¿Cómo (no) conseguir un ligue...

By R1Aguirre

832K 106K 27.8K

🏆 GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2020 ¿Puede un artículo poner de cabeza la vida de su escritor? Roger Santa... More

Sinopsis
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Epílogo

Parte 16

16.7K 2.5K 462
By R1Aguirre


Había aceptado la invitación de Kate.

Aunque voy a admitir que pensé quedarme solo un momento porque necesitaba un tiempo para mí mientras me hacía la idea de volver a mi casa y, a decir verdad, no me sentía tan bien como para charlar con alguien, especialmente con Kate, con quién me sentía en la necesidad de hablar cosas coherentes y si es posible científicas para no parecer un idiota.

Tan así estaban mis ánimos que al principio fingí sonreír como si todo estaba perfecto, como si no había algo dentro de mí desmoronándose por completo. Nada más quería estar solo, encerrarme en una habitación con la almohada sobre la cabeza y dormir... si a un caso podía. Pero lo que pensé solo duraría un almuerzo, se había convertido en casi un día completo en su piso, en su cocina más específicamente, sentados uno frente al otro, con solo una mesa de vidrio que funcionaba como un comedor dividiéndonos, dos platos de lasaña y dos copas de vino.

Kate es una persona tan alegre, entusiasta y positiva que es imposible no sentirse arrastrado por esa ola de emociones y buenas vibras que trasmite, de alguna forma había iluminado mi día, me había olvidado un momento de lo que me estresaba y me sentí extrañamente cómodo, tanto así que cuando quiero darme cuenta ya se ha hecho lo suficientemente tarde y cuando miro por la ventana ya está comenzando a oscurecer.

Todo ese tiempo habíamos hablado, reído, compartido, tomado vino y discutido por tonterías sobre los programas de televisión de esta época, teníamos gustos en común y opiniones similares. Incluso cuando habíamos terminado de comer hace varias horas y seguíamos ahí, sin movernos y conversando. Todo había iniciado cuando la ayudé a preparar una ensalada, ella me preguntó si sabía cocinar y yo mencioné los platillos que sabía hacer, después nos encontrábamos hablando sobre cocina, recetas y postres.

Después la plática se volvió más personal, charlamos sobre mí, sobre ella, más sobre ella que sobre mí, porque no es como que haya mucho que hablar de mi persona. Yo solamente había aprovechado el espacio para quejarme de mi trabajo, de mi jefa y del idiota de Simon. Supo de inmediato que me había molestado con él, obviamente no le dije el motivo pero sé que en algún momento sus amigas van a comentárselo. Gracias a Simon todas las personas en su círculo saben todo sobre mi vida sexual y estoy casi seguro que también había hablado eso con Kate.

—Simon y yo somos totalmente distintos. —Le dije. Recuerdo en ese momento haberme llevado el primer bocado de lasaña a la boca, tengo que admitir le quedaba mejor que a mí y esto que yo cocino bastante bien.

Y no es por tirarme flores.

Kate es de esas personas que siempre mantiene contacto visual mientras conversa y yo del tipo que no puedo sostener la mirada a los ojos, mucho más cuando son tan verdes, tan enigmáticos y tan inquisidores. Así que en todo momento estaba intentando concentrarme más en mi plato para intentar verme sereno y evitar ponerme nervioso.

—De eso no me cabe duda. Todavía no comprendo cómo es tu mejor amigo. —Me reí sin querer y me defendí:

—Me pasa lo mismo, no sé cómo ese grupo de chicas pueden ser tus mejores amigas.

—Una vez que las conozcas bien, te vas a dar cuenta que son las mejores personas que podrás conocer. —Me señaló con su copa y me sonrió en ese momento. Preferí seguir tomando vino antes que el pulso se me acelerara. Creo que ya había mencionado que la sonrisa de Kate o esa forma de mirarme casi provoca que me tiemblen en las manos.

Yo nunca he sido muy bueno para tener amigas mujeres, estaba todo el tiempo en la biblioteca, había crecido con la nariz hundida en los libros, leía desde historia, cómics, ensayos, thrillers, comedias, hasta novelas románticas y eróticas. Podía leer desde Bukowski hasta Jane Austen, desde John Katzenbach hasta Stephenie Meyer, nunca me sentí avergonzado. Por ese motivo, nunca fui popular entre el sexo femenino, nunca tuve ligues o amores de verano, nunca me he fijado en el físico de una chica con morbo, siempre fui educado y respetuoso, con una idea distinta sobre lo que significaba salir con una mujer.

