Interlace «Mystic Messenger»...

By Kaede_Choi

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[Precuela "Cosmic Love"] Un joven Saeyoung de 19 años junto a Vanderwood se encuentran trabajando en la agen... More

Misión n°4391: "La llegada"
Una nueva misión
Misión n° 4392: "Los clientes y los huevos"
Misión n° 4393: "El Lobo"
Welcome to the Fire I
Misión n°4394: "El intercambio"
Misión n°4395: "Ahora somos chicas"
Bad Dream
Misión n° 4396: "Ethical Hacking" Parte I
Misión n° 4396: "Ethical Hacking" Parte II
Misión n° 4396: "Ethical Hacking" Parte III
Misión n° 4396: "Ethical Hacking" Final.
One way or another
Misión n° 4397: El casino
Autos
Misión n° 4398: La Infiltración.
Does that make me crazy?
Misión n°4399: La Fiesta (Parte I)
Misión n°4399: La Fiesta (parte II)
La confesión
Misión n° 5000: The Beginning of the End (Parte I)
Misión n° 5000: The Beginning of the End (Parte II)
Misión n° 5000: The Beginning of the End (Parte III)
Hunting the Hunter (Final)
EPÍLOGO: Slowly Disappear.
EPÍLOGO II: Fire Breather

La noche en que todo aclaró

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By Kaede_Choi

Precaución: Este capítulo puede contener lenguaje soez e inapropiado, además de escenas con contenido sexual explícito [+18]. Se ruega discreción.

Era una noche muy extraña. Vanderwood se encontraba mirando el techo, con las manos atrás, sin poder dormir. Tenía el torso desnudo, y solo estaba con sus bóxer, tal como acostumbraba dormir. Le estaba costando dormir debido a todo lo que había sucedido en el día. Seguía sintiendo un poco de dolor debido a la bala, sin embargo, a esta altura, era solo una molestia que aparecía de vez en cuando.

- ¿Desde hace cuánto conoces a Melissa? – preguntó Vanderwood, inquieto en su asiento. Melissa había ido a baño, así que aprovechó la oportunidad de interrogar a Wiz. Aunque no sabía si es que iba a ser capaz de responder a todas sus preguntas, dado que se notaba que estaban muy unidos.

- Desde hace algunos años. – respondió Wiz con cierta indiferencia, bebiendo de su cerveza.

- ¿Cómo es que sabes que ella es agente? – siguió interrogando Vanderwood. Wiz sonrió.

- Me lo dijo un día estando ebria. – dijo riendo. – Al principio no le creí, pero luego me lo demostró con su increíble habilidad con las armas.

- ¿Y por qué nunca le dijiste a nadie? – insistió Vanderwood. Le parecía demasiado sospechoso que una persona que tuviese tantos problemas no hubiese vendido un buen secreto.

- ¿Estás loco? ¿Y traicionar a la persona que más me ha ayudado con mi hija? – la pregunta quedó flotando en el aire. Tenía razón. – Además, nunca me reveló nada importante, solo su ocupación, y un par de cosas que hizo. – dijo Wiz, alzando los hombros.

- ¿Y cómo la conociste? – preguntó Saeyoung, aportando en el interrogatorio. También quería saber más acerca de su compañera.

- Bueno, cuando pasó todo lo de su prometido, dejó de vivir en la agencia, y comenzó a vivir en la calle. La excusa que le dio a la agencia era que trabajaría encubierta en una de las zonas más peligrosas de Nueva York, cosa que hizo pero solo a medias. No era capaz de soportar vivir en el mismo lugar de su prometido, sin que lo recordara a él. – respondió Wiz con pesar, como recordando a Melissa en ese momento. Y efectivamente lo hacía, la veía destrozada, tratando de apartar a todos, teniendo una pésima vida. Más de alguna vez la vio apuntar con un arma contra su cabeza delante de Wiz, pero no apretaba el gatillo, finalmente llorando y diciendo "No puedo hacerlo, no puedo hacerlo, por él". Se hizo una pausa. Vanderwood y Saeyoung se miraron. Parece que tenían la misma pregunta en mente.

