La única excepción

By CelesteTapiaGmez

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Santurrona Mojigata Zorra Puta Perra Esas palabras son las que más describen la reputación de Denise, ¿pero l... More

ANTES DE EMPEZAR.
Dedicatoria
Epígrafe
IMAGINARIA
PRIMERA PARTE
DULCE NIÑA MÍA.
YO FUI HECHO PARA AMARTE
PODRÍAMOS SER EXTRAÑOS
JESÚS PERSONAL.
SER LIBRE.
AZUL
DIOS SABE QUE LO INTENTÉ
SOÑÉ
AMARILLO
SEGUNDA PARTE.
SIEMPRE
VIVIENDO UNA PLEGARIA
LUNA AMARGA
ENTRA EL COCO.
ARRULLO DE ESTRELLAS
PUEBLOS Y CEMENTERIOS DORMIDOS.
VUELA CONMIGO
NO LLORES
ESCALOFRIANTE
REINA BLANCA NIEVES.
LUNA
CUALQUIER LUGAR
INSENSIBLE
LÁGRIMAS EN EL CIELO
UN MUNDO LOCO
TERCERA PARTE
PERDIDA EN EL PARAÍSO.
LA ÚNICA EXCEPCIÓN.
EL DÍA MÁS NEGRO.
SUFICIENTEMENTE BUENA
LA LLUVIA DE NOVIEMBRE
ÁFRICA.
NOTA DE LA AUTORA.
TU EXCEPCIÓN.
ENAMORAMIENTO REPENTINO.
BRILLAS.
SOLO VIVES UNA VEZ

TU LE DAS AL AMOR UN MAL NOMBRE

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By CelesteTapiaGmez

Multimedia: You give love a bad name – Bon Jovi – Fernan Unplugged.

5 de enero del 2018.

Comienzo a quitarme el suéter una vez que comienzo a sentir el característico calor tropical de las zonas del mar. De inmediato ato mi cabello en una coleta alta para dejar de sentir ese calor tan sofocante. Por lo visto, el chofer no ha puesto el aire acondicionado ni planea hacerlo a pesar de las quejas de todos los pasajeros del camión. Una punzada se instala dentro de mi pecho, ya que el calor solo puede significar una cosa, ya debo estar cerca de mi destino. Puerto Vallarta.

Sin miramientos ni consideraciones, hice mi maleta una semana después de esa escena en la que sentí que todas mis fuerzas flaqueaban. Encargué un pasaje de camión por internet y elegí mi nuevo hogar. No le comenté a nadie mis planes, ni siquiera a mis amigos. Y mis padres, bueno, a ellos solo se les hizo raro verme con una maleta, solo que yo me justifiqué diciendo que iba ir a pasar toda la semana con mis amigos en la Ciudad de México —cosa que era cierta, pasé año nuevo con ellos —, solo que nunca volví al pueblo.

Mientras estaba con mis amigos, me encargué de llamarle a los proveedores para avisarles que el restaurante se cerraría, al igual que a mis empleados, a los cuales les una cantidad de dinero para que se ayudaran en lo que conseguían otro trabajo.

Empezar desde cero.

Eso suena tan fácil, pero ponerlo en práctica no es para nada sencillo. ¿En qué voy a trabajar? ¿Dónde voy a vivir? No lo sé, supongo que se solucionara sobre la marcha.

Una vez que llegamos a nuestro destino, el calor me recibe con más fuerza, tomo mis maletas y me ocupo en tomar un taxi para que me lleve al malecón de Puerto Vallarta. Primero lo primero, tengo que buscar un nuevo trabajo. Y aunque no ando mal económicamente —porque todo lo que ganaba en el restaurante lo ahorré —sé que esos cien mil pesos no me van a ser eternos.

Al llegar al malecón me dirijo a una tienda de celulares para comprar otro celular y un nuevo número. Una vez comprado paso los números de mis amigos al nuevo, así como los números de mis hermanas. No para llamarles, pero si para tenerlos a la mano por si algo se ofrece.