Ese es el motivo por el que todo este tema del maldito artículo y Simon me ponen histérico, porque soy una persona con una concepción del amor bastante romántica, del tipo pasional, monógamo, con pétalos de rosas, flores y chocolates. Había estado en una relación por cinco años con la misma persona y en ese tiempo no se me apeteció conocer a nadie más. Si besé a alguien antes de ella fue por pura casualidad, no porque lo estuviera buscando. Así ha sido para mí, nunca he sentido la necesidad de «lanzarme» a una chica. Creo fielmente que lo que va a pasar pasa, y lo que no, también.

Me arrepentí de inmediato cuando le dije todo eso a Kate, solo debí quedarme con decirle que Simon y yo somos totalmente distintos, pero mi explicación tuvo que ir más allá —como siempre— y cuando quise enmendarlo Kate ya había digerido todo aquel vómito de palabras y había sonreído por ese monólogo sobre mi persona que se me ocurrió soltar aunque no hizo comentarios al respecto, lo cual le agradezco.

Me estoy poniendo de pie cuando miro de nuevo mi reloj y me doy cuenta que ya pasó otra hora. No puedo entender como el tiempo se había ido volando, ojalá me pasara lo mismo en mi trabajo con Margaret, pero ahí un minuto es como si fuera una hora y así tengo que bancarme un día completo. Tomo los platos de la mesa para dejarlos dentro del lavaplatos cuando Kate me detiene y dice que ella va a hacerlo.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Le añade, tomando los platos de mis manos. Le digo que yo puedo hacerlo, pero menciona lo de la herida en mi mano y dejo finalmente que ella lo haga. Tomo la copa que descansa sobre la mesa y me llevo el último trago de vino a mi boca. Hago un gesto de afirmación con mi cabeza por la pregunta mencionada al mismo tiempo que el líquido dulce atraviesa mi garganta y me preparo mentalmente para lo que sea. —¿Tienes nuevos proyectos como escritor?

De todas las preguntas que pudieron haber surgido después de todas las tonterías que había soltado en todas estas últimas horas, no me esperaba esta, aunque respiro aliviado y suelto el aire que mis pulmones inconscientemente estaban reteniendo.

—¿Cuentan los artículos que creo para la revista?

—No, hablo de historias... tuyas...

Ni siquiera sé qué contestar, porque no es algo de lo que hable a menudo. De hecho, desde hace mucho tiempo que nadie se muestra interesado por mis escritos. Así que sin nada mejor que responder a esto, le doy mi respuesta más sincera:

—Tengo mucho tiempo de no escribir absolutamente nada. —Kate está dejando los utensilios dentro del lavaplatos, de espaldas a mí, cuando se gira me mira un momento y menciona:

—¿Y eso por qué? —hago un gesto, uno que denota mi frustración y no puedo ocultarlo.

—Tal vez porque han rechazado mis trabajos y eso me hizo dejar a un lado la escritura pensando que tal vez no era algo para mí. —En ningún momento que digo esto la miro a los ojos. Recuesto mis caderas en la encimera haciendo un leve movimiento circular con mi copa. —He tenido un bloqueo desde entonces.

—Simon me ha hablado mucho de ti. —Suelto un suspiro, uno que denota mi frustración e impotencia. Pero antes que se me ocurra lanzarle maldiciones a Simon, Kate se apresura a decir: —Pero fueron cosas muy buenas, de tus escritos y de lo bien que manejas todo al momento de crear una historia.

—Simon apenas leyó la historia de romance erótico que creé para un concurso. —Lo cual es verdad, pero sí le había dado a leer fragmentos de otras historias que no logré terminar por falta de tiempo... y de entusiasmo.

—¿Puedo leerla?

—No... —me rio nervioso —no, no no...

—¿Por qué no? —finge indignación, aunque se ríe en el intento. —¡Vamos! Prometo no reírme. —El que se ríe soy yo e intento cambiar de tema para evitar continuar con esta conversación. Porque no hay forma de volver a ver a Kate a los ojos si lee algo de lo que yo he escrito. No precisamente porque crea que mi trabajo es malo, si no, por las cosas que acostumbro plasmar ahí que no tienen nada que ver con mi yo interno. De hecho, tengo un pseudónimo con el que firmo mis manuscritos y los artículos dentro de la revista. Nadie, aparte de Simon, Margaret y algunos compañeros de trabajo, saben que soy yo tras esas letras.

