¡Yo Voy Arriba! [Gay] [PAUSAD...

By 20_KYRIEL_20

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[PAUSADA INDETERMINADAMENTE] El hijo del rey del Infierno se ve obligado a ayudar por primera vez a una manad... More

BIENVENIDOS
SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 4.

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By 20_KYRIEL_20

Jackson Abdiel

Mi nivel de desprecio por estas criaturas roza lo insano. Siento que vibro de la apatía que me produce el aroma de este lugar y estamos a metros de los lobos de la manada. Mi padre me obligo a compartir vehículo con estos seres hasta la cima de la montaña, realmente quero estrellar mi nariz contra una roca hasta perder el olfato.

Al llegar, el alfa de nombre Damián nos guía hacia la entrada de una enorme llanura. Según nos venía parloteando por todo el camino, la manada se sitúa alrededor de toda la cima de la montaña. La gran mayoría vive en cabañas de madera que ellos mismos construyen y hay un pequeño flujo de comercio debido a que a un número significativo de lobos no les gusta estar cerca de los humanos. En especial las hembras con niños pequeños o los machos sensitivos.

Es seguro en general debido a que los humanos no soportaban la presión de esas alturas y, además, por seguridad, el alfa Demián mantiene barreras de camuflaje, que, aunque me duela decirlo, si son efectivas, de no ser por mi olfato no habría detectado a nadie mientras me aproximaba a la entrada. El alfa recalca que esta es una pequeña población de su manada que se extiende por el país y que esta no es precisamente la zona donde más se están presentando desapariciones, pero si la más segura y preparada con la información necesaria para nuestro recibimiento. En un principio me suena extraño, después aclara que por estos lares vive un viejo lobo que en un pasado estuvo en contacto con gente de nuestra dimensión.

Parece ser que una vez empecemos nuestra investigación, no pasaremos mucho tiempo en un solo lugar.

Llegamos un claro con paisajes...curiosos a mi parecer. Arboles grandes, delgados pero altos se extienden por la montaña que sigue vislumbrándose por detrás. Desde esta distancia se distinguen pequeñas y diminutas casas de madera se regadas como escarcha sobre la pendiente. Unas muy separadas y otras no tanto. En los arboles cubiertos de nieve se aprecian pequeñas luces, que después de observar un poco más se convirtieron en casas situadas en las copas de los árboles, algunas dentro de sus troncos.

Al rededor del enorme claro se aprecian construcciones de hasta tres pisos, un poco más "equipadas" que las de la montaña. Logro distinguir pequeños comedores o lo que los humanos llaman "restaurantes", algunos puestos con alimentos, carnes, pieles de animales. Parece ser un mercado.

Los lobos nos observan en un principio con algo de curiosidad, después paso a la prevención y más tarde al miedo. El alfa nos da una mirada significativa. El alfa me da una mirada significativa. Nos guía por la orilla del claro hasta un pequeño sendero a un costado que se adentra en el bosque, a medida que caminamos se escucha un bullicio que de apoco se apaga hasta que llegamos a otro claro, todavía más grande que el anterior.

Hay lobos uno tras otro en fila, todos rectos y tensos en lo que parece una postura militar, están en dos formaciones de diez al fondo. Hay al menos veinte de fondo. A sus alrededores se ven maquinas un poco extrañas, algunos eran troncos con palos a los costados todos magullados, puedo ver mancuernas, sogas, enormes rocas golpeadas. Todos se ven jóvenes, adolescentes diría yo. Están muy sudados, casi temblando y con cada respiración errática botan humo por la nariz, no parecen afectados precisamente por el frio.

— Ellos son lobatos, entrenan para su primera transformación — menciona Demián mientras inspecciona rápidamente a los lobos — Pero no deberían estar entrenando aquí.

Al parecer están nerviosos, muy nerviosos. Parece que los acaban de atrapar haciendo algo que no debían.

El alfa no les dice nada más, pero a medida que pasan unos pocos segundos se ven cada vez más pálidos. Rodeamos ese claro y encontramos otro sendero. Parece ser que todo está pensado para que los arboles cubran una parte considerable de la vista de los curiosos.

