El profesor Miller © (SIN COR...

By MauraAndreaCastillo

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Ella no es la típica chica objeto de acoso por parte de su profesor. ¡Eso jamás! Verónica es... la acosadora... More

¡AYUDA!
Cap 1: Origen de la persecución
Cap 2: ¿Visita sorpresa?
Cap 3: El diablo hecho mujer
Cap 4: Bomba sexy
Cap 5: Una vieja aventura
Cap 6: ¿Por inmadura ó fácil?
Cap 7: Me importa
Cap 8: ¿Es tu novio?
Cap 9: Somos fanáticos de lo prohibido
Cap 10: Por despecho
Cap 11: ¿Quieres ser mi novia?
Cap 12: Quiero que seas mía
Cap 13: No es amor, es obsesión
Cap 14: Es asquerosamente sexy
Cap 15: La vida si es preciso.
Cap 16: Una nueva pequeña rival
Cap 17: Por el bien de los dos.
Cap 18: Nacimos el mismo puto día
Cap 19: La frase tonta de la semana
Cap 20: Secretos de una nota
Cap 21: ¿Quién está mas loca?
Cap 22: ¿Eso explica todo?
Cap 23: Revancha
Cap 24: Está trastornado
Cap 25: ¿Fumas?
Cap 26: ¿Qué pretende, profesor?
Cap 27: Una lección 1/1
Cap 28: Una lección 1/2
Cap 29: No sabíamos
Cap 30: Verochernobyl
Cap 31: Un mal trago
Cap 32: Solo fue una pesadilla
Cap 33: Temas dolorosos
Cap 34: MARATÓN
Cap 35: MARATÓN
Cap 36: Melancolía
Cap 37: Practicantes
Cap 38: Florencia
Cap 39: Monteggiori
Cap 41: Rememorando
Cap 42: Noche buena
Cap 43: Fin.
Epílogo
Agradecimientos
Nota

Cap 40: En casa

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By MauraAndreaCastillo

Ricardo.

Despierto empapado en sudor, sorprendentemente me hallo apretando el edredón que reviste el colchón y con cierto desconcierto lo libero. La pequeña habitación permanece en un silencio que anega mi cerebro.

«Verónica» ─me reclamo angustiado.

Salto de la cama y enciendo las luces, fuera corre una ola de frío que revolotea las plantas y persianas.

─Y viviremos felices por si... ─sisea alguien tras la puerta.

─ ¡Epa! ─escucho ruiditos energéticos ─. Fiorella, anda con cuidado no vaya ser que termines partiéndote la cara.

─ ¿Y bien? ─las encuentro a pocos metros de la entrada, Verónica sosteniendo a Fiorella que supongo está ebria.

─ ¡Deus! ─escupe mi chica tirando a la joven sobre uno de los sofás mientras se adentran a la cabaña ─. Qué pesada es, se ha tomado media botella de vino ella sola. No siento las piernas.

─Mierda ─digo.

Aprovecho que ambas han entrado para cerrar la puerta.

─ ¿Has manejado con tragos encima?

─De dos cervezas no pasé ─explica.

Miro a la chica ebria, Verónica masajea sus sienes.

─ ¿Por qué la trajiste con nosotros?

─Me dice que a su padre le molesta verla así. ¡Y a quién no!¡Parece desechable!

─Llamaré a Mercedez, no podemos ocultarla toda la noche.

─Está bien.

En ese preciso instante alguien toca la puerta y para mi sorpresa es Mercedez, apenada saca a su hija de la habitación y luego nos brinda una sonrisa de agradecimiento por no tocar a la casa. Desde luego encubre las chorradas de su hija para que su marido no lo note.

Estando solos decidimos recobrar el sueño.

A la mañana siguiente Verónica va con las mujeres de la casa al pueblo, compran y visitan algunas tiendas.
Con el paso de los días reducimos nuestras actividades a pasear, comer, compartir con los inquilinos, hacer el amor, salir por algunas cervezas, sexo, viajar a pueblos cercanos y terminamos siempre en sexo. Mucho sexo como lo habíamos prometido.

Despues de una parada en Florencia y otra en Múnich, donde visitamos a algunos de mis familiares, le comunico a Oliver que estaré de vuelta a nuestro país por razones laborales.

─ ¿Disfrutaste viajar? ─inquiero.

─Sí. ─se acomoda en el asiento del auto, Chris ha pasado por nosostros al aeropuerto y gracias a su ofrecimiento vamos de camino al apartamento.

─Prometo compensarte. Odio tener que interrumpir nuestro viaje por trabajo ─la aprieto contra mí ─. Vendrán días mejores.

─Hu huh ─la escucho momento antes de quedar rendida de sueño.

Al llegar a casa Chris se prepara para ayudarme con el equipaje.

─Ricardo te debo las gracias ─comenta él.

Un cúmulo de preguntas se atascan en mi garganta pero Chris prosigue...

─Si no fuera por ti de seguro mi hermana habría seguido con Rodrigo. No la merecía.

El pecho se me hincha de orgullo pero apenas trago grueso y musito un monosílabo:

─Claro.

