te lo imaginas››

—No sé de qué hablas—respondió el cínico y procedieron a sentarse con nosotros.

—Qué guardada te la tenías—acotó Matt, babeando sin dejar de escrutarla—. Una belleza como esa es para presumirla, no para esconderla.

Puse los ojos en blanco. No era la gran cosa.

—Deja esa mirada de degenerado sexual, vas a asustarla—se burló Jordan a mi lado.

—Ush, que no te estoy mirando a ti, envidioso—aleteó las manos para alejarlo y mi novio sonrió en respuesta—¿De qué planeta viene una diosa como tú? Porque no eres de este mundo, ¿verdad?

—De este mundo sí, de este continente, no—esbozó una sonrisa genuina—, soy inglesa.

Reparé entonces en el acento que compartía con Alexander, aunque el de ella era mil veces más marcado.

Claro que él conseguiría una muñequita inglesa.

Podía percibir la mirada de Alex sobre mí, pesada y avasalladora, evaluando todas mis reacciones. Tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para no tener un ataque de histeria por los celos que me carcomían por dentro, retorciéndome las tripas. Respiré un par de veces cuando olvidé hacerlo por el dolor agudo que se asentaba en mi pecho y coloqué mi máscara de practicada impasibilidad.

—De hecho nos conocimos allá—siguió ella, recargando su cabeza en el hombro de él y flexioné mis dedos sobre la mesa para calmar las ansias que me asaltaban por darle un golpe.

¿Me expulsarían de la universidad si la arrastraba por todo el campus de su asqueroso cabello pelirrojo?

¿Por qué mierda amaba tanto a las pelirrojas? Lo había visto a lo largo de los años con otras chicas, de todos colores y sabores, pero mayormente pelirrojas. Como la cara de avestruz de Susan. ¿Qué había de atractivo en una cara manchada de pecas y una piel pálida, sonrisa perfecta, ojos preciosos, cuerpo de infarto y...?

¡Agh! Quería hacerlo pedacitos.

—Nos conocemos desde los nueve años—apuntó él, sin quitarla. ¡Sin quitarla!

—Eso es muy romántico—suspiró Sara y le lancé una mirada asesina.

—¿Y qué haces aquí? ¿Has venido a robarte al novio?—preguntó Jordan con diversión y alcé la vista hacia él, asustada.

—Ganas no me faltan—lo miró embelesada—. En realidad he venido de vacaciones. Me encanta este país, pero estando tan lejos no tengo muchas oportunidades de visitarlo.

—Sí, imagino que entre las responsabilidades y los períodos de la universidad es imposible—dijo Edith.

La incomodidad ensombreció sus facciones, pero se deshizo de ella con rapidez.

—Por eso le he pedido a Alex que me regale un tour por su universidad, en una de esas puede que incluso me quede a estudiar aquí.

—¡Te encantaría!—canturreó mi amiga y la chica la apoyó aplaudiendo con felicidad.

Mi corazón sufrió un mini infarto ante la posibilidad de tener que verle la cara todos los días. ‹‹No, no, no. Sobre mi cadáver››

—¿De qué hablaban antes de que llegáramos?— preguntó mi esposo con desinterés.

Edith juntó las manos en un aplauso, sumamente entusiasmada.

—De los lugares a los que podríamos viajar la próxima semana—sus ojos claros se iluminaron—, y ayer, mientras miraba Gossip Girl pensé ¿por qué no hacemos un viaje a Nueva York? Como el que hicimos con Ethan a Las Vegas en su...

—¡No!—gritamos Alex y yo al mismo tiempo, rotundos. Nos dedicamos una mirada llena de complicidad, pero los demás nos observaron extrañados.

Ya habíamos tenido una experiencia horrible en esos viajes. Si volvíamos a hacer uno igual, seguramente terminaríamos casándonos por  algún rito budista o algo peor.

—Okay, okay, ya entendí—dejó caer los hombros derrotada—, solo era una idea, no tienen que arrancarme la cabeza, por Dios.

—Solo a ti se te ocurre que es buena idea ir hasta el otro lado del país por un fin de semana—negó Ethan.

—¿Tienes alguna idea mejor, Einstein? Por favor ilumíname.

—¿Por qué no vamos a un lugar que esté cerca? La temporada de invierno ya casi empieza y tengo un espacio de un fin de semana que puedo usar cuando quiera en las cabañas de Rockport.

—¿La reserva que está al norte?—intervino Alex, pensativo.

Ethan asintió.

—Para ese entonces, estará nevado y hay muchas cosas qué hacer.

—Voy a morirme de frío—berreó Edith.

—Yo te caliento—contestó con tono sugerente.

—Ni en tus mejores sueños.

—Con calefacción, idiota. Que tu mente sucia piense en otras cosas no es mi problema—se defendió Ethan.

Todos soltamos una carcajada.

—No suena mal— concedió Matt y varias voces lo apoyaron—, pero tengo entendido que suele ser difícil encontrar cabaña antes de que empiece el invierno. ¿Cómo lo conseguiste?

—¿Dudas de mis capacidades?—se señaló con el pulgar, indignado—. Tengo métodos infalibles.

Puse los ojos en blanco. Sus métodos infalibles eran siempre ligar con alguna pobre ingrata que era usada para un solo revolcón.

—Tú también puedes venir, preciosa. Nos embellecerías el viaje—le sonrió con coquetería.

—Sería estupendo—lo apoyó Matt, emocionado.

—Sí, ven con nosotros.

Casi abofeteé a Jordan cuando la invitó.

—¡Ay, sí!—chilló Edith—. Seríamos cuatro chichas y cuatro chicos.

No, no quería por nada del mundo que ella estuviera ahí. No quería que arruinara algo tan importante.

—¿Qué opinas? ¿Crees que sea buena idea ir?—preguntó a Alex—, porque me encantaría.

Se encogió de hombros.

—Es tu decisión, pero sería genial que estuvieras ahí.

Mi corazón se comprimió ante la sinceridad de su comentario y tuve que apretar los dientes para evitar que la cólera me explotara la cabeza.

—Entonces me apunto—dijo al final y todos la animaron.

Casi. Todos.

—Leah, ¿tú qué opinas? Has estado muy callada—preguntó Sara y tardé unos momentos en registrar que me hablaba a mí, porque estaba demasiado concentrada empalando a la pelirroja como para prestarle atención a algo más.

‹‹Opino que la quiero a metros de él. Kilómetros, joder››

—No lo sé, tal vez deberíamos pensar en algo más—en algo que no la incluyera a ella—, no estoy segura de que me agrade la idea.

