VUELA CONMIGO

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Multimedia: Erik Rubín – Vuela conmigo.

23 de abril del 2018.

Abro los ojos con un esfuerzo descomunal, ya que siento los parpados como si tuviera cemento en ellos. Me llevo una mano a la cabeza al sentir como comienza a punzarme con molestia. En medio del dolor es cuando se vienen las imágenes de los últimos acontecimientos. Mi respiración se agiliza, abro los ojos de inmediato con pánico y con calma reconozco mi habitación. Por la luz que hay en él es que deduzco que ya es de día. Trato de levantarme con esfuerzo.

—Tranquila —miro a donde proviene esa voz. Alzo un poco la cabeza, veo a Gael sentado en una silla en un rincón de la habitación. A juzgar por sus ojeras, ha dormido poco —. No trates de hacer mucho esfuerzo.

— ¿Has pasado toda la noche aquí? —asiente con una leve inclinación de cabeza —. He dormido lo suficiente, no te preocupes.

—Gracias —bajo la cabeza para evitar su mirada de compasión —, por lo de anoche.

—Desde que escuché el azote de la puerta, supe que algo no andaba bien —de reojo veo que se pone de pie, para tomar asiento en la cama, justo enfrente de mí —. Pero cuando escuché tus gritos fue cuando en definitiva decidí venir a ayudarte —evito mirarlo de frente —. Esos gritos... el modo en el que estabas no era solo por ese hijo de puta, aunque eso ya era bastante malo. Estabas recordando, ¿no es cierto? —siento como una lágrima resbala por mi mejilla —. ¿Qué fue lo que te pasó?

—Es humillante —él me toma de la barbilla con suavidad para que pueda verlo. En un principio me rehúso a mirarlo a los ojos, no quiero ver la expresión que haga cuando le cuente todo. Si es que me atrevo a contárselo.

—Todos hemos pasado por situaciones humillantes, unas peores que otras —las lágrimas comienzan a salir a raudales sin que yo pueda evitarlo —. Lo que tú me digas no saldrá de esta habitación, te lo juro —pasa su pulgar por mis mejillas, para tratar de limpiar las lágrimas —. Pero debes sacarlo.

—Cuando tuve relaciones con César, fue en un hotel de una ciudad vecina, de esa manera nadie hablaría de nosotros, o bueno, nadie hablaría de mí. Nadie nos reconocería —cierro los ojos al recordar todo con claridad —. Él fue brusco conmigo, le pedí varias veces que parara. Nunca lo hizo. Cuando yo desperté a la mañana siguiente él ya no se encontraba en la habitación, ni sus cosas. Solo había unos cuantos billetes —lloro sin poder evitarlo. Es humillante, pero a la vez es gratificante. Por primera vez en años siento que me estoy liberando de una carga pesada —. Después de todo eso, una parte de mi le quiso dar el beneficio de la duda, y el resto de la historia ya lo sabes. Él me humilló, me fue infiel. Y cuando lo mandé a la mierda habló pestes de mí. Anoche, cuando Said se puso agresivo conmigo, me comenzó a dar un ataque de pánico al recordar todo.

—Lo que te pasó a ti con ese hijo de puta que tenías por novio fue violación, Denise.

—Fue consensuado —paso una mano por mi cabello.

—Aunque hayas entrado a esa habitación por tu propio pie, le dijiste que no lo hiciera. No te hizo caso e incluso fue violento —no me deja de mirar. Veo la rabia en sus ojos azules —. Eso es violación.

—Hace unos días me habías preguntado que me impulsó a irme del pueblo —respiro profundo antes de soltar todo ese dolor, esa humillación con la que cargo todos los días desde que me fui —. A finales de diciembre, él había ido a mi negocio con amigas suyas, como siempre tratándome como una puta —veo como aprieta la quijada —. No te preocupes, eso era algo a lo que estaba acostumbrada.

—Suena como el infierno en la tierra.

—Una de esas chicas me llamó para pedirme mi autógrafo —mi voz se va rompiendo con cada palabra que digo —. En sus manos traía una fotografía mía, desnuda. De esa noche en que tuvimos relaciones. La mostró en medio del todo el restaurante. Todos reían, incluso él.

La única excepciónWhere stories live. Discover now