- ¿Pero qué paso realmente con él? Solo hemos oído historias... - preguntó Saeyoung.

- Creo que eso deberían preguntármelo a mí. – dijo Melissa, cruzando los brazos con enojo, de pie frente a sus compañeros. Todos la miraron. No se habían percatado que había vuelto. Se hizo un silencio muy pesado en el ambiente, donde nadie fue capaz de decir nada. Melissa se acomodó en la mesa, pidió esta vez tres vasos de whiskey, y se bebió dos de ellos, uno tras otro.

- Melissa... - dijo Saeyoung, pero ella detuvo lo que él le iba a decir alzando un solo dedo. Sin embargo, Wiz entendía que ella se estaba dando fortaleza con el alcohol.

- ¿Estás segura? – le preguntó Wiz. Melissa terminó su segundo vaso y lo miró, asintiendo con simpatía.

- A pesar de todos los rumores de la agencia, solo yo sé qué sucedió realmente... además de Diego, por supuesto. – dijo Melissa, con una sonrisa irónica, que más bien se sentía como una mueca de dolor. Saeyoung y Vanderwood la miraban atónitos. No pensaban que ella estaba dispuesta a contar la historia, y menos en este momento. – La historia no es como todos dicen. Yo no fui capaz de matar a Diego. Él se suicidó.

- ¿Qué? – preguntó Vanderwood, incapaz de dar crédito a lo que escuchaba. Gran parte de la fama de Melissa era que ella no tenía corazón, que era capaz de disparar a cualquiera, incluso a su propio prometido. La temían y respetaban en la agencia por eso, y por el gran número de asesinatos cometidos en tiempo récord. Nadie era capaz de tanta frialdad. Sin embargo, Vanderwood sabía que ella no era tan fría como intentaba demostrarle al resto.

- Sabía que si no lo mataba, la agencia me iba a matar a mí. Decidió tomar la decisión por ambos. – continuó Melissa. Nuevamente se hizo un silencio muy pesado, donde Melissa tomó el último vaso de whisky sobre la mesa, antes de continuar. - Nunca sería capaz de matar a quien amo, por más que sea una misión. No soy una bestia, a pesar que he asesinado a muchas personas que podrían asegurar lo contrario. – aseguró ella, con una sonrisa irónica en los labios. Vanderwood y Saeyoung no sabían qué decir.

- Lamento todo lo que te sucedió. – dijo Vanderwood, tomando sus manos, mientras entrelazaba sus dedos. Melissa lo miró con una leve sonrisa.

- No es culpa de nadie. Diego era efectivamente un traidor. – dijo ella con mucha amargura. - Tarde o temprano lo iban a descubrir. Si no lo asesinaba yo, probablemente lo haría alguien más. – dijo Melissa, mientras una lágrima recorría una de sus mejillas. Se la secó rápidamente, pretendiendo que nadie lo notaria, pero todos en la mesa lo hicieron. - Pero la agencia necesitaba que fuera yo, para comprobar mi lealtad. Y así lo hice, a ojos de todos. – Melissa suspiró, concentrándose en su vaso vacío. – Y así espero que se siga viendo en la agencia. – dijo ella, mirando a sus compañeros. Ellos asintieron, había una promesa implícita en el ambiente.

Había demasiadas cosas que Vanderwood no sabía de su compañera. De pronto, la puerta de su habitación se abrió, al tiempo que sonó levemente.

- ¿Estás despierto? – preguntó Melissa. Traía una botella de whisky en las manos y dos vasos. Vanderwood sonrió, y la invitó a pasar. Melissa se acomodó en la cama, dejando la botella en la mesita de noche, y sirviendo los vasos. Vanderwood suspiró. No estaba bien que ella bebiera tanto.

- Deberías estar descansando. – dijo, observándola. – Tuviste una misión bastante pesada y...

- Bah, no fue tan terrible. Más me preocupa que Saeyoung tenga pesadillas con mi auto. – dijo ella, y ambos rieron. – ¿Y tú, por qué estás despierto? – Vanderwood no sabía bien qué responder. ¿Sería capaz de decirle que estaba rememorando la conversación que habían tenido hace algunas horas?