Llegamos a una parte interesante. Es un jardín lleno de flores, animales voladores y resbaladeras. Hay un montón de seres endemoniadamente pequeños corriendo por todos lados, hay lobos cuidando de ellos a los alrededores, al fondo se ve una construcción de unos tres pisos con un letrero que no entiendo para nada.

Los niños, al contrario de los adultos, solo nos miran con curiosidad, todo este tiempo estuve con Mazikeen en brazos y ahora los niños la miran muy atentamente.

Un montón de niños se reúnen a nuestro alrededor curioseando y pegándose a las piernas de todos.

— ¡Tiene una cola! — exclama una niña señalando a Dalila.

— ¡Tiene el cabello color fuego! — destaca otro.

— Mami, huelen raro ¿Qué son?

Los lobos tratan de quitárnoslos de encima, pero si apartan a uno, se pega otro.

Mi madre, quien, si es un amor de persona, se coloca en cuclillas y los observa. Las madres sudan frio.

— Somos de Saeva, por eso olemos raro — les dice.

— ¿Saeva? ¿Qué es eso? — pregunta un niño bajito.

— Un lugar muy diverso, con criaturas muy raras y paisajes hermosos — sonríe y hace ademanes con las manos.

— ¡Mama ella huele a algodón de azúcar! — exclama un niño justo al lado de mi madre.

— ¡Ella huele a bosque! — dice otro niño mirando a Dalila.

— ¡El huele a combustible! — dice un niño con la cara arrugada señalando a Beez, quien se indignó en un instante.

— Disssculllpaaaa ¿combustible? ¡¿combustible?! — coloca su mano en su cintura y saca cadera.

— ¡Si! — contestaran a coro.

— Para mí tu hueles a borracho — acoto.

— Si es cierto — me secunda Dalila.

— Los lobos cachorro interpretan los olores de manera diferente a los adultos, no lo suelen asociar con otros olores, si no con imágenes de cosas que producen olores. Por eso no pueden diferenciar entre humanos, vampiros y otros lobos — explico el alfa Damián — Como ellos dicen que huelen, no es como realmente huelen.

Es realmente curioso la interpretación del aroma, parece ser que los lobos de la tierra lo interpretan de una manera diferente a la gente de Saeva, probablemente pase lo mismo con otras especies de aquí.

— El huele a... huele a...— un niño se queda ido al ver a mi papa.

— Creo que huele a... todo — otro niño frunce el ceño.

— Huele a ¡Universo! ¡Huele a estrellas! — dice al fin un niño mirando y apuntando con el dedo a mi padre.

Mi padre, quien ha estado todo el camino callado observando a el alfa profusamente, observa a los niños. Los niños quedan deslumbrados con su mirada, mi padre sonríe ligeramente.

— ¿Y a que huele él? — me señala. Lo asesino con la mirada.

— El huele a... ¿Carbón?

— ¿Carbón?

Malditos niños.

Mazikeen quien duerme en mis brazos, se mueve un poco y se acomoda acurrucando su rostro entre mi cuello. Le doy un beso en su mejilla. La única niña que no odio.

— Calma — le dice al alfa a los niños y sus padres — Continuemos.

Y seguimos por otro sendero, un poco más angosto y oscuro que los demás. La temperatura desciende aún más por esta zona hasta llegar a lo que inesperadamente no es un claro.

Parece... ¿Un domo? Quizás.

Es una zona muy pequeña, de unos cuatro metros de diámetro, cabemos apretados. Cabe recalcar que solo somos el alfa, y nosotros, los acompañantes del alfa se esfumaron apenas llegamos a la manada.

Todo está cubierto por árboles, no entra un mínimo rayo de sol, tampoco hay nieve acumulada, pero la temperatura es muy, muy baja. De no ser porque soy de sangre fría estaría tiritando, como Dalila que tiene poca tolerancia a las temperaturas y tiene que ponerse a sí misma un hechizo para mantener el calor.

El alfa, en cambio, esta como si nada. Tengo entendido que los lobos son de sangre caliente, muy caliente, así que soportan bajas temperaturas, pero no pensé que serían tan bajas temperaturas.

Hay una pequeña escalera, en la que cabemos de a uno. La escalera va subiendo, por dentro de la montaña. En un principio es oscuro, pero no tardo nada en acostumbrarme. Subimos durante un tiempo considerable hasta llegar a una compuerta, misma que el alfa abre con unos botones, la luz me ciega unos momentos, pero rápidamente me adapto.

