La única excepción

By CelesteTapiaGmez

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Santurrona Mojigata Zorra Puta Perra Esas palabras son las que más describen la reputación de Denise, ¿pero l... More

ANTES DE EMPEZAR.
Dedicatoria
Epígrafe
IMAGINARIA
PRIMERA PARTE
TU LE DAS AL AMOR UN MAL NOMBRE
DULCE NIÑA MÍA.
YO FUI HECHO PARA AMARTE
PODRÍAMOS SER EXTRAÑOS
JESÚS PERSONAL.
SER LIBRE.
AZUL
DIOS SABE QUE LO INTENTÉ
SOÑÉ
AMARILLO
SEGUNDA PARTE.
SIEMPRE
VIVIENDO UNA PLEGARIA
LUNA AMARGA
ENTRA EL COCO.
PUEBLOS Y CEMENTERIOS DORMIDOS.
VUELA CONMIGO
NO LLORES
ESCALOFRIANTE
REINA BLANCA NIEVES.
LUNA
CUALQUIER LUGAR
INSENSIBLE
LÁGRIMAS EN EL CIELO
UN MUNDO LOCO
TERCERA PARTE
PERDIDA EN EL PARAÍSO.
LA ÚNICA EXCEPCIÓN.
EL DÍA MÁS NEGRO.
SUFICIENTEMENTE BUENA
LA LLUVIA DE NOVIEMBRE
ÁFRICA.
NOTA DE LA AUTORA.
TU EXCEPCIÓN.
ENAMORAMIENTO REPENTINO.
BRILLAS.
SOLO VIVES UNA VEZ

ARRULLO DE ESTRELLAS

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By CelesteTapiaGmez

Multimedia: Arrullo de estrellas – Zoé.

26 de marzo del 2018.

—Me preguntaba cuando seria la próxima vez que recibiría una llamada tuya —pongo los ojos en blanco al escuchar el comentario de Evangeline —. ¡Un mes, Denise!

—Lo siento... —murmuro con arrepentimiento. Antes de seguir hablando me viene una especie de deja vú —. Un momento, tu hiciste prácticamente lo mismo hace cuatro años —por lo visto la he dejado sin palabras.

—Eso de que te estés juntando con Becca no es muy bueno —carcajeo con fuerza —, ya eres igual de respondona.

—Tengo conmigo a la maestra —me encojo de hombros, a pesar de que ella no me pueda ver —, ¿Qué te puedo decir?

— ¿En dónde se encuentran ahora? —pregunta con curiosidad.

—Llegamos a Connecticut ayer por la noche.

—En el continente, que bien. ¿Y qué lugares planean visitar por acá?

—En realidad, aun no lo sé. Este viaje salió de improvisto. Hace unos días Rebecca recibió una llamada, se trataba de un tío suyo. Quería hablar con ella por un asunto de una herencia.

— ¿Hermano de su madre?

—Eso creo —me dejo caer en la cama con suavidad —. Según tengo entendido, su madre debe recibir una herencia, pero como no está en sus cinco sentidos, lo va a recibir ella.

—No ha de ser fácil para ella —suspira —. ¿Y luego qué planes tienen?

—Pues ya que estamos aquí, Becca quiere ir a conocer el museo de ocultismo de los Warren.

— ¡Santo Cristo! ¿Y tú planeas acompañarla?

—No me queda de otra —miro en dirección hacia la puerta, para ver que mi amiga no entre en estos instantes —. Ella me dijo que es una experiencia que tengo que vivir... se le olvida que tiene por amiga una chica que huyó de la casa del terror que hicieron en la kermess del pueblo. ¡Del pueblo Angie! —carcajea al escuchar eso —. Estamos hablando de telarañas mal colgadas, arañas de plástico e idiotas mal disfrazados de personajes de películas de terror. ¿Cómo quieres que entre ella al lugar donde salieron las películas del conjuro? Ella va a provocar que no duerma por días.

—Espera un momento —me calla mi amiga con seriedad —. ¿Si tienes tanto miedo de entrar a ese museo, como es que me hiciste esa broma estando en Mazamitla?

