La única excepción

By CelesteTapiaGmez

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Santurrona Mojigata Zorra Puta Perra Esas palabras son las que más describen la reputación de Denise, ¿pero l... More

ANTES DE EMPEZAR.
Dedicatoria
Epígrafe
IMAGINARIA
PRIMERA PARTE
TU LE DAS AL AMOR UN MAL NOMBRE
DULCE NIÑA MÍA.
YO FUI HECHO PARA AMARTE
PODRÍAMOS SER EXTRAÑOS
JESÚS PERSONAL.
SER LIBRE.
AZUL
DIOS SABE QUE LO INTENTÉ
AMARILLO
SEGUNDA PARTE.
SIEMPRE
VIVIENDO UNA PLEGARIA
LUNA AMARGA
ENTRA EL COCO.
ARRULLO DE ESTRELLAS
PUEBLOS Y CEMENTERIOS DORMIDOS.
VUELA CONMIGO
NO LLORES
ESCALOFRIANTE
REINA BLANCA NIEVES.
LUNA
CUALQUIER LUGAR
INSENSIBLE
LÁGRIMAS EN EL CIELO
UN MUNDO LOCO
TERCERA PARTE
PERDIDA EN EL PARAÍSO.
LA ÚNICA EXCEPCIÓN.
EL DÍA MÁS NEGRO.
SUFICIENTEMENTE BUENA
LA LLUVIA DE NOVIEMBRE
ÁFRICA.
NOTA DE LA AUTORA.
TU EXCEPCIÓN.
ENAMORAMIENTO REPENTINO.
BRILLAS.
SOLO VIVES UNA VEZ

SOÑÉ

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By CelesteTapiaGmez

Multimedia: Zoé – soñé (cover por Ale Aguirre)

7 de Marzo del 2018.

Apago la laptop una vez que veo a los chicos de la funeraria que proceden a llevarse el ataúd para colocarlo dentro de la carroza. No quiero ver cuando se cierra el ataúd, ni cuando la saquen. En cuanto al resto, lo puedo ver desde la ventana de la habitación en la que me encuentro.

Mi corazón salta al escuchar como llaman a la puerta con insistencia. Angie no es, ya que ella dijo que solo iba a dar dos toques, al igual que los otros. Por lo que este alguien que llama a la puerta, sabe perfectamente quien está dentro.

— ¿Quién es? —me atrevo a preguntar con voz temblorosa.

—Puedo pasar, soy Helena —vuelvo a respirar con normalidad al escuchar eso. Asiento con la cabeza, pero luego recuerdo que ella no puede verme.

—Adelante —así que entra. Envuelta en un gran reboso negro, que hace juego con la vestimenta que trae puesta. Trae unos gruesos lentes gruesos que se quita una vez que cierra la puerta de la habitación. No voy a negar que esos increíbles ojos azules son intimidantes, nunca había visto nada igual —. ¿No vas a asistir a lo que falta?

—Sí, pero primero quería hablar contigo antes —toma asiento en una silla libre del lugar —. Sé que nunca nos hemos visto en persona, pero sé que mi abuela te platicaba de mí, así como ella me platicaba de ti —bueno, no voy a negar que eso me dejó pasmada y con un posible ataque de fangirl en mi interior. Es que estamos hablando de ella —. Ella ya me había hablado de su enfermedad, y de cómo tú ibas a cantar en su velorio. Cosa que comprobé anoche.

—Siento como si estuviera en mundo paralelo —es todo lo que logro decir.

—Nada más quería darte las gracias por estar con mi abuela en todo momento —una lagrima alcanza a salir por su ojo izquierdo —. Como has de saber, la relación que tuvo con mi madre no fue la mejor. Por lo que tú fuiste una hija para ella. Por lo que eso te convierte en alguien de la familia —en menos de un segundo se acerca a darme un fuerte abrazo, que dura solo unos instantes —. Cuando necesites ayuda para algo, recuerda que en mi tienes una amiga —se pone de pie para volverse a poner los lentes oscuros —. Mi nana tenía mi número agendado en su agenda, llama cuando lo necesites —camina hasta llegar a la puerta, pero se vuelve a mirarme antes de abrirla —. Gracias por estar con ella en todo momento. Puedes llevarte lo que quieras, yo ya llevo lo que necesito para recordarla —sin más, sale de la habitación. Como si no hubiera entrado.

