Emerald, la usurpadora del tr...

By xCherryLove

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[HISTORIA GRATIS] Una maldición antigua bajo la luz de la luna roja. Un príncipe y una princesa. Uno guiará a... More

👑 ¡EMERALD YA A LA VENTA! 👑
ж PREFACIO ж
ж P R Ó L O G O ж
ж Capítulo I: Quiebre ж
ж Capítulo II: Desolación ж
ж Capítulo III: Una despedida dolorosa ж
ж Capítulo IV: La reina maldita. ж
ж Capítulo V: La princesa cautiva. ж
ж Capítulo VI: El llanto de la esmeralda (I) ж
ж Capítulo VI: El llanto de la esmeralda (II) ж
ж Capítulo VI: El llanto de la esmeralda (III) ж
ж Capítulo VII: Bienvenido a la escuela. ж
ж Capítulo VIII: Leila, la mujer guerrera. ж
ж Capítulo IX: La habitación secreta (I) ж
ж Capítulo X: Las voces ocultas. ж
ж Capítulo XI: No todo es lo que parece. ж
ж Capítulo XII: El inicio de año escolar. ж
ж Capítulo XIII: La clase de Clarividencia. ж
ж Capítulo XIV: Tras la pista de cuervo (I) ж
ж Capítulo XIV: Tras la pista de cuervo (II) ж
ж Capítulo XV: El secreto de los condenados. ж
ж Capítulo XVI: Renaciendo de escombros. ж
ж Capítulo XVII: Los lazos que nos unen (I) ж
ж Capítulo XVII: Los lazos que nos unen (II) ж
ж Capítulo XVIII: La orden de los caballeros. ж
ж Capítulo XIX: La visión de la muerte. ж
ж Capítulo XX: Vinculación. ж
ж Capítulo XXI: El pecado de la reina (I) ж
ж Capítulo XXI: El pecado de la reina (II) ж
ж Capítulo XXII: El Búho sabio. ж
ж Capítulo XXIII: Un vistazo al futuro. ж
ж Capítulo XXIV: Cuervo, el guardián. ж
ж Capítulo XXV: El príncipe oscuro. ж
ж Capítulo XXVI: Engañar al destino. ж
ж Capítulo XXVII: La última esperanza de la guerrera. ж
ж Capítulo XXVIII: Sanación. ж
ж Capítulo XXIX: Cuenta regresiva. ж
ж Capítulo XXX: Juntos hasta el final (I) ж
ж Capítulo XXX: Juntos hasta el final (II) ж
ж EPÍLOGO ж

ж Capítulo IX: La habitación secreta (II) ж

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By xCherryLove


El almuerzo transcurrió con aparente normalidad después de eso. Julian no paraba de hablar con el resto de los muchachos; se los había ganado en un santiamén y llegó un punto en el cual Emerald no pudo evitar sentirse excluida. Era como si todos hubieran sucumbido a un encantamiento que él hubiera lanzado.

Draven, quien se hallaba a su lado, se percató de su extraño comportamiento, mas no dijo nada al respecto para no poner en alerta al resto y que comenzaran a surgir las preguntas incómodas.

—Creo que comí demasiado —dijo luego de algunos minutos de aparente incomodidad. Emerald lo observó de soslayo y este, al percatarse de su mirada atenta, le guiñó el ojo de forma disimulada.

—¿Estás bien? —preguntó Julian con genuina preocupación.

—No te preocupes por Draven, Julian —respondió Marco luego de pasar el bocado de comida que traía en la boca—. Él siempre se emociona así por la comida, como si hiciera días que no come. Es difícil de creer al verlo que sea capaz de terminarse dos platos llenos él solo. Seguro que eso le debe estar jugando una mala pasada en esa oportunidad.

—Ya antes había pasado —respondió Emerald con prisa—. Le he dicho que no coma tan aprisa, pero le gusta tanto la sazón de la cocinera que simplemente no puede evitarlo.

—Bueno, si Diamond lo dice, debe ser verdad —respondió otro de los compañeros y los demás, excepto Julian, asintieron—. Él es quien mejor lo conoce.