—Ricardo me hizo hacerlo —me excuso de inmediato.

— ¿Sabes qué? —por su tono de voz, sé que va a doler lo que sea que vaya a decirme —. Voy a hacerle una llamada a Becca, creo que hay un lugar en Los Ángeles donde te hacen vivir la experiencia por completo de una película de terror.

— ¡No te atrevas!

—No prometo nada —escucho un beso de su parte —. Dale un abrazo de mi parte a Becca, sé que lo necesita.

—Lo haré, te lo prometo.

—Y una cosa más, Denise. Nereida me preguntó por ti.

**

27 de marzo del 2018.

— ¡Te odio Rebecca! —mi amiga se sigue carcajeando mientras nos alejamos del museo, después de terminar el recorrido.

—No pensé que fueras a gritar de esa manera —se excusa mi amiga sin dejar de reír.

— ¿No me digas? —añado con sarcasmo —. Al fin y al cabo mi intención era que el guía me llamara la atención delante de todos.

Antes de ser partícipes del recorrido, nos enseñaron un video donde sale hablando Ed Warren, hablando sobre el lugar. Video que siendo honesta, no le presté demasiada atención, ya que el video se encontraba en inglés y aunque no soy mala en el idioma, tampoco lo domino a la perfección. Becca por el contrario le entendía a la perfección. Podríamos decir que el recorrido empezó bien, el guía comenzó a hablarnos sobre las cosas que se encontraban en ese lugar.

También se nos pidió que no tocáramos nada y que si eso llegaba a suceder, que por favor le avisáramos. Y fue justo en esos precisos instantes en los que lamenté haberle hecho esa broma a Evangeline hace cuatro años. Ya que se me había olvidado que tengo una cabrona por amiga.

Rebecca traía escondido una pequeña muñeca de trapo, y no sé aun como lo hizo, pero logró que me cayera desde uno de los estantes, justo en el preciso momento en el que el guía decía que los demonios podrían poseernos, si tocábamos algo de lo que lo estaba ahí.

El grito que di se escuchó a cinco cuadras a la redonda. Después de eso el guía nos pidió que nos retiráramos y que hiciéramos el favor de no volver.

— ¿Cuál era el punto de hacerme eso? —mi amiga responde con un encogimiento de hombros —. Ni tú vas a poder regresar a este lugar.

—Denise, creo yo que la respuesta no te va a gustar —arqueo una ceja esperando a que responda mi pregunta —. Cuando salí de con mi tío, recibí una llamada de Angie, al parecer tu habías hablado con ella.

—Sí, ella me había hablado para saber cómo me encontraba y de si estaba disfrutando el viaje.

—Ella también me dijo que le habías comentado de nuestra visita a este museo, y me pidió que te hiciera una pequeña broma allí dentro —quedo con la boca abierta al escuchar eso.

— ¿y tú como buena samaritana que eres, accediste?

—Ella quería cobrar venganza sobre el asunto de Mazamitla. Ricardo seguiría después, aunque acá entre nos, eso nunca va a pasar —rio al imaginarme a Angie tratando de hacerle una broma a Ricardo.

—Sería igual que cuando Justin Bieber quiso hacerle una broma a Rob Dyrdek —mi amiga me toma del codo para seguir caminando —. Nunca pensé que Angie tuviera esa sed de venganza.

—Creo yo que todos en algún momento queremos cobrar todos esos momentos infernarles por los que pasamos.

—No te voy a negar que también ha pasado por mi cabeza ese pensamiento. Pero solo es eso; pensamientos.

—Eso del ojo por ojo nunca ha sido bueno, a este paso el mundo quedaría ciego. Por eso es mejor dejar que las cosas caigan por su propio peso —suspira —. Tengo una amiga, vecina en Asunción. Durante gran parte de su infancia fue molestada por un niño, incluso era algo violento. Imagina su sorpresa al ver que pretende a su hermana menor. Hermana a la cual está muy unida. La venganza llegó sola.

—Es cierto que todo cae cajo su propio peso —las dos callamos al escuchar cómo suena mi teléfono. Con un mal disimulado desinterés, lo saco de mi bolsa. Gael.