Es... muy similar a donde nosotros guardamos las naves, pero diferente. Es una cueva de concreto enorme, había instrumentos que emitían sonidos y luces por todos lados, quedaban espacios para caminar, en lo alto había plataformas de hierro que conducen a mas puertas.

— Todo este montón de cosas, son para mantener la seguridad de toda la manada, no solo esta pequeña población — explica el alfa — Se invirtieron millones de dólares en seguridad y vigilancia, pero, eso lo explicare más a profundidad luego.

Subimos otra escalera, y luego otra, hasta llegar al techo del domo, donde volvimos a subir y salimos por el piso de una oficina. Es algo amplia, con mucha madera rustica, hierro y pieles de animales, la iluminación es tenue y tiene grandes ventanales donde se observa toda la montaña. Estamos justo en el pico de la montaña, donde se puede observar tanto las cabañas como los claros, e incluso ligeramente el mar allá abajo.

— Y esta es mi oficina — señala. Cierra la puerta por la que entramos, ni siquiera se nota cuando se cierra, y nos invita a sentar.

Detallo muy ligeramente la oficina, tiene un enorme escritorio, con una enorme silla, detrás unos enormes libreros y un enorme espacio para un cuadro que está vacío. Hay un juego de muebles frente al escritorio que mira a una chimenea, a un lado de la chimenea hay una puerta.

Me siento con Mazi acurrucada en mi pecho. Mi padre se sienta justo al frente del alfa y el resto se esparce por los asientos libres.

— Hay algunos términos de los cuales debo hablar antes de irme — dice mi padre — Estas tres personas que te dejo son piezas clave de mi ejército, si por algún motivo Saeva necesita de fuerza militar, los hare regresar, aunque signifique la desgracia de tu manada. Puedo ayudarte, pero no puedo poner en riesgo a mi gente.

— Esta bien — contesta el alfa — Te entiendo como líder.

— Algo más, Beez y Abdiel necesitan desplegar sus alas de vez en cuando, dales un espacio, el que sea, para que lo hagan sin asustar a tu gente.

Mmm — piensa el lobo, se le va la vista una y otra vez. Siempre esta con un pie aquí y otro en otro lado, pero aun así nunca pierde el hilo de la conversación — El lugar más adecuado es aquí, en la cima de la montaña. Más al norte hay siempre un cumulo de nubes, puede ocultarlos cuando vuelen. También se pueden establecer aquí.

— Me parece perfecto.

Unos minutos de silencio dominan el ambiente. Beez está empezando a cabecear, Dalila solo se mira las uñas y mi padre solo observa por los ventanales. Yo por mi parte no puedo estar menos interesado en el intercambio de miradas entre mi padre y el alfa, por lo que me dedico a acariciar las pequeñas cejas de mi retoño, misma que sigue dormida, ojalá yo pudiera estar como ella.

— Bien. Supongo que ellos son la persona y media de la que me hablaste, necesitan sangre humana, podemos conseguir todo lo que quieran, pero nunca pueden beber directamente de un humano, los representantes se enojarían mucho y se desharían de este acuerdo — habla el alfa.

— Naturalmente — contesta mi padre y posa sus ojos en mi — ¿Entendiste verdad?

— Claro, no poner mis colmillos en cuellos ajenos, entendido — digo con desanimo, ya me lo imaginaba, ni siquiera podre hipnotizar para comer, mi estado hibrido inhibe algunas habilidades innatas de los vampiros, mientras intensifica otras.

El alfa Demián me mira por unos instantes, luego mira a Mazi.

— ¿La niña requiere de alguna alimentación en específico? — pregunta — Los vampiros infantes de por aquí son de estómago sensible.

— Mientras el humano no sea anémico no pasa nada — aclaro — Pero sus colmillos son sensibles, así que la sangre refrigerada le hace doler, es mejor si es fresca.

— De acuerdo. Supongo que eso es todo acerca de su estadía — cruza una pierna sobre otra — Después de que se instalen hablaremos...— un ronquido estruendoso de Beez lo interrumpe.

La mirada de mi padre se oscurece. Suspiro. El suspira. Ya era hora de que este idiota la cagara.

— Permíteme — le digo al alfa con un ademan.

