El profesor Miller © (SIN COR...

By MauraAndreaCastillo

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Ella no es la típica chica objeto de acoso por parte de su profesor. ¡Eso jamás! Verónica es... la acosadora... More

¡AYUDA!
Cap 1: Origen de la persecución
Cap 2: ¿Visita sorpresa?
Cap 3: El diablo hecho mujer
Cap 4: Bomba sexy
Cap 5: Una vieja aventura
Cap 6: ¿Por inmadura ó fácil?
Cap 7: Me importa
Cap 8: ¿Es tu novio?
Cap 9: Somos fanáticos de lo prohibido
Cap 10: Por despecho
Cap 11: ¿Quieres ser mi novia?
Cap 12: Quiero que seas mía
Cap 13: No es amor, es obsesión
Cap 14: Es asquerosamente sexy
Cap 15: La vida si es preciso.
Cap 16: Una nueva pequeña rival
Cap 17: Por el bien de los dos.
Cap 18: Nacimos el mismo puto día
Cap 19: La frase tonta de la semana
Cap 20: Secretos de una nota
Cap 21: ¿Quién está mas loca?
Cap 22: ¿Eso explica todo?
Cap 23: Revancha
Cap 24: Está trastornado
Cap 25: ¿Fumas?
Cap 26: ¿Qué pretende, profesor?
Cap 28: Una lección 1/2
Cap 29: No sabíamos
Cap 30: Verochernobyl
Cap 31: Un mal trago
Cap 32: Solo fue una pesadilla
Cap 33: Temas dolorosos
Cap 34: MARATÓN
Cap 35: MARATÓN
Cap 36: Melancolía
Cap 37: Practicantes
Cap 38: Florencia
Cap 39: Monteggiori
Cap 40: En casa
Cap 41: Rememorando
Cap 42: Noche buena
Cap 43: Fin.
Epílogo
Agradecimientos
Nota

Cap 27: Una lección 1/1

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By MauraAndreaCastillo

Llegamos a la oficina de William, el decano y desafortunadamente mi tío.
Entrelazo mis dedos a los de Ricardo bastante segura de querer hacer público lo nuestro. Lo sé, por la mañana no tenía idea de lo que éramos pero, ahora creo saberlo.

Tomamos asiento mientras el sujeto de saco y corbata procesa nuestra gran entrada triunfal. ¿Cómo te quedó el ojo?

─ ¿Nos querías ver, cierto? ─mi profesor lo saca de su ensueño.

─Ehm, sí, justo los tenía en el pensamiento. Esperemos que llegue la señorita Walker.

Trazo dos líneas finas y marcadas en mi frente. ¿Para qué Walker? ¿será sobre mis notas?

Entra la chica soplándose los mocos, sus ojos están cuajados y rojos. Lloró.
Ricardo no esconde su preocupación y eso me cabrea.

─Estando todos presentes quiero proceder ─avisa el decano. Se inclina un poco sobre su pedestal y nos extiende su móvil ─, quiero que escuchen ese audio.

Audio.

¿Qué audio? Ah, el audio del que me hablaba Sam.

¡Barbaridad!

Ricardo abre y cierra su mano, su mandíbula se tensa y temo de su reacción. Por tu culpa, perra loca.
Miro a Bárbara con ínfulas de victoria, con ganas de aplastar su cabeza con mis preciosas botas. ¿Sam cómo logró grabarnos el día de la discusión?

El audio de casi diez minutos termina, Ricardo le devuelve el aparato a William y luego mira a su ya no querida alumna. ¿por qué, Bárbara? Es lo primero que inquiere con desprecio mientras ella pone empeño en reponerse del llanto.

─Ricardo, la señorita Walker y yo tuvimos una larga charla respecto de su comportamiento, ahora lo único que deseo es que Verónica sepa que la junta directiva de la facultad está dispuesta a restituir los daños causados por la calumnia de su compañera.

─ ¿De cuánto dinero estamos hablando querido tío? ─cruzo las piernas, entrelazo mis perfectos dedos y enarco una ceja.

─Hablamos de otro tipo de restitución, Verónica ─resalta con grosería ─, ¿te parece suficiente que estés en la lista de estudiantes pronto a graduarse?

─Jugó con mi honor, mi dignidad, mi intachable reputación, querido decano ─estoy descubriendo mis dotes de actriz.

─Ay, por favor, si eres perra de toda una vida. No te hagas la indignada ─asevera Voldemort en las sombras.

─Muerete ─le saco el dedo de en medio con una particular sonrisa que jode.

─Suficiente las dos ─reprende William ─, a las puertas de ser dos profesionales y no se comportan como personas adultas.

─William, quiero hablar un momento a solas con Bárbara ─Ricardo sigue desconcertado con todo lo que escuchó del audio. William asiente exigiéndome salir con la mirada.

Antes de salir le doy un beso apasionado que Walker repudia sin disimulo.

Mi tío cierra la puerta, se acerca a su secretaria y le pregunta algunas cosas que lo mantienen distraído.