—El amor te lleva hasta las nubes —Becca truena los dedos en mis narices —. ¿Hasta cuándo dirán lo que sienten?

—Qué te valga Becca —respondo de inmediato la llamada —, ¿bueno? Aguarda un segundo —tapo la bocina mientras miro a mi amiga, quien luce muy interesada en la llamada —. ¿Te importa?

—Oye chica, no niego que Florentino haya sido un puto obsesivo, pero a este tipo le hace falta más pasión en la sangre, como lo era él.

— ¿Y quién es Florentino? —le pregunto sin comprender.

—Uno de los protagonistas del amor en los tiempos del cólera —arqueo una ceja.

— ¿Acaso leíste el libro de Gabriel?

—Vi la película —de mis labios brota una risa —. Eso explica todo. Ahora si me disculpa —me alejo de ella unos cuantos pasos para atender la llamada —. Ahora si puedo hablar.

— ¿Qué tal el museo de los Warren? —pongo los ojos en blanco al escuchar su pregunta. ¿Cómo te explico?

—No quiero saber nada sobre el conjuro ni de Anabelle —escucho como Becca se carcajea a mis espaldas.

— ¿Y eso a qué se debe? —lo escucho reír con esa risa ronca que lo caracteriza —. No serás muy amante del terror, pero tampoco eres tan asustadiza.

—Pregúntale a la cabrona de mi amiga —suspiro —. Corrijo, a las cabronas que tengo por amigas.

— ¿Cuándo regresas a Vallarta? —mi corazón brinca al escuchar eso.

—En unos días, aun no lo sé realmente —cierro los ojos al recordar las noches que pasé cantando por el malecón —. ¿Cómo está todo por allá?

—Todos te extrañan, sobre todo toby —sonrío al imaginarme al pequeño gato negro —. Es bueno saber que no te gustan los gatos.

—Yo también extraño todo por allá. Extraño cantar en el malecón.

— ¡Lo dice la que no quería cantar la otra noche en Barcelona! —escucho que grita Becca a mis espaldas.

— ¡Rebecca, a tus asuntos! ¿Quieres? —le grito antes de volver a mi platica anterior.

— ¿Qué fue eso? —pregunta con humor.

—Solo Becca —pongo los ojos en blanco —, ¿Qué me decías?

—Nada importante... —se escucha algo de traqueteo en el fondo —. ¡Adara suelta eso!

— ¿Bueno? ¿Denise? —quedo estática al escuchar una voz femenina del otro lado —. ¿Qué tal, cómo estás? —pregunta al ver mi silencio. Más ruidos de fondo —. No te preocupes por mí. Yo vendría siendo una hermana menor para Gael.

—Un placer —me limito a contestar.

— ¡Awwww! —exclama con ternura —. Ya quiero conocerte en persona.

— ¿A mí? —intrigada volteo en dirección donde se encuentra mi amiga —. ¿Y eso por qué?

— ¿Tienes idea de cuánto ha cambiado el gruñón al conocerte? —escucho como se azota una puerta —. Gael era un dolor en el culo para todos los que trabajamos con él —alcanzo a escuchar unos golpes —. Espera un momento —me pide con voz cantarina —. ¡Es el baño de chicas y no puedes entrar aquí!

— ¡Adara entrégame el puto teléfono! —rio al escuchar la desesperación en su voz.

— ¿Recuerdas lo sucedido con el de Uruguay? —escucho que ella le grita —. Aguante vara.

— ¡Si me estás oyendo Denise, cuelga el teléfono! —una risa brota de mis labios al escuchar eso.

—Pero antes de que se te ocurra colgar —prosigue ella con seriedad y en un tono de voz más bajo. En un murmullo —, debes saber que Dominique habló con él.

— ¿Conoces a Dominique? —le pregunto con extrañeza.

—Escucha, no sé qué clase de relación tengas con este malora. Si son solo amigos o si son algo más. El asunto es que ella no está de acuerdo con eso que ustedes tengan.

— ¿Cuándo habló con él? ¿Qué le dijo?