- No podía dormir. – respondió. Melissa asintió, y no quiso preguntar más al respecto.

- Bueno, de todas formas lo agradezco o sino habría tenido que beber esto yo sola. – dijo riendo. Vanderwood la miró: había algo de cierto en sus palabras. Ella trató de quitarse las ideas de la cabeza, y acercó su vaso al de Vanderwood para brindar. Ambos sonrieron.

Vanderwood observó a su compañera, buscando en sus rasgos las respuestas a todas las preguntas que tenía. Pero no era posible. Melissa nunca había sido un libro abierto, y solo se notaba el gran dolor que sentía a través de la bebida. Quizás, para entender cosas, tenía que ceder.

- ¿Recuerdas el atentado en el Centro Comercial de Seattle, el año pasado? – preguntó de pronto Vanderwood. Melissa asintió, un poco extrañada de por qué hablaba de eso en ese momento.

- ¿Cuándo el centro comercial se incendió, no? Dijeron que se había producido por una fuga de gas... - dijo Melissa. Luego abrió los ojos, comprendió lo que su compañero le quería decir. - ¿Fuiste tú? – preguntó asombrada. Vanderwood asintió con la cabeza.

- Estábamos siguiendo a una banda que tenía problemas con nuestros clientes. La banda era numerosa, estaban encubiertos en varias áreas del Centro Comercial. A pesar que solo estaba programado encender un área, tuvimos que encenderlo completamente. – dijo Vanderwood, con pesar. Melissa lo miró, asintiendo.

- ¿Recuerdas el incendio en la fábrica de Bronx? – preguntó Melissa, Vanderwood asintió. – Me rastrearon unos imbéciles de una banda que me pagaron por solo matar a la cabeza, asumiendo que eso acabaría todo el problema. El asunto es que las ratas se organizaron, me encontraron, y quemaron toda la fábrica en la que trabajaba encubierta. – dijo Melissa.

- Tuve que ver como violaban y asesinaban a mi esposa, luego que descubrieran mi identidad en Japón. – dijo de pronto Vanderwood. Melissa quedó boquiabierta. Eran demasiadas las preguntas que se asentaban de golpe en su garganta. Vanderwood bebió todo su vaso, y se sirvió otro para beberlo de golpe. Melissa también bebió su vaso.

- Yo... lo siento. – dijo Melissa con pesar.

- Te daré la misma respuesta: No lo sientas. Ahora esos imbéciles están muertos. Y en mi estúpida venganza maté a sus esposas al inicio, quería que sufrieran tal como yo lo hacía en ese momento. Eran mujeres inocentes, como la mía, pero estaba cegado por la ira, por la angustia, yo... - Melissa lo detuvo al ver que le dolía demasiado todo esto a su compañero. Puso su mano sobre la mano de su compañero, para intentar tranquilizarlo.

- No tienes que justificarte. Somos agentes, somos asesinos, es nuestro instinto primario. – dijo Melissa, con pesar. Ambos suspiraron. Tenían una vida de la que no podían escapar.

- No Melissa, somos humanos. – dijo Vanderwood. Ambos se miraron con tristeza. Vanderwood acarició el rostro de su compañera, con el dorso de su mano, muy lentamente. Ella cerró los ojos ante su caricia.

Hubo un silencio entre ellos, que no fue pesado ni incómodo. Tenían tanto en qué pensar, tanto que olvidar, que ni siquiera el alcohol iba a ser suficiente. Melissa mordió sus labios. Ahora que su compañero le había contado una parte de sus secretos, se sentía culpable de todo lo que estaba haciendo. Pero todo estaba tan avanzado, que no terminar lo que ya había comenzado iba a ser imposible. La suerte ya estaba echada.

De pronto, Vanderwood tomó su rostro, y la besó. Fue un beso suave, tierno, honesto. Acariciaba el rostro de su compañera con sus dedos.

- No... Por favor. No lo hagas. – decía Melissa, tratando de detener a si compañero. – No soy buena para ti... has sufrido tanto... - continuaba Melissa, interrumpida por los besos de Vanderwood.