—Estará bien, no se preocupen. —Ella colocó el brazo de Draven sobre sus hombros para servirle de apoyo. Su entrañable amigo realizó una mueca falsa mientras frotaba de forma circular su abdomen y se puso de pie.

—¿Seguro no necesitas ayuda? —preguntó Julian, quien tenía todas las intenciones del mundo de ponerse de pie para ayudar a aquel par.

—No te preocupes —respondió Marco, cortándolo de golpe con una mano sobre su hombro y casi obligándolo a que volviera a tomar asiento—, estarán bien. Al parecer, Diamond ya sabe qué hacer en este tipo de casos.

Luego de disculparse con el resto y de repetir la excusa con los maestros que los vieron ponerse de pie, ambos comenzaron a caminar a la salida. Emerald seguía sirviendo de apoyo a Draven y este continuaba con el teatro a medida que avanzaban al exterior. Apenas estuvieron seguros de que nadie los estaba viendo, terminaron con la farsa.

—Bien, llámame paranoico, pero algo te pasa. ¿No te agrada Julian?

—No es que no me agrade...

—¿Pero? —dijo luego de que ella dejara las palabras suspendidas en el aire.

Emerald apretó, no sabía si debía ser sincera al cien por ciento con Draven. Era su amigo, sí, pero el tema de la suplantación de identidad era algo demasiado delicado como para irlo contando por todos lados tan a la ligera.

Sin embargo, visto desde otra perspectiva, si le confesaba algunas cosas y omitía que ella era en realidad la princesa, quizás Draven podría volverse un aliado fuerte, ya que necesitaría a alguien confiable para el tipo de misiones que requirieran de ayuda.

—Tengo que contarte algo —dijo y este asintió. Emerald observó a todos lados y a continuación le indicó con un gesto de la cabeza que fueran hacia el lago donde acostumbraban estar.

Ambos caminaron sin decir absolutamente nada y cada tanto volteaban para asegurarse de que nadie los siguiera. Draven se sentía inquieto, anhelaba saber qué era lo que su amigo le ocultaba. Si bien Diamond era bastante conversador cuando debía serlo, el muchacho sabía muy dentro de sí que escondía algo, siempre que le preguntaba por su hermana o su entorno familiar se mostraba reacio a hablar. Intuía que el tema no era fácil de contar, pero desde que lo conocía no lo había visto llorar ni una sola vez, tampoco lo había visto acongojado por la pérdida de su gemela.

Al llegar al lago, ambos tomaron asiento cerca del borde. Algunos peces de color verde saltaron al percatarse de que estaban cerca de la orilla. Draven los observó y luego miró atento a Emerald, quien aún se encontraba en silencio. Parecía estar acomodando sus ideas para poder hablar.

—Antes de contarte lo siguiente, quiero pedirte una disculpa.

—No tenías intención de hablar sobre esto, ¿verdad? —le preguntó con calma, y ella, apenada, asintió—. Oye, es normal. Este tipo de temas no son fáciles de tratar. Estaba esperando a que estuvieras listo para contarme, no quería generarte algún tipo de incomodidad o algo por el estilo.

—Lo que voy a decirte no se centra solo en lo que pasó hace unos meses en mi familia. Hay algunas cosas un poco más... complicadas.

—¿Complicadas? —preguntó y ella asintió— ¿Pero qué fue lo que pasó?

—Quisiera saber antes qué es lo que has oído. Eldía que nos conocimos me diste el pésame, pero no sé muy bien qué es lo que saben las personas ajenas a mi familia.

—Bueno, el día en que la princesa murió, el mensajero trajo consigo la carta para asistir al velorio. Nosotros no pudimos ir porque mi padre estaba resguardando la frontera que da a la tierra prohibida, y al estar yo solo... pues, mi madre no vio propio que me aventurara por mi cuenta. Después de lo de mi hermana, es algo paranoica. A regañadientes me dejó venir aquí.

—¿Les informaron por carta? —preguntó y Draven asintió.