**

Desde la ventana que da a la calle veo como es llevado el féretro rumbo a la iglesia para su misa en cuerpo presente. De ahí va a ser llevado al panteón para darle una sepultura al cuerpo. Echo un último vistazo antes de volver dentro de la habitación donde pasé la noche.

Evangeline me comentó antes de irse junto con todos los demás, que Helena también había comentado que revisara entre sus cosas y que me llevara lo que quisiera. Lo que era de gran importancia para ella.

Con cuidado abro un gran cofre que se encontraba al pie de su cama —la llave me la había facilitado Angie —. En ella hay varias cosas, pero lo que llama mi atención son dos libros que tiene envueltos en papel periódico. Primero desdoblo el más delgado. Se trata de una copia de la novela, el fantasma de la ópera.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordar porque es tan importante para ella. Hojeo con cuidado y veo que en medio de las paginas hay una vieja hoja amarillenta con la canción de la obra del fantasma de la opera escrita en ella.

Cuando ella escapó de casa, fue a parar a los Estados Unidos sin ayuda de nadie, hasta que hizo una que otra amistad. No sé muy bien como estuvieron las cosas, lo único que sé es que un día una de sus amistades le comentó de unas audiciones para la obra de teatro de la antes mencionada novela. Sin muchas esperanzas hizo la audición y con sorpresa, recibió el papel. Por eso sé que la novela era demasiado especial para tanto para ella, como para su nieta.

Tomo el otro libro que se encuentra envuelto para abrir y ver de cual se trata. Roseblood es el libro que me encuentro y por lo que leo en la contraportada, se trata de un retelling de la misma obra. La hojeo —al igual que lo hice con la obra original —y veo que hay una vieja foto dentro del mismo. En ella aparece Helena mucho más joven cantando la canción de la obra. Tomo los dos libros y los aparto para llevármelos junto conmigo.

Hay otras cosas dentro del baúl, desde la ropa que llegó a usar en aquel tiempo. Así como fotografías del musical mamma mia, del cual fue participe. Esas también me las llevo, junto con otros libros que sé que fueron realmente importantes para ella.

En medio de todo ese caos, alcanzo a escuchar como vibra mi celular en una de las mesas del lugar. De inmediato me pongo de pie para tomarlo antes de que cuelguen. Con sorpresa veo que se trata de Said.

— ¿Diga? —pregunto a modo de saludo una vez que atiendo la llamada en espera de su respuesta.

—Denise, ¿Cómo estás? —lo escucho resoplar antes de soltar una pequeña risa —. Perdona esa pregunta tan estúpida, lo que quiero decir es...

—No te preocupes. Comprendo lo que quieres decir —una sonrisa se dibuja en mi rostro —. ¿Y con lo de cómo estoy? Bien, puedo decirte que ahora mismo soy un cumulo de emociones. Ni siquiera yo sé lo que siento. ¿La muerte es así?

—Creo yo que la mayoría del tiempo no sabemos cómo manejar el asunto de la muerte —me recargo en la pared, del lado donde se encuentra la cabecera de la cama —. De primero nos asombra, después lloramos al ver el cuerpo. Pero no sabemos cómo lidiar con el asunto de la perdida... de la ausencia.

—Supongo que tienes razón. Hay momentos en los que aún no creo que ella haya muerto —miro con nostalgia la habitación entera —. Pero ahora que estoy guardando sus cosas, llevándome otras, me entra una terrible tristeza. Y es que, ella ya no va a volver a tomar nada de esto.

— ¿Ella no tenía familia?

