Al enemigo se debe tener cerca.
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Sentí mis párpados pesados, me sentía recostada en un confortante colchón. Empecé a abrir mis ojos con lentitud ante la sofocante claridad que molestaba y pesaba mis párpados. Tape con mi mano un poco esa luz, dándome sombra y observando el lugar, me sentí confundida. Observe la limpia habitación, tan limpia que brillaban las paredes, unas paredes blancas, y un suelo brillante. Pérdida, incluso confundida me acomode un poco arqueando la espalda y sentándome, observando cables alrededor de mi; sueros pegados en mi mano. Vi tubos de sueros con bolsas repletas de líquidos conectadas a máquinas, observando en si, cómo estás se dirigían al cable que tenía pegado, y la aguja que estaba inyectada en mí transmitiéndome ese líquido al cuerpo. Observe el lugar atemorizada, no sabía en donde podía encontrarme y mucho menos, con quienes. En la mesa de noche aún lado de mi se encontraba mi estuche, en donde guardaba una gran navaja que le pertenecía a la mujer que me crió, mi tía, aunque para mi era mi mamá. Suspire gruesamente sintiendo un fuerte dolor en mi cabeza, recordando cada cosa qué pasó antes de ver todo oscuro, en esos recuerdos el rostro de mi hermana apareció, incluso su voz entrecortada ante el impacto que nuestro auto tuvo en la carretera que desconozco ante falta de memoria.
—Tienen que revisar él área E, no pueden permitir que los niños jueguen ahí, es peligroso... —afuera de esa habitación se escucharon unas voces masculinas, incluso pasos, me atemorice ante la idea confusa de donde podía estar o donde podía estar Natasha. Mientras que escuchaba los pasos, observe como mi cuerpo portaba una bata color azul, hasta que la cerradura de la puerta se abrió.—Ocurrirá un accidente y ahí los padres nos echaran la... —mi corazón bombardeó fuertemente ante visualizar a mi hermano parado en el margen de la puerta, los ojos verdosos de Nathan me observaron con asombro, incluso felicidad.
—¿Nate?—pregunté llena de confusión ante la presencia de tres hombres más, estos quienes cerraron la puerta y dejaron que mi hermano se estableciera en la habitación.—¿Dónde estamos?—pregunté antes de sentir su cuerpo acorralar el mío con un fuerte abrazo, un abrazo que me había devolvido el aliento, incluso la mentalidad adecuada para caer en cuenta que esto no era un sueño, que era real.
—Santo cielos, pensamos que no despertarías, estaba apunto de explotar.—sentir los brazos de mi hermano abrazarme era un gran privilegio, una bendición que hace mucho no sentía, amaba a mis hermanos con cada latido de mi corazón.—Mi pequeña luz, me estaba volviendo loco, completamente loco.—sonreí ante eso, soltándome de él y observando esa hermosa carita, esas pecas y lunares en las que ambos éramos similares. Su sonrisa estaba impecable, nunca había estado tan feliz de verme.
—Nathan, esto no es un sueño, ¿verdad?—pregunté ante ver esta habitación impecable limpia, hasta que observe esos hombres cuando él abrió la puerta, los reconocía, eran salvadores.—Nate, ¿donde estamos?—pregunté, sintiendo temor de lo que pudiera decir, necesitaba aclarar esta confusión, este dolor de cabeza empezaba a matarme.
—Estás en donde no desearías estar pero es donde debes estar y permanecer.—su mano rozo la mía, este con la cabeza baja respondió.—Estás en el santuario, donde pertenecen los salvadores, donde Negan lidera.—ante esa respuesta sentía mi cabeza querer estallar, incluso sentía esas ansias de empujarlo y echarme a correr, me quedé observando a Nate quien tan solo tenía la cabeza baja.
—¿Él sabe que estoy aquí?—pregunté ante la terrible idea de que ese hombre pudiera hacerme daño, incluso a Nate, no se había comportado así de cariñoso conmigo, no al menos cuando aquel monstruo suele estar presente. Nate asintió con la cabeza, aún se mantenía cabizbajo.—Estoy confundida, no sé en qué pensar, o que preguntar.—comente, observando la cortina que estaba media abierta, la cortina que daba iluminación a través de la ventana, reflejando el día.