Emerald pensó que aquello era extraño. Por lo general, cuando alguien perteneciente a la dinastía directa moría, el encargado de la casa emitía un comunicado semi presencial que consistía en proyectar su figura mediante un portal de comunicación. El mensaje que se grababa se repetía hasta que todos los líderes de cada casa estuvieran informados. Pero, por lo que le acababa de decir Draven, su madre, que era una mujer muy apegada a las costumbres, había optado por romper la tradición y usar un medio escrito para informar todo.

—Sé lo que estás pensando, Diamond. A nosotros se nos hizo también muy extraño que fuera de ese modo.

—¿Qué decía la carta?

—Yo no llegué a leerla del todo, ya que mi madre me la quitó, pero si alcancé a leer que unas criaturas del abismo irrumpieron durante la celebración de su cumpleaños y la princesa terminó perdiendo la vida por el ataque de uno de esos monstruos. —Draven tomó una piedra que reposaba a su lado y la lanzó, esta rebotó unas cuatro veces sobre la superficie del lago y luego terminó hundiéndose hasta el fondo.

—¿Decía que murió a causa de una de las criaturas?

—Sí. No sé si habrá habido más información, pero eso fue lo que yo alcancé a leer.

—Eso es... tan... —Emerald observó al frente mientras sujetaba el césped bajo sus palmas. No entendía por qué su madre había dicho eso en el comunicado.

—¿Era mentira? —preguntó su amigo ante el silencio.

—No del todo. Las criaturas sí nos atacaron, pero ellos no fueron quienes la asesinaron.

—Entonces, ¿qué pasó en verdad?

—Prométeme que guardarás el secreto. —Los orbes de la niña se posicionaron sobre él y este vio por primera vez el profundo pesar que ella cargaba. Para Draven, ella siempre traía una mirada distante, pero esta era la primera vez que veía algo de vitalidad en ellos.

—Te lo prometo.

La pequeña, luego de reunir el valor suficiente, comenzó a relatar las cosas que sucedieron en ese momento. Desde luego, omitió la parte donde ella se transformaba en su hermano. Alteró su perspectiva y lo relató como si en verdad fuera Diamond. Le dijo también sobre el diario de su padre y, al finalizar, le contó lo que le había oído decir a Julian. Draven la escuchó atento; se mantuvo callado, con el rostro desencajado. No daba crédito a lo que ella le estaba diciendo. Tenía muchas cosas que decir, pero aguardó paciente a que terminara su relato.

Emerald, por su parte, sintió un nudo formarse en su garganta en varias oportunidades. Recordar lo que había pasado provocaba que evocara la imagen de su hermano y de Diani. Para cuando terminó, necesitó mirar al lado contrario: una lágrima silenciosa había escapado sin permiso alguno y no podía dejar que Draven la viera llorando.

—Diamond, todo esto es tan...

—¿Horrible? —preguntó, buscando la forma de culminar la frase.

—Es triste, pero a la vez es increíble. No puedo creer que lograras sobrevivir a todo eso, yo no hubiera podido. ¿Cómo lo hiciste?

—Este es el segundo secreto que compartiré contigo. —Ella estaba temblando, aunque estuviera diciéndole todo a medias, se sentía expuesta al cien por ciento—. Dame tus manos, por favor.

Draven las extendió sus palmas en su dirección sin entender qué era lo que buscaba, Emerald las sujetó con firmeza, cerró los ojos y se enfocó únicamente en concentrar una muy diminuta cantidad de magia en las manos de su amigo. Este sintió un escozor proveniente del tacto y se asustó, pero ella lo tranquilizó con un solo movimiento de los labios. Cuando terminó, le pidió que cerrara su puño, él lo hizo, pero el sentir algo moverse dentro provocó que se alarmara.

—No entres en pánico —le dijo con calma; la mirada de él oscilaba entre Emerald y su mano, que ella no le permitía ver —. Bien, ábrela lentamente, pero no se te ocurra gritar.

El muchacho asintió por inercia. Al entreabrir los dedos, vio un pequeño orbe celeste saltarín, que en cuanto terminó de expandir por completo los dedos se transformó en un conejo de luz que saltó y se alejó hasta el centro del lago.