A mi memoria vienen las imágenes del velorio, o por lo menos lo que pude ver desde la pantalla de la laptop. Aquella chica cubierta por un pañuelo negro, lentes oscuros —a pesar de que fuera de noche —. Vestida con ropa discreta, al igual que sus dos acompañantes. Un hombre que iba vestido al igual que ella, con lentes oscuros, ropa oscura y un sombrero negro. Nunca se soltaba de su mano. Y por último una mujer ya mayor. Ella sí que no dejaba de llorar en ningún momento. Helena ya me había puesto al tanto de los problemas en su familia.

—Una hija, la cual también tenía una hija. Ellas estuvieron aquí por unos instantes nada más. Al igual que algunos amigos de ella.

—Yo quería pedirte una disculpa —me llevo una mano a la boca al imaginármelo en estos instantes. Si pudiera, seguramente se llevaría ambas manos a la cabeza —. Fui muy grosero contigo, incluso me comporté demasiado frio. No era mi intención sonar así, solo que ya llevaba varios años sin tener novia. Siempre atento al trabajo, supongo que ya le había perdido la práctica.

—No te preocupes. Tienes un trabajo el cual debe ser atendido con responsabilidad. Y esto salió tan de improvisto. Y con eso que dijo mi amiga, de que no viniera sola...

— ¿Tan peligroso es lo que te acecha por allá? —en mi mente aparece el rostro de César. Aparentemente un chico bueno, dulce y atento. Pero todo eso es una faceta que le muestra al mundo.

—Sobre lo peligroso, no lo sé con exactitud. Por eso mismo no he salido al pueblo. Ni siquiera pude estar presente en el velorio. Por lo menos, no como hubiera querido.

—Pero, no fuiste sola. ¿Verdad? —muerdo mi lengua antes de responder. Said solo vio a Gael muy pocas veces dentro de la vecindad, y esas veces ninguno de los dos hizo buenas migas. Bueno, lo cierto es de los que no hacen buenas migas con nadie, pero con él sí que choca cada vez que se ven.

—No. Vino conmigo un viejo amigo de la preparatoria —una mentira piadosa nunca le ha hecho daño a nadie —. Él trabaja en Guadalajara, por lo que él me pudo acompañar.

—Me alegra escuchar eso —lo escucho suspirar —. Entonces, ¿estamos bien? —Tartamudea un poco —. Quiero decir, ¿nuestra relación está bien? —sonrío sin pensarlo al imaginármelo en estos instantes.

—Estamos bien, a menos que ya no quieras estar conmigo...

— ¿Estás de broma? Claro que quiero estar contigo —rio un poco al percibir nerviosismo y alivio en su voz —. Ya debo cortar hermosa. Solo me di una escapada en el hotel para esta llamada, pero ya sabes, el deber llama.

—Claro que si —mis mejillas se tiñen de rojo —. No trabajes mucho, ya que no quiero regresar y encontrarme con que mi novio está enfermo por exceso de trabajo.

—Prometo no excederme —lo escucho reír —. Hasta luego, Denise. Aquí te esperaré —sin más, corta la llamada.

Una vez dejando el celular en una de las mesitas, vuelvo a lo mismo: revisar cosas, decidir que llevarme. De mi cuenta me llevaría todo, por lo menos lo que la nieta no se ha llevado. Pero siendo realistas, no voy a poder llevarme todo. Mi casa es pequeña.

—Así que viniste con un amigo de la preparatoria que trabaja en Guadalajara —de mi boca escapa un chillido al escuchar la voz de Gael. Alzo la mirada y lo veo. Se encuentra recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados. Lleva puestos unos jeans azul claro y una playera blanca. Su cabello cae de forma desordenada —. ¿Me debo ofender?

— ¿Me estabas espiando? —lo imito y me cruzo de brazos. Él se limita a encogerse de hombros.

—No respondas con otra pregunta, Denise —me comenta con un deje de diversión en sus palabras —. Pero respondiéndola, solo iba de paso —entra a la habitación hasta posicionarse a donde yo me encuentro. Una vez estando, toma asiento en el suelo —. ¿Cuál era el problema con que yo te hubiera acompañado? —Estoy a punto de responderle cuando alza la mano para indicar que no ha terminado de hablar —. Y no digas, que no hay problema.

