Fox Tears

By Kyahri

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«Portada e ilustraciones realizadas por mí» El continente de Tau es hogar de gentes y criaturas de toda índol... More

Lágrimas de Zorro.
I. Renacer
II. Estrellas.
III. Adaptación
IV. Kya.
V. ''Antimagia''
VI. Al rojo Vivo
VII. Demonio Ígneo
VIII. Azor.
IX. Camino a Ezestria.
X. Imprevistos
XII. Nova
XIII. Verdades
XIV. Ezestria
XV. La Jarra de Sauce
XVI. Debates y Oportunidades.
XVII. Puntos flacos.
XVIII. N'usha.
XIX. Cerillas empapadas.
XX. Caras ocultas.
XXI. Un mundo de hombres.

XI. Los Puentes de Hepdare.

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By Kyahri

Pese al cansancio físico y emocional, pese al clima adverso y lo austero del camino, se las apañaron para llegar a la frontera. Desde el incidente de la trampa habían tenido que viajar con pies de plomo con tal de no sufrir el mismo destino que Dart, atentos  en todo momento para no caer en ninguna otra trampa.

Durante el trayecto, la mente de Kya, que ya de por sí era un hervidero de preguntas. había generado un buen puñado de nuevas cuestiones. ¿Por qué Azor se tomaba tantas molestias con tal de escoltarla hasta Ezestria? Hasta entonces solo había supuesto que el cazador escondía un enorme corazón tras esa fachada de asesino, pero tras la muerte de su querido corcel y con lo peligroso e intrincado que se había vuelto el camino le sorprendía enormemente que siguiese a su lado. 

No osó preguntarle al respecto, sin embargo. No le parecía un buen momento. La suya era una curiosidad insaciable, pero una de las cosas que había aprendido de el era que dispararle preguntas indiscriminadamente era contraproducente, pues él aclaraba algunas de sus dudas, pero las justas y necesarias. Había aprendido pues, cuando y que preguntar, y, ni era un buen momento, ni era una buena pregunta con toda seguridad.

Ante ellos fluía violentamente un enorme y caudaloso río que poco tenía que ver con el pacífico y manso afluente que acogía en su ribera el único pueblo que hasta el momento había tenido la oportunidad de conocer. El estrepitoso rugir de las aguas le hizo darse cuenta de lo lejos que quedaban los días en los que Tack y ella se refrescaban y jugaban en la orilla, disfrutando de la compañía del otro y sin preocupaciones. 

La voz de Azor la sacó del frasco de melancolía en la que había quedado momentáneamente atrapada.

-El río Hepdare.-anunció- Ya es caudaloso y peligroso de por sí. Estos últimos días de lluvia lo han empeorado.

Recordó la explicación que el cazador le dio tiempo atrás. El río Hepdare era la frontera natural que separaba el territorio mágico del humano. Su nacimiento se encontraba muy al norte, en las tierras gélidas más allá de Holmir, justo en los confines del continente de Tau, el lugar que abarcaba las tierras enfrentadas de ambos bandos. Gran parte de los ríos que surcaban el continente eran en realidad afluentes del Hepdare, por lo que era comúnmente conocido como el Río Vida, pues llevaba agua y abundancia a todos los rincones de Tau.

Viéndolo de cerca, no daba la impresión de que concediese precisamente vida. Era demasiado ancho como para tan siquiera plantearse el cruzar a nado y, si alguien era suficientemente necio como para adentrarse en sus aguas, las fuertes corrientes acabarían con su vida en cuestión de minutos. Eso, si no tenías la buena fortuna de golpearte contra alguna de las peligrosas rocas del fondo. Entonces tu sufrimiento duraría bien poco.

Kya observó con un creciente respeto la brusquedad con la que el agua rompía contra la orilla. Se sentía insegura incluso desde la estabilidad que le concedía la tierra firme.

-¿Como cruzaremos?- quiso saber la joven.