─Hey, la familia está agradecida y por supuesto orgullosa de que aún con todo y sus errores sigas a su lado.

─No fui yo ─cierro la puerta del maletero ─, Verónica perseveró. Te juro que estuve muchas veces a nada de renunciar y todo por miedo a ser uno más en su lista. Ya sabes, habían rumores de su vida no tan, bueno, ¿ejemplar? Sí, esa es la palabra correcta. Chris, nadie se encuentra mas orgulloso que yo por conocer a tu hermana, ella se lleva los créditos.

De repente siento los delgados brazos de Verónica rodear mi cintura.

─ ¿Se quedarán toda la noche hablando sobre mí?

Chris y yo reímos al unísono.

─Lo sentimos, mejor subamos.

Cruzamos la recepción, llegamos al ascensor y marcamos el piso.

─Chris, gracias ─espeta mi chica rodeando cariñosamente el cuello de mi cuñado ─, en nombre de ambos. Sé que apartaste este espacio para ir por nosostros al aeropuerto.

─Eres mi hermanita.

Pese a saber que son hermanos un pequeño impulso de celo me lleva a soltar un carraspeo. Verónica me mira fijamente con fascinación y su hermano también.

─Deus, Ric, ¿de Chris, en serio?

─ ¡Venga, cuñadito! ¿qué pasa pues?

El ascensor se abre y me salva de brindar explicaciones.

Cuando abro el cerrojo y me adentro al apartamento un gritico de bienvenida nos espanta, la familia de Verónica nos recibe con globos y serpentina.

─ ¿Qué cojones significa esto? ─pregunta Verónica en un derrape de hastío ─, ¿desde cuándo les importa si llegué de viaje o me fui?

Trato de sostenerla pero esquiva mis intentos.

─Vengo agotada, quiero descansar así que pueden largarse y volver otro día ─cruza la estancia sin saludar si quiera a sus padres, por ultimo escuchamos un portazo.

La vergüenza me carcome pero Carolina sale a romper la incomodidad.

─Hijo ─me abraza ─, siento que mi sorpresa les haya disgustado, te juro que no fue nuestro propósito.

─Para nada, Carolina. Hablaré con Verónica ─la calmo.

Cristina, su marido, la pequeña y mi suegro me saludan energéticamente con abrazos y renuentes palmaditas en la espalda.

─Preparamos un pastel de chocolate con avellanas, la ensalada favorita de mi niña y otros aperitivos, ¿te parece?

─Claro que me parece. Huele exquisito. Iré por Verónica y vuelvo en nada.

Le doy un rápido escrutinio visual al apartamento antes de subir con las maletas a la habitación.

Una vez toco la puerta Verónica abre, se ha cambiado la ropa y supongo ha tomado un baño ya que solo viste ropa interior distinta a la que traía.

─Cariño, ¿te sientes bien?

Me ignora, se va a la cama y se cubre de pie a cabeza.

─Verónica, tu familia se ha tomado la molestia de prepararnos una bienvenida para que nos sintamos a gusto, ¿por qué actuas así?

Mas silencio de su parte.

─Iré con ellos, siento pena ajena.

─Vengo cansada, ¿no te parece justo que duerma para recobrar fuerzas?

─Tienes toda la razón, cariño, así es, necesitas descansar pero no debiste ser déspota con tu familia.

─Son todos unos inoportunos.

─Es tu familia ─acaricio sus piernas por sobre el edredón.

─ ¿Sabes que no te soporto cuando tienes la razón?

─La verdad nunca cae bien pero es saludable.

─Agr ─se cruza de brazos.

─Te esperaré abajo ─le beso el ápice de la nariz ─. No tardes.

─Luego los despacharé.

Sonrío y asiento.

De vuelta con su familia el ambiente cambia, comenzando porque la pequeña llama la atención de todos con sus balbuceos y carcajadas.

Cristina y Hugo se ofrecen con la loza, por suerte antes de que Elena renunciara dejó cada cosa en completo orden, por eso es posible contar con vajillas y cubiertos de plata intactos.
Carolina prepara la mesa mientras Chris distrae a su sobrina, mi suegro solo observa mis movimientos relajados en lo que ayudo a su mujer.

─No tengo toda la noche, por amor a mi sueño comamos ya ─dice Verónica al hacer presencia en el comedor.

─Cariño ─la reprendo mientras la ayudo a sentarse.

─Ah, vaya. Hasta compraron vino, ¿qué celebran?, nos fuimos un par de semanas ─critica y no disimulo el descontento.

Me siento junto a ella y justo por debajo del mantel aprieto el muslo de su pierna, acto que la sobresalta.

─Calma, ¿quieres?, tratan de alargarte ─le susurro al oído. Gruñe pero no objeta.

A mitad de la cena tocan el timbre y por mera costumbre Verónica me mira antes de decidir que abriré.

─Yo lo haré ─determina.

─Cena en paz, yo abriré ─zanjo. Pido disculpas por levantarme de la mesa.

El timbre suena un par de veces más hasta que la visita se encuentra con mi cara.