No se me ocurre nada más para desviar la conversación que hablar de Star Wars cuando veo una taza de café con la forma de Darth Vader. Unos minutos después estamos hablando de la bendita película y una hora más tarde, estamos de nuevo sentados en el comedor riéndonos por cualquier tontería, tomando café con una colección de utensilios de la guerra de las galaxias.

—Ahora sí tengo que irme —le digo poniéndome de pie, dándole un vistazo rápido a mi reloj para percatarme que, de nuevo, ha pasado otra hora. Me doy cuenta que todo mi día había quedado invertido en una tarde con Kate.

Aunque voy a admitir, que fue la mejor manera de pasar un domingo como este que parecía ser una completa mierda. Ya a este punto, ni siquiera recuerdo qué era eso que al inicio del día me agobiaba tanto, me siento extrañamente bien, como si cualquier cosa que me afectaba había desaparecido. Ya puedo reírme de esa forma que te llega a los ojos y quisiera agradecerle a Kate por brindarme unos minutos de su tiempo... horas, en realidad fueron horas y todavía quisiera estar más tiempo aquí, pero cuando recuerdo que ella había estado en el hospital toda la noche y es muy probable que necesite descansar me apresuro a despedirme, después de todo, me esperaba un arduo trabajo de mudanza.

—En serio, gracias... por todo. —Lo que quise decir en realidad, fue: «Gracias por haber convertido mi día de mierda en algo mucho mejor», pero preferí dejarlo nada más de esa forma.

—Recuerda siempre, que si la vida te da limones, solo busca a alguien que tenga vodka y haz una fiesta. —No puedo evitar reírme en el momento que llevo la taza de Darth Vader al lavabo, le doy un vistazo rápido en el momento que ella se está acercando a mí, toma la taza en sus manos primero y después extiende su mano en mi dirección, pasa sus dedos sobre mi cabello despejando mi frente poco a poco y el tacto hace que se me revuelva todo por dentro.

—Tenías un poco de lasaña en el pelo —me dice. Le sonrío en respuesta porque las palabras se me han quedado atoradas en la garganta. Mi teléfono celular suena y aunque no miro quién es, sé de inmediato que se trata del grano en el culo que hace el papel de mi mejor amigo. Ignoro la llamada, no porque quiera, si no, porque siento que no tengo palabras para contestar.

—Puede ser importante —me habla ella, y me rio un poco. Ambos sabemos que nada de lo que Simon tenga por decir puede ser importante. Abre la llave del lavabo y deja ahí las tazas que ambos habíamos utilizado.

—Quiere que vaya a una cita con una de sus amigas —hablo, después de aclarar mi garganta para lograr espabilar un poco. Ni siquiera me dan ganas de recordarlo.

—¿Por qué Simon se empeña en conseguirte cita?

—Por un maldito artículo que tengo que escribir. —Eso parece interesarle más a Kate, por la forma en que me presta toda su atención y me mira a los ojos con intriga. Sé que quiere más información al respecto, pero no pienso hablar más allá sobre el maldito artículo que me tiene hasta los cojones. —Ahora no le saco esa idea absurda de la cabeza... —me apresuro a decir: —pero no es nada importante, Simon lo toma muy a pecho porque no tiene nada mejor por hacer que fastidiarme la vida.

Otra llamada de Simon, esa sí la agradezco porque otra pregunta más y capaz terminaba hablando todo sobre el artículo de mierda y la estúpida misión de Simon. Aunque no estoy del todo contento con él, tampoco me siento tan fastidiado como me encontraba esta mañana. Creo que hasta ya se me pasó el malhumor, a no ser que al tenerlo en frente suelte alguna de sus tonterías que me hagan golpearlo en serio.

—Tengo que irme —le digo a Kate y ella asiente con un gesto de comprensión. —Voy a regresar a mi apartamento y tengo una larga noche de mudanza por delante.

Le agrego un bufido a eso, lo que hace a Kate soltar una pequeña risa y le agrega: «Buena suerte», no tiene idea de cuánto voy a necesitarlo. Estoy caminando hacia la puerta de entrada, al llegar tomo la manecilla y antes de cruzar el umbral me giro hacia ella y hablo lo suficientemente alto:

—Me avisas cuando tengas tiempo. Ahora es mi turno de mostrarte que no solo tú eres buena con la cocina. —Escucho su carcajada desde el comedor y casi de inmediato dice:

—Más te vale sacar tu mejor receta. —Ahora es mi turno de reír y mantengo una sonrisa al mismo tiempo que cierro la puerta a mis espaldas y camino en dirección al apartamento de Simon.