- ¿En serio dices que no eres buena para mí? ¿Pusiste algo de atención en lo que te decía? – preguntó mirándola y arqueando una ceja.

- Yo... - comenzó a decir Melissa.

- Escúchame bien. Todos cometemos errores. Y algunas veces cometemos actos que son irremediables. Nadie dice que nos deshagamos de lo que hicimos, pero nuestra vida no se puede detener por eso. – dijo Vanderwood. Melissa mordió sus labios. – Eso no significa que me harás daño. – dijo él, y le dio una hermosa sonrisa. Melissa asintió lentamente, pensando en sus palabras. Aunque él lo dijera, ella pensaba lo contrario.

Sin embargo, lo deseaba. Y a pesar de todo, también lo quería. No podía evitarlo. Los días que estuvieron bien, habían sido maravillosos, logrando cierta complicidad que Melissa no había logrado en años. En realidad, todo surgió de manera natural, sin enfrentarse a los terribles miedos que sentía ahora, sin complicarlo sobre pensando en la situación. ¿Y si esa era la respuesta? ¿No pensar? ¿Podría realmente dejar de pensar en todo, en su pasado, en su futuro, en sus planes?

Vanderwood la miró fijamente, con cierto brillo en los ojos. Luego, volvió a tomar su rostro, arrastrándolo hacia él, mientras Melissa esta vez tomó la iniciativa y lo besó. Sus labios sabían a whiskey, pero los deseaba. Deseaba saborear el alcohol a través de sus labios. Deseaba sentirse querida nuevamente, como si lo mereciera. Se separaron un instante, y sonrieron. Vanderwood, canallamente la hacía esperar, bebiendo de su vaso, mientras Melissa lo recorría con la mirada. Estaba tan ensimismada con sus pensamientos, que no se percató que su compañero estaba semidesnudo. Mostraba sus fabulosos pectorales, su espalda ancha, sus muslos trabajados sobre los que le gustaría estar en ese momento. No pudo evitar morderse mientras Vanderwood la observaba, arqueando una ceja.

- ¿Se te perdió algo? – preguntó, ladeando su cabeza mientras sonreía, con su vaso en la mano. Melissa sonrió. Ya había esperado demasiado tiempo.

Se acercó a Vanderwood lentamente, para acomodarse sobre él. Le quitó el vaso de las manos (antes bebiéndolo, obviamente), y lo acomodó sobre la mesita de noche que estaba al lado. Luego, lo besó, entremezclando rápidamente sus lenguas que buscaban un espacio ansioso en la boca del otro. A esa altura de la noche, estaban un poco ebrios, pero no era precisamente eso lo que los hacía desearse. Era extraño, porque desde hace un día se odiaban, luego se deseaban y ahora... era imposible definirlo. ¿Era amor?

Vanderwood recorre la espalda de Melissa con sus manos, intentando quitarle la pequeña camisola color púrpura que ocupaba. Quería descubrir nuevamente todos los rincones de su cuerpo, pues sentía que los había olvidado. Los besos de él eran fogosos, devorándose poco a poco, como si fueran la primera vez que se besaran, o quizás la última. Mientras más se besaban, Vanderwood parecía querer estar más cerca, más de lo que nunca ha estado. En un impulso, la acomoda en la cama, bajo él, a pesar que Melissa intenta escaparse. Sin embargo, él ya ha comprobado un montón de veces lo fuerte que es, por lo que la toma sin problemas, dejándola bajo su peso, atrapándola sin dificultad, mientras él, triunfante sonreía por estar encima de ella. Ambos sonrieron, y siguieron besándose, mientras el cuerpo de Melissa se derretía poco a poco con las caricias que recibía. Le notaba endurecerse sobre sobre su vientre, y eso incrementaba las ganas y el deseo que tenía Melissa por su compañero. Deslizó lentamente una mano por su torso, pasando por sus trabajados músculos y teniendo cuidado con su herida, hasta llegar al borde de sus bóxer. Introduciendo un solo dedo, comenzó a juguetear con el borde, hasta que lentamente ella introdujo un par de dedos, encontrándose con aquel miembro endurecido que tenía hace un momento sobre su vientre. Melissa lo comenzó a tocar, en un vaivén que no dejó a su compañero indiferente, emitiendo gemidos roncos cerca de sus orejas. Luego él lamió su lóbulo, lo que le provocó un escalofrío, para continuar tocando sus pechos tan lentamente como ella subía y bajaba las manos por su miembro. Él se quita rápidamente los bóxer, quedando ambos completamente desnudos. De pronto, las manos de Vanderwood se adueñan de los brazos de Melissa, y los levanta suavemente sobre su cabeza. Con una mano, mantiene los brazos en el aire, mientras con su sonrisa le pide que no se mueva. Melissa lo mira de arriba abajo, y espera. Sus ojos están llenos de deseo. Luego con un dedo curioso, e inquisitivo, va desde sus labios y ella lo recibe sacando la lengua para lamerlo, mientras su compañero sonríe con perversión. Luego baja ese dedo desde sus labios por su cuello, hasta el surco entre sus pechos, lentamente, mirando cada una de sus reacciones, lo que la enciende como nadie.