—Es un buen plan, el lugar es grande y ya tenemos hospedaje gracias al pito mágico de Ethan—argumentó Matt.

—A tus órdenes—el aludido hizo un gesto con la mano.

—¡Eh!—lo empujó Jordan, sonriendo.

—¡Cuidado con la mercancía!—se sacudió el hombro—, que luego no podemos conseguir cabañas.

—No lo sé—dije poco convencida, evitando a toda costa mirar a Alex.

—Si no te gusta, no vayas—espetó la pelirroja, encogiéndose de hombros con jovialidad.

—¿Perdón?—era la primera vez que le dirigía la palabra, y mi voz salió más tensa de lo que planeaba—. Claro que tengo que ir.

—No están obligando a nadie, ¿o si?

—Vamos por mi cumpleaños—escupí, con la sangre hirviéndome.

—Y el mío—añadió Edith, alzando la mano.

Edith cumplía el veintiséis de noviembre; yo al día siguiente. Por eso optábamos siempre por celebrar nuestros cumpleaños juntas.

—Ay, lo siento—la salamandra se tapó la boca con la mano, apenada—, no lo sabía.

—Claramente—ladré de forma despectiva, ganándome una mirada divertida de mi esposo.

—¿Tu cumpleaños será ese fin de semana?—me habló por primera vez. Tardé en responderle, porque no sabía qué saldría de mi boca si no pensaba bien las cosas.

La ira que sentía porque estuviera tan cerca de Sabine me rebasaba.

—Sí.

Pareció sorprendido, pero no dijo nada más.

—Entonces, ¿Rockport?—sonrió Ethan, y todos dieron el apresurándose a armar los planes.

Sería un cumpleaños de mierda con la señorita inglesa rondando tan jodidamente cerca de mi marido.

¥

—¿Qué haces? Llevas dos horas pegada a ese aparato—inquirí cuando me harté de ver a Edith en la misma posición—. La cara del jorobado de Notre Dame ya la tienes, solo te falta la joroba, y vas por buen camino.

Rió con sorna, despegando por fin los ojos del celular.

—Estoy haciendo una investigación muy importante, tenemos un 3312.

Dejé lo que hacía para escucharla.

—¿Sobre qué?

—Sobre nuestra nueva amiga, obviamente. Mi espíritu chismoso no descansará hasta saber quién es.

—¿Nueva amiga? Habla por ti—dije de malhumor, percibiendo de nueva cuenta el amargo sabor a hiel en la boca.

Sus ojos se inundaron con algo que no identifiqué.

—Parece adecuada.

—¿Para qué?

—Para Alexander.

Enarqué una ceja, escéptica.

—¿Y qué has descubierto, mi querido y eficiente FBI?—la molesté, porque también me sentía bastante curiosa respecto a ella, aunque me negaba a reconocerlo.

Encuadró los hombros, se aclaró la garganta y tomó aire, como si ese fuera su momento.

—Es Sabine Crawford, tiene veintidós años. Estudia la carrera de ciencias políticas en Oxford, siguiendo los pasos de su padre, James, que tiene un alto rango en el gobierno.

Crawford. Era el mismo apellido con el que nos habíamos registrado en ese feo motel. Ahora comprendía de dónde lo había sacado.

—Y no vas a creer esto, pero su hermana, Emma, es la esposa de Jonathan Pierson.

Mi mandíbula se aflojó y casi cayó al suelo.

—No me jodas—musité impresionada—¡¿Es su cuñado?!—Edith asintió con decisión en repetidas ocasiones—. Es el hombre per-fec-to, y es tan lindo con su esposa, tienen una relación de ensueño. Adoro todo lo que suben a las redes.

—Lo sé, qué mala suerte la nuestra—rió—. Bueno como decía, Sabine es vocera de fundaciones como Médecins Sans Frontières, Partners in Health y ha organizado eventos en apoyo a Mercy Corps. Si lo ha hecho para forjarse una carrera política o por simple humanidad, no tengo idea, pero ha hecho proyectos increíbles. James ha favorecido bastante al padre de Alex concediéndole grandes proyectos del gobierno y comparten algunas empresas. Le encanta leer, el té chai, el yoga y la naturaleza—siguió con voz de presentadora de comercial.

Estaba verdaderamente impresionada por todo lo que había logrado a su corta edad.

—Y modela—siguió, mostrándome su cuenta de Instagram—, para Alex, al menos. Le ha sacado unas fotos divinas.

Me mostró su feed y deslicé el dedo, observando el montón de fotografías donde la cuenta de él aparecía etiquetada. Lucía preciosa en todas las capturas. Eso de que tenían historia no era mentira, porque las fotos aparecían en varias locaciones del mundo: Noruega, Japón, Tailandia, Italia. Londres.

También tenían algunas juntos y mi corazón se comprimió al verlo tan feliz.

Bloqueé el celular y se lo devolví. No soportaba contemplar todo aquello.

—Es libra, lo que significa que es mil por ciento compatible con Alex—terminó y la miré con incredulidad.

—Estás loca, ¿sabías? Solo tú crees en los horóscopos.

Aunque internamente me pregunté qué tan compatible era yo con él.

—¡Son muy importantes!—objetó con decisión—. Tú por ejemplo, no eres nada compatible con Jordan pero te sigues aferrando, sigues en negación.

—¿Negación de qué? Somos totalmente compatibles.

Me escudriñó por un momento y abrió la boca como si quisiera decir algo más, pero se detuvo.

—Ay, Leah—suspiró—. Tanto investigar me dio sed, así que iré a la cafetería por algo. Me estoy secando. ¿Quieres algo?

Negué y tomó su camino meneando sus caderas con coquetería.

Volví a concentrarme en ordenar el papeleo que me había entregado la administración de la universidad, buscando desaparecer la imagen de Sabine de mi mente y con ella, el escozor que provocaba en mi estómago. Esperaba que al menos en eso el universo conspirara a mi favor.

—¿Te molesta si me siento?—una voz interrumpió mi faena y cuando alcé la vista, me di cuenta de que el universo no me favorecía; no, me meaba a la cara.

Sabine me sonrió de esa forma que me producía náuseas por lo genuina que parecía.

‹‹Sí, sí me molesta››

—Como quieras—me encogí de hombros y me concentré en mi trabajo, esperando que se fuera si la ignoraba.

—Esta universidad es enorme—se hizo una coleta alta—, y es encantadora. Cuánto más la conozco, más me gusta. Estaba recorriéndola con una chica del comité, pero ha tenido que irse.

No dije nada porque mi mente solo podía pensar en insultos.