—No quieras preguntar... no querrás saber nada de lo que es realidad.—susurro, el semblante de mi hermano cambio en un instante, tanto así que mi corazón se estrujó ante su tristeza en su rostro, incluso observaba cómo sus manos temblaban.—Aliana... —conocía esa voz, esa voz donde querían narrar una historia de tristeza que nos rompería el corazón y mi capacidad logró entenderlo, era mi hermano.
—¿Dónde está Natasha?—pregunté ante la angustia que sentí, habían muchas preguntas del por qué mi hermana no estaba aquí, o del por qué no había dicho de su bienestar sin yo tener que preguntar, ella estaba conmigo y recuerdo haberla visto con vida antes de ver todo oscuro.—Nate... —lo llame, observando su rostro, su semblante lleno de tristeza y como sus ojos aguados se observaron, era una triste realidad en la que no quería averiguar qué sucedía o que había sucedido.
—Solo querían darle una lección de Hilltop por habernos traicionado, no sabíamos que ustedes eran las que escaparon en aquel auto, no emití la orden de que las siguieran pero el hombre que lo hizo está muerto porque lo maté con mis propias manos.—dijo entre dientes, mientras que sus lagrimas caían, no quería que continuara porque sabía a donde llegaría y sentía mi corazón querer salirse por mi boca ante la angustia que sus palabras provocaban en mi.—Chocaron su auto con uno de los camiones, el impacto fue tan grande que el auto se giró, empezó a soltar gasolina. Tú pudiste salir pero ella no, ella no salió Aliana y balearon el auto hasta que incendió, luego exploto. Llegaron contigo aquí y cuando supe lo qué pasó, lo mate, mate a Bob con mis propias manos hasta que su rostro sangrara, hasta que su cabeza sacara su cerebro porque él mato a Natasha, Aliana, mato a Natasha...
Mato a Natasha. Tú pudiste salir pero ella no, ella no salió Aliana. Balearon el auto hasta que se incendió, luego de exploho. Mato a Natasha, mato a Natasha. Veía a mi hermano hablar, como su boca se abría y se cerraba mientras que sus lagrimas se resbalaban por sus labios, llegaban a tocar la sabana que me mantenía arropada. Su rostro estaba enrojecido, parecía que no podía respirar. Él aún me hablaba, veía sus labios pronunciar miles de disculpas, pronunciaba el nombre de Natasha. Parecía una pesadilla, no lloraba, no sentí nada en ese momento porque no creía ni una sola palabra que él me estaba diciendo. Vi como empezó a llorar, sus sollozos se escuchaban con claridad en mis oídos, cómo apretó la sabana y se recostó en mis piernas, esperaba que yo reaccionara ante lo que él había dicho pero no estaba ni siquiera cerca para hacerme sentir el golpe que me había dado. Observe aquel estuche marrón aún lado de mi, mientras que de fondo Nathan lloraba, sentía como cada parte de mi se desgarraba. Me temblaban las manos, y me quedaban sin saliva. Era una extraña sensación, donde la furia me consumió, imaginándome como una película una secuela de imágenes reales en mi cabeza, donde el sonido de la voz de Natasha se reflejaba en mis oídos como si ella estuviese ahí.