—Tú... tú —dijo tartamudeando. Draven sentía la mandíbula desencajada por la impresión, Emerald sonrió apenada y cuando extendió su mano en dirección a la criatura luminosa, esta se terminó desvaneciendo por completo—. ¡Tienes ma...! —Ella se vio obligada a taparle la boca con las manos. Draven cayó de espaldas al suelo y esta terminó encima de él.

—Te dije que no entraras en pánico —murmuró entre dientes por el descuido de su amigo. Él extendió las palmas con un gesto extraño, Emerald entendió que le estaba diciendo que ya no gritaría.

—Pero ¿cómo? —le cuestionó mientras trataba de hacer lo mismo que ella, aunque con resultados infructíferos—. Los de la clase guerrera no pueden hacer... magia —susurró la última palabra para evitar que alguien escuchara.

—Mi magia es débil —mintió—, pero la poseo. El portal me envió a esta clase por alguna razón.

—Sorprendente... Increíble... —La mirada de Draven se iluminó con el pasar de los minutos—. Es la primera vez que escucho que el portal se equivoca. La magia que posee es tan antigua que no creía posible que cometiera tales errores.

—No sé por qué me envió aquí, pero Igor me dijo que debió tener algún motivo en específico.

—¿Piensas que todo esto tiene que ver con lo que siempre se dijo sobre tu hermana? Ya sabes, sobre la tal reina corrupta.

—Lo que creo es que hay alguna clase de encubrimiento, y esto no solo se limita a los actuales líderes. Mi hermana... murió por una clase de profecía, y si las personas que lo hicieron tenían la convicción de que en verdad ella era su reencarnación, debe ser por algo.

—¿Crees que los trofeos tachados sean de esa reina?

—No lo sé —contestó ella con sinceridad—, pero esta noche necesitaré de tu ayuda.

—¿Disculpa? —le preguntó él con la boca abierta por la sorpresa. 

—Necesito que me acompañes al castillo.

—¿Perdiste el juicio? —exclamó a medida que se ponía de pie—. ¡Casi nos encuentra el profesor de herbolaria! No quiero ni pensar qué hubiera pasado si se daba cuenta de que veníamos de casi el otro extremo del palacio.

—Nadie nos verá —le dijo ella para tratar de tranquilizarlo.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Bueno... es de noche, ¿no? La mayoría estará durmiendo.

—Es una pésima idea. Nos prohibieron salir de noche, solo los dioses saben qué clase de cosas habrá transitando los senderos o el mismo castillo. Imagínate que algún tipo de criatura sale cuando el sol se pone... ¡podría lastimarnos!

—Por favor, Draven, necesito hacer esto.

—¿Por qué? —tras la pregunta, Emerald no supo qué decir, observó al suelo y apretó los puños a cada lado de su cuerpo—. Hay algo que no me estás diciendo. Confía en mí, Diamond.

—Yo... desde el día en que mi hermana murió, puedo ver a una mujer extraña.

—¿Una mujer?

—Sí. No me preguntes quién es porque nunca la había visto. La primera vez que la vi fue en el mausoleo de mi familia, sentí sus manos sobre mi cuello y tuve unas extrañas visiones. Vi mi nación, pero no sé qué época era. Vi cómo... cómo la ejecutaban, o al menos creo que era ella.

—Esto es malo, Diamond. Incluso para nosotros, el ver espectros o sentir que nos lastiman no es señal de buen augurio. ¿Has hablado con alguien? —Ella negó tras oírlo, Draven sujetó su mentón y luego analizó el entorno—. Escucha, que la mujer esa te esté guiando es indicativo de algo.

—Yo también lo creo, es como si quisiera mostrarme algo. Lo sentí desde ese día en el mausoleo. Cuando posicionó sus manos sobre mi cuello... —Al recordarlo se vio obligada a sujetar sus brazos para entrar en calor, aquella no había sido una sensación para nada agradable— ... sentí una profunda tristeza en lugar de miedo.

—Es un espíritu con asuntos pendientes, pobre de ella. Su muerte debe haber sido horrible. Si su alma no se elevó junto a los ancestros es porque dejó muchos asuntos pendientes en la tierra.

—Esta tarde, cuando nos perdimos, volví a verla en el pasadizo contrario a donde estábamos. Ella me guio a una puerta. Logré abrirla, pero no entré, ya que podía aparecer alguien.