Me coloco en pie dejando a la adormilada Mazi sobre al asiento. Camino hacia al escritorio del alfa donde tomo una pluma que seguramente usa para escribir con tinta, pero que yo uso, desde el lado de las hebras suaves, para enterarla profundamente en la nariz de Beez hasta ahogarlo. Empieza a toser como un endemoniado colocándose de pie, mientras yo regreso a mi asiento.

Mi padre golpea su frente con la palma de su mano, mientras el alfa Demián coloca en su rostro una expresión que interpreto como si no supiera si reír o llorar.

Beez me mira como si fuera el ser más maléfico del mundo. Toma la pluma y la alza en su mano observándola. Y me vuelve a mirar.

— ¿Qué necesidad? — sorbe su nariz. Sus ojos están irritados del esfuerzo — Todas las borracheras, todos los entrenamientos, todas las batallas que compartimos ¿No significan nada para ti? ¿Ah?

— No.

— ¡¿Ah?! Pensé que éramos amigos, hermanos jurados, pe-pero — mira la pluma — ¿Por qué?

— Cuando me encerraste con un toro volador en un baño no pensabas lo mismo — le recrimino de ese suceso. Maldito toro. Estaba bañado en roció y el maldito olor pone cachondos a los toros voladores. Jamás olvidare cuando un todo me persiguió dentro de cuatro paredes para preñarme.

— Je je. Ese día si me la rife — sonríe. Se sienta como si nada.

Hijo de puta.

La mirada del alfa Demián es rara y a su vez indescifrable, tiene los labios fruncidos como si pensara en algo extraño.

— Bien, lo que iba a decir era que se instalaran y más tarde hablaremos sobre lo que esté sucediendo.

— Me retiro por ahora, no debería permanecer por más tiempo aquí — dice mi padre colocándose de pie.

"Llévame contigo" — le ruego a mi padre por el colligationem.

"No".

"Te lavo la nave por una década" — le expreso mi pobre intento de soborno.

"Ya tengo gente que haría eso"

— "Ya veo porque te dicen el diablo. Eres malvado"

— Dalila — la llama mi padre.

Inmediatamente Dalila abre un portal algo pequeño para que pasen mis padres.

"Abandona niños" — le digo.

"Tu ya no eres ningún niño"

"Lo soy por dentro"

"Igual me voy a dedicar a darte un hermanito"

— "Iww"

Lo que no sabe el rey del infierno es que le deje un regalito en su preciado palacio. Casi me es imposible contener una risa malvada.

Mi padre se acerca a darme un beso en la frente. Lo mismo hace con Mazi.

— No mates a nadie.

— Esta bien — me desanimo.

— Ni les cortes el vientre

— Mmm, bueno.

— Tampoco les saques las vértebras.

— ¡Déjame algo! Me voy a morir de aburrimiento — me pongo berrinchudo.

La tez del alfa Demián se aclara tres o cuatro tonos.

— Ni siquiera podre robar un banco, o matar otro presidente, tampoco podre quemar otra fábrica con trabajadores dentro — exclamo.

— ¿Cuándo quemaste una fábrica con trabajadores en la tierra? — pregunta Dalila.

— ¿Tu causaste la revolución de 1848? — pregunta el alfa un poco impactado.

— No, esos ya fueron los humanos — aclaro — Lo mío fue antes, y era una pequeña fábrica de relojes, pero eso no es el punto.

— Espera, ¿Cuándo mataste un presidente humano? — pregunta mi madre con los brazos cruzados.

Oh, oh. Conozco esa mirada, se viene una súper paliza.

— No era humano, era un hombre lagarto.

Mi padre se queda completamente en silencio mientras apretaba los labios.

— ¿Tu lo sabias? — pregunta mi madre — Tu lo sabias.

— Cariño... — trata de enmendar.

— Cariño nada — le dio la espalda — Te dije que lo estabas malcriando.

— ¿Malcriando? Dirigió un asalto cuando tenía menos de cien años. Mi amor espérame — fue tras ella entrando al portal.

Parece ser que mi regalito no será necesario para dejarlo sin sexo y durmiendo en el sillón.

El alfa Demián tiene la tez azul. Creo que se va a desmayar.

— Bueno, ¿En que estábamos? — dice Beez para romper la tensión — ¡Ah sí!, instalarnos.


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