—Es que me he dado cuenta en los últimos días, que ustedes no se caen entre sí. Basta con ver cómo eres con él cuando llega a la vecindad —sus labios se curvan formando una sonrisa —. ¿Por qué eres grosero con él?

— ¿La verdad? —asiento con la cabeza —. Tu novio no me cae bien. Basta con ver la cara que hace cuando entra a la vecindad —mi corazón se encoge al escuchar eso. Para mí nunca fue importante el lujo, ni nada por el estilo —. Tú no te das cuenta porque cuando abres la puerta, el estampa en su rostro la sonrisa más falsa que he visto jamás.

— ¿Lo dices en serio? —bueno, no voy a negar que en varias ocasiones, se me hacía exagerada su emoción. Por lo visto todo fue falso.

—Si. Y es algo triste de ver, porque es tu mundo, Denise. En el cual tú te sientes cómoda. Por lo menos él debería entender eso —me toma de la barbilla con suavidad para que lo pueda ver de frente —. Tu mereces algo mucho mejor.

— ¿Mejor que alguien como él?

—No me has hablado demasiado de tu historia, pero a juzgar por lo poco que me has contado, ese tipo, tu novio. Es otro igual a tu ex —comienzo a respirar con dificultad al tenerlo tan próximo a mí —. Un chico que solo va querer tenerte atada. Y tu mereces a un chico que le guste verte volar, uno que incluso volaría junto a ti —sus ojos me miran con una profundidad y sinceridad que no había visto antes —. Piensa en eso, ¿sí?

—Eso haré —retira su mano con la misma suavidad del principio. Después de todo esto, un silencio se instala entre nosotros. Pero es un silencio agradable.

—Entonces... —veo que vacila un poco en lo siguiente que quiere decirme —. Estamos aquí, solos —sus mejillas se tornan rojas. Es la primera vez que lo veo así desde que lo conozco —. En medio de un pueblo que nunca había visto antes.

— ¿A dónde quieres llegar? —dejo en el suelo lo que traigo en las manos para poder cruzarme de brazos.

— ¿Te gustaría salir a dar una vuelta por el pueblo?

—Se nota que tú no entiendes el significado de pasar inadvertida. Esconderme.

—No caminando, en coche —del bolsillo de su pantalón saca unas llaves —. Gerardo me prestó el carro para que podamos salir un poco. Supongo que él y tu amiga presentían que ibas a querer ver parte del pueblo. ¿Qué dices?

—No lo sé... es decir, ya sé que son vidrios polarizados. ¿Y si alguien me ve?

—Él y yo ya hicimos la prueba. Nada se ve desde afuera, por lo que vamos a poder pasear con calma.

—Pero no vas a poder apreciar los murales.

—Lo que alcance a mirar está bien. Lo que importa es que tú te sientas como en casa, aunque sea por unos instantes. ¿Qué dices?

— ¿Y si él me ve? —le pregunto con temor —. Tal vez muestro una fachada fuerte todo el tiempo, pero lo cierto es que a ti no puedo mentirte. Le tengo miedo por tantas razones, que espero algún día poder contarte.

—Si él te ve, no estarás sola. Ya que no dejaré que te ponga una sola mano encima —me toma de la mano —. Te lo prometo.

— ¿Qué estamos esperando?

**

No voy a negar el hecho de que ya extrañaba las calles del pueblo. Extrañaba ver sus murales, los cerros a mi alrededor, el lago de Chapala. Extrañaba varias cosas. Mi mirada se centra en aquel local donde pasé los peores y mejores años de mi vida. A mi mente llegan varios recuerdos, cuando Alex se le declaró a Angie para que fuera su novia, como su esposa. Las noches de karaoke que pasamos todos juntos. Incluso vienen a mi mente los malos recuerdos. Ahora todo está vacío, grafiteado por algunas partes. Evito ver las palabras escritas allí, a pesar de que lleva algunos meses sin habitarse.