—Oye, ¿puedo preguntarte algo?—inquirió con seriedad y la maldije, porque al parecer ignorarla no iba a funcionar.

—Dime—contesté sin despegar la vista de mi papeleo.

—¿Sabes si Alex está saliendo con alguien?

Alcé la cabeza de golpe y la sorpresa me asaltó por un milisegundo. Me miró expectante.

‹‹¿Además de mí? Lo siento linda, pero no sé a cuántas más se folla tu prometido›› estuve tentada a decirle.

—No lo sé—dije con mi tono más indiferente—. Su vida no es asunto mío.

—Oh—pareció volver a respirar y soltó una risita nerviosa.— ¿Sabes a qué hora está libre?—preguntó después.

—No.

—En ese caso creo que tengo tiempo. Tal vez si me voy ahora, pueda tener lista su sorpresa.

Alcé la vista hacia ella, incapaz de resistir la curiosidad.

—¡Ya sé! Tú podrías ayudarme a planearlo.

—¿Perdón?—dije con acidez.

—Creo que tienes buen gusto y podrías ayudarme con la sorpresa que quiero hacerle.

Parpadeé un par de veces, incómoda.

—¿Qué crees que sea más lindo? ¿Una cena en un lugar elegante, con mantel, velas y todo eso o algo más moderno y minimalista? Tal vez algo a la intemperie...

Estaba que me moría por arrancarle el cabello.

—Realmente quiero impresionarlo para agradecerle—sonrió con afecto—. Fue un amor conmigo el fin de semana. Fue mi guía personal, me llevó por toda la ciudad, fuimos a un bar y...

No quería saber. No quería escuchar cómo habían terminado follando en su departamento seguramente.

—Ya entendí—la interrumpí, con una maraña de emociones desagradables en el pecho, produciendo imágenes en mi cerebro que quería suprimir.

—Lo siento si te agobio con toda mi palabrería—rió—, es solo que estoy muy feliz de estar aquí, con él. Teníamos casi un año sin vernos.

‹‹No me importa, no me importa, no me importa›› repetí, buscando creérmelo.

—Alex tiene una forma de hacerte sentir especial cuando está contigo, como si fueras lo único importante, y quiero regresarle el...

—No tienes que explicar nada—intenté detenerla, con los celos quemándome viva.

—Lo siento—soltó una risita educada—¿Entonces? ¿Qué crees que le guste más?—insistió y yo estaba a punto de clavarle mi bolígrafo en la mano.

—No lo sé.

—¿No? Oh, pensé que sabrías, con eso de que son amigos...

—Alexander y yo no somos amigos—dije tajante, mirándola fijamente.

—¿No? Pensé...

—Pensaste mal.

Sabine parpadeó un par de veces, impresionada y una tensión incómoda cargó el aire.

Me hervía la sangre, pero también sentí lástima por ella. Era tan obvio que estaba enamorada de Alexander; cualquier persona con ojos podría notarlo, y sabía que se casaría con él sin pensarlo. Los sentimientos del heredero de los Colbourn hacia ella eran algo más incierto, porque le gustaba follarse a otras chicas, pero le sonreía a Sabine como a nadie.

No pretendía conocer su relación, pero no podía suprimir la curiosidad. Sentía lástima por ella porque mientras planeaba una super cena romántica de agradecimiento para su prometido, él estaba ocupado cogiéndome a mí o recibiendo mamadas de otras tipas.

Tal vez Alexander era el tipo de novio infiel y desconsiderado. O tal vez Sabine estaba enamorada de un hombre que tomaba lo que quería sin aceptar nada que pudiera afligirlo, como el amor.

Y para ese punto, no sabía quién de las dos estaba más jodida.

—¡Hola!—nos interrumpió Edith, sentándose junto a nosotras.

‹‹Gracias a Dios›› me apresuré a guardar mis cosas cuando comenzaron a charlar y me dirigí a la biblioteca para terminar mi trámite.

¥

Llené el formulario depositando toda mi ira en los trazos marcados y toscos que dejaba sobre el papel.

Se había abierto una plaza para una certificación en logística comercial en Alemania, y no perdería la oportunidad de ocuparla por nada del mundo.

Aun pese a las insistentes protestas de Jordan.

No podía sacarme la imagen de Sabine de la cabeza. No, corrección: no podía sacarme la imagen de Sabine con Alex de la mente.

Sentía como si alguien me enterrara un cuchillo en las costillas y lo retorciera constantemente. La sensación era intensa en la misma medida que nueva y jodidamente desagradable.

Era un nivel de posesividad que jamás experimenté con Jordan y por lo tanto resultaba tan ajena y sobrecogedora que me daba miedo, pero no podía evitarlo.

Antes de que pudiera detenerme, mi cabeza ya estaba torturándome con las mil y un maneras en que seguramente se la había follado, o besado, o abrazado, o sonreído y...y...

Estaba que entraba en combustión de ira pura.

Decidí domar mis pensamientos para mantener un poco de cordura y continué llenando el formulario.

—¿Sabes lo estimulante que es verte tan enfocada en algo?—percibí su voz como la seda acariciando mi oído y di un respingo—. Tanto que me entran unas ganas de follarte aquí mismo, solo para poner a prueba tu nivel de concentración.

La idea se coló en mi estómago y otorgó su afirmación llenando mi sexo de una calidez inconfundible, humedeciendo mis bragas al instante.

Levanté la cabeza para encontrarlo inclinado sobre mí, tan cerca que su exquisito aroma me golpeó la cara, aturdiéndome y la proximidad de su cuerpo hizo que me olvidara de todo a mi alrededor, por unos segundos al menos.

—Ve y pon a prueba la concentración de tu prometida que para eso está, ¿no?—me maldije tan pronto como hablé, porque mi tono de reproche no podía pasarlo por alto ni un sordo.

Alex sonrió con satisfacción, irguiéndose.

—¿Por qué tan malhumorada? ¿Has tenido un mal día?—preguntó con jovialidad.

—¿Te importa?

—Me duele saber que no soy la razón de tu malhumor—quise arrancar la expresión petulante de su divina cara, porque sabía, él sabía que sí era la razón de mi malhumor, y de mi mal día, y de todas mis desgracias en general.

El bastardo idiota.

—¿Podrías largarte? Me estás distrayendo, y no creo que a tu prometida le guste saber que quieres probar la concentración de otras mujeres.

Posó un brazo en el respaldo de la alta silla de la biblioteca, recargando en él su peso y se acercó tanto a mi cara que me sentí alarmada de que alguien pudiera vernos, pero el lugar estaba desierto además de la señora Pince que tarareaba una canción detrás de la recepción.