— ¿Disculpe? —Le dirijo la palabra a un hombre que se encuentra clavando un letrero en lo que parece ser una tienda de dulces, donde hay varios turistas —, ¿me podría prestar su martillo?

— ¿Para qué lo ocupas? —el hombre me mira con el ceño fruncido. Baja de la escalera para verme con mayor claridad.

—No me tardo ni dos segundos.

—Claro —me lo entrega con aspecto dudoso.

De inmediato me pongo de cuclillas y deposito en el suelo mi viejo celular, el señor al ver lo que planeo hacer trata de detenerme, pero no lo logra. En ese mismo instante le doy un martillazo al teléfono dejándolo inservible.

— ¿¡Por qué hiciste eso!? —me replica el señor pasmado mientras le devuelvo su herramienta de trabajo. Sé lo que ha de estar pensando: una joven rica que está en su etapa de rebeldía. Ha de pensar que ese celular no me costó, cuando lo cierto es que le sudé cada peso.

—Tenías ganas de saber que era lo que se sentía —me encojo de hombros —. Hasta luego, que tenga lindo día —César es rico, y conoce a varias personas que están dentro del crimen organizado. Si destruí mi viejo celular fue por temor a que me encontrara. Así de paranoica me dejó el muy idiota.

Después de destrozar mi teléfono y de dejar a un señor noqueado por eso, entro a un establecimiento de comida rápida donde pido una hamburguesa y un refresco mientras disfruto del panorama para poder calmar un poco mis nervios. Pasado un rato decido sacar el celular para mandar un mensaje.

"Ya estoy en Puerto Vallarta".

Le escribo a la única persona a quien le confié mi huida, y a la que sé que no me va a delatar. Ya que... bueno, ya que nadie le habla.

"Buena suerte, y no se te olvide que aquí estoy para lo que ocupes".

Con una sonrisa en los labios, le respondo de inmediato, sabía que podía confiar en él a pesar de todo lo sucedido en el pasado con Angie. Sé que podía confiar plenamente en James.

**

Al finalizar mi comida prosigo a dar un paseo por el malecón, en compañía de todos los turistas que se toman fotos en todas las esculturas. Y en busca de letreros de donde se soliciten empleadas, ya sea para atender el mostrador. Y de pasada si encuentro un lugar donde pasar la noche. Ahora mismo, un motel sería algo sagrado.

Shot through the heart and you're to blame. Darlin', you give love a bad name.*

Paro en seco al escuchar como alguien canta en vivo y a toda voz. Guiada por un magnetismo, muevo la cabeza en busca de aquella voz ronca que canta esa canción con una voz digna del rock. De seguro debe estar en un bar de por aquí, pero lo cierto es que lo encuentro debajo de unas estatuas que representan una sirena y un tritón. En pleno malecón. Él se encuentra tocando la guitarra, unos cuantos turistas lo escuchan y le tiran dinero en el estuche.

An angel's smile is what you sell you promise me heaven, then put me through Hell chains of love got a hold on me
When passions a prison, you can't break free.*

Conforme sigue cantando lo sigo captando mejor. De piel blanca, pero un poco bronceada debido al sol del lugar, su cabello es un cruce entre castaño claro y rubio, melenudo sin duda alguna, ya que el cabello le cae hasta por debajo de los hombros. Tiene una hermosa voz, ronca pero a la vez suave.

A mí siempre me gustó ese tipo de música sin importar las protestas de mi padre y de Cesar sobre eso. Tal vez ahí debí darme cuenta de lo toxica que estaba siendo la relación. Solo que era difícil vivir en un pueblo que de la banda y el reggaetón no pasaban.

Al momento de finalizar la canción unos espectadores se inclinan para dejar dinero por tan esplendida interpretación mientras lo dejan ahí solo con su guitarra y su estuche lleno de monedas y uno que otro billete. Y así sin más, quedamos los dos solos.