—Ya veo... Por eso desapareciste por unos minutos, pensé que habías escuchado algo y corriste a esconderte.

—No podría dejarte, eres mi amigo.

—Es grato oír eso —respondió con sinceridad—. ¿Te soy franco?

—Dime.

—Siento algo de curiosidad por todo este asunto.

—¿Entonces me acompañarás? —Ella se quedó mirándolo mientras él se cruzaba de brazos, analizando la situación.

—Bien, pero vamos, volvemos enseguida y dormimos. No quiero meterme en problemas antes del inicio de curso.

Emerald se puso de pie de inmediato y se lanzó al cuello de Draven para abrazarlo con fuerza, como cuando abrazaba a su hermano. Él, pese a la sorpresa, palmeó su espalda ligeramente en señal de correspondencia.

—Que quede claro: es una pésima idea, pero no puedo dejar que vayas solo por allí. Somos guerreros, eso nos vuelve camaradas. No podría permitirme dormir tranquilo sabiendo que podrías terminar en aprietos.

—Gracias por esto, Draven.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad. Draven y Emerald planificaban cómo escabullirse por los caminos. Era probable que hubiera celadores resguardando los senderos, así que ir por las rutas convencionales no era demasiado seguro. Necesitaban desviarse por el bosque, aunque eso fuera más riesgoso.

A la hora de la cena, Draven no tenía apetito: estaba tan nervioso que apenas probó un bocado. Julian, quien se había sentado justo al lado de Emerald, buscó entablar una conversación amigable, pero esta únicamente se había limitado a responder con monosílabos y dejaba el resto del trabajo a su atento amigo, que ya tenía conocimiento de lo que había pasado entre ellos.

Una vez que la comida terminó, los estudiantes regresaron acompañados por Greyslan a su casa designada. Al llegar, se alistaron para dormir y, luego de verificar que no faltaba ni uno de ellos, Greyslan se marchó sosteniendo un farol en dirección a la habitación de los maestros.

Dos horas más transcurrieron. El silencio mortuorio del ambiente solo era roto por el ulular de los búhos, la brisa golpeaba las ramas de los árboles y hacía crujir la madera. Todo se encontraba en aparente quietud, hasta que la silueta de ambos pequeños comenzó a materializarse gracias a los rayos de la luna que se filtraban por los cristales.

Draven traía sujetada en el cinto una espada dentro de su funda, aquella había sido la primera arma de su hermana, el primer objeto que ella había empuñado con valentía en la escuela. Era diestro, ágil y veloz, como ella lo fue en algún momento, y estaba seguro de que, en caso de que hubiera alguna criatura peligrosa afuera, sería capaz de defenderlos a ambos.

—¿Listo? —preguntó Emerald mientras bajaba la capa negra que traía hasta la altura de su nariz. Draven asintió, la imitó y comenzó a seguirla. Al llegar a la puerta, Emerald sujetó el picaporte. Sus dedos temblaban, pero debía continuar para saber exactamente qué era lo que estaba pasando.

Sin dejar de intentar hacer el menor ruido posible, abrió la puerta. La lamparilla se tambaleó por el movimiento y la pequeña vela que había dentro desapareció por algunas fracciones de segundo. Ambos salieron con agilidad felina, sus pisadas fueron tan livianas que la madera antigua del pórtico ni siquiera crujió ante sus movimientos.

Ambos se escabulleron hacia el bosque amparados en el manto oscuro de la noche. Emerald trastabilló un par de veces y fue Draven quien terminó sujetando su mano para evitar que resbalara. A lo lejos, vieron a algunos celadores transitando los senderos, tal y como lo habían previsto. Los halos de luz de sus lámparas se terminaban difuminando a medida que pasaban por los árboles.

—Por acá. Ese día que me subí a la ventana pude ver una puerta trasera —susurró bajo y ella asintió.