—En la primera noche que estuviste fuera —la noche de mi llamada. No sé cuál sea el motivo por el cual Dominique haya hecho eso. Lo único que viene a mi memoria es Said y el entusiasmo de Dominique porque trabajara con ellos —. Solo le dijo que te dejara en paz, que tú ya tenías a Said, un hombre que era mucho mejor que él —siento un escalofrío al recordar eso. Recuerdo los anónimos que estuve recibiendo durante mi estancia en Vallarta. Espero estar equivocada —. Piensa en lo que te acabo de contar. Ya debo cortar antes de que este hombre tumbe la puerta. Nos vemos.

—Hasta luego y gracias —miro a mi amiga con seriedad al terminar la llamada —. Rebecca, tengo que terminar con Said una vez que ponga un pie en tierras mexicanas.

— ¿Qué te dijeron por teléfono? —me toma de los hombros al ver que no puedo mantenerme de pie.

—Ruego al cielo que no sea lo que esté pensando —paso saliva con dificultad —. Pero tengo un mal presentimiento.

**

—Denise, quiero que te calmes —me dice Helena mientras me deja una taza de té en la mesa —, de otra manera no sabré como ayudarte.

—Quiero desaparecer —le digo en medio del llanto —. Quiero huir de este lugar.

— ¿Por qué? —ella toma asiento a lado mío —. ¿Fue por César?

—Él no dejaba de insistirme en que lo perdonará, en que volviéramos a estar juntos. Según él que estaba muy arrepentido. Y como nunca di mi brazo a torcer, fue a contarle a medio pueblo, incluido mi padre que me acosté con él a cambio de dinero para abrir el restaurante. Pero usted sabe que no fue así.

—Claro que lo sé, pero ahora pasemos a lo importante —su rostro luce preocupado —. ¿Cómo te fue con tu padre? —mi labio inferior vuelve a temblar. El llanto brota de mi organismo con fuerza —. No me espantes, Denise —coloca una mano en mi espalda. Gimo de dolor al sentir su mano sobre mi piel —. ¡Dios Santo! —exclama al levantar mi blusa con suavidad. Estoy segura de que ya vio mis marcas en la espalda. Diez latigazos con el cinturón —. No hay excusa para este acto de salvajismo —masculla tratando de controlar sus emociones.

—Él dijo que era por mi bien —hipo en medio del llanto —. Para que dejara de comportarme al igual que una zorra. Para que dejara de ser una pecadora ante los ojos de Dios.

—Lo que hace tu padre es tomar el nombre de Dios para usarlo en vano —acaricia mi cabello de forma maternal —. Tu padre es un monstruo que solo se deja guiar por el antiguo testamento.

Me toma de la mano para llevarme a su habitación. Una vez estando adentro, Helena me pidió que me acostara en su cama, me dio unos analgésicos para calmar el dolor y me puso una pomada para los golpes.

— ¿Qué hizo tu madre? —Me pregunta mientras frota la espalda con cuidado —. ¿Tus hermanas vieron todo? —mi vista se vuelve a nublar al recordar todo.

—Sí, ellas vieron todo —paso saliva con dificultad —. Nereida tenía lágrimas en los ojos mientras abrazaba a Nínive para que no viera la escena. Mi hermana se encargaba de taparle los oídos para que no escuchara mis gritos y los de mi padre —aun escucho todos los improperios que mi papá gritaba con odio —. Sé que Nereida quería intervenir, pero no era posible. Le hubiera ido peor que a mí. Y mi madre...

—Tu madre solo se dedicó a mirar desde lejos.

—Veía las lágrimas en sus ojos, veía la impotencia y la rabia que sentía. Y no hizo nada, ni siquiera abrió la boca —mi corazón se encoge al recordar las palabras que mi padre les dijo —. Desde ahora nadie le va a dirigir la palabra a Denise. No va a comer en la misma mesa que nosotros, solo va a venir a esta casa a dormir. Esas fueron sus palabras.

— ¿Y ni así tu madre abrió la boca?

—No, solo la vi llorar en silencio antes de retirarse de la sala —comienzo a sentir un poco de sueño —. Hubiera preferido que me hubieran corrido a eso.