— ¿Un artista callejero? —murmuro a modo de pregunta al ver que nadie le paga por eso, y sin querer sonar grosera ni despectiva, la pregunta sonó como tal. Me doy tres bofetadas por el tono de voz usado. Y otras tres en caso de que haya hecho alguna mueca o gesto desagradable. Pero es que esperaba a alguien con más profesionalismo, y que no solo se complaciera con cantar en el malecón.

—Si —el hombre voltea a verme con enojo mientras guarda el dinero obtenido y la guitarra. Por lo visto si soné bastante despectiva —, ¿o es que acaso le ofende?

—Yo no quise decir eso, solo que no pensé que una persona con semejante voz tan asombrosa estuviera por las calles —cierro los ojos al comprender que ya la volví a cagar con ese extraño, quien me mira con enfado mientras carga sus cosas.

En boca cerrada no entran moscas, en boca cerrada no entran moscas. Repítelo hasta entenderlo tonta. Me digo a mi misma para no volver a cagarla.

—Ya sé que estoy jodido, no hace falta que una niña fresa me lo recuerde —no está de más decir que quedé pasmada ante las palabras de este hombre. Pero si tengo veintiséis no soy ninguna niña —, y ahora si me permites, tengo prisa —se retira unos pasos de donde me encuentro—. Hasta nunca riquilla.

—No era mi intención sonar despectiva, en mi opinión tienes buena voz —alzo un poco la voz sin éxito alguno, porque el desaparece de mi vista sin mirarme siquiera —. Estúpido amargado —mascullo entre dientes.

—No te preocupes dulzura —me dice una señora que se sitúa a lado mío —. Gael siempre es así con todos, no es nada personal.

— ¿Qué lo hizo ser tan amargado? —le pregunto a la desconocida como si ya la conociera de toda la vida.

—Hay veces en las que creemos que tenemos todo el tiempo del mundo y así, la vida pasa sobre nosotros. Y otras que la vida nos abofetea con fuerza. No es que él hable mucho, pero por lo poco que cuenta sobre él, uno se da una idea —la señora voltea a mirarme con un dulce sonrisa en sus labios —, ¿eres turista? —apunta mis maletas —. No te ofendas, lo digo porque vi tu equipaje.

—No literalmente hablando, mis planes son buscar un trabajo y establecerme aquí. Quiero vivir aquí, empezar de cero.

— ¿De dónde vienes? —me pregunta con sincera curiosidad.

—De Ajijic, un hermoso pueblo, la verdad —carraspeo un poco. Si, sin duda es un pueblo hermoso. Pero ya no podía llamarlo un hogar, dejó de serlo desde hace bastante tiempo —. Solo que ya estaba cansada de la monotonía. Necesitaba aires nuevos en la vida.

—Eres igual que Gael, de eso no hay duda —por inercia hago una mueca al oír eso.

—No lo creo, ya que yo no soy una amargada como lo es él —miro en dirección a donde se encontraba tocando.

— ¡Ay muchacha! Uno nunca cree que es amargado, hasta que uno de nuestros conocidos nos lo echa en cara —mi semblante se torna serio al escuchar eso. ¿Será que yo me estaba volviendo una amargada en ese pueblo? Una vez Ricardo bromeó sobre eso, solo que no le presté atención. Me pregunto qué tan en serio habrá sido ese comentario.

— ¿No sabe de un hotel por aquí? —opto por cambiarle el tema en algo que de verdad es urgente para mí. En unas horas caerá la noche y no quiero dormir en la calle —. Es que todos los que se encuentran por allá están reservados por turistas. Y ahora me conformo con encontrar una habitación en un Motel, solo si es habitable.

— ¿Buscas algo lujoso para vivir? —arqueo una ceja ante esa pregunta. Pero si le acabo de decir que me conformo con un motel —, no quiero sonar grosera ni darle la razón a Gael, pero es que a primera impresión pareces una persona de dinero.