Draven y Emerald se adentraron más en la oscuridad. De pronto, sintieron que algo les impedía avanzar. Al principio solo podían ver a su alrededor unas hermosas flores, hasta que les pareció que algo intentaba arrastrarlos. Draven fue el primero en notar que eran las raíces de las plantas en flor: debían estar a cargo de atrapar a los intrusos. Le hizo un gesto a Emerald antes de blandir la espada y lograr liberarse. Ella, por su parte, sujetó un palo lo suficientemente grueso como para desviarlas en cuanto se acercaban a ella.

 Les llevó bastante tiempo, pero al fin lo consiguieron. Ambos traían la respiración entrecortada, sus cuerpos empapados en sudor y algunas partes de su ropa con tierra impregnada. Pero no todo era malo, aquella había sido una pequeña victoria y se sentían orgullosos por eso.

Ahora venía la parte difícil: infiltrarse sin despertar algún tipo de sospechas.

—¿Recuerdas el camino? —le preguntó Draven a Emerald y esta asintió—. Bien, este es el plan: si por algún motivo llegamos a separarnos, te veré justo en la puerta de los trofeos.

—¿Por qué habríamos de separarnos?

—En esa parte del castillo hay duendes escondidos en los rincones, lo sé porque mi hermana siempre decía que los detestaba. Ya sabes, esos pequeños demonios roban todo lo que se encuentran y disfrutan pelear con la gente que es de su tamaño.

—¿Podrían representar algún problema?

—No sé cómo serán los duendes de acá, pero es mejor no correr riesgos. Imagina que uno vaya de bocón con el director, sería nuestro fin.

—Bien, entonces estaré atenta al camino.

Al abrir la puerta trasera, se toparon con un almacén dentro del cual había diversos utensilios de cocina, lavandería y limpieza. Los niños esquivaron los objetos desperdigados por el suelo, y en cuanto llegaron a la salida, se miraron y asintieron para continuar.

El palacio era inmenso, y a esa hora daba demasiado miedo. Las anchas columnas intensificaban la oscuridad normal que albergaban las esquinas e impedían una clara visión de lo que había más allá.

Emerald caminó al lado de Draven en silencio, como hicieron durante todo el trayecto. Por suerte, en cuanto llegaron a la mitad del camino, más exactamente al donde el profesor los había encontrado, inflaron el pecho con orgullo por lo que estaban logrando.

Pero, antes de que pudieran cantar una victoria prematura, un particular sonido llamó su atención. Era una risa. Y al ver hacia el fondo del pasillo, un par de ojos enormes y amarillos los estaban observando. Si no fuera por la altura, hubieran jurado que se trataba del mismo profesor.

—En problemas están —murmuró la criatura, que vestía un uniforme viejo de algún estudiante mientras se reía—. Expulsados serán, ya lo verán.

La criatura comenzó a caminar en dirección contraria a paso alegre. Draven corrió con toda la intención de atraparlo, pero el pequeño ser fue aún más ágil y de un solo salto logró esquivarlo.

—Apestas —le dijo con voz rasposa; Draven, quien se encontraba debajo de él, lo observó con desdén—. Esa espada apesta. Tú debes ser su familiar, cargas esa peste contigo.

—Silencio, criatura deforme —murmuró entre dientes.

—Sallow, Sallow, apestas a Sallow. Tú y toda tu familia cargan ese mismo olor.

Draven blandió su espada tras oírlo, el duende rio y le sacó la lengua mientras esquivaba los golpes que él asestaba. Emerald, quien se mantuvo atrás todo el rato, sujetó por encima de la tela el collar y estiró la palma. Debía enfocarse, si erraba el hechizo, el único perjudicado podría ser su amigo.

—¡Petrificae! —dijo, y un orbe verde salió disparado en dirección al duende. Draven tuvo que tirarse de espaldas para evitar que el rayo de magia le diera.

—¿Qué? —exclamó la criatura, que trataba de moverse, sus extremidades habían quedado paralizadas en una posición nada agradable—. ¡Tramposo! ¡Tramposo!

Ante el ruido que el duende hacía, Draven tuvo que rasgar su manga e introducírsela en la boca. Lo sujetó del suelo, guardó su espada y se puso la criatura al hombro para poder continuar.

