Fox Tears

By Kyahri

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«Portada e ilustraciones realizadas por mí» El continente de Tau es hogar de gentes y criaturas de toda índol... More

Lágrimas de Zorro.
I. Renacer
II. Estrellas.
III. Adaptación
IV. Kya.
V. ''Antimagia''
VI. Al rojo Vivo
VII. Demonio Ígneo
VIII. Azor.
IX. Camino a Ezestria.
X. Imprevistos
XI. Los Puentes de Hepdare.
XII. Nova
XIII. Verdades
XV. La Jarra de Sauce
XVI. Debates y Oportunidades.
XVII. Puntos flacos.
XVIII. N'usha.
XIX. Cerillas empapadas.
XX. Caras ocultas.
XXI. Un mundo de hombres.

XIV. Ezestria

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By Kyahri

Kya recibió varias visitas en los días venideros. Sazz había decidido quedarse en Ezestria mientras que su padre Qeb regresó al río Hepdare para cumplir su labor como guardián del puente.

El joven Syyala de sonrisa amable y ojos dorados fue su principal compañía mientras estuvo convaleciente y lo cierto era, que Kya estaba encantada. Adoraba pasar el rato con el joven zorro. Con él, seis horas parecían media hora. Las charlas con Sazz nunca se hacían aburridas, pues poseía un gran sentido del humor y, como había dado tantas vueltas a lo largo de su corta vida y había visto mucho mundo, siempre tenía anécdotas e interesantes experiencias que contarle. Muchas de las aventuras que narraba estaban exageradas o directamente eran inventadas, pero a Kya le gustaban de todos modos. Era muy bueno contando historias, lograba sumergirla en el relato con la única ayuda de sus palabras y de sus gestos.

A Azor le gustaba ver que, a pesar de las circunstancias, Kya seguía siendo una chica normal y sociable que disfrutaba de la compañía de adolescentes de su edad. Aquello era buena señal, pues significaba que podía llegar a tener una vida normal y corriente allí en Ezestria.

Dayle, la curandera, fue otra de las compañeras de Kya en su estancia en el hospital. Era una elfa que acababa de cumplir los dieciocho años de edad y pese a su juventud había demostrado tener un increíble don para la sanación. A Kya le asombraba verla emplear sus poderes, le resultaba hipnótico y satisfactorio. Dayle tomaba prestada la energía de las plantas tan solo rozando sus hojas o los tallos con la yema de los dedos y entonces, con la otra mano conducía aquella esencia hasta la herida de Kya. No necesitaba tocarla para que la magia revitalizante de las plantas pasase al cuerpo de la syyala. La sensación cuando hacía eso era balsámica. Un inmenso alivio recorría su cuerpo en suaves oleadas de modo que no solo le reducía el dolor y ayudaba a los tejidos a regenerarse, sino que la inducía en una profunda relajación. 

-Tu poder es increíble. -le dijo una vez.

Dayle le dedicó una tierna sonrisa. 

-Aquí en Ezestria es muy común este tipo de magia -le explicó con cierto orgullo presente en su voz suave como una brisa- Las plantas están por todas partes y la mayoría de los elfos estamos fuertemente conectados a ellas.

Kya escuchaba con atención todo lo que ella le contaba sobre la ciudad.

Ezestria era la capital del territorio mágico. Con el tiempo se convirtió en el refugio de infinidad de mágicos procedentes de todo el continente, pero más de la mitad de la población era élfica. 

No tardó en darse cuenta de que, efectivamente, la vegetación estaba en todos lados. Lo que al principio le parecieron adornos metálicos resultaron ser lianas plateadas y todas las paredes eran en realidad madera blanca y fina. No había lineas rectas, todas las formas, desde las habitaciones a las ventanas y las puertas eran todas orgánicas.

Y es que en Ezestria toda la vida giraba en torno a los árboles, y pudo comprobarlo la primera vez que salió al exterior. 

Dayle la había acompañado a una de las terrazas del hospital para que se despejase con el frío aire casi invernal, pero nada más salir, Kya se quedó sin aliento ante las vistas que se presentaban ante ellas.