—Una cosa es tener dinero por ser niña de papi y otra tenerlo por trabajar desde chica —le respondo con cordialidad —. Y en cuanto al sitio, no soy exigente con tal de tener un lugar en donde dormir. Como ya le expliqué.

—Eres una buena chica, sin drogas ni nada de eso —me sonríe con dulzura. Eso hace que recuerde a Helena —. Yo vivo en una vecindad, que se encuentra a cuatro cuadras de aquí, subiendo por la Agustín Rodríguez hasta llegar a la calle Matamoros, a un lado de Pinocho's bar —la miro sin comprender —. Yo casi no asisto porque cuatro días a la semana cuido de mi madre que está enferma y no me gusta dejar la casa sola.

— ¿Me está sugiriendo que viva en su casa?

—Así es, solo me tendrías que dar doscientos pesos por semana, ¿Qué opinas?

—Trato —le respondo con una enorme sonrisa en los labios. Aquí también puedo encontrar a otra Helena. Mis ojos se cristalizan mientras camino junto con ella.

**

En si la vecindad no está tan mal como pensaba —muy a mi pesar —. El lugar donde voy a vivir se encuentra a dos viviendas de la puerta principal. Mi nuevo hogar consta de una cocina, una pequeña sala y dos habitaciones más un baño.

—Un poco humilde —Catalina baja la cabeza con vergüenza. Si supiera que tan solo con entrar a este lugar ya siento paz en mi cuerpo y en mi mente.

—Es perfecta —dejo mi bolso de mano en uno de los sillones de la sala —. Esta sí que puedo considerarla un hogar.

— ¿Problemas familiares? —me pregunta mientras saca dos vasos de una de las alacenas —. Te pregunto eso por lo que acabas de decir.

—Algo por el estilo —le sonrío a medias. Ella saca del frigorífico una jarra con agua que sirve en los dos vasos.

—No te preocupes querida, no estamos obligados a hablar sobre lo que no queremos —le sonrío con amabilidad —. ¿Agua? —asiento con la cabeza mientras tomo asiento en una de las sillas de la cocina —. Y ahora, deja le indico al taxista donde debe traer las maletas.

—No se preocupe por eso —dejo el vaso en la mesa para ponerme de pie —, yo me encargo de eso.

Salgo de la casa y de inmediato me dirijo a donde el hombre se encuentra cuidando mis cosas, le indico el lugar y una vez que las coloca dentro de la vivienda le pago sus servicios. Antes de entrar a mi nueva casa veo a una chica de cabello rojo que se encuentra mirándome desde las escaleras que se encuentran enfrente de los lavaderos.

— ¿Eres la nueva vecina? —me pregunta la extraña mientras baja los escalones hasta llegar a donde me encuentro.

—Emm... si —no pudo salir de mi boca algo más inteligente que eso. Pero es que no lo puedo evitar, me siento cohibida entre tantos extraños. Salir de la zona de confort no es algo que se hace todos los días. Por lo menos no es algo que yo haga.

—Genial, ya me hacía falta una chica de mi edad para poder platicar, en este lugar solo habitan señoras o vándalos.

— ¿Vándalos? —paso saliva con dificultad. ¿Qué mejor victima que una recién llegada? El miedo se instala dentro de mi pecho.

—Solo era un chiste, relájate chica —me da una leve sacudida en el hombro —. Me llamo Dominique —a punto de responder me veo interrumpida de nuevo —. De origen francés, mi madre Brigitte nació allá.

—Soy Denise, nacida en Jalisco.

— ¿Te planeas quedar por mucho tiempo? —me pregunta con efusivo interés.

—No lo sé, dejaré que el tiempo lo decida —eso y que nadie me encuentre por estos lares.