Empezaba a sentirme mareada, observaba el suero en mi mano, no supe cómo no sentí dolor al arrancármelo pero me mareé de tan solo pensarlo. Empecé a mover mis piernas, mientras que Nathan estaba recostado llorando, aunque pude observar sus ojitos derramando lagrimas mientras me observaba con confusión. Sentía como mi sangre hervía pero mi cuerpo estaba lleno de debilidad, solo pensaba en las desgracias que estás personas nos habían traído, sentía rabia, sentía impotencia pero no sentía tristeza, no me sentía vacía ante lo que había procesado, ¿o es que aún no lo había procesado? Por Dios, mi hermana estaba muerta, ella nunca más volvería a estar aquí conmigo, con nosotros dos, nunca mas escucharía su voz. Intente incorporarme ante lo débil que me sentía, observando a Nathan hablarme, mirarme y intentar acercarse a mi cuando observo como mi mano recogió el estuche que tenía, aunque sólo había sacado de ahí la navaja. Abrió sus verdosos ojos, al ver cómo con algo de fuerza me acerqué a la puerta, abriendo la manecilla y saliendo. Era como si necesitara aire, como si quisiera correr en el césped y tirarme debajo de una lluvia llorando, reclamando del por qué Natasha había muerto.
—Nate, te necesito en el primer sector, tenemos una gran sorpresa aquí.—una voz se escucho por una radio, era un walkie-talkie que mi hermano portaba. Intentaba de respirar profundamente cuando observe su rostro empapado de lágrimas pero yo aún no reaccionaba ante la noticia.—¿Nate?—volvieron a llamar.
—Aquí Nate, me dirigí a ese sector. Estoy en la enfermería sector C-2, me dirijo hacia allá en estos momentos.—mi hermano hablaba por ese walkie-talkie mientras que sentía mi cabeza estallar, incluso veía borroso. —Connor, Andrews. No la dejen irse, no irá a ningún lado, se perderá. No dejen que llegue al sector A-1.—fue el mandado que escuche provenir de mi hermano ante su salida de esa habitación, confundida, observe los dos hombres al final de ese oscuro pasillo, este lugar era extraño.—Debes descansar y procesarlo.—me dijo Nathan, me observo directamente a los ojos y intento acercarse a mi pero no lo escuché, observe como empezó a distanciarse de mi.
Tenía mi navaja en mi mano, apretándola fuerte. Sentía mi cuerpo pesado, ¿era normal que aún no pudiera procesar lo que me habían dicho? No sentía que fuera normal, sentía que una parte de mi no estaba, sentía un gran vacío dentro de mi, no podía imaginarme una vida sin mi hermana. Aún no entendía el por qué mi garganta se secaba, el por qué no podía gritar fuertemente de dolor, aún no podía procesarlo.
Aquellos dos hombres me miraron confundidos, aunque él gritó de mi hermano fue suficiente para alertarlos. Sentí esa adrenalina recorrer mis venas, llenando esa debilidad que sentía, no sabía a donde estaba yendo pero solo corría. Me sentía confundida, como si mi menta quisiera jugar conmigo ante tantos pasillos que parecían llevarme al mismo final. Abrí una puerta, una puerta donde solo observe mujeres en ropa interior, todas me miraron sorprendidas, no emitieron una palabra ante mi sorpresa presencia en esa extraña habitación que parecía incluso ser un cuarto de hotel lujoso. Ante las voces de hombres resonar en los pasillos emprendí mi caminata con toda la debilidad del mundo, cargaba mi propio peso por los pasillos, intentando de acomodar todo, intentado salir de este engaño y juego, era una pesadilla de la cual no quería ser parte. Quería ir a casa, quería ir a Alexandria, quería recostarme allí y procesar todo si llegase a ser realidad. Apreté con fuerza la navaja cuando mi cuerpo fue impactado por una gran fuerza, tanto que caí en el suelo brutalmente. Observe aquel hombre, un hombre fuerte, de tez clara y con el cabello oscuro, una barba larga y descuidada observarme. Detrás de él estaba este joven chico observándonos, intenté levantarme pero cuando lo hice este volvió a empujarme, gemí. Apretaba la navaja fuertemente, observando cómo aquel hombre tenía una jeringuilla en su mano, la escondió pero logré verla.