— ¿Por qué no te vienes a vivir aquí conmigo? Ya eres mayor de edad.

— ¿Y dejar a mis hermanas solas? Si las dos nos vamos, Nínive quedará sola —la imagen de mi hermana menor aparece en mi cabeza —. Sé que Nereida estará con ella, pero no puedo dejarlas solas. No con ellos.

—No puedes anteponer tu salud mental. En algún momento vas a querer salir corriendo de esa guerra fría.

Ya casi no la escucho, ya que comienzo a sentir como mis parpados se van cerrando. Lo último que siento es la cobija que Helena me coloca encima. La escucho murmurar un; que descanses.

Despierto a las dos horas, mi espalda molesta un poco, pero no igual que cuando llegué. Alzo un poco la cabeza, veo a Helena sumergida en uno de sus libros favoritos. Mi vista se enfoca en una fotografía que se encuentra en la mesa que se encuentra a lado mío. En ella sale Helena con una chica en lo que parece ser el Gran Cañón.

—Veo que ya te despertaste —ella se pone de pie para llegar a mi lado. Toma asiento al lado mío —, ¿Cómo te encuentras?

—Un poco mejor —le señalo la fotografía —. ¿Es su nieta?

—Sí, se llama igual que yo. Helena —sonríe con nostalgia sin dejar de mirar la fotografía —. Fue de nuestros últimos viajes antes de que se fuera del país. Esa selfie, es de las últimas que tengo con ella.

—Nunca he viajado fuera del país. ¿Qué tal está el Gran Cañón?

—Es un lugar sumamente impresionante. Fue de los mejores viajes que he hecho. Deberías ir algún día.

—No tengo papeles —bajo la mirada con tristeza.

—Arregla —voltea a mirarme con dulzura —. Arregla tus papeles para que puedas ir. Yo te llevaría.

**

1 de abril del 2018.

Me llevo mucho tiempo arreglar mis papeles, pero lo hice. No hubo mucho contratiempo para que me los dieran, ya que tenía mi propio negocio aquí en México y eso era señal de que mis planes no eran irme a buscar trabajo por allá.

Mis planes eran viajar en compañía de Helena, pero todo empezó a complicarse. Yo tuve que escapar de ese lugar. Y es que jamás se me cruzó por la cabeza que Helena ya no estuviera conmigo.

Pero es verdad.

Para llegar hasta este lugar, tanto Becca como yo tuvimos que pagar el transporte que nos traería. Un poco costoso, pero lo cierto es que lo vale. Una vez que bajamos, ella me dejó sola. Me citó en un sitio en una hora y me dio un poco de privacidad.

Después de pasar por el mirador, tomo asiento lejos de las personas, en una de las rocas del lugar para poder apreciar el panorama a la perfección. Pocas son las personas que se acercan a este lugar, por miedo al vértigo.

Me coloco los audífonos para poder escuchar un poco de música y de esa manera perderme entre la gente. Arrullo de estrellas es la canción que empieza a sonar.

En el faro de tu amor, en el regazo de tu piel. Me dejo llevar al sol, es que no hay nadie que me haga sentir en un arrullo de estrellas.

Busco en mi bolsa la carta que Helena me escribió antes de morir. La sostengo entre mis manos por unos instantes antes de rasgar el sobre. Unas pequeñas lavandas —ya secas —caen desde adentro. Las sostengo con cuidado mientras desdoblo la carta con un nudo en la garganta.

10 de enero del 2018.

Denise, mí querida Denise.

Sé que nunca te lo dije, pero la verdad es que vi en ti a otra nieta. Una chica sangre de mi sangre. Y es al escribir esta carta cuando me pongo a divagar sobre varias cosas. La muerte y la nostalgia tienen ese efecto en una.

¿Sabes? Tú y mi nieta se parecen más de lo que ustedes creerían, incomprendidas por su familia, sin poder encajar en un pueblo pequeño. Al igual que ella, tarde se me hacía para que volaras lejos de aquí. Pero no te voy a negar que temía por ti. Temía por que te pasar algo malo.