—¿Y a tu prometido no le molesta que sientas celos por otros hombres?

Abrí los ojos tanto que pensé que se saldrían de su lugar.

—Qué de...

—Felicidades por tu compromiso, por cierto—dijo con tono agrio—, espero que sean felices, aunque dudo que eso sea posible si sigues engañándote a ti y a él como lo haces.

—¡No lo engaño!—callé cuando la bibliotecaria alzó la cabeza—. No lo engaño, ni a mí tampoco—repetí en tono bajo—, no sé de qué mierda hablas.

Él sonrió con suficiencia.

—¿Cómo puedes decir eso cuando te mueres de celos por mí?

Apreté la mandíbula y le sostuve la mirada, conteniéndome para no arrancarle de una bofetada su engreída sonrisa.

—¿Estás drogado? Porque estás delirando.

—Ah, ¿no lo estás?—se acercó tanto que podía contar sus pestañas y percibí el corazón subiéndome hasta la garganta por su peligrosa cercanía.

‹‹Me pudro de celos›› pensé, pero mi orgullo y dignidad eran prioridades.

—No.

Soltó una risita, al tiempo que tomaba distancia, privándome de golpe de ese hormigueo de anticipación que me invadía cuando el espacio entre nosotros se reducía.

—Siempre te lo guardas todo, y no entiendo porqué, solo haces las cosas más complicadas—negó—, creo que está en el ADN de las mujeres.

—¿Sobre qué estás balbuceando ahora?

—Que todo sería más fácil si dijeras las cosas en lugar de contenerte y guardártelas para hacer felices a los demás y cumplir sus expectativas, buscando no decepcionarlos.

Abrí la boca ligeramente, sintiendo el impacto mientras él continuaba clavándome con la mirada, indiferente al hecho de que había descubierto un aspecto sobre mi vida y mi persona que nadie más conocía. Tal vez porque Alexander lo había sabido todo el tiempo, como si fuera sentido común considerando la facilidad con la que podía descifrarme.

—A diferencia de ti, yo odio perder mi tiempo en rodeos—inclinó la cabeza a un lado—, así que diré las cosas por ti y te pondré las cartas sobre la mesa, como la primera vez.

—¿De qué hablas?—inquirí cuando por fin pude recuperar la capacidad de emitir palabra.

Sus ojos eran pura intensidad, llenos de ese azul que me había hecho viajar hasta el inframundo y volver.

—Estoy celoso, Leah. No me gusta compartirte y tampoco pienso aguantarme las ganas de tenerte—ahí iba otra vez mi capacidad de hablar, que había muerto ante su declaración—, y sé que tú te sientes igual, así que lo mejor es hacer algo al respecto.

Mi corazón se disparó como un cañón. Alex siempre había dicho las cosas primero, tal vez porque era el tipo de persona que no se guardaba nada.

—¿Y qué esperas que haga?—dije cuando espabilé.— ¿Que termine con Jordan para que puedas follarme cuando quieras mientras tú te casas con Sabine?

—Lo mío no es ningún compromiso, yo no he firmado nada.

Su comentario se sintió como una bofetada.

—Voy a casarme con Jordan, y tú tienes a tu... a esa...esa muñequita inglesa—terminé con acidez.

Enarcó las cejas, sin creerme un carajo.

—¿Y cómo pretendes hacerlo si ya estás casada? Que yo sepa, en este país está prohibida la bigamia.

—Nos divorciaremos.

—¿Eso quieres?

—Sí.

—Mentirosa—me tomó de la nuca en un ágil movimiento, enredando los dedos en mi cabello para inclinar mi cabeza y obligarme a mirarlo—. Te mueres por tener lo que está frente a ti, me deseas, pero te sigues resistiendo para no fallarles a los demás, ¿no es así?

Su firme agarre transmitió un placentero escalofrío desde mi cuello hasta la parte baja de mi columna, dejando un cosquilleo en mi vientre que no tardó en convertirse en excitación.

Lo deseaba, sí. Quería que me arrastrara hasta las profundidades de ese abismo a las que solo él podía llevarme, pero eso era solo la punta del iceberg, de todo el cúmulo de cosas que sentía por Alex.

Quería su tiempo, su atención y su afecto, y no tenerlo estaba matándome.

—Tu arrogancia no conoce límites.

—Tu terquedad tampoco—rebatió, sin soltarme—, y por eso estamos así.

Posé la mano sobre el brazo que me mantenía presa, pero no se inmutó.

—Suéltame, Alex.

—No.

Suspiré con frustración.

—Esto es ridículo. Tu prometida ya está aquí, no entiendo porqué sigues buscándome, ni la razón de que me digas todo esto.

El agarre detrás de mi nuca aminoró y arrastró su mano hasta posarla con delicadeza en mi pómulo, su pulgar acariciando mi labio inferior mientras sus ojos se mantenían fijos en mi boca.

—Porque me enferma verte con Jordan, Leah.

‹‹No creo que te enferme tanto como me enferma a mí verte con Sabine››

Algo revoloteó dentro de mi estómago y estaba a nada de perder el piso, ceder y rendirme ante él.

Sin embargo, la sensatez era más fuerte en ese momento.

—Pues no lo veas—sugerí dándole un manotazo.— Voy a casarme con Jordan una vez nos divorciemos.

—No puedes—insistió frustrado, dejando caer la mano a su costado.

—¿Por qué no?

—Porque uno, sigues siendo mi esposa, y dos, no podemos divorciarnos hasta que cobre mi herencia.

Resoplé.

—Tu hermosa prometida ya está aquí. Entre más rápido nos divorciemos tú y yo, más rápido podrás casarte con ella y cumplir la condición—dije con desdén ante la perspectiva.

—¿Y se supone que tengo que creer que no estás celosa cuando haces esa cara de asco cada que te refieres a ella?—sonrió, divertido.

Puse los ojos en blanco, negándome a admitirlo.

—Solo me quieres porque no puedes tenerme como deseas—objeté—, ese es el motivo de todos tus celos, ¿no? Porque no puedes cogerme cuando te venga en gana mientras Jordan siga ahí.

Su boca era una fina línea mientras me contemplaba. Mi corazón latía como un tambor dentro de mi cavidad, expectante; una parte de mí esperando que lo negara y me dijera que estaba equivocada, que había algo más profundo que solo deseo sexual y conveniencia.

Abrió la boca para replicar, pero su celular vibró en ese momento encendiéndose dentro de tu pantalón. Lo extrajo de mala gana y yo maldije mil veces el aparato por interrumpirnos en ese preciso momento.