─ ¡Por dios, Bárbara, te conzoco desde que eras una niña! Jamás te vi capaz de tanto ─escucho a través de la puerta ─, eres inteligente, amable, habilidosa, creativa, tienes el mejor promedio de tu clase y eres distinta al resto de tus compañeras.

Aush, ¿y dónde quedo yo?

─Tienes una reputación intacta. Nunca has ido a fiestas de fraternidades. Estas a nada de ganarte una beca en Stanford para hacer una especialización y la cagas con... ¿con esto? Con una venganza sin sentido.

─De qué me ha servido tener todo eso y ser tan perfecta cuando no te tengo a ti ─lloriquea ─; llevo todo un año tratando de conquistarte y no te das cuenta. ¿Qué hago con ser amable, inteligente, creativa si tú no me ves?

─ ¿Crees que no veo lo que eres?

─Siempre ha sido así. Dime algo Ricardo ¿por qué me ves como a una niña y a Verónica no?

─Verónica no es tema de discusión aquí.

─ ¡Ves! Ese es el problemas, que yo soy perfecta pero Verónica con todo y sus errores consigue mejores cosas que yo. No sé lo que es emborracharme y ella sí, pero así te gusta, así la elegiste, a pesar de que ha pasado por la cama de casi todos aquí, ella conoce tan bien las habitaciones de las fraternidades, ¿y eso a ti qué? Igual te enamoró ─puta mentirosa. Escucho sollozos ─. Y yo ni tu lástima pude obtener, ni eso.

─No digas eso Bárbara ─la voz de mi profesor es suave y dulce, sé que ahora la está abrazando y definitivamente muero de celos pero creo que Voldermort necesita su caridad emocional ─, nadie merece tan poco, menos tu que comprendes tantas cosas bonitas.

─Te sigue gustando ella, Verónica puede ser la peor del mundo pero la elegirás mil veces si tienes la oportunidad, porque no importa cuánto daño te haga o qué tan podrida tenga su mente, ahí estarás tu... para amarla y decirle que la apoyas. ¿Eso la hace mejor que yo?

─No.

─Yo creo que sí, te ganó a ti, alguien completo y lleno de cosas buenas. Ella de alguna manera te cambió, nos cambió ─ríe, supongo que dolida.

─Si no estoy contigo es porque tal vez no te merezca.

─ ¿Y ella sí? ─transcurre una línea de tiempo silenciosa hasta que la vuelvo a oír ─. Lo sabía.

Suenan sillas, escucho pasos, y de pronto Bárbara abre la puerta, me mira molesta pero rendida, se limpia las mejillas y se pierde en el pasillo.
Vuelvo la mirada al interior de la oficina, Ricardo mantiene una expresión neutra, con sus codos en cada rodilla mirando al piso.

─ ¿Escuchaste todo, verdad? ─inquiere levantando la cara, sonrío ─, eres una pequeña chismosa.

─Querrás decir, tu pequeña chismosa ─me siento frente a él y agarro sus manos ─. Hey, no fue tu culpa que Walker actuara así, cada quien es responsable de sus actos.

─La herí.

─Era eso o mentirte.

─Debí darme cuenta de sus intenciones conmigo, fue tan claro, todos lo notaron menos yo. Cariño, tu también perdóname por meterte en problemas con esa chica, juro que no fue a propósito.

─Ay, ya ─le doy un beso ─, no jures, qué problemas ni que ocho cuartos, admito que me divertí peleando con Walker.

Un carraspeo nos interrumpe.

─Ordené que te incluyeran en la lista de estudiantes próximos a graduarse, ahora debes terminar alguno que otro trámite y esperar la ceremonia.

─Por fin ─me pongo de pié ─, bueno, señor decano, fue un placer hacer tratos con usted.

─Verónica...

─No, ya sé lo que dirá y la verdad no me importa.

─Te debo una disculpa, fui muy duro contigo.

─Verónica te acepta la disculpa William. También perdóname por abusar de tu favor, no estuvo bien fijarme en una alumna...

─ ¿Entonces te arrepientes? ─le doy un codazo.

─Claro que no cariño.

Con algunos minutos de ayuda hago que la conversación se torne melosa y muy incomoda para mí tío, al punto que olvide sus disculpas y el sermón que seguramente preparó durante el día.

Después de haber dejado a Ricardo dando clases, voy con Sam. Te odio. Es como defino la tirada de puerta que me dió al verme.

─Bien, conste que te vine a ver ─le hablo a la madera rústica ─, eres una estúpida, buena para nada, ridícula...

─ ¡Ya entendí, idiota! ─aparece, su cara es un lío, tiene ojeras rojas, se ha cortado el pelo por los hombros y se lo ha pintado de fucsia en las puntas. Plof. ─Te lo advierto, si dices una sola putada te vas.

─Pero... ¿qué cojones te hiciste? ─me parto en risas, Sam entorna los ojos y se regresa al interior de su apartamento ignorándome ─, ¿quién te hizo ese desastre?