- No creas que no sé lo que te gusta. – dijo él, con una sonrisa burlona, mirando los labios de su compañera que lo deseaban, pero no se atrevía decirlo.

Sin embargo, es como si estuvieran conectados, porque él la besa bestialmente, mordiendo sus labios. Pero no ha terminado con ella, a penas liberada de sus labios, él la atrapa con su musculoso cuerpo, apoyándose sobre ella lo preciso, para que lo sienta por todas partes, deteniendo su rostro a escasos centímetros de ella. Melissa, que aún tiene los brazos arriba sostenidos por una mano de su compañero, siente como él se mueve lentamente sobre ella, rozando su miembro duro, y haciendo que ella se excite aún más. Pero él retoma la boca de Melissa en un momento, de manera casi bélica, y soltándole las manos para recorrer todo su cuerpo, y comenzar a embestirla. Sus respiraciones se entrecortan, y Melissa le entierra las uñas en los omóplatos a su compañero, al tiempo que comenzaban un vaivén enloquecedor. Ella simplemente deja llevar su cuerpo dominado por su compañero, quien la besa con locura, recorriendo su cuerpo. Su cuello, sus pechos, su vientre, no se libra ningún centímetro de su piel. No existen nada más que ellos, solo sus labios y los de él, mientras sus manos con sus caricias la vuelven loca. Pero Melissa no se queda atrás, y también acaricia a su compañero, para luego envolver su cuerpo sobre ella, con sus piernas, aumentando la potencia de sus embestidas y los gemidos de ambos.

Melissa se consume, en unas olas de placer cada vez más confusas, hasta que finalmente, se pierde en ellas.

Al otro día Melissa se despierta con un rico aroma a café recién hecho, pan tostado, bacon, huevos y jugo recién exprimido. Abre bien los ojos y se encuentra con un desayuno frente a ella, y se queda sorprendida. Vanderwood la mira, esperando a que ella se acomode en la cama, para recibir el desayuno. Ella había tomado una de sus poleras que encontró por ahí para dormir.

- ¿Qué es todo esto? – preguntó ella, asombrada. Era tan extraño recibir el desayuno en la cama... era como si fueran una verdadera pareja.

- Un desayuno. Supongo que lo conocías, ¿no? – dijo Vanderwood, tomando una de las tostadas y llevándosela a la boca. Melissa sonrió, y tomó el café.

- Lo sé, pero... ¿por qué? – pregunto ella, sin dejar el tono de sorpresa.

- Quería demostrarte que ya no soy un inútil, que puedo hacer mi comida solo. Además, quería hacerlo. – dijo él, sonriendo. Melissa sentía como se venía abajo un trozo de hielo que había cubierto su corazón, y se sonrojó. Sin embargo, ahora era Vanderwood quien estaba atónito.

- ¿Acaso... te sonrojaste? – preguntó, sin poder dar crédito a lo que sucedía.

- No, no es cierto. – dijo Melissa, nuevamente con la taza de café en las manos, tratando de cubrirse.