-Por uno de los puentes.-explicó- hay bastantes y la mayoría están vigilados por cazadores o mágicos que se encargan de que la frontera sea infranqueable, los que no lo están es por que están en demasiado mal estado. Posiblemente los puentes de Hepdare son los únicos lugares en los que los tuyos y los míos se ponen de acuerdo en algo.-esto último lo dijo con un tinte de amargura en la voz.

Kya seguía con la mirada clavada en el fuerte caudal, tratando de imaginarse que le ocurriría si trastabillase en un descuido y se precipitase al agua. Prefirió alejar aquellos sombríos pensamientos de su mente con una enérgica sacudida de cabeza y se dirigió nuevamente a su compañero.

-Pero entonces no van a dejarnos pasar.

Azor esbozó una media sonrisa. Esta carecía de alegría, pero era el gesto más cálido que lo había visto hacer desde la muerte de su montura.

-Técnicamente no, no deberían dejarnos pasar...a no ser, que hables con la persona adecuada.

Aquello despertó el interés de Kya, que levantó las cejas y sonrió a su vez.

-Vamos, ya queda poco. En nada estarás segura al otro lado del río.

Sintió como sus fuerzas aumentaban un poco y se animaba a seguir adelante. Estaba a punto de llegar a sus tierras, al lugar al que pertenecía. Se preguntó si en la otra orilla del Hepdare, sus intrigas serían finalmente respondidas. 

Continuaron andando un rato más. No tardaron en localizar uno de los puentes de los que Azor hablaba. No era muy ancho, en el solo cabían dos personas una al lado de la otra. Pero su altura lo compensaba. No era un puente diseñado para que fuese muy transcurrido, sino para que soportase la fuerza bruta del Hepdare. Este se levantaba unos cinco metros por encima del agua para ocasiones en las que, como aquella, había peligro de que quedase anegado por culpa de una riada y se sostenía sobre unos robustos arcos de piedra.

En medio se alzaban dos figuras ocultas bajo unas túnicas oscuras. Los vigilantes.

El pulso de Kya fue aumentando paulatinamente a medida que avanzaban a lo largo de la pasarela de roca gris verdosa y cubierta casi en su totalidad por musgo. Se ciñó bien la capa, asegurándose de que sus rasgos zorrunos quedaban bien ocultos. Era la primera vez desde que había empezado su viaje junto a Azor que iban a encontrarse cara a cara con otras personas.  Bajo las telas oscuras no supo decir si eran hombres o mujeres, humanos o mágicos.

-No te preocupes.- la tranquilizó el cazador. 

No se relajó, pero sí se esforzó por ocultar el temor y no mostrarse tan tensa como se sentía. 

Nada más llegar ante las siluetas encapuchadas e incluso antes de verles el rostro tuvo una sensación extrañamente familiar. 

De cerca pudo apreciar que eran dos hombres, uno ligeramente más alto y fornido que el otro, y los envolvía un aura invisible al ojo, pero que Kya podía sentir. Y estaba completamente segura de haberla sentido antes pese a no recordar cuando.

Cuando los guardianes se retiraron las capuchas, se encontró con un par de amplias sonrisas de dientes muy blancos que contrastaban con el intenso bronceado de sus rostros. Tenían los ojos almendrados y dorados y la dentadura adornada con un par de colmillos afilados. Kya deslizó la lengua por el interior de su boca, sintiendo la forma de los suyos propios. Cuando sus cabezas quedaron completamente al descubierto, le sorprendió ver asomar un par de orejas grandes y peludas, terminadas en punta. Parecidas a las suyas, pero más grandes.

Eran como ella.

Rápidamente se quitó también su capucha, dejando al descubierto sus rasgos.

La cálida sonrisa que lucían se convirtió en una expresión de asombro al verla. Ambos cruzaron una mirada de incertidumbre y confusión.

Debían ser padre e hijo, pues eran inmensamente parecidos. Compartían gran parte de las facciones. En lo único en que se diferenciaban era en la edad y el color del pelo. El joven lo tenía rubio muy claro, prácticamente blanco, mientras que el adulto lo tenía castaño con algunos reflejos color crema. Ambos lo tenían recogido hacia atrás, pero algunos mechones colgaban del flequillo y las patillas.