Si lo que dijo Angie es cierto, ese lugar ahora me pertenece, ya que Helena me lo dejó en su testamento, así como la casa quedó en manos de su nieta. No sé qué voy a hacer con el local, tal vez lo rente y deje a Evangeline encargada de todo eso.

—No quiero sonar importuno, pero presiento que si sigues mirando ese lugar, te va a hacer mal —me llevo una mano al rostro, para de esa manera evitar que vea mi expresión y el cuanto me afecta ver todo eso —. Denise, tú no eres eso. A estas alturas ya deberías saberlo.

—Pensé que si me iba, me iban a dejar en paz. Pero por lo visto me equivoqué —suspiro con pesadez —. Tal pareciera que en ese lugar sigo habitando yo.

—Te equivocas. Tu nunca habitaste ahí —sigue hablando, a pesar de que yo no le doy la cara por temor —. Tu alma, tu esencia es la que habita en Vallarta, la que está conmigo en estos instantes —y es ahí cuando me atrevo a verlo. Gael me mira impasible con sus hermosos ojos azules —. La verdadera Denise es la que se arrojó al fuego una vez que decidió escapar de aquí.

»Es aquella chica con el cabello teñido de rojo, pantalones rasgados, tinta corriendo por su piel que vive cantando canciones a la orilla del mar.

—Técnicamente no estoy cantando a la orilla del mar, pero gracias —se carcajea al escuchar mi respuesta.

—Hay algo que quiero darte cuando regresemos. Para que puedas entender todo lo que te acabo de contar —me limito a asentir con la cabeza mientras seguimos nuestro recorrido por el pueblo. Con cuidado aparca cerca de las casas que rentan los extranjeros. Un lugar que se encuentra apartado de las miradas de los curiosos —. ¿Hay algún lugar a donde quieras ir? ¿Una persona a la que quieras visitar?

—Una parte de mi quiere ver a mis amigos, pero sé que si lo hago la voz se va a correr. Y aun no quiero dar señales de vida.

— ¿No quieres ver a tu familia?

—A mis padres no... todavía. Me gustaría ver a mis hermanas, pero sé que mi padre las ha de tener checadas, por lo que no sería un buen momento para verlas —siento una punzada dentro de mi pecho —. Aunque si las cosas hubieran sido diferentes, sí que habría alguien a quien quisiera ver...

— ¿Quién? —me mira con extrañeza.

—Cuando mi mamá tuvo su cuarto embarazo, los doctores les dijeron que venía con un cromosoma de más. Le dijeron si quería abortar, ella se escandalizó, se persignó varias veces y les dijo que como se les ocurría sugerir siquiera la opción del asesinato. Mi padre casi mató al doctor cuando escuchó esa propuesta, le dijo hasta de lo que se iba a morir.

»Katia es mi hermana menor, y como lo has de suponer, tiene síndrome de Down —una lagrima resbala por mi mejilla al recordarla. Si hay una persona a la que me dolió dejar, fue ella —. No recuerdo haber visto a mi madre tomarla entre sus manos, mucho menos darse un beso. Es decir, ni siquiera ha sido criada por ellos. Mi hermana estuvo a cargo de una niñera que contrataron para el cuidado de ella, quien la quiere como una hermana. O por lo menos la quería —cierro los ojos al recordarla —. Katia murió hace un año. Problemas del corazón.

— ¿Tus padres no la querían?

—Se referían a ella como la mongola —mi voz se quiebra al recordar las escenas que hacia mi madre con respecto a ella. Ellos eran unos hipócritas de la peor manera —. Mi madre se persignaba cada que ella se le acercaba, como si mi hermana fuera el demonio mismo. Y esas acciones de mi madre provocaron que Nínive nunca quisiera acercarse a ella.

— ¿Entonces donde tenían a Katia? —me pregunta una vez que callo.

