Cuando abro los ojos nuevamente, no estoy del todo orientada. Las paredes blancas me resultan desconocidas y no recuerdo cómo fue que llegué aquí. Miro hacia mi alrededor y veo a mi profesora sentada al lado de la camilla en la que me encuentro, me está mirando con cara de preocupación y tal vez un poco de lástima, lo cual es muy extraño ya que su cara siempre es de enojo excepto en situaciones especiales como cuando entré en trabajo de parto frente a ella o cuando Edith estaba por morir. De repente lo recuerdo todo.
—¿Está muerto? —es lo primero que pregunto porque necesito saberlo, necesito saber si me quedaré sola otra vez, si tendré que empezar una vez más intentando ser fuerte por mi hija... si otra persona que amo más que a mí misma me abandonará.
Ella me toma la mano en un gesto demasiado maternal para su gusto, lo que me dice que todo está mal, que si no está muerto, entonces está a punto de estarlo. Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas.
—No, no lo está. Lograron reanimarlo, ahora está en pabellón, cuando se sepa algo más nos vendrán a avisar.
—Esto no debería estar pasando —mi llanto se vuelve descontrolado, tengo miedo de que me dé otro ataque de pánico pero tampoco puedo evitarlo—. Lo último que le dije fue que me había arruinado la vida, que hubiese deseado no haber reencontrado nunca con él. Debería haberle dicho que lo amaba, no debería haberle cortado el teléfono.
Me hago un ovillo y continúo llorando por unos minutos, la profesora me hace cariño en un brazo en su intento de consolarme pero nada de eso sirve.
—Estoy segura de que él sabía que no era cierto, uno a veces dice cosas que no siente, a todos nos ha pasado.
—No sé qué voy a hacer si muere, no sé cómo dirigir mi vida...
—Alto ahí —levanta un dedo y hace que me dé vuelta—. Primero, no hay que pensar en eso, él está en buenas manos ahora y solo podemos esperar; y segundo, eres una mujer fuerte, Elizabeth, está bien tener un compañero de vida pero uno tiene que valerse por sí misma también y yo sé que sabes hacerlo, me lo has demostrado a lo largo de todos estos años. Si te soy sincera, nunca creí que después de tener a tu hija volverías a terminar la carrera, te veía tan débil, tan vulnerable y no te haces una idea del orgullo que siento al ver que ya estás en cuarto, que solo te queda un año para terminar y lo has logrado sin ayuda de nadie.
—Solo lo hice porque no tenía otra opción.
—Y eso es lo que hacen las personas fuertes, cuando piensan que ya no hay opciones, que están acabados, de algún lugar sacan una nueva solución para lograr lo que se han propuesto —me toma nuevamente la mano, con cariño—. Has tenido la mala suerte de que yo haya sido la docente de todas tus prácticas pero para mí ha sido un agrado, eres el tipo de persona que buscamos formar, Elizabeth, pero me he dado cuenta a lo largo de los años de que eres demasiado autocrítica, está bien serlo pero solo hasta cierto punto, hay veces en que siento que te destruyes a ti misma, que te miras en menos y eso no está bien.
—No puedo evitarlo.
—Es difícil, lo sé, todos tenemos ciertas inseguridades, más si trabajamos con la vida de los pacientes pero hay que saberlo llevar, aprender de los errores para no volver a repetirlos, creer en ti misma porque si tú no lo haces, nadie lo va a hacer.
Me quedo en silencio un momento porque no sé qué decir, sé que tiene razón pero cómo borrar veinte años de inseguridades en un par de días. Llevo trabajando eso por los últimos siete años y siento que no avanzo demasiado. La habitación me comienza a dar vueltas por un instante y ella lo nota.
—¿Estás bien?
—Solo un poco mareada, ¿qué me dieron?
—Un sedante, algo con lo que no estoy de acuerdo pero no alcancé a detenerlo. De todos modos, ya todos se enfrentaron a mi furia.
—Me alegro de no haber estado ahí para verlo —sonrío apenas y ella por primera vez en la vida me devuelve la sonrisa.
—No te pases de lista, Grayson.
—Gracias por todo, usted ha sido un gran apoyo para mí durante estos años, desde que nació Cassia, no sé qué habría hecho en el parto sin usted a mi lado.
—No te me pongas sensible ahora, Grayson.
—No puedo volver a urgencias ahora, ¿qué va a pasar conmigo?
—Iré a hablar con la directora de carrera, tal vez podamos hacer algo para que comiences nuevamente más adelante, cuando todo esto ya haya pasado.