Por un momento pensó que aquella mueca de estupor

 se debía a la presencia de Azor, pero pronto se dio cuenta de que era ella la que los había sorprendido.

-Sí, es lo que creéis.-asintió el cazador. 

Kya lo miró sin comprender a que se refería.

-Pero, ¿cómo es posible?- balbuceó el adulto. 

-Yo tampoco me lo explico.-dijo Azor, encogiéndose de hombros.- Pero mírala, aquí está. Y es real.

El joven, que debía tener más o menos su edad avanzó hacia ella y la estudió más de cerca.

Sus miradas chocaron y al ver sus ojos a tan poca distancia de los suyos propios, casi pudo ver la magia latente en aquellos iris ambarinos. 

Era la primera vez que se encontraba frente a uno de los suyos y sentía un enredo de emociones que le dificultaba pensar con claridad. Una mezcla de ilusión, alegría, nervios, miedo y dudas hervía en su fuero interno.

El chico se giró hacia su padre aún con la confusión plasmada en su rostro.

-¿Es una hermana del Norte, padre?

El adulto asintió lentamente apartando la mirada de su hijo para centrarla nuevamente en Kya. Este abrió la boca para añadir algo pero ella se le adelantó.

-¿Perdón? ¿Qué significa eso de hermana del Norte? ¿Y por qué os asombráis tanto de verme? Si soy como vosotros, ¿no? ¿A que viene tanto misterio?- vomitó una retahíla de preguntas sin ser capaz ya de contener sus ansias por entender ni un solo minuto más.

Un largo e incomodo silencio siguió al interrogatorio de Kya, tan solo roto por el ensordecedor estruendo de la corriente bajo el puente.

-Este no es un buen lugar para tratar este tema.-dijo solamente el padre.- Seguidnos, por favor.

Los cuatro avanzaron por el largo y estrecho puente.

Una enorme emoción inundó el corazón de Kya cuando puso por primera vez un pie en territorio mágico.

-Por las pintas que traéis apuesto a que estáis agotados y hambrientos.-comentó el joven aminorando el ritmo y colocándose a la altura de Kya.- a propósito, me llamo Sazz y él es mi padre, Qeb. 

Ella giró levemente la cabeza para mirarlo y una amplia sonrisa se dibujó en sus labios. Le gustaba la energía que transmitía ese chico.

-No te falta razón, Sazz. Yo me llamo Kya.

Él le devolvió la sonrisa.

-La información entra mucho mejor con el estómago lleno y el cuerpo descansado. Encantado, por cierto.

Caminaron durante un rato más por un camino estrecho que se abría a través de los arboles pelados del bosque. Por alguna razón le sorprendía que el paisaje siguiese exactamente igual a pesar de haber cruzado la frontera. Su inocente mente había creído firmemente que una vez se encontrasen en territorio mágico todo iba a ser diferente, mucho más colorido y vistoso. Aquello la  decepcionó en cierto modo, pero decidió no darle demasiada importancia.

Media hora más tarde llegaron a una pequeña cabaña. Estaba construida a base de rocas, barro y madera oscura. Era bastante humilde y discreta. En el interior les esperaba el agradable calor de una chimenea. La casita contaba con una pequeña sala de estar, con una mesa redonda en el centro y unos cuantos taburetes viejos. Algunas armas decoraban las paredes, entre ellas una ballesta parecida a la de Azor y varios sables con las hojas curvadas y resplandecientes. Un sencillo arco de madera servia de entrada a una segunda habitación más pequeña en la que habían un par de camastros algo andrajosos, pero cubiertos con unas pieles cálidas y suaves. Unos cuantos armarios y una simple mesa sobre la que descansaban varias cacerolas y sartenes servían de cocina. 