- ¡No creí que eso era posible! – dijo él, riendo. Melissa lo miró con el ceño fruncido.

- Eres un idiota cuando quieres. – dijo ella, con enojo fingido.

- Y tú eres linda, cuando demuestras quien realmente eres. – le respondió, mientras se acercaba para besarla en la frente, y ahora si dejando a Melissa con el rostro tan rojo, que tuvo que ponerse un cojín en la cara, mientras su compañero reía.

Luego de desayunar se ducharon y salieron de la habitación. Melissa fue hasta su habitación para ordenar las cosas del día anterior, mientras Vanderwood limpiaba la cocina y ordenaba las cosas, preparando el almuerzo. Cuando Melissa bajó, su compañero tenía una idea.

- ¿Salgamos? – le preguntó de pronto, secándose las manos luego de lavar la loza.

- ¿Dónde? – preguntó Melissa, extrañada.

- No sé, vayamos a Nueva York. Tenemos una hermosa ciudad a nuestros pies, y no hemos hecho nada al respecto. – dijo con ensoñación.

- ¿Más que robar sus casinos, quemar un par de fábricas, y competir en carreras ilegales? – respondió Melissa, sonriendo.

- Por supuesto, además de eso. – respondió Vanderwood, riendo. – Podríamos no sé, tener un día juntos.

- ¿Cómo pareja? – preguntó ella, asombrada.

- Quizás. – respondió Vanderwood, alzando los hombros. Realmente era lo que quería, pero no se atrevía a confesarlo.

- ¿Lo somos? – preguntó Melissa, arqueando una ceja. Vanderwood pudo notar un poco de inquietud en su voz.

- Podríamos serlo hoy. – respondió Vanderwood. O querrás serlo, después de hoy, pensó.

- Está bien. – dijo Melissa, sonriendo.

Almorzaron y luego subieron a sus habitaciones para arreglar sus cosas para salir: Melissa tomó una chaqueta, una bufanda. Le dejaron una nota a Saeyoung, que seguía durmiendo (probablemente por todo lo que había sucedido la noche anterior), y luego salieron por el auto de Melissa, bajando por el ascensor de la agencia. Tomaron el auto y salieron. Era la primera vez que salían, una cita, dejando de lado todos los problemas de la agencia, todas las misiones, incluso a Saeyoung. ¿Estaba bien hacer todo esto? Se preguntaba Melissa de vez en cuando, mirando de reojo a Vanderwood quien conducía.

Era un día de otoño, la estación favorita de Melissa. La estación le provocaba la sensación de paz que siempre buscó en su vida, y que jamás ha tenido. Su vida siempre había sido un cúmulo de decepciones, de tristezas, de correr y correr, persiguiendo objetivos que solo le dejaban un gran vacío. Melissa divisaba desde las ventanas el paisaje. Muy pronto llegaron a las calles atestadas de ruido de Nueva York, a la multitud de personas.

- ¿Qué te gustaría hacer? – preguntó él, interrumpiendo sus pensamientos.

- Pensé que tenías un plan. – dijo ella, con una sonrisa irónica en su rostro. Vanderwood sonrió ante su comentario.

- Claro, pero siempre es importante preguntarte qué quieres. Porque sé que también tú tienes uno. – dijo, marcando cada una de sus palabras.

- Esta vez no, estoy totalmente disponible a todo lo que ofrezcas. – dijo ella, respondiendo con sinceridad. Porque esta cita se salía de cualquiera de sus planes.

Vanderwood sonrió. Estacionó el auto en una de las empresas encubiertas que tenía la agencia, decidiendo que era mejor caminar. Había un montón de taxis, y corría un viento regular de vez en cuando. Las personas pasaban, preocupadas de sus quehaceres, mientras Vanderwood aprovechaba de tomarle la mano a Melissa para caminar. Ella sintió como ese pequeño contacto hacía que su corazón se volviera loco. No, por favor, no. Se decía Melissa a sí misma, pero luego Vanderwood la miraba con una sonrisa en el rostro y otro trozo de hielo con el su corazón estaba cubierto se cayó. ¿Podría continuar con esto?