—Solo necesito una semana, por favor, no quiero retrasarme más. Necesito una semana para asimilarlo y... él estará bien —no lo digo demasiado convencida pero me aferro a eso con todas mis fuerzas, no tengo más opciones.
—Está bien, seguirás en mi grupo y recuperarás esta semana al final.
—Gracias.
—¿Quieres que llamemos a alguien, algún familiar del chico, tuyo?
—Creo que debería llamar yo a su hermana y también a mi mamá, es como un hijo para ella, sobretodo después de que Edith muriera.
La profesora me entrega mi teléfono que estaba en la mesita del lado e intento sentarme en la camilla para estar mejor, ella sale de la habitación para darme un poco más de privacidad y supongo que también para ir a ver qué están haciendo mis demás compañeros. Tengo el corazón en la garganta cuando Consuelo me contesta el teléfono, escucho el llanto de Vicente en el fondo.
—¿Effie? —pregunta del otro lado—. Lo siento, ¿puedo llamarte más tarde? Vic no deja de llorar y no sé qué hacer para calmarlo.
Intento tranquilizarme y detener mis propias lágrimas pero tengo que decírselo.
—Es importante.
—¿Qué pasa?
—Diego... Diego ha tenido un accidente —hay un silencio sepulcral del otro lado, ni siquiera Vicente sigue llorando y por un momento creo que se cortó la llamada hasta que escucho la respiración acelerada de Consuelo—. Lo han traído al hospital en el que estoy, no me han dicho mucho pero creo que es grave, Consu.
—Lla-Llamaré a papá, él... él tal vez pueda averiguar algo más.
—Por favor si sabes algo, llámame, yo haré lo mismo.
Cortamos la llamada y comienzo a marcar el número de mi madre, con ella la conversación es mucho más extensa e intenta calmarme lo que más puede aunque por dentro debe estar igual de destruída que yo. Nuevamente, vuelvo a llorar desconsolada pero escuchar la voz de mamá me hace bien, me ayuda a no perder la cordura que en mí es tan frágil.
Al terminar de hablar con ella un par de minutos después, busco mis zapatos y me levanto. Todavía estoy un poco mareada y aturdida con el medicamento que me dieron, supongo al sumarse a los antidepresivos que tomo diariamente, el efecto se intensificó un poco o algo así.
Salgo de la habitación en la que estoy, miro la hora y me doy cuenta de que ya han pasado unas tres horas desde que vi a Diego ingresar al servicio, tres horas y todavía nadie es capaz de decirme nada. Comienzo a caminar por los pasillos, voy hecha un zombie, eso lo sé, pero mientras paso por uno de ellos, rodeado de ventanas no puedo evitar poner mi atención en algo que reconozco demasiado. Un colibrí.
Las lágrimas vuelven a mis ojos, queman mis mejillas mientras recuerdo lo que un colibrí significa para mí, para nosotros. Y sin importarme parecer una loca, comienzo a hablarle desde el fondo de mi corazón porque sé que me está escuchando, sé que Edith está ahí.
—No te lo lleves, por favor —ruego, con la respiración cada vez más acelerada—. Sé que debes extrañarlo, sé que debes querer tenerlo a tu lado pero Cassia y yo también lo necesitamos mucho todavía. No lo lleves contigo, Edith, por favor. No he sido la mejor mujer para él, lo sé pero te voy a demostrar que puedo serlo, lo cuidaré con todas mis fuerzas, no te lo lleves.
El colibrí revolotea y por un instante siento que me mira como si me entendiera, luego se va volando quién sabe donde mientras yo me quedo ahí, de pie sin poder dejar de llorar hasta que una mano me toca el hombro y me sobresalta. Al darme la vuelta, veo que es uno de mis compañeros de práctica.
—No te encontraba por ningún lado.
—¿qué pasó?
—El médico que operó a tu novio te anda buscando.
—¿Por qué? ¿Pasó algo?
—No nos dijeron nada, solo que terminó la operación y quiere hablar contigo.
Salgo corriendo sin escuchar nada más, ni siquiera le pregunto dónde está el médico pero supongo que es en el servicio de urgencias donde estaba mi compañero. Nunca en la vida he corrido más rápido, necesito llegar pronto, leer en su cara que todo salió bien porque si no fue así, no sé cómo continuaré con todo esto. Por muy fuerte que crea que soy mi profesora, me conozco mejor y sé que no lo soy.