— ¿Llegaste a mirar la película de Penélope? —me mira sin comprender —. ¿Aquella donde la chica tenía nariz de puerco? —asiente una vez que logra recordar la cinta —. Ellos la criaron en un cuarto especial, no salía a comer con nosotras, ni siquiera dejaban que mis hermanas se acercaran a ella. Yo siempre rompí varias reglas de mis padres al igual que otra hermana, siempre la visitamos. Si estuviera viva, ella tendría trece.

—Mi pregunta a todo esto es, ¿Cómo no te saliste antes de ahí?

—Supongo que aún había cosas que me ataban aquí, mis amigos, el negocio y por sobre todo, mis hermanas. Pero ya viste eso —le señaló las palabras hechas por grafiti que están por todo el local —. Ya no podía seguir aquí. De lo único que me arrepiento es de no haber pasado por la tumba de Katia.

— ¿A tus otras hermanas no las extrañas? —niego con la cabeza —. ¿No te llevabas bien con ellas?

—Es complicado —abro la botella de agua para beber un poco —. Obviamente las quiero, y las extraño. Pero lo cierto es que ya no hablábamos. No porque me consideran como la mala del cuento, sino porque mi padre les prohibió que me hablaran, al igual que se lo exigió a mi madre —rio sin humor —. Supongo que debo agradecer que no me arrojaran piedras.

—Eso es salvajismo, y es tan de la edad media.

—Mis padres solamente se rigen por el antiguo testamento, donde hay un Dios castigador y donde la mujer debe ser sometida por el hombre ya que es su patriarca. Tal parece que se les olvidó leer el nuevo testamento —le suelto con amargura.

—No se les olvido. Ellos solo toman lo que les conviene y lo moldean a su preferencia.

—Y no tienes idea de cuánto... ¡Ian! —es lo primero que digo al ver a mi amigo cruzar la calle con Ruth tomada de su mano. Su hija lleva una nieve en su mano libre.

— ¿Es tu amigo? —me pregunta al mirar en la dirección donde mis ojos no logran apartar la mirada.

—Sí, uno de los mejores —le comento con nostalgia. No me había dado cuenta de cuanto los extrañaba.

— ¿Él estaba en el velorio, no es cierto? —asiento —. Me tocó verlo por unos instantes.

—Verlo y oírlo —de los labios de Gael brota una pequeña risa al recordar los momentos del funeral, con Ian diciéndole unas palabras a las personas que acompañaban.

—Sobre todo oírlo. ¿Siempre es así de bromista?

—Y ayer estaba menos, créeme.

De repente mi cuerpo se tensa al ver a cierta persona acercándose a donde se encuentra mi amigo. César no ha cambiado en lo absoluto en cuanto su apariencia. Pantalón de mezclilla, zapatos bien lustrados, camiseta perfectamente planchada a juego con un saco. Ni un pelo rebelde se ve por esa cabeza.

No tengo que adivinar qué le pregunta a Ian. Mi amiga ya me lo había dicho, no hay día que no pregunte por mí, por mi ubicación o por si ya me he comunicado con alguien.

—Denise, es él, ¿no es cierto? —no soy capaz de responderle. Me encuentro tan paralizada que ni siquiera los sentidos me responden. Pero sé que él lo adivina, puede ver el miedo en mis ojos.

¿Así será por el resto de mis vidas? Dando un paso al frente, pero dos hacia atrás. ¿Siempre voy a vivir con ese miedo que me provoca su sola presencia?

—Vamos a dar otra vuelta —alcanzo a escuchar que comenta, mientras va poniendo en marcha el carro —. Denise, tranquila. Son vidrios polarizados, él no podrá verte. Te lo prometo —asiento con la poca fuerza que me queda —. Además, con ese nuevo look que tienes, ¿Quién podría reconocerte? —ese último comentario logra sacarme aunque sea una pequeña sonrisa.

—Gracias... —murmuro con un hilillo de voz.

Mi corazón se acelera al momento de arrancar el auto. Y solo vuelvo a respirar con normalidad cuando ya nos hemos alejado bastante de César y de Ian. Por unos minutos los dos nos quedamos sumidos en un agradable silencio. Gael se limita a conducir por el exterior del pueblo, mientras que yo me limito a mirar por la ventana.

