Capítulo 85: Promesas cumplidas

608 65 8
                                    

—Te amo.

La primera vez que le dije esas dos palabras a Diego, sus ojos se llenaron de lágrimas. A pesar de que pareciera que ha pasado una vida desde eso y de que éramos solo unos niños sintiendo cosas que tal vez no lográbamos comprender del todo, nuestro amor era sincero y puro, como el que algunas personas no llegan a encontrar en toda su vida.

—Yo también te amo, princesita.

Cuando éramos pequeños, él solía llamarme así porque yo era bastante mimada y me gustaba que las cosas se hicieran a mi manera, no aceptaba un no por respuesta y siendo sincera, era bastante insoportable. Con el tiempo el apodo continúo y cuando ya estábamos juntos lo decía con tanto cariño que no me molestaba para nada como antes, además, había cambiado por completo y ya no era la niña egoísta de antes.

Estábamos en la casa de La Serena de mis padres, nos habíamos escapado por el fin de semana para pasarlo juntos. No recuerdo qué mentira les inventó él a sus padres pero la mía fue que me quedaría en casa de Jenny a terminar un trabajo, soy consciente de que mentir nunca estará bien pero no hay día en que me arrepienta de haberlo hecho porque gracias a eso tengo los mejores recuerdos con Diego aunque todo haya acabado mal en ese entonces.

—¿Crees que algún día podremos estar juntos sin tener que escondernos? —pregunté en un susurro cuando estábamos abrazados en el sofá y si no se hubiese movido para mirarme no me hubiera dado cuenta de que estaba pensando en voz alta.

—Sí, va a llegar el día en que nos vamos a pasear por cada rincón de Viña tomados de la mano y no nos va a importar lo que digan las personas. Cuando seamos más grandes no será tan notoría la diferencia de edad.

—¿Y crees que seguiremos juntos para ese entonces?

—Claro, ¿tú no?

—No... lo sé. Ya estás en la universidad y ese es un nuevo mundo, conoces a nuevas personas , casi ninguna relación supera eso.

En esa fecha, Diego estaba en segundo año de medicina y a mí me quedaban cuatro largos años para salir del colegio, estábamos en etapas diferentes pero no nos importaba.

—La nuestra sí —besó mi cabello con cariño—. He pasado demasiado tiempo reprimiendo lo que siento por ti, Effie, me he repetido una y otra vez que soy demasiado grande para ti, que debería dejarte ir para que puedas relacionarte con chicos de tu edad pero luego me doy cuenta de que no soy capaz de hacerlo, no soy capaz de soltarte.

—Entonces no me sueltes, quédate conmigo toda la vida.

—Toda la vida y más allá también. Algún día, Elizabeth Grayson, te casarás conmigo, tendremos hijos y seremos inmensamente felices, te lo prometo.

—¿Cuántos hijos tendremos?

—Dos, un niño y una niña. ¿Te parece?

—Veo que lo tienes todo planeado —me acerqué para besarlo—. Sí, me parece pero solo si yo puedo elegir el nombre de nuestra hija.

—¿Ya tienes alguna idea?

—Cassia.

—¿Cassia?

—Sí, lo leí en un libro una vez y no he dejado de pensar en él. Tú puedes elegir su segundo nombre.

—¿Qué tal Trinidad? Como tu mamá —me quedé pensando y él sonrió antes de volver a hablar—. Cassia Trinidad Gassmann Grayson, sí, me gusta.

—No hay nada más que hablar, ¿y qué hay del niño?

—Lucas.

—¿Lucas Maximiliano Gassmann Grayson?

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now