Lo primero que pudo observar fue que el mismísimo hospital era en realidad un inmenso árbol que albergaba en el interior de su enorme tronco blanco todas las habitaciones. Sobre sus cabezas se alzaba la copa, exuberante y repleta de hojas azuladas que, al ser mecidas por el viento emitían destellos cristalinos. Parecía una gran nube formada por cientos de miles de zafiros. Desde las ramas descendían las lianas plateadas que también decoraban el interior y que danzaban al ritmo de la brisa. Era una vista absolutamente espectacular. 

Entonces Dayle la invitó a que la siguiera. Ambas avanzaron hacia unas escaleras que ascendían en espiral hacia la copa del árbol. Despacio, para que la herida de Kya no supusiera un problema, subieron hasta un mirador que se encontraba en el punto más alto de la copa, atravesando por el camino el mar de hojas que parecían gemas. Una vez arriba, los ojos de Kya no dieron crédito a lo que estaban viendo. Desde allí, podía verse toda la ciudad y en el centro de esta, el árbol más grande que había visto en toda su vida se alzaba imponente y majestuoso hacia el cielo y la copa era tan extensa que parecía que las ramas intentasen cubrir la ciudad entera, protegiéndola de todo mal. El inmenso tronco era también de madera blanquecina y grisácea y sin embargo, las hojas de este brillaban con tantos colores que no sabría decir cual predominaba. Ezestria estaba rodeada por murallas de roca naturales. Las montañas flanqueaban toda la ciudad volviéndola prácticamente inexpugnable. Tan sólo había una entrada, un desfiladero entre los muros de piedra que contaba con unas muy buenas defensas. No por nada era el refugio de mágicos de todos los rincones de Tau. Era la ciudad más segura de todo el territorio mágico y curiosamente, la gran mayoría de las defensas las otorgaba la naturaleza.

Había otros tantos árboles inmensos, similares al hospital, pero con las hojas de distinto color. Según Dayle, todos eran edificios importantes de la ciudad, pero el más emblemático era, sin duda el llamado ''Gran Árbol de los Cinco''

-¿Por qué lo llamáis así?- preguntó curiosa.

-Según cuenta la leyenda, la diosa Shae pidió ayuda a sus cuatro hermanos y los cinco unieron sus poderes para dar vida al árbol central. Por eso lo llaman ''Gran Árbol de los Cinco''. Por que fue obra de todos.

Kya había oído hablar de los dioses pero no les había prestado especial atención. Sin embargo, ahora sí despertaban en ella cierto interés.

-Es una historia bonita. ¿Qué hay de los otros árboles?

Dayle se apoyó en la barandilla del mirador. El viento le revolvió la melena rubia.

-Son los hijos de Shae. Hay cuatro, uno en honor a cada uno de sus hermanos. Estamos en uno de ellos ahora mismo.

Kya asintió, asombrada. Le echó un largo vistazo a la ciudad, queriendo guardar en su mente todos los detalles de aquella mística urbe.

Desde las raíces del Árbol de los Cinco hasta más o menos la mitad del tronco, había centenares de casas y edificios. Todos y cada uno de ellos respetando la naturaleza. Todo lo que se construía en Ezestria se hacía en pos de las formas de la tierra. Ningún árbol se cortaba, ninguna roca se movía. La naturaleza misma facilitaba la vida y daba refugio. El mismo Árbol de los Cinco estaba lleno de pasillos y estancias en el interior de su tronco que servían de hogar a muchos de los habitantes de la ciudad.

Toda Ezestria era una obra arquitectónica de dimensiones colosales. Las casas y calles se conectaban unas con otras mediante sofisticados puentes o con las mismas ramas de los árboles. Había vida y actividad en todos los niveles, desde los barrios situados en el suelo hasta los más altos del tronco.

-En lo más alto del Gran Árbol, en la copa, se encuentra el Parlamento de la Magia. -explicó Dayle, contemplando la indescriptible belleza del árbol central. - Allí se reúnen los miembros del Consejo Mágico, procedentes de todo Tau. Es el lugar más importante de la ciudad.

Kya centró su mirada en la copa multicolor.

-Y abajo -continuó explicando la joven elfa. -entre las raíces, se encuentra el Santuario de Shae. Es el lugar más sagrado.

Los ojos de Kya descendieron por el tronco hasta llegar a las raíces. Ninguno de los lugares que había mencionado Dayle se apreciaban desde allí. Se preguntó si algún día los visitaría.