—Qué—habló cuando se pegó el auricular a la oreja.

Lo observé con atención mientras escuchaba a su interlocutor e intenté memorizar cada gesto y línea de su masculino rostro, simplemente para poder recordarlo cuando todo esto se terminara.

Si no se había terminado ya.

—¿Dónde estás?—calló mientras esperaba.—De acuerdo, ahora voy—dijo sin más y sentí la decepción invadiéndome, porque aunque fuera discutiendo, quería seguir hablando con él, quería seguir en su presencia.

—¿Sabine?

Asintió y sonreí mordaz.

—Corre con tu prometida—escupí y observé la vacilación tiñendo sus ojos claros.

Quería que se quedara conmigo, pero sabía que eso no iba a pasar.

Se dio la vuelta y salió de la biblioteca sin pensarlo dos veces.

Clavé mi vista al frente, tratando de asimilar todo lo que nos habíamos dicho en los últimos minutos.

Caí en cuenta de que me sentía peor que antes, y que lo nuestro se había roto irremediablemente en algún punto de su construcción, porque no podía arreglarse.

Quería gritar a los cuatro vientos de frustración. Las ganas de llorar se me acumularon en la garganta, sin saber qué hacer con toda la maraña de sentimientos que me oprimían el pecho.

Celos, frustración, tristeza, desesperación, placer, felicidad, plenitud, libertad...eran emociones que nunca había percibido tan intensamente como lo hacía con Alexander.

Y ahora que en definitiva no podía tenerlo, no sabía qué hacer con ellas.

¥

Lo giré en el momento en que abrió la puerta, capturando sus labios en un beso demandante y furioso, buscando desahogarme en él.

Cerró con dificultad mientras entrábamos en su departamento a trompicones sin dejar de atacar su boca con la mía.

Acunó mi rostro entre sus manos, no supe si para frenarme o para tomar el mando, pero de cualquier forma, no se lo permití. Mordí su labio con fuerza y lanzó un quejido a modo de protesta, al tiempo que peleaba con su camiseta para retirarla a punta de jalones.

Quería convertir todo ese calor producido por la ira y los celos en uno de excitación y lujuria.

Quería que me hiciera olvidar.

Jordan alzó los brazos para que terminara de despojarlo de su prenda y aproveché ese momento para empujarlo en su sofá, sin perder el tiempo en sentarme a horcajadas sobre él.

No podía decirle a mi novio todo lo que sentía, porque lo sentía por otro hombre, así que tendría que buscar otro método de liberación.

Volví a besarlo, duro y violento, mi lengua invadiendo su boca sin piedad antes de bajar por su cuello, repartiendo besos húmedos e iracundos que seguramente dejarían una marca.

Quería desaparecer la imagen de Alex con Sabine.

Deshizo los primeros botones con una paciencia exasperante, una que yo no tenía ese momento, así que le di un manotazo para desvestirme yo misma mientras volvía a atacar su cuello, chupando, succionando y lamiendo.

Moví mis caderas contra su miembro para crear fricción, para sentir su erección.

—Háblame sucio—pedí mordiendo su lóbulo, terminando de retirar la blusa sin dejar de atacarlo en su punto de pulso con mis labios; mis dedos halando de su cabello, enterrándose en sus mechones.

Percibí la tensión en su cuerpo por un momento, antes de que sus manos subieran por mi espalda y volví a moverme cuando no tuve respuesta para incentivarlo.

—Que...qué atrevida—susurró con vacilación, peleando con mi sostén—. Que...hambrienta. Qué traviesa. Qué...

Detuve mis atenciones y puse los ojos en blanco ante su pobre intento de complacerme.

—Dime todas las cosas que te mueres por hacerme—sugerí, tocando su abdomen con deseo, sin estar dispuesta a que la llamarada de excitación que tanto me había costado prender se apagara.

‹‹Me entran unas ganas de follarte aquí mismo, solo para poner a prueba tu nivel de concentración››

El recuerdo de Alexander diciendo aquello encendió un infierno en mi interior y percibí una presión en mi bajo vientre al momento. Me maldije por ello, disipando el pensamiento.

Tomé la cara de mi novio entre mis manos y lo besé sin piedad ni tregua, jalando de sus labios y adueñándome de su boca.

—Me muero por hacerte el amor, por llenarte de besos, acariciarte y...

Lancé un quejido, inconforme y arremetí con más fuerza contra sus caderas. Aquello no estaba funcionando.

—Dime todo lo que quieres hacerme—pedí entre besos—, dime que quieres follarme— aruñé su espalda—, quiero que me des duro—, continué, encajando mis uñas en su pecho—, quiero que me duela, quiero...

Besé la longitud de su cuello hasta morder su hombro.

—¡Auch!—me alejó aventándome con brusquedad al lado suyo en el sofá y lo miré desconcertada.—¿Qué mierda fue eso? Me lastimaste.

—Lo...lo siento—parpadeé un par de veces para recuperarme de la impresión, pero él continuó con el ceño fruncido.

—¿Qué te pasa? ¿Desde cuándo eres tan salvaje?

Lo miré sin saber qué decir.

—¿Y qué es eso de que te hable sucio? ¿Desde cuándo te gusta eso?—se masajeó el cuello que ya comenzaba a mostrar las marcas.

—Pues...

—¿Qué esperas que te diga? ¿Quieres que te llame puta o qué?

—¡No!—me senté en el sillón, buscando recuperar la compostura—. No exageres, yo solo...

—¿Entonces qué es? ¿Quieres que me comporte como Christian Grey y te ate a la cama o qué te pasa?

—No Jordan, cálmate.

—¿Qué me calme? Cálmate tú—se puso en pie, colectando su camiseta.

— Es solo sexo, yo...

—¿Has visto cómo me has dejado? Parecía que quisieras matarme.

Señaló los arañazos que tenía en el abdomen y me sentí avergonzada por ello al instante. Se pasó la camiseta por la cabeza. Aquello era ridículo, yo me sentía ridícula, así que tomé mi blusa para ponérmela también.

Había sido todo un fracaso.

—¿Desde cuándo te gusta que te traten como una zorra en la cama?

Alcé la vista hacia él, ofendida.

—No me gusta que me traten de esa manera, solo quería experimentar, pensé que teníamos la confianza para...

—No se trata de confianza, se trata de respeto—alegó, enojado. — ¿Por qué me pides tratos tan denigrantes?

Terminé de abotonarme la blusa de forma torpe.