Tiro la puerta, mi estómago duele y es posible que empeore. Tengo ganas de mear.

─Nunca respetas mis gustos.

─Puff, Sam ¿qué clase de elogio te doy con el pelo vuelto mierda?

─Por lo menos finge que te gusta.

─A ver, ¿por qué cambiaste de look? ─hago un enorme esfuerzo por no burlarme.

─Viniste por lo del audio ¿cierto?, entonces hablemos de eso.

─Ah, también por eso. Sam, gracias, si no es porque andas de chismosa en todo seguro ahora estaría esperando una próxima fecha de grado.

─ ¿De nada?

─Oye, sé que me porté fatal, coge una escopeta y apúntame en la cabeza.

─Exageras.

─Tú exageras. Me cerraste la puerta en la cara, mugre loca ─sonrío ─, solo porque te amo vengo y hago como si eso nunca sucedió.

Por más divertida que quiera mostrarme Sam sigue distante.

─ ¿Tanto te afectó lo que te dije aquella vez?

─Chris sale con otra ─libera contraída, agarra una taza de café y se sienta a mi lado ─, ¿Lo sabías?

─D-de saberlo te habría avisado ─estoy tan estupefacta que no me permito hablar con fluidez.

─Conoces a la chica ─le da un sorbo a su bebida. Prosigue ─, es Amelia, la tiquismiqui prima de Ricardo.

─A ver ¿qué? Pero... pero no puede ser...

─Habla bien, pareces retardada mental.

─Oye, es que no salgo del asombro.

─Deberías.

─ ¿Cómo sucedió?

Si tienes una mejor amiga sabrás que una cruzada de piernas y una sonrisita malévola antes de iniciar una conversación es señal de chisme, pero con la situación emocional de Sam es inútil prever lo que pretende. Me brinda lo que queda de café, inspira hondo y se echa a llorar, deja caer su cabeza en mi regazo y se apoya en mis piernas como si fuera su central de estabilidad.

***

─Ricardo, Chris fue el primer hombre de Sam y nunca lo supe, creí que mi amiga se había entregado a Jerry, el mariscal de campo del equipo del instituto. Te juro que nunca sospeché de ellos, incluso sabía que mi amiga gustaba de Chris pero no hasta ese nivel.

─En ese estado no ayudas mucho, Verónica, trata de calmarte.

─ ¡Cómo coño quieres que me calme si Sam, MI Sam, está deprimida por las gilipolleces de mi hermano!

─Es lío de ellos, lo mucho que puedes hacer es hablar con ambos y listo.

─No, nada de eso, no tienes idea de lo que le va a pasar a Chris.

─ ¿Lo vas a golpear como sabes hacer con todos?, ¿crees que así se arreglan las cosas?, es tu hermano mayor y le debes respeto.

─Odio que seas el adulto maduro, tus malditos sermones me joden ─antes de que pueda reaccionar siento que me alza entre sus brazos ─, que me bajes.

─Te voy a dar una lección de cómo debes respetar a los mayores ─sube las escaleras, empiezo a reír. Me excita la forma en que trata de reprenderme siempre.

Abre la habitación contigua a la suya, la de invitados, camina hacia la cama y me deja con cuidado sobre ella.

─Estarás aquí hasta mañana, no quiero que hagas estupideces ─dice antes de salir, salgo corriendo pero llego demasiado tarde. Escucho cómo le pone seguro a la puerta por fuera.

─ ¡Esto es un secuestro, Ricardo! ─pateo el pórtico ─, llamaré a la policía, a los bomberos. Eres un infeliz.

─Hasta mañana, señorita Engel.

─Ricardo, por favor, cariño déjame salir.

─Descansa.

Le doy manotazos a la madera hasta que mis puños enrojecen, me deslizlo sobre ella y caigo sentada en el piso.

─ ¡Oye, si me estás escuchando quiero que sepas que ya no me excitas!

─Duerme ya o verás que te dejo más días allí.

─Inténtalo, vamos, pero no me dejes salir porque si lo haces te irá muy mal.

─Esta loca, señorita Engel.

─Deja de llamarme así, pareces un crío.

─El burro hablando de orejas.

─ ¡Imbécil!

─Tú imbécil.

─Ricardo ─escucho muy a lo lejos cómo sus pasos se pierden ─, Ric. Oye, si te atreves a dejarme hablando sola juro que te mato apenas salga.

Un abismal silencio penetra el pasillo, analizo la alcoba de huéspedes, huele bien, todo está impecable.

─Si así va a jugar querido profesor, déjeme decirle que ─una persiana se azota de la nada, mi corazón se paraliza ─. Ricardo, ya aprendí la perra lección, déjame salir.

Aquí es cuando empiezan a grasnar los grillos. Espero cinco minutos más y con valentía me paro y camino a la cama, frente hay un televisor enorme. Por lo menos tendré un distractor.

Paso los canales pero todo me aburre, miro a los lados tratando de encontrar algo que sí me interese pero nada es lo suficientemente atractivo para captar mi atención.

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