A Kya casi se le saltaron las lágrimas de encontrarse en tal acogedora estancia. Era pequeña y algo austera, pero nunca se había sentido tan a salvo bajo un techo.

Tras acomodarse y relajarse un poco después de la caminata, Kya no lo aguantó más y dejó que las preguntas se escapasen de su boca.

-¿Os conocíais?- preguntó refiriéndose a Azor.

Qeb esbozó una cálida sonrisa.

-Eres curiosidad pura, ¿eh? -comentó con un toque de diversión en su voz áspera.- Lo cierto es que sí, digamos que le debo una a tu amigo Azor.

El cazador rió genuinamente a gusto. El reencuentro con un viejo amigo le había devuelto parte de la alegría.

-¿Sólo una?

El mágico rió a su vez y sacudió la mano, restando importancia a lo próximo que iba a decir.

-Bueno, puede que unas cuantas.

Tras ponerse al día y servir cuatro buenos platos de estofado, decidieron centrarse nuevamente en Kya y en por que su presencia resultaba tan extraña.

-Dinos, Kya -empezó a decir Qeb, con calma.- ¿Cuál es tu historia?

Kya sintió las miradas de los tres clavándose en ella. Removió el estofado con la cuchara de madera que sostenía, algo nerviosa y respiró hondo.

Empezó desde el principio, narrando con pelos y señales como había sido su experiencia desde que despertó y como había malvivido en el pueblo, viéndose obligada a robar a menudo para poder comer. Habló de su amistad con Tack, no sin sentir una punzada de añoranza y tristeza. Contó el incidente de la buhardilla y su enfrentamiento con la monja a la que había dejado marcada de por vida. Siguió con el incendio del orfanato y explicó como se había sentido al usar sus poderes a gran escala por primera vez. Recordó con amargura las acusaciones de los pueblerinos y como la persiguieron a pesar de haber arriesgado su vida para salvar la de los niños. Contó también como había desconfiado de Azor al principio, hasta el punto de no dejar ni que se acercase y como poco a poco se empezó a entablar entre ellos una especie de amistad. Finalmente, la desgraciada muerte de Dart y por último lo vivido ese día.

Ninguno de ellos interrumpió su narración y atendieron al máximo para no perder detalle de la dura historia de Kya.

Se produjo un largo silencio, que Kya aprovechó para atacar el plato de estofado con un hambre voraz.

-En todo este tiempo he estado continuamente confusa y desubicada.-continuó con la boca llena, antes de tragar- Necesito saber quien soy. De donde he salido. Y necesito entender que está pasando. Lo único que he sacado en claro es que los humanos y los mágicos se odian por alguna razón, pero no sé cual. Es muy frustrante no saber nada.

Estaba realmente ofuscada. Tener tantas preguntas y tan pocas respuestas le resultaba ya desesperante. 

Sazz no apartó la mirada de ella, sintiendo una molesta mezcla de pena y rabia. Era cierto que no la conocía de nada, pero le dolía en el alma que detrás de una mirada tan inocente y vivaz como la suya se ocultase tanto dolor y frustración.

Los dos adultos se miraron el uno al otro, como preguntándose que debían hacer. Ambos conocían las verdades que tanto ansiaba conocer Kya. Pero eran verdades duras que quizás no estaba preparada para asimilar.

-Comed y descansad cuanto necesitéis. Estáis en vuestra casa.- dijo finalmente Qeb, rompiendo el tenso silencio.- trataremos este tema por la mañana cuando tengas las energías renovadas, Kya.

No le hizo especial gracia escuchar eso, pero no pudo  hacer más que aceptarlo y agradecer la hospitalidad que Qeb y su hijo Sazz les habían mostrado.

Conversaciones triviales, anécdotas y risas amenizaron la comida. Pese a que Kya disfrutaba de aquel ambiente alegre y amistoso, la curiosidad cada vez ardía con más intensidad en su interior y nada le hubiese gustado más que encontrar alguna respuesta alrededor de aquella mesa.

Pero se sentía optimista, quizás pronto lo entendería todo.

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