— ¿Te importa si pongo algo de música? —pregunta rompiendo el silencio. Niego con la cabeza. Incluso comienzo a relajarme una vez que la música comienza a sonar.

Ruego al tiempo aquel momento en que mi mundo se paraba entre tus labios solo para revivir, y derretirme una vez más mirando tus ojos negros... —volteo a verlo con una media sonrisa en los labios —, ¿no puedo cantar? —rio mientras sigo mirando el paisaje —. Tengo ganas de ser aire y me respires para siempre. Pues no tengo nada que perder —tarareo la canción en mi mente mientras lo escucho cantar —. Todo el tiempo estoy pensando en ti. En el brillo del sol, en un rincón del cielo.
Todo el tiempo estoy pensando en ti —sin saber cómo o en qué momento. Termino cantando el coro junto a él, quien no deja de sonreír sin dejar de mirar en mi dirección —. En el eco del mar que retumba en tus ojos, soñé.

—Ya me preguntaba yo, cuando volveríamos a cantar los dos juntos al igual que esa noche —siento una calidez dentro de mí al recordar los momentos en los que cantamos juntos. Esa cercanía, la confianza.

—Te complicas solo la vida, Gael. Ya sabes dónde me encuentro todas las noches —le guiño un ojo.

Todo el tiempo estoy pensando en ti, en un brillo del sol y una mirada tuya, soñé...

Y entonces sucede, su mano se posa en la mía, dándole un ligero apretón. Los dos nos miramos sin decir nada al respecto. Solamente seguimos cantando, dejando que la música nos envuelva por completo en una bruma.

Si te soñé, si te soñé una vez más...

Pero también se me encoge el corazón al ver lo que esa cercanía entre nosotros significa. Siempre sucede, cada que él y yo intimamos de una manera, él se aparta.

**

8 de Marzo del 2018.

Qué lindo va a ser cuando te encuentre y grites al igual que una perra loca, solo que no va a haber nadie para ayudarte. Nadie para que sepan que fue lo que te pasó.

Arrugo la nota antes de guardarla en uno de los bolsillos de mi short. Miro a mí alrededor tratando de ver a alguna persona que se encuentre atenta a mis movimientos. Nada fuera de lo normal.

No tengo la menor idea de quien pueda ser esta persona, pero esto ya se está volviendo tétrico. Pensé que con los días que estuve lejos de aquí, fuera más que suficiente para que este loco anónimo me dejara en paz. Pero por lo visto me equivoqué.

Sé que esto es un juego del gato y el ratón. Le gusta verme asustada, azorada para después dar su siguiente movimiento. Temo no salir viva de esta.

Me arrodillo para guardar el resto del dinero acumulado por el día de hoy, mientras tarareo una canción de Coldplay para distraer los malos pensamientos y el temor de sentirme observada. Unos aplausos pausados hacen que levanten la mirada hacia el frente.

¡En la jodida madre!

¿Por qué entre todas las personas de este mundo, me tenía que topar con precisamente ella?

Ella me mira con una sonrisa que varía entre orgullo y felicidad por verme. Lleva puesto un vestido corto por arriba de las rodillas de color negro de tirante, con un escote prominente. Su cabello rubio lo lleva corto hasta el hombro —por lo visto le gustó más el cabello corto que largo —lleva delineador negro en sus ojos, un poco de rubor en sus mejillas y sus labios en un tono de rosa pálido.

—Con que aquí estaba la hija prodiga —es lo primero que sale de sus labios.

—Becca —es todo lo que logro decir ante la llegada de mi amiga al malecón.

**

¿Dudas? ¿Comentarios? ¿Mezcales? ¡Ay no! Eso es de Emmanuel Zavala. Una disculpa.

Pero robando la primera pregunta, ¿dudas?

Como se abran dado cuenta —o por lo menos eso espero —. Cada capítulo lleva por título una canción de rock o de indie rock. ¿Tienen alguna idea de cuál será el próximo?

¿Una pista? Coldplay.

Nos leemos.

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