Las cosas nunca salen como uno espera.

Y eso es algo que debo meterme en la cabeza antes de pensar en llegar a mi casa, ver televisión y dormir. Después de haber dejado el piso de Kate pensé, por un momento, —por un mísero momento— que tal vez vivir con Simon no era tan malo, hasta que mi número apareció en un grupo de WhatsApp llamado «¿Cómo conseguirle un ligue de una noche a Roger?» creado por una de las amigas de Kate y él incluido entre los miembros. Saco mis cosas del apartamento de Simon y solo lo escucho decir:

—¿Te vas solo porque les dije a las chicas que habías tenido sexo con una sola persona en toda tu vida? ¿Acaso es mentira? ¾Me grita. Genial, ahora sus vecinos también van a enterarse de mis intimidades. Definitivamente, ¿Cómo había logrado soportar a Simon hasta ahora? Seguía siendo un misterio. —A mí no me molestaría si le dices a las personas con cuántas mujeres me he acostado.

Ruedo los ojos y lo dejo ahí, sin hablarle, sin decirle una palabra, aunque voy a admitir que me siento mucho mejor, más despejado e incluso suelto una risa en silencio cuando saco mi teléfono celular y miro un mensaje de Kate en el momento que estoy saliendo por la puerta del apartamento de mi amigo, cuando levanto la mirada en dirección a su puerta ella está ahí recostada en el marco y me esboza una sonrisa divertida.

Gesticula algo que no logro comprender, pero su mirada de malicia me hace intuir que aquello no es nada bueno así que niego con la cabeza de manera sutil apretando mis labios y me vuelvo a Simon cuando lo escucho decir:

—Ya vas a regresar cuando me extrañes. —Cabe destacar que eso lo ha dicho en voz alta, aunque sé que también su tono está cargado de ironía porque, precisamente, esa una frase que se presta a muchas malas interpretaciones. Yo sé que él nada más está bromeando, pero la anciana que vive en el apartamento continuo —quién está poniéndonos atención aunque simule barrer su alfombra— parece estar estupefacta y cuando Simon dramáticamente cierra con un portazo, ella me mira de pies a cabeza, se acomoda las gafas, me hace mala cara y se encierra dentro de su apartamento.

Maldito Simon.

Escucho la risa de Kate y eso me hace girar en su dirección, le esbozo una sonrisa a medida que avanzo hacia ella y cuando estamos de frente termino contagiado de sus carcajadas, suelto una risita y cuando nuestros ojos se conectan por instinto bajo la mirada hacia la caja que llevo en manos, después vuelvo a concentrarme en ella pero sin verla en sí, miro hacia el pasillo que va en dirección a la puerta del idiota de Simon y digo, a modo de despedida:

—Bien, ahora sí tengo que irme antes que todos tus vecinos crean que estoy terminando una relación con Simon. —Ella me dice que sí y esta vez sí la miro para decirle: —Fue un gusto charlar contigo, Kate.

—Cuando quieras, solo me envías un mensaje, preparo mis tazas de Starwars y mi cocina para que hagas ese pastel de queso que dices que te queda delicioso.

—Yo no dije que me quedara delicioso... —Me rio. —Si quieres que lo prepare vas corriendo tu propio riesgo. —La señalo con mi dedo índice y comienzo a caminar en dirección a las escaleras. —Espero verte pronto.

—Igualmente. —La escucho decir antes de emprender mi camino hacia abajo, le doy un último vistazo y ella me esboza una sonrisa con un gesto de mano a lo que correspondo con un asentimiento. —Que tengas buenas noches.

Después de despedirme por última vez de Kate, me di cuenta que ya comenzaba a sentirme genuinamente diferente, esa sensación de tranquilidad que hasta ahora tenía un buen rato de no sentir, me acompañó todo el camino hasta mi apartamento, quería que esa sensación durara más, pero justo en el momento que doy un paso dentro de mi apartamento, me encuentro ahí a la última persona que quisiera ver en estos días.