Me quedé quieta, permitiendo que este se acercara poco a poco a mi, respiré hondo y con un poco de estrategia logré parecer como una estatua, como si estuviera aturdida. Él se acercaba a mi, observe como él joven de atrás se acercó lentamente también, observe cada paso que daban en este largo pasillo. Cuando fue a estirar su mano, con una gran agilidad y un poco de suerte, deslice mi mano con brusquedad a la suya, arrebatándole la jeringuilla. Di pasos atrás velozmente observando cómo este sacó una navaja filosa y empezó a acercarse a mi, el joven quien estaba a su lado me apunto con un arma, aunque no tarde en empujarlo mi navaja cayó al suelo amt este bruto movimiento que vino de mi parte, el hombre de atrás quien era más fuerte me agarro con fuerza, intentando arrebatarme la jeringuilla. El joven se acercó a mi, con la poca fuerza que tenía no tarde en inyectárselo en el brazo, este gimiendo no tardo en quitarse la jeringuilla. Mientras que intente sacarme del agarre del otro hombre, veía mi navaja tirada en el suelo, me sentía asfixiada y este no tardo en lanzarme con brusquedad al suelo, tanto así que la bata que tenía se me desgarró dejándome en ropa interior. Agarre mi navaja, girándome y sintiendo como sin yo forzarla fue incrustada en el pecho del hombre que me sostenía. Vi como su boca se abrió, como si el aire le faltara, parecía aturdido.
—Oh por Dios... –susurre deslizándome por la pared, viendo cómo el hombre caía al piso, mis manos temblaban y estaban ensangrentadas.—Yo no quería... yo no quería, Natasha... Natasha... —sentía mi mundo lleno de confusión, viendo aquel joven frente a mi algo mareado, mientras que mi cuerpo y mi mente empezaban a reaccionar a la noticia que me habían brindado minutos antes.—Mi hermana está muerta, muerta... muerta... —susurraba, sintiendo el sabor salado de mis lagrimas mientras veía mis manos llenas de sangre y como aquel hombre estaba tirado en el suelo.
—Simón, necesito tu ayuda, ocurrió algo grave.—musitó este hablando por la radio, diciendo un nombre que me parecía reconocido, mientras que yo sollozaba en el suelo sentada viendo el suelo empezar a hacer un charco de ese líquido rojizo espeso.—Estoy mareado, necesito que te reportes, necesito que me auxilien estoy en el sector D-2.—explico, él me miraba me miraba con pena.
—Connor, no puedo. Estoy con Nathan, Negan nos tiene ordenado vigilar al chico, mato a Justin en la entrada con una metralleta... —otra voz masculina se escuchó entrecortada por la radio, mientras que respiraba profundamente intentando calmarme. Lleve mis manos a mi rostro, restregándolo mientras que él joven delante de mí usaba su radio, este temblaba y me observaba.
—Se trata de la hermana de Nathan, necesito auxiliarla ahora, mato a Andrews... y ella, ella no está bien... —intente levantarme pero solo me resto empezar a sentir ese gran calentón en mi garganta, mientras que las risas de mi hermana resonaban en mis oídos, el recuerdo de Natasha me agobio, rompiendo en llanto y dejando caer todo el peso de mi cuerpo en el suelo.
A veces nos aferrábamos a la vida, cuidándonos y esperando que podamos sobrevivir sin pretender que quizás la muerte tocara a nuestras puertas. Empezaba a sentir ese vacío consumirme, como delante de un extraño quien no me conocía pasaba de ser fuerte a ser transparente, dejando ver cada una de mis débiles emociones. Me restaba llorar, llevar mi mano a mi estómago porque incluso eso me dolía, mi hermana era una parte clave de mi crecimiento como persona y saber que no podría verla más, me apagaba por completo. Cuando perdemos a alguien que amamos, nuestra mente nos obliga a recordar cada una de las cosas que pasamos a su lado y sin duda alguna tenía muy buenos recuerdos agobiándome, viéndome obligada a simplemente aferrarme a esas memorias que no podía sentir o revivir nunca más. Sentía mi garganta seca, incluso la sentía quemándome ante la falta de respiración por tanto sollozar sin detenerme. Sentí como mi pierna era acariciada, era acariciada por ese extraño quien me daba un acto de consuelo, a pesar de que había matado a su amigo en su rostro se veía la gran compasión que tenía, solo me resto quedarme ahí ante la presencia de él.