Capítulo 60: Familia feliz

800 108 5
                                    

Diego vuelve de ducharse bien perfumado así que lo recibo con mis brazos abiertos y un beso, quiero sacarle todas esas ideas que tiene en la cabeza de que no merece a nadie, de que siempre decepciona a todo el mundo y que está solo. Sé que sobrio nunca habría dicho esas cosas en voz alta, se las guardaría como siempre ha hecho con todo lo que le afecta hasta que no aguanta más y explota, igual que hago yo.

Llevo a Cassia hasta su habitación y la dejo mirando televisión junto con su peluche favorito y el biberón, con Diego nos debemos una conversación bastante complicada y a pesar de que no lo entendería, soy fiel creyente de que los niños sienten todo y no quiero que se angustie ni nada.

Una vez que vuelvo a la cocina, él me está esperando mientras come una tostada. Le digo que sería más cómodo si habláramos en el sillón, así que tomo mi taza de café y voy a sentarme seguida por él, doy un sorbo al maravilloso contenido de mi taza e intento pensar en cómo abordar el tema, cómo explicarle a Diego lo que en verdad son esas cartas y lo que significan para mí. Me quedo en silencio por bastante tiempo buscando las palabras correctas, tanto que Diego parece no soportarlo más y habla él.

—Lo siento mucho. Nunca quise que sintieras que te pasaba a llevar o que invadía tu espacio, yo solo quiero verte bien y no creí que te afectaría tanto que preguntara —baja la mirada—. Y también siento haber llegado tan borracho, no merecías que te preocupara de esa forma.

—Solo te aceptaré la segunda disculpa, por lo otro no deberías disculparte. Fui yo la que agrandó todo como siempre hago —me vuelve a mirar y ahora soy yo la que baja la mirada—. Sé que no me preguntaste con mala intención y que no hubieses abierto esa caja si no se hubiera caído, es solo que me encontraste en un mal momento, había tenido un mal día y sé que eso no me justifica pero me terminé descargando contigo. Lo siento mucho.

Mis ojos se van llenando de lágrimas y aunque lo que menos quiero es llorar, no puedo evitarlo. No me gusta ser así, no me gusta ponerme siempre tan a la defensiva, supongo que es por esa razón que no mucha gente se me acerca.

Él deja su taza en la mesita de centro y se acerca más a mí para abrazarme, me pide que esté tranquila. Me dice que me ama y todas esas cosas lindas que él sabe decir para que me sienta un poco mejor.

—Cuando supe que Benjamín se había suicidado, creí que me volvería loca... más loca de lo que estoy —le saco una sonrisa—. Creí que no lograría soportar haberme quedado con tantas cosas por decir, me sentía muy culpable por haberme venido a Santiago y no haberle dicho nunca nada de Cassia. No sabía si se haría cargo o no, pero pensaba en que tal vez, eso hubiese podido cambiar las cosas completamente.

»Empecé a escribir todo lo que me faltó por decirle en esas cartas, sé que tal vez es una estupidez pero por lo menos a mí, me ayudó a sobrellevar la tristeza, la culpa, todo. Después de cada carta sentía que una parte de mí quedaba más liviana y por alguna razón también de esa forma quería creer que seguía estando cerca de él. Era mi forma de no sentir que estaba sola como había estado durante los dos años anteriores.

»Igual, te habrás dado cuenta de que no hay muchas cartas. No alcancé a escribir mucho hasta que supe que me estuvo engañando y que tal vez nada de lo que vivimos fue verdad. Algo se rompió en mi ese día y no encontré mejor desahogo que volverle a escribir una última carta, creo que no te puedes imaginar el odio que había dentro de mí. Ese día también quemé su maldita carta suicida en la que decía lo mucho que me amaba.

Cierro los ojos intentando contener más lágrimas, nunca le había hablado tan sinceramente a alguien y me está afectando como no creí que lo seguiría haciendo. ¿Es que el fantasma de Benjamín nunca me dejará en paz?

—Tranquila.

—Le escribí un par de veces más cuando no sabía a quién más hablarle de lo que estaba sintiendo por ti y la última vez fue para contarle que había visto nacer a tu hijo, luego de irme de tu casa.

—¿Por qué no escribiste más?

—Porque no lo necesité más, estaba bastante ocupada contigo y luego, cuando te pedí que nos dejáramos de ver estaba demasiado destruida como para acordarme de escribirle algo, además de que todavía le guardaba rencor. Comprenderás que en este mes que llevamos juntos tampoco lo he necesitado, esa caja ha estado bastante abandonada.

—Sabes que puedes confiar en mí y desahogarte todo lo que necesites.

—Sí, lo sé. Es solo que a veces necesito escribirlo solo para alguien que está muerto, no quiero que alguien a quien amo termine afectado por toda la mierda que guardo dentro y tú ya tienes demasiadas cosas de qué preocuparte.

—Podría tener el doble de cosas y aun así siempre tendré lugar para escucharte y estar para ti.

—Te prometo que acudiré a ti primero siempre, pero tú también debes hacerlo. Anoche me quedé preocupada por lo que dijiste, no puede ser que solo confieses cómo te sientes cuando no estás en tus cinco sentidos. Eso te destruye, Diego.

—¿Qué fue lo que dije? —pregunta pasándose una malo por el pelo.

—Sé que lo sabes, no finjas conmigo.

—Está bien.

—Te amo como no te imaginas —me acerco a él para besarlo con desesperación, como si sintiera que en cualquier momento desaparecería de mi lado.

—Eres lo más importante que tengo en la vida —susurra cuando nos distanciamos por centímetros—. Te amo y no quiero que nunca lo olvides. Prometo recordártelo todos los días de mi vida.

—Esa es una promesa bastante grande.

—Esas son las que valen la pena, ¿no?

Me acurruco en sus brazos y nos quedamos ahí por bastante rato, luego voy a buscar a Cassia a su habitación y nos preparamos para salir a dar un paseo. Saco el coche de mi hija y la acomodo ahí antes de ir a vestirme con la ropa más casual que encuentro.

Dejamos el departamento y mientras voy empujando el coche, él me va rodeando con sus brazos. Parecemos una familia feliz, otra vez y en cierto modo creo que lo somos, no es necesario que Diego sea el padre biológico de mi hija para que le entregue amor como lo hace. Después de todo, la única figura «paterna» que ha tenido mi hija ha sido él y él parece ser feliz con eso, no estamos pasando a llevar a nadie con esto porque al fin y al cabo, somos nosotros los que estamos en este mundo y no veo nada de malo en querer compartirlo el uno con el otro. Puede que mucha gente vea mal nuestra relación y pueden tener razón en mil razones de por qué no podría funcionar pero, ¡a la mierda con todos ellos! Somos felices tal y como estamos y al final, eso es lo único que importa. 

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now