Fueron directamente al Central Park. Vanderwood pensó que ese parque era tan grande, que les podrían ofrecer un millón de opciones para pasar el día. Pero realmente no fueron necesarias aquellas opciones, porque caminaron alrededor de media hora recorriéndolo y luego se sentaron a conversar. Las hojas de los árboles caían, coronando la estación en la que estaban, mientras Melissa miraba maravillada. Vanderwood no le podía quitar los ojos de encima.

- ¿Color favorito? – preguntó de pronto Vanderwood.

- ¿Qué? – preguntó ella, confundida.

- ¿Cuál es tu color favorito?

- ¿Por qué me preguntas eso?

- Porque siempre hablamos de cosas tan trascendentales, que quizás, a veces, podríamos hablar de cosas que no lo son. – respondió Vanderwood con sinceridad. Melissa asintió, entendiendo.

- Morado, ¿y el tuyo?

- Negro.

- Un clásico. – respondió Melissa riendo.

- Bueno, soy un hombre clásico. – respondió él, sonriendo.

- ¡Por supuesto que no!

- Entonces, ¿qué clase de hombre soy? – preguntó Vanderwood mirando a su compañera con atención. Ella se mordió los labios, pensando. Como le encantaba a él que ella hiciera ese gesto.

- Digamos que uno... interesante. – respondió ella, tratando de zafarse de la pregunta.

- ¿Interesante? ¡Vamos! Podrías mentir mejor. – respondió él, riendo. Melissa se sumó a su risa.

Luego de conversar en un tono alegre, quisieron seguir caminando por el parque, tomados de las manos. Él toma su mano, que estaba entrelazada con la suya, y la besa, sonriendo. Melissa suspiró, mientras él se detiene delante de ella para besarla, sorpresivamente. Melissa siente los cálidos labios de Vanderwood, que la acarician suavemente.

Llegaron caminando hasta unos cafés, que estaban con un par de personas que disfrutaban de una buena taza al atardecer. Habían conversado durante tanto tiempo que no se percataron como este pasaba, y como la tarde sorpresivamente cayó sobre ellos. Bebieron un café caliente, mientras veían como los últimos rayos del sol se iban. Cuando terminaron, volvieron a tomarse de las manos para caminar.

- ¿Volvemos? – preguntó Vanderwood. En realidad no se quería ir, pero debía preguntárselo a Melissa.

- ¿Podemos ir a un lugar, primero?

- Por supuesto. – respondió sonriéndole.

Buscaron el auto en la empresa de la agencia, para luego ir a una zona que Melissa conocía muy bien. Llegaron hasta donde una fábrica que estaba abandonada, y subieron las escaleras de emergencia, para llegar al techo. Desde ahí se veía el Puente de Brooklyn iluminado. Se veían varios autos circulando por él, y varias luces de Nueva York. Era una vista maravillosa. Vanderwood tomó por la cintura a Melissa, y la besó. Nuevamente sus labios estaban tibios, en contraste con el viento que corría en ese momento sobre ellos. Sus dedos que rozaban su rostro, también estaban tibios, lo que hacían de ese beso uno tierno. Era la primera vez que se besaban con algo más que deseo, con una ternura infinita camuflada, con miedo a expresarse, con miedo a sentir, pero existiendo, latiendo, de todas formas. El corazón de Melissa latía rápido.

A veces ella sentía que odiaba a su compañero, porque estaba tan bien sola. Bueno, en realidad no, no tenía para qué mentirse a ella misma. Pero cada vez que él tenía un gesto, una sonrisa tierna, lo que fuera, sentía que se hacía más débil, que cada barrera caía lentamente, que pronto no tendría defensas. Si todos los trozos de hielo de su corazón caían, ¿qué le quedaría? ¿Volver a amar? ¿Podría volver a intentarlo?


NOTA DE LA AUTORA: ¿Qué les pareció el capítulo? Quise darles un poco más de romance a esta pareja que ha sufrido tanto en el pasado. Sé que no conocemos la historia de Vanderwood, pero quise darle drama, como todas las vidas de los agentes que lamentablemente, están repletas de tristeza.

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