—¿Podemos tirarlo al río? —le preguntó y Emerald lo miró a modo de reproche—. Oye, no digo que lo matemos. Si lo tiramos al río en una balsa, la corriente se lo puede llevar lejos. Si lo dejamos suelto en el castillo, podría ir con el chisme al resto.

—Los duendes tienen muchos enemigos allá afuera. —Tras oírla, el pequeño ser le dedicó una mirada mortífera—. Si lo sacamos de aquí, no durará mucho, ¿no es verdad? —dijo ella y la criatura achinó los ojos a modo de respuesta—. Después de todo, los duendes se caracterizan por ser domésticos.

—¿Continuamos? —le preguntó su amigo mientras disimulaba una risa por la reacción del ahora prisionero—. Si nos quedamos aquí, nos pueden ver. Ya hicimos bastante ruido.

Emerald le dio la razón. El indeseable acompañante podría haber puesto en alerta al resto y era necesario que se movieran a otra ubicación.

A medida que avanzaban, el duende hacía unos ruidos extraños por la tela que traía en la boca. Emerald observaba a Draven para que lo tranquilizara y este hacía lo mejor que podía.

—¿Qué demonios le pasa? —preguntó entre dientes mientras se colocaban frente a la puerta.

—Nu, nu, aye nu —lo escucharon murmurar. Emerald observó la puerta y le pidió a Draven que lo colocara en el suelo.

—Escucha, si prometes no gritar, te sacaré ese trapo de la boca —. De inmediato, él asintió a modo de respuesta y ella retiró el trapo empapado en saliva con cierto asco y lo tiró a un lado—. Bien, ¿qué te pasa?

—Cuarto malo —dijo y ella sintió que temblaba—. Entrar no querer, llévenme lejos.

—¿Ya antes habías venido aquí? —cuestionó mientras observaba a Draven.

—Cuervo me trajo, él pasaba muchas horas aquí. Le prometí no volver. ¡Llévenme lejos, llévenme lejos! —Aunque no pudiera moverse, el extraño ser viraba los ojos hacia el extremo por el cual habían venido.

—¿Cuervo? —le preguntó ella—. ¿Quién es cuervo?

—No te lo diré, no te lo diré, no mereces saberlo.

—¿Qué hacemos? —Draven observó a Emerald y esta se debatió entre entrar o no.

—Entremos. —Tras una pausa prolongada ella optó por continuar. El duende entró en pánico, así que Draven se vio obligado a volver a introducir el trapo dentro de su boca.

—Escúchame, si no cierras la boca, lo de tirarte al río será en serio, pero no te pondré sobre una balsa —le susurró de forma peligrosa, la criatura lo miraba de soslayo.

Ella observó la puerta y cerró los ojos, concentró su poder en la palma de su mano y, en tanto sujetaba con fuerza el picaporte, habló:

Abreo.

Se escuchó un pequeño clic y la puerta comenzó a abrirse por sí misma.

El duende se removía más que antes, trataba de decir algo, pero ninguno de los dos estaba escuchándolo con la debida atención. Emerald fue la primera en entrar, y una vez que introdujo su cuerpo, recibió una ingrata sorpresa. La habitación era otro depósito, no había nada más. Ni siquiera la mujer se encontraba allí, solo estaban ellos en ese espacio reducido y lleno de polvo.

—¿Esto es todo? —preguntó Draven cerrando la puerta a sus espaldas. Emerald se sentía igual o más decepcionada que él.

—Debe haber algo mal... —Se sentó en el suelo y abrazó sus piernas. Draven se sentó a su lado y dejó al duende tirado en el suelo.

—No te sientas mal por esto, quizás... algo pasó. No sé, es probable que un profesor viniera y...

—¿Cambiara la habitación de golpe? —Tras la pregunta sarcástica, Draven emitió un sonoro suspiro—. Lo siento, Draven. Te he arrastrado a una misión peligrosa y todo por nada. Fui un idiota, no debí pensar que podría haber algo así a simple vista.

—Oye, tranquilo, al menos nos divertimos. —Él se puso de pie y estiró su mano en su dirección, Emerald observó la palma de su amigo extendida y, tras un breve tiempo, optó por sujetarla para ponerse de pie—. Veamos el lado positivo, ¿sí? Hemos logrado atravesar el bosque sin salir lastimados, es un logro.