—Eres mi pareja, se supone que debemos tenernos la confianza para decirnos lo que nos gusta y...

—¿Si? Pues te diré lo que no me gusta—clavó sus ojos como dagas en mí—. No me gusta que me pidas cosas que no quiero hacer, ni que te hable de una forma que es denigrante, ni que me maltrates, Dios.

—¡No te estaba maltratando!

—¡Claro que sí! Además quieres que te trate como una cualquiera.

—¡No!

—Eres una dama, Leah—negó—, no deberías pedir que te traten de esa manera.

Abrí la boca con una mezcla de perplejidad y vergüenza asaltándome el pecho. ¿En verdad estaba tan mal que me gustara el sexo de esa forma?

—Nuestra intimidad no tiene nada qué ver con...

—Sí tiene—objetó severo—, ¿crees que quiero tener una esposa a la que le gusta que la traten como prostituta? ¿Crees que quiero tener una esposa que me ruegue que le hable sucio, la denigre y me maltrate?

Clavé mis ojos en él, ofendida.

A Alexander le gustaba el sexo duro. 

La primera vez que estuvo conmigo en Long Island fue considerado y gentil, lo sabía porque en el motel en Las Vegas y las veces siguientes que tuvimos relaciones fue mucho más despiadado y deliciosamente cruel.

Adoraba el juego previo casi tanto como hablar durante ese proceso. Dejaba cocinar a fuego lento todo mi deseo con sus manos, sus palabras y su lengua; era siempre así, empujándome hacia mi punto de quiebre, privándome de toda lógica y todo control, sumergiéndome en una deliciosa agonía hasta quedar casi desecha antes de tomar todo de mí, de forma inesperada y a la vez.

Le gustaba el juego previo, sí, pero prefería el sexo duro y rápido. Con Alex todo era tocar, besar, lamer, jalarchuparmorder, hasta que te consumía a tal punto que no podías recordar ni qué día era ni cómo te llamabas.

Había descubierto gracias a Alexander que también me gustaba el sexo duro, sucio y maravilloso que tenía con él.

El hombre que tenia frente a mí, sin embargo, detestaba todo aquello y no sabía cómo sentirme al respecto.

—Estás exagerando—repetí.

—No, no estoy exagerando—me apuntó con un dedo—, has cambiado, Leah.

—¿De qué hablas?—arrugué la frente, confundida—. Soy la misma chica de siempre.

—No, no lo eres. Cambiaste y ni siquiera sé por qué.

Alcé una ceja y me puse en pie, colocando las manos en mis caderas.

—Sigo sin entender por qué dices que he cambiado.

—Porque te has vuelto una altanera—respondió con expresión férrea—, una grosera y una insolente.

‹‹Mira quién habla, el que se ha vuelto un neurótico››

—¿Yo?—me señalé, dolida.

—Sí, tú. ¿Cómo se te ocurre contradecir a mis padres? En la cena...

—Solo estaba comentándoles acerca de mis planes.

—¿Estás loca? Fue una humillación, una grosería lo que hiciste cuando le respondiste a mi madre diciéndole que todos esos planecitos tuyos no eran una tontería.

Abrí la boca, indignada.

—Estás haciendo un escándalo por una estupidez.

—No, no es una estupidez. Te has vuelto más rebelde y con delirios de una cualquiera cuando antes eras más recatada y centrada. Ni siquiera usas el anillo que te regalé—apuntó a mi dedo y lo escondí en reacción—. No me gusta en lo que te estás convirtiendo, Leah.

Me crucé de brazos y enarqué las cejas, negándome a parecer intimidada ante su imperiosa faceta.

—Pues si no te gust...

—Vamos a casarnos—me interrumpió—, y por ende hay algunas cosas que debemos dejar claras y que tienen que cambiar.

—¿Qué cosas?—lo escruté con recelo.

—Tienes que dejar de llevarme la contraria con mis padres, me restas autoridad—me señaló con un dedo y fruncí el ceño, incrédula—. Otra condición es que tienes que dejar ya esos sueños de niña idiota sobre irte del país. Cuando nos casemos, te quedarás aquí, conmigo.

No daba crédito a lo que estaba escuchando.

—Estás...

—También tienes que empezar a comportarte como una dama y no una mujerzuela—siguió y resistí las ganas de abofetearlo—, y no ser tan imprudente. Debes ser digna de llevar el apellido Pembroke.

—Tal vez no quiero llevar tu estúpido apellido—exploté, furiosa—. ¿Quién te crees que eres para condicionarme?

—Tu futuro esposo, deberías respetarme.

—El respeto se gana—ataqué—. Ni siquiera mis padres me condicionan tanto, estás enfermo si crees que voy a renunciar a mis sueños por ti.

—Y esa misma falta de condiciones es lo que te convirtió en una malcriada.

—¡No soy una malcriada!—grité, histérica. —¡No voy a casarme con alguien que me pida cambiar quien soy!

Jordan alzó los ojos al cielo, exasperado.

—Ahí vas de nuevo con tu rebeldía sin causa.

—No es rebeldía, solo defiendo mis ideales.

—Leah, escúchame—habló, más tranquilo—. Hemos invertido mucho tiempo en esta relación, somos el uno para el otro, por eso vamos a casarnos, así que te pido, por favor que no eches a perder esto.

Apreté la mandíbula, colérica.

—Tal vez no somos el uno para el otro.

—¿Estás loca?—palideció.

— Ni tampoco debamos casarnos.

—¡Claro que vamos a casarnos!

—No sé si quiero más eso.

Su color cambió de blanco a rojo en un milisegundo.

—No te estoy preguntando, ¡lo harás y punto!—vociferó y abrí los ojos como platos.

—¡No puedes obligarme!

—¡Ya hemos firmado, cariño! ¡No arruines esto!

Su comentario fue como una patada al estómago. 

—Vete a la mierda, Jordan.

Tomé mi bolso y salí del lugar dando largas zancadas y cerrando de un portazo.

Increíble Leah, simplemente increíble.

Había perdido a Alex y al parecer también a Jordan en el mismo día.

¥

Entré en casa haciendo el menos ruido posible. No tenía la fuerza para enfrentarme a nadie más, simplemente no podría soportarlo.

Habían sido demasiadas emociones para un solo día.

Cerré la puerta tras de mí, yendo directo a las escaleras de caracol con las ganas de llorar cerrándome la garganta y oprimiéndome el pecho.

Llegué hasta el pie y estaba por subir el primer escalón cuando mis oídos captaron el sonido amortiguado de unas voces. Parecían provenir de la sala de estar, y a juzgar por la rapidez de las réplicas, era una conversación acalorada.