—Vivir cerca del mar es genial, lo malo es el interminable calor. Todas las noches pongo un ventilador en mi habitación para dormir cómoda.

— ¿Trabajas? —Dominique alza una ceja —, es que yo estoy buscando un trabajo.

—Soy animadora en el hotel Costa Club Vallarta, mi madre es cocinera ahí.

—Habrá una vacante por ahí —le pregunto entrecerrando los ojos, ya que no quiero sonar aprovechada, pero es que en serio necesito el trabajo.

—No lo sé, ¿Qué tipo de trabajo buscas?

—Uno que me ayude a sobrevivir...

— ¿Qué haces tú aquí? —Las dos volteamos en busca del dueño de ese reclamo y quedo sin palabras al ver al hombre del malecón —el nombre no lo recuerdo —en su espalda lleva su guitarra.

—Yo soy la que debería preguntarte eso —me arma de valor para darle la cara. Ya que el tono que acaba de usar conmigo no me gusta nada. Después de lo de César, no voy a dejar que nadie alce la voz en contra mía.

—Gael, ella es Denise, nuestra nueva vecina —el pobre queda sin palabras al oír eso —. Va a vivir en la vivienda de doña Catalina.

— ¡Fantástico! —exclama con sarcasmo mientras se aleja de nosotras hasta llegar a su casa, la cual se encuentra enfrente de mi nuevo hogar. Sí, mi amiga. Ahora somos dos los que nos quedamos sin palabras.

—Dime que está visitando a un amigo —imploro desesperada a mi nueva amiga. Bueno, conocida.

—Ah no, ahí es donde Gael vive. Antes vivía junto con Marco, un amigo suyo. Solo que él se casó y se fue. O ya no toleró el genio del chico —ella me mira con una sonrisa pícara en los labios —, ¿hay algún problema?

**

—Usted nunca me dijo que Gabriel vivía enfrente —le digo a Catalina a modo de reproche —sin que esa sea mi intención —mientras bebo un poco de agua. Aunque era bastante obvio, conoce varias cosas de él, eso solo se podía dar sin fueran allegados.

—Gael —me corrige de inmediato.

—Como sea que se llame.

— ¿Hay algún problema? —repite la misma pregunta que le dejé sin respuesta a Dominique.

—Es claro que me odia —me dejo caer con los brazos cruzados al sillón.

—No trates de acaparar protagonismo muchacha —me regaña con dulzura —. Gael odia la vida solamente. Y a los que la vivimos.

—Pues tal parece que quisiera exterminarme.

—Trata de comprenderlo, su sueño siempre fue ser una gran estrella de la música, y ahora a la edad de treinta y cinco no es fácil sobrevivir siendo un artista callejero.

— ¿Gana mucho siendo un artista callejero?

—Por día ha de ganar unos cuatrocientos pesos, si le va bien.

— ¡¿Gana esa cantidad!? —quedo sin palabras. Lo que mis empleadas ganan en una semana de trabajo, él lo gana en un día.

—Aquí llegan muchos turistas, y más que nada norteamericanos que son los que más sueltan prenda —quedo anonadada al escuchar eso —. Para los americanos cinco dólares es como si nosotros le diéramos diez pesos. Y ni eso.

Quedo en silencio, meditando sobre esto último. Nunca he tenido mala voz —gracias a las clases de canto a las que iba desde niña, ya que mi padre quería que fuera participe en el coro de la iglesia —, y la guitarra no la tocó nada mal.

Una artista callejera.

— ¿En qué estás pensando? —Interroga con curiosidad mi casera—, porque esa sonrisa no es por nada.

— ¿Dónde venden instrumentos musicales por aquí?

***

*Un disparo a través del corazón y eres culpable cariño tú le das al amor un mal nombre.

*Una risa de Angel es lo que vendes. Me prometiste el cielo, y después me llevas a través del infierno. Cadenas de amor me atan cuando la pasión es una cárcel, tu no puedes ser libre.


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