Suelto un suspiro largo y pesado cuando miro al tipo calvo frente a mí, el hermano de Sara, dentro de mi apartamento hojeando los papeles en mi librero. Pongo la caja que llevo en manos sobre la alfombra y le digo, lo más calmado posible:

—¿Qué diablos haces hurgando en mis cosas? —A él no le importa mi presencia, sigue sacando los papeles y tirándolos al suelo con poca educación. La verdad que estoy comenzando a arrepentirme de mi decisión, estaba mejor con Simon, en eso él sí tenía razón. Hasta que le da la gana a la mala imitación de Sherk, se gira hacia mí y dice:

—Primero que nada, te vas a dirigir a mí con respeto. Señor Escribano para ti. —¿Qué carajo? Levanta el brazo de una manera atemorizante pero a mí no me causa nada de pánico, el sujeto puede estar lleno de anabólicos, pero yo le llevo alguna cabeza más de altura. —Estoy buscando el contrato de arrendamiento de este apartamento porque vas a pagarle a Sara todos los meses que te mantuvo con un techo sobre tu cabeza.

¿Qué?

¿Qué diablos?

—Estás demen....

—Recuérdalo... —me interrumpe, con un tono que me deja en claro lo poco que le importa mi opinión. —Estás tratando con una familia de abogados. ¿Cuántos meses llevaban de vivir en este feo lugar? Solo falta una demanda de su parte para que pagues dólar por dólar todos estos meses que te mantuvo.

No puedo creer esto.

Me rio irónico, no puedo evitarlo. Miro a Jonathan tomar de mi librero todos los libros relacionados con Leyes que le pertenecen a Sara y dejar caer los míos al suelo importándole poco.

—No sabes nada de leyes y tampoco sabes quién pagaba las cuentas. Deja de hablar tonterías y lárgate.

—Por suerte consiguió un mejor partido. Alguien que la lleva a pasear en helicóptero y le regaló un Ferrari. No un idiota fracasado con un trabajo de mierda en una revista para niños que creía hacerla sentir especial regalándole flores y chocolates.

Hay palabras que duelen más que una patada en los testículos. A veces, el dolor físico no se compara con lo que un conjunto de oraciones pueden causarte por dentro, como si te lanzaran una enorme bola de alambres de púas con la intención de matarte poco a poco, hiriéndote lentamente en el subconsciente. No puedo hablar, no porque me haya dejado sin palabras, sino porque las que tenía por soltarle no eran nada buenas.

—Debería darte vergüenza que una mujer pague hasta el lugar donde vives. —Continúa, y yo, me doy cuenta del terrible poder de autocontrol que tengo. —¿Flores y chocolates? ¿En serio eso así le pagas a la mujer que puso un techo sobre tu cabeza y te alimentó por cinco años?

Me temo que a Jonathan no le importa morir, cierro los ojos un momento buscando un poco de cordura entre todas las cosas que se me están pasando por la cabeza que podría hacerle a este tipo. Intento sonar indiferente, pero de todas formas mis siguientes palabras salen en un tono que muy pocas veces he escuchado en mí mismo:

—A ti debería darte vergüenza vivir en el garaje de tus padres. Al menos yo tengo un trabajo aunque sea de mierda ¿Pero qué tienes tú? Vives de la pensión que tu padre le logró quitar a las pobres mujeres que se casaron contigo. No eres un buen ejemplo.

Lo siguiente no lo veo venir, todo pasa en cámara lenta. El tipo se lanza hacia mí y me da puñetazo en la cara que me desorienta por un momento, lo había subestimado, porque sí que golpea fuerte el maldito enano. Cuando reacciono, no lo hago de la mejor manera, mi primer acto es hacer lo mismo, sin rencor, sin vacilación, estrello mis nudillos sobre su feo rostro. Tal vez no debo admitir esto, pero se sintió tan bien que cuando él terminó gritándome antes de dejar mi apartamento:

—Voy a demandarte.

Sentí que había valido la pena.

Definitivamente este día sí estaba destinado a ser uno de los peores días de toda mi vida.


Continue Reading

You'll Also Like

1.7M 118K 84
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
49.6K 4.6K 50
❤Tercer libro de la serie SecondChance😎 Un tanto extrovertida, con un habla un tanto mordaz y sin vergüenza, teniendo a la positividad de su lado, p...
4.4M 285K 36
¿Jugamos a ser novios? Libro #3 ¿Quieres ser mía? ¿El último juego? Con los planes de la boda de su hermana mayor y su inicio como universitaria, Bre...