Permanecí de pie al inicio de las escaleras, mi sensatez peleándose con mi curiosidad, debatiéndome entre escuchar más de cerca o retirarme limpiamente.

‹‹Otra emoción más ya no puede hacerme daño›› pensé andando a hurtadillas, con el volumen aumentando a medida que me acercaba y las palabras volviéndose más claras.

—...Ya te lo dije, Bastian, tenemos que hacer algo—distinguí la contenida voz de papá. —Alison no ha estado bien desde que se enteró que él anda suelto por ahí. 

—Lo sé Leo, lo sé—replicó con cansancio el aludido—. Ya he contactado con un amigo en la policía que ha puesto una cuadrilla a rastrearlo. 

Evadí el paragüero con gracilidad y me pegué a la pared cerciorándome que desde mi posición en el umbral no podían verme. Paré las orejas cuando mencionaron a mamá.

—No es suficiente—se quejó papá, hastiado—. Necesito que sea encontrado y aprehendido de nuevo, ¿cómo mierda logró salir? Me aseguré de que recibiera cadena perpetua prácticamente por...

—Con favores—lo cortó Bastian—. Es lo más probable. Seguramente conocía a alguien que logró sacarlo concediéndole algún beneficio.

—Esa mierda no debería si quiera estar viva—escupió con tanto veneno que me heló la sangre. — Prefiero matarlo antes de permitirle estar a un kilómetro de ella.

‹‹¿Quién? ¿De quién hablan?›› pensé frunciendo el ceño, sin comprender la razón que creaba un enojo de tal magnitud en alguien tan templado y contenido como mi padre.

—Óscar es bastante escurridizo, pero lo encontraremos, no puede desaparecer por siempre. Sabemos el tipo de negocios que maneja—argumentó Bastian—, aunque hay algo más que me preocupa.

¿Quién mierda era Óscar y por qué todo el mundo parecía tan alterado por su existencia?

—¿Qué cosa?

Bastian suspiró y me acerqué más al umbral para escuchar cuando bajó el volumen de su voz.

—Me enteré por otro amigo que Louis Balfour está fuera también.

¿Louis Balfour? ¿Qui...?

—¡¿Qué?!—ladró mi padre tan fuerte que di un respingo y tuve que taparme la boca para no gritar—. No me jodas con eso, Bastian.

—No estoy jugando Leo.

Podía escuchar los pasos de mi padre yendo y viniendo por la estancia, algo que hacía siempre que estaba pensando.

Me incliné un poco más cuando se me dificultó captar la conversación.

—¿Cómo mierda salió?

—Una reducción de la condena por buena conducta, tengo entendido.

—No puede ser—se quejó afligido— ¿Y sabes dónde está?

—No, eso es lo que me preocupa.

—Carajo—suspiró con cansancio y lo escuché sentarse—. Contrataré detectives privados para rastrearlo, a todo el puto ejército si es necesario.

—Te ayudaré—se ofreció sin pensarlo.

Di otro paso más para poder escuchar. Estaba al borde del umbral.

—¿Hace cuánto salió?

—Algunos meses, tengo entendido.

—¿Y por qué no me lo habías dicho?—reprochó, ofuscado.

—No lo sabía, apenas me he enterado.

—A ese hijo de puta lo mato si lo encuentro—sentenció papá con un tono oscuro y cargado de resentimiento—. Le hizo demasiado daño a Alison, no se merece menos. La oportunidad de vivir ya se concedí una vez.

—Lo sé—lo apoyó su amigo.

—Esto no puede saberlo ella, ¿entendido? No lo soportaría, y no quiero arriesgar su estabilidad con otro detonante como ese.

—De acuerdo.

—Júramelo, Bastian—pidió papá, la voz llena de preocupación.

—Sabes que sí.

Suspiró y los escuché levantarse del sillón.

Era momento de la retirada.

Retrocedí y en mi desesperación por alejarme, choqué contra el paragüero que había evitado la primera vez, haciendo un estruendo.

‹‹Mierda, mierda, mierda. Piensa, Leah, piensa››

Me apresuré a tomar uno y me agaché para simular que lo depositaba al tiempo que ambos salían de la estancia.

—¿Qué haces aquí?—inquirió papá con curiosidad y un deje de alarma.

—Estaba dejando el paraguas.

Alzó una ceja y se cruzó de brazos, escéptico.

—No está lloviendo—apuntó Bastian con recelo.

—Ah, es que...internet decía que llovería hoy—ordené mejor mis ideas y sonreí—, y como efectivamente no está lloviendo, pues he venido a dejarlo.

—¿Hace cuánto llegaste?—interrogó con tono duro mi padre, como si fuera una convicta a punto de sentarse en la silla eléctrica y no su hija.

A veces daba miedo.

—Acabo de llegar—mentí y estrechó los ojos, buscando la mentira en mi cara.

—De acuerdo—concedió al final. —Bastian, ¿me acompañas a mi estudio?

—Claro, me muero por probar el nuevo whiskey que compraste.

—Te veré luego, cariño.

Papá se despidió depositando un beso en mi coronilla y su amigo me guiñó un ojo al tiempo que apretaba mi hombro de forma afectuosa.

Teníamos una conversación pendiente sobre el estado de mi divorcio, ahora más que nunca, pero no podía concentrarme en eso por el momento.

Mi cabeza hervía con preguntas que me moría por hacer a mi madre, pero tal vez no era una buena idea considerando la insistencia con la que papá le había pedido a Bastian que guardara silencio.

Me mordisqueé la uña.

¿Quién era Óscar? ¿Quién era Louis Balfour y por qué papá lo odiaba tanto? Y lo que me ocasionaba más curiosidad, ¿qué papel había tenido en la vida de mi madre que el solo saber de él la ponía tan mal?

Tenía que contárselo a Erik e investigar juntos a esos sujetos; solo así tendríamos respuestas.

¥

Mamá estaba sentada en medio de un montón de papeleo cuando toqué la puerta de su habitación, totalmente inmersa en uno de sus expedientes de hospital.

Alzó la vista y me sonrió con calidez al tiempo que dejaba todo sobre la cama y me hacía una seña para acercarme.

—Ven aquí, cariño—palmeó el edredón y no lo pensé dos veces antes de obedecer.

Había sido un día de locos y me sentía exhausta; solo quería estar en presencia de la mujer que podía tranquilizarme como nadie.

—¿Por qué esa cara?—dejé caer mi cabeza en su hombro mientras me rodeaba con un brazo, estrechándome contra sí e inundándome con su tenue aroma a jazmín.