Seguramente has visto los letreros que hay en las tiendas de animales, donde se nos piden que si solo compras al pájaro para soltarlo, no lo hagas. Ya que la criatura fue criada en cautiverio. No sabría sobrevivir fuera de su jaula.

Temía eso mismo por ti. Toda tu vida la viviste creciendo a merced de tu padre. Temía que no pudieras salir adelante sola, que te trataran con la punta del pie. Pero luego levanto la mirada y veo el lugar donde estaba tu restaurante. Veo las letras que están escritas afuera. Y pienso que no debo preocuparme, por lo menos no mucho. Ya que eres una persona fuerte, desde hora en punto que decidiste irte de este lugar.

Fuiste valiente desde que decidiste pensar en ti.

Denise, vi lo que te escribían, escuché como te llamaban. Era como si las personas quisieran tatuártelo en la piel para que no lo olvidaras. Pues bien, también tatúate esto: tú no eres eso. Repítelo hasta que te lo creas.

Esa no eres tú.

La reputación es lo que la gente te da sin saber la historia que hay detrás.

Aun te queda mucho por aprender, mucho por enfrentar. Sé que cuando llegue el momento podrás enfrentar a tus padres, y por sobretodo, podrás enfrentar a César. Tal vez no se haga justicia, pero lo habrás enfrentado y eso te dará un poco de paz. Harás que más chicas se animen a hablar, sin importar que tanto que tanto se victimice él.

Dicho todo esto y aclarando el inicio de mi carta, puedo decirte que me estoy muriendo, Denise.

No tengo la menor idea de cuánto tiempo me queda o si te voy a poder ver nuevamente. No quiero que te sientas culpable por no verme en mi lecho de muerte, porque para mí lo más importante es que sanes.

Seguramente te habrá dicho algo tu amiga rubia, pero te lo vuelvo a decir, te he dejado el local del restaurante para que hagas en él lo que quieras y mandes. También quiero que revises entre mis cosas y te lleves lo que quieras.

Una cosa más, sé lo mucho que te ha lastimado tu familia. Lo que te ocasionó el haber salido con César, pero no por eso te conviertas en la herida. Demuestra que eres mucho más que eso. Habla con tus padres cuando sientas que estés lista. Y vuelve a enamorarte. ¿Si pudiste querer tanto al equivocado? ¿Te imaginas al amor de tu vida?

Te quiero Denise, lo que son mi hija, mi nieta y tu son lo que más quiero en este mundo.

Y al igual que ellas... siempre estarás en mi pensamiento.

Hasta siempre.

Posdata: Cabe aclarar algo, si Ian me volvió a comparar con la bruja del 71 en mi velorio, dale un buen putazo de mi parte. Dile que no me siga chingando después de muerta.

Posdata 2: No lo decía en serio. De hecho este chico me cae muy bien, él es como ese hermano que no tuviste. Solo que vanidoso.

Posdata 3: Muero tranquila al saber que estas en buenas manos, tienes un grupo de amigos que se defienden como si fueran una sola familia.

Helena.

A este punto no he podido dejar de llorar —en medio de la risa por las posdatas —. Y es que lo cierto es que ya no la tengo. Ya no la tengo cuando más la necesito.

Quiero tenerla frente a mí, decirle cuanto la quiero. Quiero decirle que no tiene idea de cuánto me salvó en los días en los que ya no podía lidiar con todo lo que había vivido en mi pueblo. Helena fue como un ángel para mí.

Lloro por ella, por las palabras que acabo de leer y por la canción que estoy escuchando.

Entre tus alas dormí. Y en tu mirada tan pasiva crecí. Siempre confiaste en todo lo que soñé.

—Ya estoy aquí —murmuro con lágrimas en los ojos y una risa en medio del llanto —, y tienes razón, este lugar es increíble. Pero me hace falta nuestra selfie juntas.

**

¿Se nota que recién acabo de terminar de leer el amor en los tiempos del cólera?

Pero bueno, este capítulo es uno de los más emotivos que tengo, como no tienen idea. Porque es parecido a algo que me pasó, pero en diferente contexto. Tal vez, cuando acabe la historia, les pondré curiosidades y ahí les explicaré varias cosas.

Continuamos...

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