—Me hubiera gustado poder encontrar algo referente a esa mujer.

—Sí, a mí también me hubiera gustado verla, pero no debes martirizarte por eso. Lo que importa es que estamos a salvo.

El duende comenzó a reír de la nada. Ambos lo observaron, pero este incluso lloraba por la risa que toda la situación le había provocado. Draven lo volvió a cargar como si de un trapo se tratara y, haciéndole un gesto a Emerald con la cabeza, le dijo que era mejor que se marcharan. Ya era muy de noche, y si no regresaban pronto, corrían el riesgo de ser vistos por algún celador.

Volvieron a hacer el mismo recorrido, pero esta vez la indeseable compañía no dejaba de moverse. Debieron tener el doble de cuidado con los celadores e incluso debieron correr a toda prisa en cuanto atravesaron las mismas flores que los atacaron.

Decepcionados, ingresaron nuevamente a sus dormitorios, procurando no hacer ruido. Al estar en mitad de los pasillos que daban a las habitaciones, Draven le preguntó qué harían con el duende. Ella, sintiendo pena por la criatura, le dijo que la tendría en su habitación.

A Draven no le agradaba la idea: si ella se lo quedaba, y si Greyslan lo veía allí dentro, no sabrían cómo explicarle de dónde había salido. Los duendes eran agresivos, pero eran criaturas miedosas y hogareñas. El salir al exterior representaba un peligro para ellos, ya que entraban en pánico y marchaban a su propia muerte.

—Tranquilo, no es que pueda hacerme algo. Si no quiere ser lastimado, más le vale quedarse callado.

—Bueno, pero si el malandrín intenta hacerte algo, solo pega un grito y vendré de inmediato.

Ella rio y Draven le dirigió una sonrisa de lado, antes de dirigirse al pasillo contrario, ya que su habitación se encontraba lejos de la de Emerald. Una vez que lo cargó, con un poco más de cuidado que Draven, comenzó a caminar a su cuarto. Al llegar, se encerró y dejó a la criatura sobre su cama.

—Voy a dejarte libre, ¿está bien? —Tras retirar el trapo, el duende sonrió dejando a la vista sus puntiagudos dientes. Emerald retiró el hechizo y la criatura comenzó a saltar sobre la mullida cama de la habitación.

—Al menos eres más amable que el apestoso Sallow.

—Tú no eres alguien precisamente cortés, Draven solo se defendió.

—Los humanos creen que lo saben todo y se sienten superiores —dijo con voz rasposa y brillo en sus ojos amarillos—. Pero debo darte crédito, niño, eres un poco más intuitivo que el otro mocoso.

—¿A qué te refieres?

—¿En verdad creíste que las cosas se te revelarían tan fácil? —El pecho del duende subía y bajaba producto de la risa—. Cuervo era alguien inteligente, si él quería ocultar algo, pues lo hacía. No dejaba que nadie metiera su nariz donde no le correspondía.

—¿Quién es Cuervo? —preguntó otra vez.

—Aunque quisiera decírtelo, no podría, mocoso. —El duende estiró la palma y Emerald vio una extraña marca circular al centro—. Le hice una promesa a Cuervo y, a diferencia de los humanos, un duende nunca rompe sus promesas.

—¿La promesa que hiciste tiene que ver con esa habitación? —Tras la pregunta, el duende volvió a reír aún más agudo mientras sujetaba su rostro.

—Veamos qué hacer, niño, veamos qué hacer. Si eres tan digno como él, podrás descubrir todo por tu cuenta. —La criatura saltó cada vez más y más alto con una sonrisa, parecía que su meta era llegar al techo—. Por ahora, no diré nada, tienes mi palabra. Quiero ver hasta dónde eres capaz de llegar por descubrir los secretos de este lugar.

Emerald comenzó a formular una serie de preguntas, pero él se negó a responder y siguió saltando, cada vez más alto y más rápido. Cuando ella estuvo a punto de sujetar su tobillo en el aire, este aplaudió y desapareció envuelto en una extraña neblina. 

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