-¿Qué te parece Ezestria?- preguntó Dayle, sonriente. Sabía de sobra que la había sorprendido pero quería saber lo que opinaba.

Kya rió, aún asombrada por lo que acababa de presenciar.

-Este tiene que ser el lugar más hermoso del mundo.-dijo con total seguridad. -Hasta ahora yo solo había visto un diminuto pueblo de pescadores y alguna cabaña suelta por el camino. En mi cabeza no entraba la posibilidad de que algo tan grande existiera, No sé muy bien como describir todo esto, Dayle.

La elfa rió también. Su risa parecía el canto de un pajarito.

-Todos reaccionan igual la primera vez. 

Se quedaron allí. Entre largas conversaciones las horas pasaron y cuando quisieron darse cuenta, el sol estaba muy bajo y el frío se empezaba a volver difícilmente aguantable.

Cuando regresaron a la habitación, se encontraron con un anciano esperando en la puerta. Al verlo, Dayle soltó una leve exclamación de sorpresa y se apresuró a hacer una elegante reverencia.

Kya no la imitó, no sabía quien era ese señor. Lo miró con curiosidad, no se trataba de ninguno de los miembros médicos del hospital. Era muy alto, incluso más que Azor. Sonreía y sus ojos que ya debían ser rasgados de por sí, parecían casi cerrados por completo. Su rostro, lleno de hoyuelos se arrugaba más por el efecto que su sonrisa generaba en sus pómulos y mejillas. Era un elfo, lo supo por sus orejas puntiagudas. Tenía el cabello blanco, liso y muy largo y una barba muy bien recortada que le llegaba más o menos a la base del cuello. Vestía con una sencilla túnica azul celeste y el único adorno que llevaba era un pequeño broche plateado con forma de hoja a la altura del pecho. Supuso que se trataba de alguien importante pero la idea de hacer una reverencia ante nadie no le gustaba. Permaneció quieta mirándolo fijamente.

-Por supuesto, tú debes de ser Kya. Tenía muchas ganas de conocerte.

Kya no estaba muy segura de que como debía dirigirse a el.

-Eh...sí. -murmuró, sin saber que más añadir.

-Yo soy Crassus. Rector de la Academia Elemental y miembro del Consejo Mágico.- se presentó el anciano.

Sí, definitivamente era alguien importante.

Kya no sabía que responder así que optó por seguir en silencio. Le parecía la mejor opción.

-Ya nos han puesto al corriente de tu situación. Ha sido una grata sorpresa el saber que aún queda una Syyala del Norte entre nosotros.

Frunció el ceño. No le gustaba la dirección que estaba tomando la conversación.

-Por eso, -prosiguió Crassus- estás invitada a un banquete que se organizará en tu honor dentro de cinco días. Esperamos que nos honres con tu presencia. El consejo entero está deseoso de conocerte.

-No creo que lo haga.- escupió con toda la sinceridad que pudo. -me parece que ese tipo de cosas no son mi rollo.

Notó como Dayle se estremecía a su lado. Igual había metido la pata.

Sin embargo, la sonrisa de Crassus se ensanchó.

-Eres más que bienvenida de todos modos. Si lo reconsideras házmelo saber. Estaré en la Academia.

El anciano se retiró con un andar elegante y ceremonial.

-¡¿Estás loca?!- le gritó Dayle, horrorizada.

Kya la miró y se encogió de hombros tratando de excusarse.

-Bueno, no se lo ha tomado mal.- una sonrisa nerviosa se dejó ver en sus labios.

-¡No se le dice que no a la invitación de un miembro del Consejo!

-Pero es que yo no quiero banquetes en mi honor ni cosas de esas. Yo solo quiero que me dejen en paz. 

-¡Da igual! Ve haciéndote a la idea de que tienes que acudir.

Kya puso los ojos en blanco. Ya se imaginaba que solo por la insistencia de Dayle iba a tener que acudir sí o sí.

-¿Podré llevar amigos? Si voy, no quiero hacerlo sola.

Dayle se frotó el mentón.

-No lo sé. Cuando vayas a la Academia a pedirle disculpas y a decirle que has reconsiderado la invitación se lo preguntas, ¿sí?

-Eres insufrible.

La elfa se carcajeó a gusto.

-Lo sé.- su nueva amiga le guiñó el ojo, con expresión juguetona.

Kya no pudo evitar sonreír.



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