─Ricardo, me alegra volver a verte ─aparece Sam con una sonrisa enorme y un nuevo piercing en su nariz, de pronto su expresión se torna apenada por el nivel de confianza que ha tenido conmigo y el trato distante que sin querer le he dado.

─Oh, lo siento. También es un gusto para mí volver a verte, Sam.

─ ¿Verónica está? ─ignora lo que dije y con emoción intenta mirar al interior de la casa.

─Claro. Pasa.

De vuelta con los demás me llevo la sorpresa que Sam sabía de la bienvenida y también estaba invitada, aunque Chris creyó que no alcanzaría a llegar.

─Familia, Sam y yo queremos compartirles nuestra felicidad ─interviene Chris antes de hacer el brindis.

Verónica.

La voz ronca de mi hermano me saca de ensueño y por un segundo hago como si el tema de conversación me interesa.

─Sam y yo, bueno, sé que no hemos tenido un buen comienzo en nuestra relación pero...

─Ve al grano ─lo apresuro.

─Hey, calma ─me corta Sam al otro lado del comedor.

─Como decía, les va a sorprender pero también os hará felices.

Escondo mis manos bajo la mesa para evitar así que vean lo ansiosa que estoy por saber lo que mi hermano tiene para decir.

─Chris, te juro que si no escupes la noticia ya mismo te tiraré el vino sobre la finísima camisa que llevas ─gruñe Cristina.

─Deben ser pacientes, no es algo que puedan procesar de sopetón.

─Deus. Estamos embarazados ─habla Sam.

Y justo como advierte Chris nos cuesta procesar la información.
Cristina y Hugo se miran entre sí y olvidan que la copa servida es para un estúpido brindis, Carolina, mi madre, se toca el pecho con susto y mi padre... ehm... él mudese.

─Venga, me alegro por ustedes par de sinvergüenzas ─me adelanto, Sam y Chris me sonríe y reciben el abrazo con cierta preocupación, quizá esperaban que fuera la menos comprensiva.

Luego Ricardo los felicita y seguido Cristina con el marido.

─ ¿Desde cuándo lo saben? ─pregunta mamá.

─Señora Carolina, bueno...

─Sam, sin rodeos ─la corta.

─Nos hemos enterado hace dos noches, estábamos esperando que la familia se reuniera para decirlo ─explica Chris con la madurez que el caso amerita.

─Bueno, felicitaciones, hijo ─escucho a mi padre, tanto a mí como a mamá nos cuesta creer lo que ha dicho puesto que Sam nunca ha sido de su santa devoción.

─A estas alturas del partido no puedo interferir, bastante se han liado ustedes para decirles qué camino coger. Solo les aconsejo que hagan un mejor papel del que vienen haciendo, un hijo no es solo una bendición sino una obligación y espero que sean maduros para comprender eso. Sobretodo tú, Sam, deberías de... no sé, por lo menos dejar el desorden ─argumenta Carolina.

Desorden: dícese de vivir folclóricamente la vida.

Suelto una leve sonrisa al igual que Ricardo.

─No somos nadie para decirle a Sam como andar ─la defiende papá ─. Y por supuesto detesto verlos como pareja, ni siquiera los veo comprenetrados en la supuesta relación. De todas formas quiero que mi nuevo nieto nazca en un hogar. Chris, eres un hombre hecho y derecho, por el amor que le tienes a esta familia no te portes como un irresponsable.

─Papá, estoy asumiendo mi responsabilidad, siempre lo he hecho. Sam vivirá conmigo y a ese bebé no le faltará nada.

Sin que nadie lo note Ricardo acaricia mi abdomen plano y me besa el hombro con ternura.

─ ¿Damos la noticia?

─Ric, por favor, ni siquiera sabemos si estoy embarazada.

─No tengo dudas de que sí

─Es muy pronto para saberlo.

─Pa', Chris y Sam son adultos, ellos verán cómo resuelven sus problemas. La cuestión es que viene un bebé en camino y como familia debemos apoyarlos.

─Estoy con Cristina ─digo sonando extraña ya que no me había tomado la molestia de intervenir ─. Nuestras opiniones sobre la relación entre ellos ya pasan a un segundo plano, lo que verdaderamente importa es el bebé por nacer. Punto.

─Gracias, amiga ─dice Sam notablemente abrumada por nuestras reacciones y comentarios.

Cuando mis padre por fin entran en razón lo que parecía una audiencia de juzgamiento se convierte en un espacio de mejor aura.

Al terminar la cena abandono la mesa y le dejo a Ricardo el aburrido trabajo de despedir a mi familia, sé que me veo infantil y tal vez mal educada, pero no soporto que de momento mi vida les parezca un ejemplo. Recuerdo perfectamente cuando papá admitió estar decepcionado de mí, y cuando Carolina me reprochó el no ser como Cristina; lo recuerdo tan pero tan bien.

─Hey, ¿todo bien? ─siento su corpulenta complexión rozar cada extremo de mi cansada piel.

─ ¿Ya se fueron? ─lo abrazo al sentir que se acuesta a mi lado.

─Sí. ¿te gustó verlos?

─Nunca cae mal ver a la familia, pero hoy quería descansar.

─Ahora es momento.

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