‹‹Estoy enamorándome de un hombre que va a casarse, ¿aunque sabes qué es lo más gracioso? Ya es mi esposo y aun así, no puedo tenerlo porque su prometida lo cuida más que Gollum a su precioso. Lo he jodido con Jordan y hemos terminado. Y por si fuera poco, creo que estás en problemas mamá, y eso me preocupa››

—Es complicado, no terminaría nunca—escondí mi cara en su cuello, inspirando más profundamente para calmarme.

—Tengo tiempo—dijo con tono casual y suspiré.

—¿Cómo lo supiste?

—¿Qué cosa?

—Que papá era el hombre para ti.

Levanté la cabeza y ella me miró con curiosidad.

—No entiendo la pregunta.

Me mordí el interior de la mejilla, buscando replantearla mejor.

—Quiero decir, ¿cómo supiste que era el indicado para ti? ¿Qué debías dejar de buscar?

Soltó una risa, pasándose la mano por el cabello azabache que compartíamos. Mamá resplandecía cada vez que sonreía.

—Yo no lo busqué, lo encontré por casualidad.

—¿En el bar?—dije entusiasmada y ella asintió—. Cuéntame la historia de cómo se conocieron.

Me acomodé con la cabeza sobre sus piernas, como hacía cuando era más pequeña y ella me contaba la misma historia, una y otra vez, solo porque adoraba escucharla.

—Te la he contado infinidad de veces—rió, acariciando mi cabello—, te la sabes de memoria.

—¿Y qué? Siempre es entretenido escucharte.

Negó, divertida.

—Lo conocí en un bar, ya lo sabes.

—Ajá—la motivé, permitiendo que su voz y sus atenciones en mi cabello me relajaran.

—Estaba ahí porque era su cumpleaños. Coincidimos, comenzamos a hablar y...

—¿Por eso papá dice siempre que fuiste su regalo, no?

Los orbes verdes de mamá se llenaron de una profunda emoción que no pude definir, como una mezcla de nostalgia y algo más.

—Sí. Las cosas después de aquello sucedieron por sí solas.

Mamá nunca entraba en detalles sobre esa historia, por eso me la sabía de memoria. Decía siempre lo mismo, sin ahondar más ni cambiar nada.

—Lo suyo fue tan sencillo—dije con aspereza, jugando con el dobladillo de su blusa.

Bufó.

—No sabes lo que dices, cariño.

—Claro que sí. Obviamente papá se fijó en ti porque eres preciosa, tendría que haber estado ciego o tonto para no ir detrás de ti—soltó una carcajada que me contagió a mí también y reímos hasta que se desvaneció.

—Supongo que simplemente lo sabes—dijo de pronto, mirándome con afecto.

—¿Qué cosa?

—Lo que me preguntaste, creo que es algo que solo sabes. Está ahí incluso antes de que te des cuenta y cuando lo haces no desaparece, solo se hace más grande, más potente, hasta que...—sonrió—, hasta que sabes que no hay nadie más. Es un lugar que nadie más puede ocupar.

Me mordí el labio, pensativa.

—¿Por qué la pregunta? ¿Estás teniendo dudas respecto a Jordan?

Me asustaba la forma en la que podía leerme, como si fuera un libro abierto.

Tal vez era algo que ya incluía el kit de ser mamá.

—No, no—dije poco convencida—, es solo curiosidad.

—Mmmm—pareció no creerme.

—¿Tuviste más novios además de papá?—inquirí escudriñándola con la mirada, buscando algo que  me diera pistas sobre el papel que habían tenido en su vida Óscar o el otro tipo.

Se rascó la ceja y su semblante se ensombreció por una milésima de segundo.

—No—espetó tensa.

—¿No?

—No—insistió y se movió en la cama obligándome a incorporarme.

—¿Dije algo malo?—la miré alarmada, y ella negó, incómoda.

—No, cariño—me acarició el brazo, colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja— ¿Te sientes mejor?

‹‹No, pero gracias por motivarme a seguir investigando›› Me sentía más curiosa que nunca y el animalillo que se anidaba en mi pecho por todo esta extraña situación era cada vez más grande.

—Sí—mentí, pero decidí cambiar de tema cuando percibí la cargada atmósfera—. Por cierto, iré a Rockport el fin de semana.

Se cruzó de brazos y enarcó las cejas.

—¿Y con permiso de quién, señorita?

—Tuyo—musité batiendo mis pestañas—. Iremos los chicos y yo por mi cumpleaños.

—No lo sé, Leah. Está bastante lejos.

—Más lejos estaban Las Vegas—puse los ojos en blanco.

—Sí, pero ese viaje se planeó con un mes de anticipación, no una semana.

—¡Por favor!—insistí, juntando mis manos—. No todos los años se cumplen veintitrés.

Me miró sin estar convencida.

—No sé...

—¡Mamá!—hice un puchero, un gesto que había aprendido de ella y que conseguía todo de mi padre.

—De acuerdo, pero dile a tu padre tam...

—¡Gracias!—le eché los brazos al cuello, abrazándola con fuerza. Ella me correspondió al instante.

Ahora que ya tenía vía libre, solo faltaba prepararme mentalmente para lo que tendría que enfrentar en Rockport, con Sabine rondando tan cerca de mi espacio, Jordan lejos y Alex tentándome a cada segundo con su atrayente presencia.

Sería un cumpleaños muy distinto a los demás.

Y no podría sentirme más ansiosa por ello.

¥

¡Feliz lunes!

¿Qué opinan?

¿Qué creen que ocurra en el siguiente?

Dejen votos, comentarios y mucho amor.

Disfruten.


Ps. Gracias por estar tan al pendientes de este proyecto, ¡me motivan un montón a continuar!

Con amor,

KayurkaR.

Continue Reading

You'll Also Like

2.3M 191K 46
"En el bosque hay un psicópata suelto, ¿tú te atreverías a convivir con él?" Jade Greco se adentra a un bosque para llevar a cabo un curso de fotogra...
8.2M 629K 60
Cuando tu mejor amiga de toda la vida traiciona tu confianza y compite contra tí por el amor de tu crush, tienes solo dos opciones. Una es dejar todo...
3.2M 352K 69
Una chica nueva. Un asesinato. Cuatro chicos, un misterio. «El diablo se ha dividido, creando cuatro infiernos por separado. ¿Puedes con esto? ¿Puede...
12.2K 1.3K 44
Tres besos. Eso fue lo único que me pidió. Todo a cambio de alejarse de mi. El problema estaba en que.....Tal vez, yo no quería que se alejara comp...